lunes, 4 de mayo de 2015

María del magníficat

María, creemos como tú,
que la actitud más bella del creyente
es ponerse a cantar y agradecer
el don maravilloso del Señor
que llega hasta nosotros hecho gracia...

María, creemos como tú,
que abrirse a la Palabra y decir Si
es salir al encuentro del Señor
que nos sigue llamando cada dia
a la hora de la tarde y de la brisa...

María, creemos como tú,
que el Dios de los humildes y los pobres
compromete a su Hijo
con todos los que sufren en sus carnes
el llanto del desprecio y la opresión...

María, creemos corno tú,
que el brazo del Señor
acoge a los sencillos
y niega al poderoso las razones
para hacer del dominio y la riqueza explotación.

María, creemos como tú,
que el dichoso y feliz del Nuevo Reino
descubre en el servicio
el camino que ensalza la grandeza
del pobre y del hermano ...

María, creemos como tú,
que el Dios de la promesa
se hizo en ti realidad y plenitud
y vive desde entonces nuestra historia
cogido de tu mano y nuestra mano.


Fuente: Reflejos de Luz

¿Qué pide el papa Francisco para el Año Santo de la Misericordia?

Propone vivir las 14 obras de misericordia

El tema de la Misericordia es un punto central del pontificado del papa Francisco, el cual pasará a ser llamado el Papa que impulsó la Misericordia, o el Papa de la Misericordia.
En su bula de convocatoria del Año Santo o Jubilar de la Misericordia, titulada “Misericordiae Vultus” (El rostro de la Misericordia), Francisco vuelve a pescar en la praxis de la vida cristiana y cita en concreto a las Obras de Misericordia, tanto corporales como espirituales (n. 15) y dice sin embudos: “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo –convocado entre el 8 de diciembre próximo y el 20 de noviembre del año 2016—sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo de despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza (…) pues los pobres son “los privilegiados de la misericordia divina”.

El papa narra después la escena del Juicio Final contenida en el Evangelio de Mateo (Mt, 25, 31-46), donde aparece con toda claridad que solo se salvarán los que han sido misericordiosos y se condenarán los que no han obrado la misericordia, separándolos unos a la derecha y otros a la izquierda. Lo que habéis hecho a uno de mis pequeños “a Mí me lo habéis hecho”. Irán, pues al infierno, los que no obraron misericordia con los pobres y enfermos, los necesitados de comprensión y compasión, los que viven solos, los que no tienen que comer ni vestir, los inmigrantes, los muertos.

Son 14 las obras de misericordia: siete corporales y siete espirituales, dice el Papa como decían los antiguos catecismos. Las corporales son, dice Francisco: “dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero (cfr. al inmigrante), asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos”. Y “no olvidemos las espirituales”, dice el papa: “dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia a las personas molestas (cfr. asistir a los ancianos y a los enfermos especiales), rogar a Dios por los vivos y los difuntos”.

He ahí todo un panorama de vida. Y el papa ha dicho también: tan importante es el hacer como el ser, es decir “no basta con hacer obras de misericordia, sino que hay que ser misericordiosos con los demás” y cita a san Juan de la Cruz: “en el ocaso de nuestras vidas, seremos juzgados en el amor” (Palabras de luz y amor, 57).
Algunos podrán decir que no hay “cautivos”, y sin embargo hay niños, hombres y mujeres esclavos en sus trabajos, en sus países, y esclavos de las drogas, del sexo, de las pasiones incontroladas. Hay niños y viejos abandonados. Niños en el seno de madres que no los dejarán nacer. Hay personas tristes que viven deprimidas sin que nadie las consuele.

El Jubileo de la Misericordia será un año de muchas gracias divinas, que el Señor esparcirá por todos los hombres, ya sean estos creyentes o no creyentes. Será un año que va a golpear duro contra el individualismo y el egocentrismo tan de moda en la sociedad actual. Será un año para que las mujeres y los hombres salgan de su ensimismamiento (de pensar en sí mismos) y volverse hacia los demás usando la misericordia, el perdón, la comprensión, la ternura. Porque en realidad, como dice una de las Bienaventuranzas que Jesús predicó en el Sermón de la Montaña: “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos obtendrán misericordia” (Mt, 5, 7).
Porque ¿cómo podremos alcanzar la misericordia de Dios si no somos nosotros misericordiosos con los demás hombres (niños, mujeres, hombres, ancianos)?

El año jubilar será un año de muchas gracias. Lo ha dicho el Papa. Lo que no dice, pero lo piensa, es que ojalá sirva no solo para los creyentes, sino también para remover los corazones de quienes asesinan por odio a la fe, de los terroristas, de los traficantes de droga, de los pederastas, de los corruptos y corruptores, entre otros grandes pecados enumerados por el papa Francisco de la época actual. Al efecto, en este Año Jubilar será una llamada de todos a una confesión profunda, y hasta se habilitarán confesores extraordinarios para perdón los grandes pecados que son reservados al Papa.
 Autor: 
Salvador Aragonés. Fuente: Aleitea


Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho


Evangelio según San Juan 14,21-26.

Jesús dijo a sus discípulos:

«El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él".


Judas -no el Iscariote- le dijo: "Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?".
Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.


El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.


Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes.


Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.»

"Si nos separamos de Jesús, somos cristianos de palabra, pero no de vida"

Papa en una parroquia romana: "Rezad por mí, que soy ya un poco mayor y un poco enfermo, aunque no demasiado"

"Cuando criticamos o engañamos a los demás, somos sarmientos muertos"
Algunas frases del Papa en la homilía
"Esta es la vida cristiana: permanecer en Jesús"
"Para explicarnos qué quiere decir esto, Jesús utiliza la bella figura de la vid y los sarmientos"
"El sarmiento que no está unido a la vid no da fruto"
"Lo sarmientos, unidos a la vid, reciben de la vid la savia de la vida"
"Sencilla, la imagen"
"Permanecer en Jesús significa permanecer en él para recibir la vida, el amor, el Espíritu Santo"
"Todos nosotros somos pecadores"
"Pero, si permanecemos en Jesús, como los sarmientos en la vid, el Señor viene y nos cuida, para que podamos dar más fruto"
"Si nosotros nos separamos de él somos cristianos de palabra, pero no de vida"
"Somos cristianos muertos, porque no damos vida"
"Permanecer en Jesús quiere decir querer recibir la vida de Él, el amor y la podadura"
"Significa rezar, acercarse a los sacramentos: la eucaristía, la reconciliación"
"Y lo más difícil, permanecer en Jesús significa hacer lo mismo que Él hizo, tener su misma actitud"
"Cuando criticamos a los demás, no permanecemos en Jesús"
"Cuando engañamos a los demás, somos sarmientos muertos"
"Es hacer lo mismo que Él hacía: hacer el bien, curar a los enfermos, ayudar a los enfermos, tener la alegría del Espíritu..."
"¿Yo permanezco en Jesús o estoy lejos de Él? ¿Estoy unido a la vid o soy un sarmiento muerto, incapaz de dar fruto y testimonio?"
"Hay otros sarmientos, los que se hacen ver como discípulos de Jesús y hacen lo contrario. Son los sarmientos hipócritas"
"Van todos los domingos a misa, y ponen cara pía, pero viven como paganos"
"A éstos Jesús en el Evangelio les llama hipócritas"
"El nos da la fuerza para permanecer"
"Lo que quiere Jesús son dos cosas: que permanezcamos en Él y que no seamos hipócritas"
"¿Qué nos da el Señor, si permanecemos en Él?"
"Pedid lo que queráis y se os dará"
"Es la fuerza de la oración"
"Es la potencia de la oración"
"Nuestra oración es débil...y no da su fruto"
"Ésta es la oración omnipotente, que procede del permanecer en Jesús"
"Que el Señor nos dé esta gracia"

Homenaje el Día de la Madre. Tú me enseñaste a rezar

Cuando era muy pequeño me enseñaste a rezar. Lo más importante que sé no lo he aprendido en la escuela ni en la iglesia. Lo aprendí de ti. Contigo repetía aquellas palabras en las que los dos subíamos muy alto, muy alto, muy por encima de nosotros. 

Con ellas rezábamos y nos hacíamos pequeños para llegar más arriba. Llamábamos a Dios y hablábamos con él, y él era un padre que lo podía todo, lo tenía todo, nos lo daba todo. Era un Padre bueno que nos escuchaba en nuestros momentos felices y en nuestros apuros y nos ayudaba a esforzarnos para ser buenos como él.

Ahora yo le rezo a Dios por ti todos los días. Y ahora mismo le digo: Gracias, Dios mío, por mi madre. Delante de ti, ella y yo, todos, somos igual que niños. Abrázala. Bendícela. Pon tus manos sobre su frente. Bésala con tu infinito amor.

Amén.

LA FUERZA DEL NOMBRE DE JESÚS

 El consejo de obrar en el nombre de Jesús puede parecer un atavismo, intento de usar su nombre como una especie de talismán, como palabra mágica. Las autoridades de los tiempos de los Apóstoles así lo creyeron, y les prohibieron pronunciar ese nombre a Pedro y a Juan.
La virtud que posee el nombre de Jesús no implica una fuerza esotérica, sino que por la fe en la persona del Señor se da el signo trascendente. Cuando San Pablo afirma: “Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo” (Flp 2, 10), no está hablando de una fórmula secreta, sino del triunfo de Cristo sobre todos los poderes, una vez que ha realizado el plan de Dios, su Padre, y ha sometido a todos sus enemigos, incluso a la muerte.
San Pablo testimonia cómo, después de su encuentro con el Señor, camino de Damasco, descubrió que no hay otro que pueda salvar, y contó a los discípulos “cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había predicado públicamente el nombre de Jesús” (Act 9, 27).
Decir el nombre de Jesús es invocar su presencia, creer en Él, y es la fuerza de la fe en su persona lo que da firmeza y valor, aun para compartir con Él el camino de Cruz. San Juan afirma: “… éste es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó” (1Jn 3, 23). En ello se resumen las dos dimensiones esenciales, la trascendente y la social, la teologal y la de alteridad fraterna.
Invocar el nombre de Jesús es entrar en comunión con Él y con su enseñanza, porque se sabe y se cree que está vivo. De ello depende tener vitalidad, experiencia del Resucitado, razón evangelizadora, fecundidad apostólica. La afirmación del Evangelio es contundente, y de ella dependen los frutos del evangelizador. Dice Jesús: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5).
¡Cuánta pretensión es actuar de manera emancipada, aunque sea para hacer obras buenas! Porque en el caso de actuar en favor de los demás no es por bondad, sino por gracia recibida. Reivindicar como propio lo que es de Dios significa, en el mejor de los caso inconsciencia, cuando no presunción, vanidad, protagonismo narcisista.
La parábola de la vid y los sarmientos es una imagen intuitiva que hoy nos sirve el Evangelio, y que nos debiera curar la prepotencia. ¡Qué triste es ver a los agentes de pastoral derrotados después de haber trabajado sin parar! Pero es posible que se deba a que lo han hecho en nombre propio.
Solo nos podremos mantener con gozo y con paz en la tarea de anunciar el Evangelio, si permanecemos relacionados con Jesús y actuamos en su nombre.
Ángel Moreno de Buenafuente