La gente les estropea todo su plan. De todas las aldeas corren a
buscarlos. Ya no es posible aquella reunión tranquila que había proyectado
Jesús a solas con sus discípulos más cercanos. Para cuando llegan al lugar, la
muchedumbre lo ha invadido todo. ¿Cómo reaccionará Jesús?
El evangelista describe con detalle su actitud. A Jesús nunca le estorba la
gente. Fija su mirada en la multitud. Sabe mirar, no solo a las
personas concretas y cercanas, sino también a esa masa de gente formada por
hombres y mujeres sin voz, sin rostro y sin importancia especial. Enseguida
se despierta en él la compasión. No lo puede evitar. «Le dio lástima de ellos».
Los lleva a todos muy dentro de su corazón.
Nunca los abandonará. Los «ve como ovejas sin pastor»: gentes sin guías
para descubrir el camino, sin profetas para escuchar la voz de Dios. Por eso, «se
puso a enseñarles con calma», dedicándoles tiempo y atención para
alimentarlos con su Palabra curadora.
Un día tendremos que revisar ante Jesús, nuestro único Señor, cómo miramos
y tratamos a esas muchedumbres que se nos están marchando poco a poco
de la Iglesia, tal vez porque no escuchan entre nosotros su Evangelio y porque
ya no les dicen nada nuestros discursos, comunicados y declaraciones.
Personas sencillas y buenas a las que estamos decepcionando porque no ven
en nosotros la compasión de Jesús. Creyentes que no saben a quién acudir ni qué
caminos seguir para encontrarse con un Dios más humano que el que
perciben entre nosotros. Cristianos que se callan porque saben que su
palabra no será tenida en cuenta por nadie importante en la Iglesia.
Un día el rostro de esta Iglesia cambiará. Aprenderá a actuar con más compasión;
se olvidará de sus propios discursos y se pondrá a escuchar el sufrimiento de
la gente. Jesús tiene fuerza para transformar nuestros corazones y renovar
nuestras comunidades.
José Antonio Pagola