Como en muchas partes del mundo, también en muchas parroquias de New York, el mes de octubre se recuerda y se celebra la festividad de san Francisco de Asís. Se sabe que es un santo muy querido a nivel universal incluso fuera de ámbitos creyentes. Su vida sigue iluminando muchas situaciones complejas del mundo de hoy. Recordarlo en estos tiempos, donde se pretende infligir no sólo daño sino también el pánico y la desorientación, resulta una terapia eficaz contra una violencia que alimenta el miedo, el aislamiento en los propios puntos de vista y la instalación en los extremismos.
La paz, la contemplación, la oración y todo lo que inspira el santo de Asís desactiva el pánico y ayuda a mantener la calma en momentos sombríos de la vida. Como bien dice la carta a los hebreos, "resistir hasta la sangre luchando contra el pecado" (Heb 12, 4). El creyente está llamado a combatir todo tipo de violencia, pero combate con un corazón sereno, y ese combate es tanto más eficaz cuanto más sereno está su corazón. Francisco de Asís comprendió y nos transmitió que la paz del corazón sólo puede venir de la contemplación de la belleza.
En la visión franciscana es fundamental la contemplación de la belleza (estética) de todo lo creado, algo que a veces se nos olvida y es necesario recuperarlo. La belleza a la que nos referimos no es aquella que seduce o la que se vende por diversos medios sociales, es la belleza que hace visible el bien. Cuando la belleza es negada entonces el mal triunfa, el odio se hace presente, el rencor ocupa el lugar del amor. Recordar a Francisco de Asís, en un contexto violento y agresivo, es recuperar la belleza desde la conversión, la generosidad, y la creatividad. El pobre de Asís nos señala que en la búsqueda del bien se encuentra la paz.
La experiencia estética para el santo de Asís es apertura en un momento de la conversión personal: El individuo siente la necesidad de mirar de nuevo, a prestar más atención a lo que está sucediendo. Mirando de nuevo, cuestionamos nuestras actitudes iniciales, revisamos nuestras opiniones y nos disponemos a admitir que podríamos haber cometido un error.
La consecuencia de "entrar" en la cosmovisión franciscana es la adquisición de una esperanza que nos lleva a concebir un estilo de vida diferente y a luchar por un mundo mejor. Nos lleva a hacer frente a la violencia y resistir posturas políticas enfermas y egoístas. Como vimos en la noche del pasado lunes, en el debate entre D. Trump y H. Clinton. Ahí quedó claro que Trump representa el capitalismo degradado a puro egoísmo. Clinton aparentemente mejor preparada pero que en el fondo representa una imagen que no inspira el bien común.
Frente a estos sucesos hace bien a la mente y al corazón humano venerar a san Francisco de Asís. Él nos ofrece la posibilidad de ampliar nuestro universo moral en la que se puede incluir a más personas e incrementar nuestras categorías morales. Nos ayuda a amar la creación y a verla como un regalo de la mano del artista divino que encanta al corazón humano y ayuda a comprender que no hay ruptura entre este mundo y el siguiente. El pobre de Asís acoge sin reservas a todo el que encuentra, amigo o adversario, aceptándolo como compañero de camino. Ante hechos violentos y desesperantes no nos sugiere encerrarnos, sino proclamar la belleza divina para construir un futuro de esperanza con toda la humanidad. Nos invita a ser signo visible de comunión, comunicación en modo tal que todos puedan sentirse acogidos, amados y perdonados.
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