domingo, 12 de febrero de 2017

Papa: ser cristianos ¡no “de fachada”, sino de sustancia!

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La liturgia del día nos presenta otra página del Sermón de la montaña, que encontramos en el Evangelio de Mateo (Cfr. 5, 17-37). En este pasaje, Jesús quiere ayudar a quienes lo escuchan a realizar una relectura de la ley mosaica. Lo que fue dicho en la Antigua Alianza, ¿era verdad? Sí, era verdad, pero no era todo: Jesús ha venido para dar cumplimento y para promulgar, de modo definitivo, la ley de Dios, hasta la última jota. Él manifiesta sus finalidades originarias y cumple los aspectos auténticos, y hace todo esto su predicación y más aún con el ofrecimiento de sí mismo en la cruz. Así Jesús enseña cómo cumplir plenamente la voluntad de Dios y usa esta parábola, ¡eh!; con una “justicia superior” con respecto a la de los escribas y de los fariseos (Cfr. v. 20). Una justicia animada por el amor, por la caridad, por la misericordia, y, por tanto, capaz de realizar la sustancia de los mandamientos, evitando el riesgo del formalismo. El formalismo: esto puedo, esto no puedo; hasta aquí, puedo, hasta acá no puedo… No: más, más, más.
De manera especial, en el Evangelio de hoy Jesús examina tres aspectos, tres mandamientos: el homicidio, el adulterio y el juramento.
Con respecto al mandamiento “no matar”, Él afirma que es violado no sólo por el homicidio efectivo, sino también por aquellos comportamientos que ofenden la dignidad de la persona humana, incluidas las palabras injuriosas (Cfr. v. 22). Ciertamente, estas palabras injuriosas no tienen la misma gravedad y culpabilidad del asesinato, pero se ponen en la misma línea, porque son sus premisas y revelan la misma malevolencia. Jesús nos invita a no establecer una jerarquía de las ofensas, sino a considerarlas todas dañinas, en cuanto movidas por la intensión de hacer el mal al prójimo. Y Jesús da el ejemplo. Insultar: pero, nosotros estamos acostumbrados a insultar, es como decir “buenos días”. Y esto está en la misma línea del matar. Quien insulta al hermano, mata en su propio corazón al hermano. Por favor, ¡no insultar! No ganamos nada…
Otro cumplimiento es aportado a la ley matrimonial. El adulterio era considerado una violación al derecho de propiedad del hombre sobre la mujer. En cambio Jesús va a la raíz del mal. Así como se llega al homicidio a través de las injurias, las ofensas y los insultos, del mismo modo se llega al adulterio a través de las intenciones de posesión con respecto a una mujer diversa de la propia esposa. El adulterio, como el robo, la corrupción y todos los demás pecados, son concebidos primero en nuestro ámbito íntimo y, una vez realizada en el corazón la elección equivocada, se ponen en práctica en el comportamiento concreto. Y Jesús dice: el que mira a una mujer que no es la propia con ánimo de posesión, es un adúltero en su corazón. Ha comenzado el camino del adulterio. Pensemos un poco sobre esto: los pensamientos malos que vienen en esta línea.
Además, Jesús dice a sus discípulos que no juren, en cuanto el juramento es signo de la inseguridad y de la falsedad con que se desarrollan las relaciones humanas. Se instrumentaliza la autoridad de Dios para dar garantía de nuestras vicisitudes humanas. Más bien estamos llamados a instaurar entre nosotros, en nuestras familias, en nuestras comunidades, un clima de transparencia y de confianza recíproca, de modo que podamos ser considerados sinceros sin recurrir a intervenciones superiores para ser creídos. ¡La desconfianza y la difidencia recíproca siempre amenazan la serenidad!
Que la Virgen María, mujer de la escucha dócil y de la obediencia feliz, nos ayude a acercarnos cada vez más al Evangelio, para ser cristianos ¡no “de fachada”, sino de sustancia! Y esto es posible con la gracia del Espíritu Santo, que nos permite hacer todo con amor, y así cumplir plenamente la voluntad de Dios.

La Virgen y el sacramento de la Penitencia


La Virgen María ocupa un lugar muy particular para los creyentes en Cristo. Ella fue concebida inmaculada. Ella aceptó plenamente la voluntad de Dios en su vida. Ella, como Puerta del cielo, dio permiso a Dios para entrar en la historia humana. Ella estuvo al pie de la Cruz de su Hijo. Ella oraba con la primera comunidad cristiana en la espera del Espíritu Santo.

Por eso María está presente, de un modo discreto pero no por ello menos importante, en el sacramento de la Eucaristía. Las distintas plegarias la mencionan, pues no podemos participar en el misterio pascual de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo sin recordar a la Madre del Redentor.

¿Está también presente la Virgen en el sacramento de la confesión? En el ritual de la Penitencia no hay menciones específicas de María. Ni en los saludos, ni en la fórmula de absolución, ni en la despedida.

En algunos lugares, es cierto, se conserva la devoción popular de iniciar la confesión con el saludo “Ave María purísima. Sin pecado concebida”. Pero se trata de un saludo no recogido por el ritual, y que muchos ya no utilizan.

Sin embargo, aunque el rito no haga mención explícita de la Virgen, Ella está muy presente en este sacramento.

En la tradición de la Iglesia María recibe títulos y advocaciones concretas que la relacionan con el perdón de los pecados. Así, la recordamos como Refugio de los pecadores, como Madre de la divina gracia, como Madre de la misericordia, como Madre del Redentor y del Salvador, como Virgen clemente, como Salud de los enfermos.

A lo largo del camino cristiano, Ella nos acompaña y nos conduce, poco a poco, hacia Cristo. La invitación en las bodas de Caná, “haced lo que Él os diga” (cf. Jn 2,5) se convierte en un estímulo para romper con el pecado, para acudir al Salvador, para abrirnos a la gracia, para iniciar una vida nueva en el Hijo.

Por eso, en cada confesión la Virgen está muy presente. Tal vez no mencionamos su nombre, ni tenemos ninguna imagen suya en el confesionario. Pero si resulta posible escuchar las palabras de perdón y de misericordia que pronuncia el sacerdote en nombre de Cristo es porque María abrió su corazón, desde la fe, a la acción del Espíritu Santo, para acoger el milagro magnífico de la Encarnación del Hijo.

La Virgen, de este modo, acompaña a cada sacerdote que confiesa y a cada penitente que pide humildemente perdón. Su presencia nos permite entrar en el mundo de Dios, que hizo cosas grandes en Ella, que derrama su misericordia de generación en generación (cf. Lc 1,48-50), hasta llegar a nosotros también en el sacramento de la Penitencia.


P. Fernando Pascual

Medjugorje: el Papa envía a un arzobispo para profundizar la realidad pastoral


El papa Francisco ha nombrado a un Enviado especial de la Santa Sede para ir a Medjugorje, y cuya labor se limitará a profundizar la realidad pastoral y las exigencias de los fieles, en particular de los peregrinos.
Lo indicó este sábado la Secretaría de Estado del Vaticano, precisando en un comunicado, que el enviado especial elegido por el Santo Padre es Mons. Henryk Hoser, palotino, arzobispo polaco de Varsovia-Praga
En julio de 1981 seis niños del pueblo de Medjugorje indicaron haber visto a la Virgen, apariciones que aseguran se repiten hasta nuestros días incluso con otros videntes, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Paz. Desde entonces han iniciado las peregrinaciones que han llevado al santuario decenas de millones de personas y han nacido en todo el mundo movimientos de oración y asociaciones varias.
La visita del enviado pontificio tendrá “un carácter exclusivamente pastoral”, señala el comunicado y que por lo tanto Mons. Hoser, seguirá ejercitando su labor como arzobispo de Varsovia-Praga, y se espera que complete su encargo antes del final del próximo verano. No se trataría por lo tanto de una investigación sobre las apariciones, sino de facilitar la pastoral a los peregrinos.
El Santo Padre viajo a Bosnia el 6 de junio de 2015, visita pastoral que no incluyó el santuario de Medjugorje y a su regreso respondiendo a los periodistas en el avión señaló que Benedicto XVI creó en su momento una comisión presidida por el cardenal Camillo Ruini junto a otros cardenales y teólogos. Francisco afirmó que “han hecho un buen trabajo” y finalizado el informe. “Estamos por tomar decisiones que luego serán comunicadas. Por el momento, se dan solo algunas indicaciones a los obispos”, indicó el Papa en ese momento.
Sobre estas apariciones marianas, como ha sucedido con muchas otras, se propone una actitud de prudencia y no faltan los interrogantes tanto para el obispo de Mostar, como para la Santa Sede. Hasta el día de hoy ni la diócesis, ni la Santa Sede han reconocido las apariciones, pero tampoco las han descalificado.
Entre los elementos que han dificultado hasta ahora la aprobación eclesial de estos hechos ocurridos en el pueblo de unos 6 mil habitantes, cercano de Mostar y de la frontera con Croacia, figura la cantidad y el carácter de los mensajes atribuidos a María.
Zenit

12 de febrero: santa Eulalia de Barcelona, mártir

Nació Santa Eulalia en Barcelona hacia el siglo IV, hija de unos padres que gozaban de buena posición social y que le inculcaron la fe. Le tocó vivir a santa Eulalia la época en que el Emperador Diocleciano había enviado al prefecto Daciano a la Hispania Romana con una misión precisa: intensificar la persecución contra los cristianos. Barcelona no fue una excepción.
De ahí que santa Eulalia, cuando consideró que había llegado el momento, abandonó su hogar, recorrió una larga distancia y se presentó ante Daciano. De acuerdo con la tradición, le preguntó: «Juez inicuo ¿cómo te atreves a sentarte para juzgar a los cristianos? ¿Acaso no temes al único Dios verdadero?». Ahí no terminó la acusación: santa Eulalia siguió. Estupefacto y furioso, el prefecto mandó azotarla como primera fase de una serie de tormentos. La santa aguantó todos y cada uno de ellos. Al final, fue crucificada, siendo su cuerpo cubierto por la nevada por lo que no se cumplió la orden de Daciano: «Que sea suspendida en una cruz hasta que las aves de rapiña no dejen ni los huesos».
J.M. Ballester Esquivias (@jmbe12)
Alfa y Omega

LA VOLUNTAD DE DIOS


Es sabiduría conocer la voluntad divina, y el autor sagrado afirma que “es prudencia cumplir la voluntad de Dios”. Quizá interpretamos estas enseñanzas en orden a actuaciones concretas, a mandamientos que debemos cumplir, y sin duda, una dimensión de la enseñanza conlleva el cumplimiento positivo de lo que sabemos es bueno.
Hay otra dimensión de la voluntad divina: el abrazo que debemos dar a lo que acontece, más allá de que lo hayamos deseado o procurado. Los hechos nos traen también resonancias del querer de Dios. El salmista canta: “Dichosos los que caminan en la voluntad del Señor”-
Puede parecer exagerada la afirmación de que en todo debemos ver la mano de Dios, y de que en todos los acontecimientos, leídos desde la fe, cabe encontrar manifestaciones de su voluntad. San Pablo nos ofrece una explicación del principio de ver en todo la huella divina: “Hablamos, entre los perfectos, una sabiduría que no es de este mundo”.
Jesús, quien defiende que el sábado es para el hombre y no el hombre para el sábado, no propone sin embargo que cada uno haga lo que quiera, sino que ratifica la revelación del Antiguo Testamento y advierte sobre el posible desprecio de la ley del Señor.
No obstante, siendo muy importante el código de moral, la ética profesional, la conducta que se rige por la moral objetiva, lo esencial en el cristianismo es la razón por la que se actúa y se vive según el Evangelio, que no debiera ser otra que la respuesta de amor a quien nos ha redimido por amor.
Y por encima de todo, a la hora de entrar en la propia conciencia, no deberemos dar más importancia al cumplimiento material de la ley que a la relación personal con Jesús, y a su ofrecimiento permanente de misericordia.
Cada enseñanza del Evangelio la debemos interpretar a la luz de toda la revelación, pues no vale evadir la ley, ni justificarse por la ley. Una cosa es cierta, que el Evangelio nos ofrece la mayor posibilidad de plenitud humana, de paz interior y hasta de felicidad en este mundo.
Ángel Moreno de Buenafuente

No a la guerra entre nosotros

Los judíos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés. Según la tradición, Dios mismo la había regalado a su pueblo. Era lo mejor que habían recibido de él. En esa Ley se encierra la voluntad del único Dios verdadero. Ahí pueden encontrar todo lo que necesitan para ser fieles a Dios.
También para Jesús la Ley es importante, pero ya no ocupa el lugar central. Él vive y comunica otra experiencia: está llegando el reino de Dios; el Padre está buscando abrirse camino entre nosotros para hacer un mundo más humano. No basta quedarnos con cumplir la Ley de Moisés. Es necesario abrirnos al Padre y colaborar con él para hacer la vida más justa y fraterna.
Por eso, según Jesús, no basta cumplir la Ley, que ordena «no matarás». Es necesario, además, arrancar de nuestra vida la agresividad, el desprecio al otro, los insultos o las venganzas. Aquel que no mata cumple la Ley, pero, si no se libera de la violencia, en su corazón no reina todavía ese Dios que busca construir con nosotros una vida más humana.
Según algunos observadores, se está extendiendo en la sociedad actual un lenguaje que refleja el crecimiento de la agresividad. Cada vez son más frecuentes los insultos ofensivos, proferidos solo para humillar, despreciar y herir. Palabras nacidas del rechazo, el resentimiento, el odio o la venganza.
Por otra parte, las conversaciones están a menudo tejidas de palabras injustas que reparten condenas y siembran sospechas. Palabras dichas sin amor y sin respeto que envenenan la convivencia y hacen daño. Palabras nacidas casi siempre de la irritación, la mezquindad o la bajeza.
No es este un hecho que se dé solo en la convivencia social. Es también un grave problema en el interior de la Iglesia. El papa Francisco sufre al ver divisiones, conflictos y enfrentamientos de «cristianos en guerra contra otros cristianos». Es un estado de cosas tan contrario al Evangelio que ha sentido la necesidad de dirigirnos una llamada urgente: «No a la guerra entre nosotros».
Así habla el papa: «Me duele comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odios, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?». El papa quiere trabajar por una Iglesia en la que «todos puedan admirar cómo os cuidáis unos a otros, cómo os dais aliento mutuamente y cómo os acompañáis».
José Antonio Pagola

La Ley enraizada en nuestros corazones por San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208), obispo, teólogo y mártir





En la Ley hay preceptos naturales que nos dan ya la santidad; incluso antes de dar Dios la Ley a Moisés, había hombres que observaban estos preceptos y quedaron justificados por su fe y fueron agradables a Dios. El Señor no abolió estos preceptos sino que los extendió y les dio plenitud. Eso es de lo que nos dan prueba sus palabras: “Se dijo a los antiguos: no cometerás adulterio. Pues yo os digo: el que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.” Y también: “se dijo: no matarás. Pero yo os digo: todo el que esté peleado con su hermano sin motivo tendrá que comparecer ante el tribunal” (Mt 5,21s)… Y así todo lo que sigue. 

Todos estos preceptos no implican ni la contradicción ni la abolición de los precedentes, sino su cumplimiento y extensión. Tal como el mismo Señor dice: “Si no sois mejores que los letrados y fariseos, no entraréis en el Reino de los Cielos (Mt, 5,20).

      ¿En qué consiste este ir más allá? 

  • Primeramente en creer no sólo en el Padre, sino también en el Hijo manifestado en lo sucesivo, porque él es quien conduce al hombre a la comunión y unión con Dios. 

  • Después, en no tan sólo decir, sino en hacer –porque “dicen pero no hacen” (Mt 23,3)- 
  • y guardarse, no sólo de cometer actos malos, sino también de desearlos.

Con estas enseñanzas, él no contradecía a la Ley, sino que la llevaba a su cumplimiento, a su plenitud y ponía en nosotros la raíz de las prescripciones de la Ley… Prescribir, no sólo de abstenerse de los actos prohibidos por la Ley, sino incluso de su deseo, no es de alguien que contradice y adolece la Ley, sino el hecho de quien la cumple y extiende.

Así se dijo a los antiguos; pero yo os digo


Lectura del santo Evangelio según san Mateo 5, 17-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.
En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos.
Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos.
Porque os digo que si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será reo de juicio.
Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "necio", merece la condena de la “gehenna” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito, procura arreglarte enseguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo.
Habéis oído que se dijo: "No cometerás adulterio".
Pero yo os digo: todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón.
Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado entero en la “gehenna”.
Si tu mano derecha te induce a pecar, córtatela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero a la “gehenna”.
Se dijo: "El que se repudie a su mujer, que le dé acta de repudio." Pero yo os digo que si uno repudia a su mujer -no hablo de unión ilegítima- la induce a cometer adulterio, y el que se casa con la repudiada comete adulterio.
También habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus juramentos al Señor".
Pero yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey. Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo cabello. Que vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno».
Palabra del Señor.

“Protejamos a los más débiles respetando la vida y la salud”, el Papa en la Jornada Mundial del Enfermo

El asombro ante las obras que Dios realiza: «El Poderoso ha hecho obras grandes en mí…» (Lc 1,49)
Queridos hermanos y hermanas:
El próximo 11 de febrero se celebrará en toda la Iglesia y, especialmente, en Lourdes, la XXV Jornada Mundial del Enfermo, con el tema: El asombro ante las obras que Dios realiza: «El Poderoso ha hecho obras grandes por mí…» (Lc 1,49). Esta Jornada, instituida por mi predecesor san Juan Pablo II, en 1992, y celebrada por primera vez precisamente en Lourdes el 11 de febrero de 1993, constituye una ocasión para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los que sufren en general; y, al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que se entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos. Además, esta celebración renueva en la Iglesia la fuerza espiritual para realizar de la mejor manera posible esa parte esencial de su misión que incluye el servicio a los últimos, a los enfermos, a los que sufren, a los excluidos y marginados (cf. JUAN PABLO II, Motu proprio Dolentium hominum, 11 febrero 1985, 1). Los encuentros de oración, las liturgias eucarísticas y la unción de los enfermos, la convivencia con los enfermos y las reflexiones sobre temas de bioética y teológico-pastorales que se celebrarán en aquellos días en Lourdes, darán una aportación nueva e importante a ese servicio.
Situándome ya desde ahora espiritualmente junto a la Gruta de Massabielle, ante la imagen de la Virgen Inmaculada, en la que el Poderoso ha hecho obras grandes para la redención de la humanidad, deseo expresar mi cercanía a todos vosotros, hermanos y hermanas, que vivís la experiencia del sufrimiento, y a vuestras familias; así como mi agradecimiento a todos los que, según sus distintas ocupaciones y en todos los centros de salud repartidos por todo el mundo, trabajan con competencia, responsabilidad y dedicación para vuestro alivio, vuestra salud y vuestro bienestar diario. Me gustaría animar a todos los enfermos, a las personas que sufren, a los médicos, enfermeras, familiares y a los voluntarios a que vean en María, Salud de los enfermos, a aquella que es para todos los seres humanos garante de la ternura del amor de Dios y modelo de abandono a su voluntad; y a que siempre encuentren en la fe, alimentada por la Palabra y los Sacramentos, la fuerza para amar a Dios y a los hermanos en la experiencia también de la enfermedad.
Como santa Bernadette estamos bajo la mirada de María. La humilde muchacha de Lourdes cuenta que la Virgen, a la que llamaba «la hermosa Señora», la miraba como se mira a una persona. Estas sencillas palabras describen la plenitud de una relación. Bernadette, pobre, analfabeta y enferma, se siente mirada por María como persona. La hermosa Señora le habla con gran respeto, sin lástima. Esto nos recuerda que cada paciente es y será siempre un ser humano, y debe ser tratado en consecuencia. Los enfermos, como las personas que tienen una discapacidad incluso muy grave, tienen una dignidad inalienable y una misión en la vida y nunca se convierten en simples objetos, aunque a veces puedan parecer meramente pasivos, pero en realidad nunca es así.
Bernadette, después de haber estado en la Gruta y gracias a la oración, transforma su fragilidad en apoyo para los demás, gracias al amor se hace capaz de enriquecer a su prójimo y, sobre todo, de ofrecer su vida por la salvación de la humanidad. El hecho de que la hermosa Señora le pida que rece por los pecadores, nos recuerda que los enfermos, los que sufren, no sólo llevan consigo el deseo de curarse, sino también el de vivir la propia vida de modo cristiano, llegando a darla como verdaderos discípulos misioneros de Cristo. A Bernadette, María le dio la vocación de servir a los enfermos y la llamó para que se hiciera Hermana de la Caridad, una misión que ella cumplió de una manera tan alta que se convirtió en un modelo para todos los agentes sanitarios. Pidamos pues a la Inmaculada Concepción la gracia de saber siempre ver al enfermo como a una persona que, ciertamente, necesita ayuda, a veces incluso para las cosas más básicas, pero que también lleva consigo un don que compartir con los demás.
La mirada de María, Consoladora de los afligidos, ilumina el rostro de la Iglesia en su compromiso diario en favor de los necesitados y los que sufren. Los frutos maravillosos de esta solicitud de la Iglesia hacia el mundo del sufrimiento y la enfermedad son motivo de agradecimiento al Señor Jesús, que se hizo solidario con nosotros, en obediencia a la voluntad del Padre y hasta la muerte en la cruz, para que la humanidad fuera redimida. La solidaridad de Cristo, Hijo de Dios nacido de María, es la expresión de la omnipotencia misericordiosa de Dios que se manifiesta en nuestras vidas ―especialmente cuando es frágil, herida, humillada, marginada, sufriente―, infundiendo en ella la fuerza de la esperanza que nos ayuda a levantarnos y nos sostiene.
Tanta riqueza de humanidad y de fe no debe perderse, sino que nos ha de ayudar a hacer frente a nuestras debilidades humanas y, al mismo tiempo, a los retos actuales en el ámbito sanitario y tecnológico. En la Jornada Mundial del Enfermo podemos encontrar una nueva motivación para colaborar en la difusión de una cultura respetuosa de la vida, la salud y el medio ambiente; un nuevo impulso para luchar en favor del respeto de la integridad y dignidad de las personas, incluso a través de un enfoque correcto de las cuestiones de bioética, la protección de los más débiles y el cuidado del medio ambiente.
Con motivo de la XXV Jornada Mundial del Enfermo, renuevo, con mi oración y mi aliento, mi cercanía a los médicos, a los enfermeros, a los voluntarios y a todos los consagrados y consagradas que se dedican a servir a los enfermos y necesitados; a las instituciones eclesiales y civiles que trabajan en este ámbito; y a las familias que cuidan con amor a sus familiares enfermos. Deseo que todos sean siempre signos gozosos de la presencia y el amor de Dios, imitando el testimonio resplandeciente de tantos amigos y amigas de Dios, entre los que menciono a san Juan de Dios y a san Camilo de Lelis, patronos de los hospitales y de los agentes sanitarios, y a la santa Madre Teresa de Calcuta, misionera de la ternura de Dios.
Hermanos y hermanas, enfermos, agentes sanitarios y voluntarios, elevemos juntos nuestra oración a María, para que su materna intercesión sostenga y acompañe nuestra fe y nos obtenga de Cristo su Hijo la esperanza en el camino de la curación y de la salud, el sentido de la fraternidad y de la responsabilidad, el compromiso con el desarrollo humano integral y la alegría de la gratitud cada vez que nos sorprenda con su fidelidad y su misericordia.
María, Madre nuestra,
que en Cristo nos acoges como hijos,
fortalece en nuestros corazones la espera confiada,
auxílianos en nuestras enfermedades y sufrimientos,
guíanos hasta Cristo, hijo tuyo y hermano nuestro,
y ayúdanos a encomendarnos al Padre que realiza obras grandes.
Os aseguro mi constante recuerdo en la oración y os imparto de corazón la Bendición Apostólica.
8 de diciembre de 2016, Fiesta de la Inmaculada Concepción
(from Vatican Radio)