martes, 4 de octubre de 2016

Violencia, estética y Francisco de Asís


 Como en muchas partes del mundo, también en muchas parroquias de New York, el mes de octubre se recuerda y se celebra la festividad de san Francisco de Asís. Se sabe que es un santo muy querido a nivel universal incluso fuera de ámbitos creyentes. Su vida sigue iluminando muchas situaciones complejas del mundo de hoy. Recordarlo en estos tiempos, donde se pretende infligir no sólo daño sino también el pánico y la desorientación, resulta una terapia eficaz contra una violencia que alimenta el miedo, el aislamiento en los propios puntos de vista y la instalación en los extremismos.
La paz, la contemplación, la oración y todo lo que inspira el santo de Asís desactiva el pánico y ayuda a mantener la calma en momentos sombríos de la vida. Como bien dice la carta a los hebreos, "resistir hasta la sangre luchando contra el pecado" (Heb 12, 4). El creyente está llamado a combatir todo tipo de violencia, pero combate con un corazón sereno, y ese combate es tanto más eficaz cuanto más sereno está su corazón. Francisco de Asís comprendió y nos transmitió que la paz del corazón sólo puede venir de la contemplación de la belleza.
En la visión franciscana es fundamental la contemplación de la belleza (estética) de todo lo creado, algo que a veces se nos olvida y es necesario recuperarlo. La belleza a la que nos referimos no es aquella que seduce o la que se vende por diversos medios sociales, es la belleza que hace visible el bien. Cuando la belleza es negada entonces el mal triunfa, el odio se hace presente, el rencor ocupa el lugar del amor. Recordar a Francisco de Asís, en un contexto violento y agresivo, es recuperar la belleza desde la conversión, la generosidad, y la creatividad. El pobre de Asís nos señala que en la búsqueda del bien se encuentra la paz.
La experiencia estética para el santo de Asís es apertura en un momento de la conversión personal: El individuo siente la necesidad de mirar de nuevo, a prestar más atención a lo que está sucediendo. Mirando de nuevo, cuestionamos nuestras actitudes iniciales, revisamos nuestras opiniones y nos disponemos a admitir que podríamos haber cometido un error.
La consecuencia de "entrar" en la cosmovisión franciscana es la adquisición de una esperanza que nos lleva a concebir un estilo de vida diferente y a luchar por un mundo mejor. Nos lleva a hacer frente a la violencia y resistir posturas políticas enfermas y egoístas. Como vimos en la noche del pasado lunes, en el debate entre D. Trump y H. Clinton. Ahí quedó claro que Trump representa el capitalismo degradado a puro egoísmo. Clinton aparentemente mejor preparada pero que en el fondo representa una imagen que no inspira el bien común.
Frente a estos sucesos hace bien a la mente y al corazón humano venerar a san Francisco de Asís. Él nos ofrece la posibilidad de ampliar nuestro universo moral en la que se puede incluir a más personas e incrementar nuestras categorías morales. Nos ayuda a amar la creación y a verla como un regalo de la mano del artista divino que encanta al corazón humano y ayuda a comprender que no hay ruptura entre este mundo y el siguiente. El pobre de Asís acoge sin reservas a todo el que encuentra, amigo o adversario, aceptándolo como compañero de camino. Ante hechos violentos y desesperantes no nos sugiere encerrarnos, sino proclamar la belleza divina para construir un futuro de esperanza con toda la humanidad. Nos invita a ser signo visible de comunión, comunicación en modo tal que todos puedan sentirse acogidos, amados y perdonados.

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO DE SAN LUCAS (10, 38-42)




“Queridos hermanos y hermanas, 

En el Evangelio de hoy el evangelista Lucas habla de Jesús que, mientras está de camino hacia Jerusalén, entra en un pueblo y es acogido en casa de las hermanas Marta y María (cf. Lc 10, 38-42). Ambas ofrecen acogida al Señor, pero lo hacen de modo diverso. María se sienta a los pies de Jesús y escucha su palabra (cf. v. 39), en cambio Marta estaba totalmente absorbida por las cosas que tiene que preparar (...)

En su obrar hacendoso y de trabajo, Marta corre el riesgo de olvidar —y este es el problema— lo más importante, es decir, la presencia del huésped. Y al huésped no se le sirve, nutre y atiende de cualquier manera. Es necesario, sobre todo, que se le escuche. 

Recuerden bien esta palabra: escuchar. Porque al huésped se le acoge como persona, con su historia, su corazón rico de sentimientos y pensamientos, de modo que pueda sentirse verdaderamente en familia. Pero si tú acoges a un huésped en tu casa y continúas haciendo cosas, le haces sentarse ahí, mudo él y mudo tú, es como si fuera de piedra: el convidado de piedra. No. Al huésped se le escucha. 

Ciertamente, la respuesta que Jesús da a Marta —cuando le dice que una sola es la cosa de la que tiene necesidad— encuentra su pleno significado en referencia a la escucha de la palabra de Jesús mismo, esa palabra que ilumina y sostiene todo lo que somos y hacemos. 

Si nosotros vamos a rezar —por ejemplo— ante el Crucifijo, y hablamos, hablamos, hablamos y después nos vamos, no escuchamos a Jesús. No dejamos que Él hable a nuestro corazón. Escuchar: esta es la palabra clave. No lo olviden. 

Y no debemos olvidar que en la casa de Marta y María, Jesús, antes que ser Señor y Maestro, es peregrino y huésped. Por lo tanto, la respuesta tiene este primer y más importante significado: «Marta, Marta, ¿por qué te afanas tanto en hacer cosas para el huésped hasta olvidar su presencia? Para acogerlo no son necesarias muchas cosas; es más, necesaria es una cosa sola: escucharlo, demostrarle una actitud fraterna, de modo que se dé cuenta de que se está en familia, y no en una «hospedaje provisional».

Así entendida, la hospitalidad, que es una de las obras de misericordia, aparece verdaderamente como una virtud humana y cristiana, una virtud que en el mundo de hoy corre el riesgo de ser descuidada. En efecto, se multiplican los hospicios y asilos, pero no siempre en estos ambientes se practica una hospitalidad real. (...) Incluso en la propia casa, entre los propios familiares puede suceder que encuentren fácilmente servicios y curas de varios tipos más que de escucha y acogida. 

Hoy estamos absorbidos por el frenesí, por tantos problemas —algunos de los cuales no resultan importantes— que carecemos de la capacidad de escuchar. 

Y yo quisiera preguntarles, hacerles una pregunta, cada uno responda en el propio corazón: tú, marido, ¿tienes tiempo para escuchar a tu mujer? Y tú, mujer, ¿tienes tiempo para escuchar a tu marido? Ustedes padres, ¿tienen tiempo que «perder» para escuchar a sus hijos, o a sus abuelos y a los ancianos? —«Pero los abuelos dicen siempre las mismas cosas, son aburridos...»— Pero tienen necesidad de ser escuchados. 

Escuchar. Les pido que aprendan a escuchar y a dedicarse más tiempo entre ustedes. En la capacidad de escucha está la raíz de la paz.

La Virgen María, Madre de la escucha y del servicio atento, nos enseña a ser acogedores y hospitalarios hacia nuestros hermanos y hermanas”.
Papa Francisco, Ángelus del 17-7-2016

Papa: ¡Desde el primer momento sentí que debía estar entre ustedes!

En la fiesta de San Francisco de AsísPatrono de Italia, el Santo Padre visitó a las poblaciones de la localidad de Amatrice y sus alrededores, víctimas del terremoto del pasado 24 de agosto. “Estoy cerca de ustedes y rezo por ustedes”, dijo el Obispo de Roma a las personas que viven allí en medio de tantas dificultades, animándolas a ir adelante.
El Pontífice llegó a la 9.10 en automóvil a la ciudad símbolo del sismo que se cobró tantas vidas en el centro de Italia para realizar una visita lo más reservada posible “para no molestar”, como él mismo dijo. Acompañado por Monseñor Domenico Pompili, Obispo de Rieti, el Papa Bergoglio se dirigió ante todo al local en el que, provisionalmente, se encuentra la escuela gracias al trabajo de la Protección civil  de Trentino. En este contendedor pintado de rojo, elPontífice saludó a los alumnos  y maestros. Los niños de primaria lo recibieron con gran alegría, que manifestaron con su canto y los tantos dibujos mediante los cuales recuerdan el drama vivido. Una vez fuera de la escuela, y rodeado por la gente, el Papa les dijo:
“He pensado mucho en los primeros días de estos tantos dolores que mi visita, tal vez, podía ser más un estorbo que una ayuda, que un saludo, y no quería causar molestias… Por esto he dejado pasar un poquito de tiempo, a fin de que se organizaran algunas cosas, como la escuela. Pero desde el primer momento ¡sentí que debía estar entre ustedes! Sencillamente para decirles que estoy cerca, que estoy cerca de ustedes, nada más, y que rezo ¡rezo por todos ustedes! Cercanía y oración, éste es mi ofrecimiento para ustedes. Que el Señor los bendiga a todos, que la Virgen los custodie en este momento de tristeza, de dolor y de prueba”.
Tras la bendición, Francisco rezó el Avemaría con todas las personas presentes, invitándolas a “ir siempre hacia adelante, porque existe un futuro”. “Hay tantos seres queridos que nos han dejado – les dijo el Papa –  que han caído aquí, bajo los escombros. Recemos a la Virgen por ellos, lo hacemos todos juntos, Avemaría… Y los animó a mirar siempre hacia adelante. Adelante con coraje, ayudándose mutuamente, porque juntos siempre se camina mejor que solos. “¡Adelante y gracias!”, añadió antes de entregarse a los abrazos y saludos de tantas personas, niños, jóvenes y ancianos.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

EL CÁNTICO DE LAS CRIATURAS. SAN FRANCISCO DE ASÍS.


Altísimo y omnipotente buen Señor,
tuyas son las alabanzas,
la gloria y el honor y toda bendición.

A ti solo, Altísimo, te convienen
y ningún hombre es digno de nombrarte.

Alabado seas, mi Señor,
en todas tus criaturas,
especialmente en el Señor hermano sol,
por quien nos das el día y nos iluminas.

Y es bello y radiante con gran esplendor,
de ti, Altísimo, lleva significación.

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana luna y las estrellas,
en el cielo las formaste claras y preciosas y bellas.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano viento
y por el aire y la nube y el cielo sereno y todo tiempo,
por todos ellos a tus criaturas das sustento.

Alabado seas, mi Señor, por el hermano fuego,
por el cual iluminas la noche,
y es bello y alegre y vigoroso y fuerte.

Alabado seas, mi Señor,
por la hermana nuestra madre tierra,
la cual nos sostiene y gobierna
y produce diversos frutos con coloridas flores y hierbas.

Alabado seas, mi Señor,
por aquellos que perdonan por tu amor,
y sufren enfermedad y tribulación;
bienaventurados los que las sufran en paz,
porque de ti, Altísimo, coronados serán.

Alabado seas, mi Señor,
por nuestra hermana muerte corporal,
de la cual ningún hombre viviente puede escapar.
Ay de aquellos que mueran
en pecado mortal.

Bienaventurados a los que encontrará
en tu santísima voluntad
porque la muerte segunda no les hará mal.


Alaben y bendigan a mi Señor
y denle gracias y sírvanle con gran humildad.

San Francisco de Asís – 4 de octubre



Hoy esta sección de ZENIT honra, junto a toda la Iglesia, a esta figura gigantesca, cuya trayectoria espiritual tiene un influjo de incuestionable riqueza en la historia, la ciencia, la música, la poesía, la naturaleza y el arte, entre otras disciplinas. Además de fundador, este dechado de virtudes fue peregrino en distintos países, apóstol en el Oriente, un hombre de paz. El patrimonio que ha legado a la Iglesia es inmenso. Su irrupción en la misma y en la sociedad fue un regalo del cielo en una época socio-política y eclesial compleja, la de la Edad Media en la que le tocó vivir. El prestigioso franciscanista P. Enrique Rivera ha explicado el alcance de la respuesta del Poverello al secularismo actual a través de tres grandes vertientes: sociología, historia y pensamiento. A la ausencia de Dios respondió con el testimonio de su íntimo diálogo con Jesús, cuya cumbre alcanza ante el Cristo de san Damián y en el monte Alverna.
Nació en Asís, Italia, en 1182. Era hijo del rico comerciante de tejidos Pietro di Bernardone y de la noble Pica. Le bautizaron con el nombre de Juan. Se formó con los canónigos de la parroquia y fue asiduo al hospital de San Jorge. Aunque procedía de una familia pudiente, a los 14 años ayudaba a su padre en la tienda. Después se fue desvinculando del compromiso laboral y de sus estudios, que no casaban con su proyecto de vida desenfadada a la que se entregó de lleno. Era un líder nato un tanto inconformista; un idealista en extremo, aunque todavía no sabía cómo encauzar sus sueños. Exhibía por la ciudad sus dotes poéticas y musicales, siguiendo la estela trovadoresca con la que emulaba a los caballeros. Por un lado, disipaba el dinero, y por otro, daba limosna a los pobres.
En 1198 se desató un grave conflicto entre la burguesía y los nobles de Asís, solventado con la instauración del régimen comunal. Se implicó en el litigio, luchó contra Perusa y fue apresado. Durante unos meses soportó el rigor de la prisión, y tras su liberación, en 1204 cayó enfermo. Fueron instantes de reflexión preparatorios para dar un vuelco decisivo a su vida. En 1205 se propuso combatir en Puglia según vio en un sueño, pero en Espoleto una fuerza interior le instó a regresar. Se dijo: «Señor, ¿qué quieres que haga?», aunque de momento siguió con sus costumbres. Pero Dios se hizo notar en su corazón ese mismo año invadiéndole con gran dulzura.
La prodigalidad con los pobres y su compasión hacia ellos comenzaron a adueñarse de él. Su oración vivificaba un amor que iba in crescendo. Rogó a Dios su ayuda, y Él le exigió la total donación de sí; debía elegir lo que más le costase. Una vez se vio frente a un leproso, y superó su repugnancia besándolo; lo tomó como un don del cielo. A continuación, experimentó un intenso aborrecimiento de su vida pasada y se dispuso a iniciar un camino sin retorno. Se puso al servicio de estos enfermos y compartió con ellos su vida.
Un fuego interior le consumía. La necesidad de oración y soledad eran cada vez más intensas, y se redoblaban las pruebas. Luchó contra sí mismo y obtuvo el don de la fidelidad. El Cristo del crucifijo de San Damián le pidió que reparara su Iglesia. Entendió que se refería a la ruinosa capilla, y en Foligno vendió su caballo y mercancía del establecimiento paterno obteniendo los recursos para restaurarla. Se afincó en San Damián sin contar con la venia de su progenitor, que montó en cólera. Puesto en la tesitura de elegir, se abrazó a la pobreza, desprendiéndose de sus vestiduras ante el prelado de Asís. Previamente, su frustrado padre lo había mantenido recluido y golpeado, sin vencer su voluntad.
En 1208 escuchó en misa el texto evangélico de (Mt 10, 5-15), y se lo aplicó. Vio que el desprendimiento absoluto y la penitencia eran su destino; en ello se encerraba la idea de restauración. Se vistió con una humilde túnica ceñida con un cordón y se hizo pobre con los pobres en medio del desprecio y mofas de sus conocidos, con la alegría de verse convertido en un mendigo. En la Porciúncula se congregaron numerosos jóvenes que querían seguir esa vida de penitencia. Con ellos fundó la Orden de Frailes Menores, aprobada por Inocencio III. Su saludo era: «La paz del Señor sea contigo». Amaba tanto a la Virgen que puso su obra bajo su protección, y como recuerda su biógrafo Celano: «cobijó bajo sus alas a los hijos que debía abandonar para que Ella los favoreciese y auxiliase».
Encarnaba fielmente el evangelio. Se acusaba de sus faltas y se castigaba públicamente. Inundado de gozo multiplicaba por todas las vías los dones que iba recibiendo. «¿Qué son los siervos de Dios –decía a sus frailes– sino juglares suyos que deben levantar los corazones de la gente y entusiasmarlos con su alegría espiritual?». En 1212 santa Clara se unió a su carisma dando lugar a la fundación de las clarisas. En 1224, hallándose en el monte Alverna, recibió los estigmas de la Pasión, y antes el don de milagros y de profecía. Devotísimo de la Eucaristía, fue agraciado con numerosas revelaciones. Lidió con graves problemas dentro de su Orden, y sufrió extremadamente con los estigmas y la grave lesión ocular padecida en los últimos años de su vida.
Casi ciego en 1224 compuso el bellísimo Cántico de las criaturas. Era una consecuencia inmediata del amor que sentía por Dios; las criaturas son reflejo de la perfección divina. Y ante este espectáculo de la creación entera elevó su cántico a Dios Padre. Así es como vivió la presencia de la paternidad de Dios en todas las criaturas, a las que trataba como hermanas. Sin embargo, esta peculiar ternura del Poverello hacia los seres irracionales en los que percibía alguna semejanza con Dios no ha sido bien comprendida. Pero ahí están magníficos estudios, rigurosos como los del mencionado Rivera de Ventosa, que permiten constatar cuán lejos estaba el santo de concepciones panteístas, hinduistas o románticas, como a veces se ha afirmado. Murió en el suelo el 3 de octubre de 1226. Gregorio IX lo canonizó el 16 de julio de 1228.
 Zenit

Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor


Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose. dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Respondiendo, le dijo el Señor:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».
Palabra del Señor.