miércoles, 26 de abril de 2017

26 de abril: san Isidoro, obispo y doctor de la Iglesia


Sevilla está de fiesta con la celebración de su santo y cultísimo arzobispo Isidoro. Eran los tiempos en donde se aunaban con el mismo apasionamiento los vivos deseos de los reyes y pastores para lograr la unidad patria. Se pensaba que el medio había de ser la común fe cristiana; pero la dificultad estribaba en que, mientras el rey Leovigildo era arriano, la muchedumbre de los súbditos era fiel a la doctrina romana con Leandro, el campeón de la fe. Hasta la conversión de Recaredo hubo momentos de crisis como la muerte el Hermenegildo y el destierro más o menos voluntario de Leandro a Constantinopla.
Isidoro provenía de una familia hispanorromana cuyos cuatro hijos han pasado a los altares: Leandro, Fulgencio, Florentina y el benjamín Isidoro, que debió de nacer en Sevilla alrededor del año 560, cuando ya sus padres se habían asentado después del abandono de Cartagena por no poder soportar la dominación de los bizantinos de Justiniano.
Lo educó y apadrinó su hermano Leandro, obispo de la metrópoli hispalense desde el 578. Este buen arzobispo había fundado una escuela donde se impartían las enseñanzas de griego, hebreo y latín, pudiendo pasar después al monasterio los alumnos más aventajados, si se mostraban dispuestos a soportar una vida de mayor rigor ascético.
Este fue el caso de Isidoro. Monje ejemplar por su ascetismo y observante, llegó a ser abad y escribió para sus monjes un código de leyes –regla– que pusieran orden en la vida monacal; cuidó con paciencia y empeño promover la alabanza a Dios, el trabajo manual necesario para la supervivencia y organizando un magnífico estudio donde los pergaminos, códices y libros fueran considerados casi sagrados. Allí se leía y copiaba tanto a los Padres antiguos como a los escritores profanos, y se cuidaba enfáticamente el estudio de la Sagrada Escritura.
Sucedió a su hermano en la sede de Sevilla en el 601. Presidió el concilio de Sevilla del año 619 y el IV de Toledo en el 633, que –entre otras cosas– sirvió para unificar la disciplina litúrgica hispánica, organizar la vida religiosa y cuidar sus instituciones.
Por propio testimonio, se conoce su pensamiento sobre lo que debería ser el obispo para tener solidez de doctrina teológica: entre sus principales deberes menciona el estudio de la Sagrada Escritura y leer las vidas de los santos; para atender a sus fieles, había de ser hombre de intensa oración, ejercitar especialmente la caridad con los necesitados y hacer visita anual a los fieles.
Se ocupó de la formación del clero que le ayudaba en el cuidado pastoral, fundando una escuela catedralicia; propició la vida en común de su presbiterio, dando él mismo ejemplo, y dictó normas para ayudar a cuidar la castidad, como la de procurar que las mujeres que atendieran a los clérigos fueran «personas sin ninguna sospecha».
Isidoro fue uno de los hombres sabios que abarcó todas las ramas del saber de su tiempo. Entre sus numerosas obras, tienen contenido teológico Sententiarum libri III, contra Iudaeos, Quaestiones adversus Iudaeos et ceteros infideles; de su producción bíblica merecen destacarse Quaestiones in Vetus Testamentum, Proemiorum libri unus, De ortu et obitu patrum, De numeris y Allegoriae quaedam Sacrae Scripturae; sobre liturgia y disciplina eclesiástica sobresalen De ecclesiasticis officiis y Regula Monachorum; obras históricas son Crónica maiora, Historia Gothorum, De viris illustribus y De haeresibus; otros escritos profanos son Differentiarum libri duo, Synonimorum libri duo, De natura rerum y De ordine creaturarum, verdadera enciclopedia de las ciencias antiguas. De todos modos, la estrella de todos sus escritos es Etymologiae, con veinte libros.
Su producción literaria no tiene mucho de original; aprovecha todas las fuentes de carácter tanto eclesiástico como civil, religioso y pagano. Pero la difusión que tuvo su pluma es lo que le proporciona verdadera importancia en la cultura europea, por haber llegado a ser el vehículo de transmisión del saber al ponerse como texto obligado en las escuelas medievales. Su estilo es sobrio y sencillo al tiempo que preciso y transparente.
Esta luminaria de piedad y saber, que fue linterna para poder palpar en muchos siglos tenebrosos, murió muy anciano el 4 de abril del 636. Dante escribirá en la Divina Comedia que en el Paraíso «vio llamear el espíritu ardiente de Isidoro».
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EVANGELIO DE HOY: VOSOTROS SOIS LA SAL DE LA TIERRA Y LA LUZ DEL MUNDO




Lectura del santo evangelio según san Mateo (5,13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. 

Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa.

Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo.»

Palabra del Señor

Catequesis del Papa: “Cristo Resucitado camina siempre con nosotros”

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
«Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Estas últimas palabras del Evangelio de Mateo evocan el anuncio profético que encontramos al inicio: «A Él le pondrán el nombre de Emanuel, que significa: Dios con nosotros» (Mt 1,23; Cfr. Is 7,14). Dios estará con nosotros, todos los días, hasta el fin del mundo. Jesús caminará con nosotros: todos los días, hasta el fin del mundo. Todo el Evangelio está contenido entre estas dos citas, palabras que comunican el misterio de Dios cuyo nombre, cuya identidad es estar-con: no es un Dios aislado, es un Dios-con nosotros, en particular con nosotros, es decir, con la creatura humana. Nuestro Dios no es un Dios ausente, secuestrado en un cielo lejano; es en cambio un Dios “apasionado” por el hombre, así tiernamente amante de ser incapaz de separarse de él. Nosotros humanos somos hábiles en arruinar vínculos y derribar puentes. Él en cambio no. Si nuestro corazón se enfría, el suyo permanece siempre incandescente. Nuestro Dios nos acompaña siempre, incluso si por desgracia nosotros nos olvidáramos de Él. En el punto que divide la incredulidad de la fe, es decisivo el descubrimiento de ser amados y acompañados por nuestro Padre, de no haber sido jamás abandonados por Él.
Nuestra existencia es una peregrinación, un camino. A pesar de que muchos son movidos por una esperanza simplemente humana, perciben la seducción del horizonte, que los impulsa a explorar mundos que todavía no conocen. Nuestra alma es un alma migrante. La Biblia está llena de historias de peregrinos y viajeros. La vocación de Abraham comienza con este mandato: «Deja tu tierra» (Gen 12,1). Y el patriarca deja ese pedazo de mundo que conocía bien y que era una de las cunas de la civilización de su tiempo. Todo conspiraba contra la sensatez de aquel viaje. Y a pesar de ello, Abraham parte. No se convierte en hombres y mujeres maduros si no se percibe la atracción del horizonte: aquel límite entre el cielo y la tierra que pide ser alcanzado por un pueblo de caminantes.
En su camino en el mundo, el hombre no está jamás sólo. Sobre todo el cristiano no se siente jamás abandonado, porque Jesús nos asegura que no nos espera sólo al final de nuestro largo viaje, sino nos acompaña en cada uno de nuestros días.
¿Hasta cuándo perdurará el cuidado de Dios en relación al hombre? ¿Hasta cuándo el Señor Jesús, caminará con nosotros, hasta cuándo cuidará de nosotros? La respuesta del Evangelio no deja espacio a la duda: ¡hasta el fin del mundo! Pasaran los cielos, pasará la tierra, serán canceladas las esperanzas humanas, pero la Palabra de Dios es más grande de todo y no pasará. Y Él será el Dios con nosotros, el Dios Jesús que camina con nosotros. No existirá un día de nuestra vida en el cual cesaremos de ser una preocupación para el corazón de Dios. Pero alguno podría decir: “¿Qué cosa está diciendo usted?”. Digo esto: no existirá un día de nuestra vida en el cual cesaremos de ser una preocupación para el corazón de Dios. Él se preocupa por nosotros, y camina con nosotros, y ¿Por qué hace esto? Simplemente porque nos ama. ¿Entendido? ¡Nos ama! Y Dios seguramente proveerá a todas nuestras necesidades, no nos abandonará en el tiempo de la prueba y de la oscuridad. Esta certeza pide hacer su nido en nuestra alma para no apagarse jamás. Alguno la llama con el nombre de “Providencia”. Es decir, la cercanía de Dios, el amor de Dios, el caminar de Dios con nosotros se llama también “Providencia de Dios”: Él provee nuestra vida”.
No es casual que entre los símbolos cristianos de la esperanza existe uno que a mí me gusta tanto: es el ancla. Ella expresa que nuestra esperanza no es banal; no se debe confundir con el sentimiento mutable de quien quiere mejorar las cosas de este mundo de manera utópica, haciendo, contando sólo en su propia fuerza de voluntad. La esperanza cristiana, de hecho, encuentra su raíz no en lo atractivo del futuro, sino en la seguridad de lo que Dios nos ha prometido y ha realizado en Jesucristo. Si Él nos ha garantizado que no nos abandonará jamás, si el inicio de toda vocación es un “Sígueme”, con el cual Él nos asegura de quedarse siempre delante de nosotros, entonces ¿Por qué temer? Con esta promesa, los cristianos pueden caminar donde sea. También atravesando porciones de mundo herido, donde las cosas no van bien, nosotros estamos entre aquellos que también ahí continuamos esperando. Dice el salmo: «Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo» (Sal 23,4). Es justamente donde abunda la oscuridad que se necesita tener encendida una luz. Volvamos al ancla: el ancla es aquello que los navegantes, ese instrumento, que lanzan al mar y luego se sujetan a la cuerda para acercar la barca, la barca a la orilla. Nuestra fe es el ancla del cielo. Nosotros tenemos nuestra vida anclada al cielo. ¿Qué cosa debemos hacer? Sujetarnos a la cuerda: está siempre ahí. Y vamos adelante porque estamos seguros que nuestra vida es como un ancla que está en el cielo, en esa orilla a dónde llegaremos.
Cierto, si confiáramos solo en nuestras fuerzas, tendríamos razón de  sentirnos desilusionados y derrotados, porque el mundo muchas veces se muestra contrario a las leyes del amor. Prefiere muchas veces, las leyes del egoísmo. Pero si sobrevive en nosotros la certeza de que Dios no nos abandona, de que Dios nos ama tiernamente y a este mundo, entonces en seguida cambia la perspectiva. “Homo viator, spe erectus”, decían los antiguos. A lo largo el camino, la promesa de Jesús «Yo estoy con ustedes» nos hace estar de pie, erguidos, con esperanza, confiando que el Dios bueno está ya trabajando para realizar lo que humanamente parece imposible, porque el ancla está en la orilla del cielo.
El santo pueblo fiel de Dios es gente que está de pie – “homo viator” –  y camina, pero de pie, “erectus”, y camina en la esperanza. Y a donde quiera que va, sabe que el amor de Dios lo ha precedido: no existe una parte en el mundo que escape a la victoria de Cristo Resucitado. ¿Y cuál es la victoria de Cristo Resucitado? La victoria del amor. Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)

Pablo Richard: "La Biblia no está amenazada por la Arqueología"


La exégesis bíblica, especialmente en el último siglo, ha sido positivamente desafiada por nuevos descubrimientos arqueológicos. Eso no es nada nuevo. La exégesis bíblica es en sí misma una ciencia que ha demostrado capacidad para asumir críticamente los nuevos descubrimientos y desafíos arqueológicos.
Es una aberración valorar la arqueología como una ciencia y reducir la interpretación bíblica a una profesión de fe, y así reducir cualquier posible contradicción entre biblia y arqueología como una contradicción entre ciencia y fe. Estas consideraciones solo muestran ignorancia tanto de la arqueología como de la ciencia bíblica. Arqueología y Exégesis bíblica han sido normalmente dos procesos científicos complementarios. No podemos manipular la arqueología como una amenaza a las ciencias bíblicas (ver José M. Vigil en revista "Alternativas", enero - junio 2016, Nicaragua).
Empecemos con dos casos paradigmáticos (hay muchos mas) para confirmar lo que digo. Se trata de los descubrimientos en Qumran (1948 cerca del Mar muerto) y los descubrimientos en Naghammadi (1945 en el alto Egipto). En ambos lugares se descubrió inmensas bibliotecas de papiros y manuscritos antiguos que estremecieron nuestros conocimientos arqueológicos y bíblicos, pero la ciencia bíblica tuvo la capacidad de descifrar e interpretar estos documentos.
Yo estudié un año (1969-1970) en la "Escuela Bíblica de Jerusalén", donde tuve como maestro al dominico Alan de Vaux, uno de los más notables arqueólogos, especialmente en el estudio del material descubierto en Qumran. Igualmente, con la Escuela Bíblica, tuvimos durante un mes un seminario arqueológico en la actual Turquía, sobre las culturas milenarias y otras contemporáneas al surgimiento del cristianismo. Algo parecido la Escuela Bíblica de Jerusalén nos enseñó a trabajar en Siria y Egipto.
Nuevos espacios abiertos por el Concilio Vaticano II
El Concilio Vaticano II abrió una puerta en la Iglesia que estaba cerrada por mas de 400 años. La apertura se dio especialmente con la Constitución "Dei Verbum" del 18 de noviembre de 1965. Este documento dio a la ciencia exegética bíblica, especialmente católica, una capacidad hermenéutica que estaba cerrada desde el Concilio de Trento (1545-1563). Este espacio ya abierto se actualizó con un nuevo documento: "Interpretación de la Biblia en la Iglesia", de la Pontificia Comisión Bíblica del año 2005.
Aquí se profundizó en la importancia del método histórico-crítico, los métodos del análisis retórico, narrativo, semiótico y canónico y el recurso de las tradiciones judías de interpretación y de la historia de los efectos del texto. La mayor novedad fue abrir la hermenéutica al uso de las ciencias humanas, de inspiración liberacionista y feminista. Se menciona explícitamente la importancia de la Teología de la Liberación en el movimiento bíblico.
Movimiento Bíblico Popular
El Movimiento Bíblico Popular nos ha orientado como y desde donde leer e interpretar la Biblia en las Comunidades Eclesiales de Base. El método es partir del libro de la vida y desde ahí leer e interpretar el libro de la Biblia.
Cito un texto muy orientador de Carlos Mesters: "¿Por qué la realidad de la vida es tan importante para que la gente pueda entender la Biblia? Es porque la Biblia no es el primer libro que Dios escribió para nosotros, ni el más importante. El primer libro es la naturaleza, creada por la Palabra de Dios; son los hechos, los acontecimientos, la historia, todo lo que existe y sucede en la vida del pueblo; es la realidad que nos envuelve; es la vida que vivimos.
Dios quiere comunicarse con nosotros a través del libro de la vida. Por medio de ella Dios nos transmite su mensaje de amor y de justicia. Pero nosotros, hombres y mujeres, con nuestros pecados organizamos el mundo de tal manera y creamos una sociedad tan torcida que ya no es posible darnos cuenta del llamado de Dios encerrado dentro de la vida que vivimos. Por eso Dios escribió un segundo libro: la Biblia.
Este segundo libro no vino a sustituir al primero. La Biblia no vino a quitarle su lugar a la vida. ¡Todo lo contrario! La Biblia fue escrita para ayudarnos a entender mejor el sentido de la vida y a percibir más claramente la presencia de la Palabra de Dios dentro de nuestra realidad." La Biblia no solo nos revela la Palabra de Dios, sino que nos revela Dios se revela.
San Agustín (354-430 d.C.) expresa lo mismo: "La Biblia, el segundo libro de Dios, fue escrita para ayudarnos a descifrar el mundo, para devolvernos la "mirada de la fe y de la contemplación", y para "transformar toda la realidad en una gran revelación de Dios".
El absolutismo de los "paradigmas"
José María Vigil (en la revista "Alternativas" ya aludida) nos cita textos del autor Finkelstein de su libro La Biblia desenterrada. Igualmente se citan textos de Thomas Sheehan, del prólogo de un libro de J. Van Hagen titulado Rescuing Religion. Ambas citas escogidas por Vigil (y otras de estos autores y de otros creadores de "paradigmas"), muestran un conocimimiento arqueológico respetable, pero con un gran desconocimiento hermenéutico de las ciencias bíblicas. La Biblia crea géneros literarios propios, como el uso de mitos, tradiciones y leyendas autónomas.
Los primeros 11 capítulos del Génesis, como un ejemplo, son mitos fundantes: ninguna "arqueología" descubrirá realidades históricas en los mitos de la creación, en los mitos de Adán y Eva, Caín y Abel, el arca de Noé o la torre de Babel. Igualmente ninguna arqueología podrá buscar fundamentos arqueológicos a los relatos bíblicos del Exodo, Moisés y la liberación de los esclavos. Son relatos literarios históricos, que no podamos negar o afirmar con bases únicamente arqueológicas.
Se construyen "paradigmas arqueológicos" que amenazan a las ciencias exegéticas modernas. Los descubrimientos arqueológicos son muy importantes, y debemos conocerlos y tenerlos como referencia, pero crear "paradigmas arqueológicos" como indispensables para interpretar la Biblia, es un fundamentalismo cientista, que manifiesta mucha ignorancia de la exégesis científica moderna de la Biblia.
En algunas propuestas, con base supuestamente arqueológicas, se interpreta el Nuevo Testamento (designado como "Segundo Testamento") en una versión marcadamente fundamentalista. Esto no tiene ningún valor científico, si no tomamos como referencia el texto original griego y los diferentes géneros literarios. Solo una exégesis científica es la apropiada para hacer una crítica al fundamentalismo, sin necesidad de "esquemas arqueológicos".
Conclusión
Es muy posible que los nuevos descubrimientos arqueológicos sean reales, pero pierden relevancia si se sistematizan en paradigmas cerrados y fundamentalistas, y aparecen teóricos y científicos, que no son ni arqueólogos ni biblistas, que utilizan la ciencia con fines personalistas para construir teorías amenazantes, que ignoran el trabajo científico de siglos de investigadores en el campo de la ciencia bíblica y arqueológica.
He escrito este artículo para revalorizar el trabajo de la nueva exégesis científica y liberadora de la Biblia, que nace sobre todo en el Tercer Mundo. Igualmente valorizar el movimiento de lectura popular de la Biblia que hacen nuestras Comunidades Eclesiales de Base. Los que han divulgado los nuevos descubrimientos arqueológicos como un "paradigma", que amenaza y cuestiona el trabajo bíblico liberador han hecho mucho daño y creado mucha confusión. Ya no se trata de un problema "ciencia-fe", sino de una situación de "opresión-liberación". Fin
Para graficar lo dicho cito mi libro: "Memoria del movimiento histórico de Jesús. Desde sus orígenes (años 30) hasta la crisis del Sacro Imperio Romano Cristiano (siglos IV y V)". México (Ediciones Dabar) 2010, 400 pp. Tomo solo algunas referencias de la bibliografía, en forma muy reducida (la presentación completa está en mi libro) sobre todo los documentos que muestran el encuentro entre el cristianismo naciente y la realidad del mundo "arqueológico" circundante, reflejada en la literatura extrabíblica.