viernes, 16 de julio de 2010

¡ Qué suerte tenemos los cristianos !

En aquel tiempo, tomó Jesús la palabra y dijo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.

En este mundo tan competitivo, en el que lo importante es tener: dinero, poder, fama.....Muchas veces conseguidos por métodos poco ortodoxos, es fácil llegar al desencanto, al agobio, al estrés, incluso a la depresión.
Pero nosotros no estamos nunca solos: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Jesús quiere que reconozcamos nuestras debilidades y nos acerquemos a Él, en la Eucaristía y en la oración, y nos va a aceptar y querer como somos, con nuestros defectos. Él es el único que puede darnos la paz.

También san Pablo lo experimentó en primera persona: “Muy gustosamente continuaré gloriándome en mis debilidades... y me complazco en las enfermedades, en los oprobios, en las necesidades, en las persecuciones, en los aprietos, por Cristo; pues cuando parezco débil, entonces es cuando soy fuerte” (II Cor 12, 9-10)
No podemos llegar a la paz hasta que no seamos sencillos y humildes: aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.
Recemos entonces al Señor, que está siempre con nosotros, para que aprendamos de Él, nos abandonemos en su amor y llegue la verdadera paz a nuestras almas.
H de Carmen