jueves, 6 de abril de 2017

"Si alguien quiere conocer el poder de la gracia de Dios, que ponga sus ojos en el buen ladrón"


La segunda palabra o frase pronunciada por Cristo en la Cruz fue, según el testimonio de San Lucas, la magnífica promesa que hizo al ladrón que pendía de una Cruz a su lado.
La promesa fue hecha en las siguientes circunstancias: Dos ladrones habían sido crucificados junto con el Señor, uno a su mano derecha, el otro a su izquierda, y uno de ellos sumó a sus crímenes del pasado el pecado de blasfemar a Cristo y burlarse de Él por su carencia de poder para salvarlos, diciendo: "¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!" (Lc. 23.39).
El ladrón fue feliz por su solidaridad con Cristo en la Cruz. "¿Pero acaso tú, que estás siendo crucificado por tus enormidades, no temes la justicia vengadora de Dios? ¿Por qué añades tú pecado a pecado?". Confiesa sus pecados y proclama que Cristo es inocente. "Y nosotros" dice, somos condenados "con razón" a la muerte de cruz, "porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho" (Lc. 23.41). Finalmente, añade: "Jesús, acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino" (Lc. 23.42).
Fue admirable, pues, la gracia del Espíritu Santo que fue derramada en el corazón del buen ladrón. El ladrón pide con confianza, "Acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino". El Apóstol Santo Tomás declara que no creerá en la Resurrección hasta que haya visto a Cristo; el ladrón, contemplando a Cristo a quien vio sujeto a un patíbulo, nunca duda de que Él será Rey después de su muerte.
¿Quién ha instruido al ladrón en misterios tan profundos? Llama Señor a ese hombre a quien percibe desnudo, herido, en desgracia, insultado, despreciado, y pendiendo en una Cruz a su lado: dice que después de su muerte Él vendrá a su reino. De lo cual podemos aprender que el ladrón no se figuró el reino de Cristo como temporal, como lo imaginaron ser los judíos, sino que después de su muerte Él sería Rey para siempre en el cielo.
¿Quién ha sido su instructor en secretos tan sagrados y sublimes? Cristo, luego de su Resurrección dijo a Sus Apóstoles: "¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria?" (Lc 24.46). Pero el ladrón milagrosamente previó esto. El volvería en el último día, y recompensaría a cada hombre de acuerdo a su conducta en esta vida, ya sea con premio o con castigo.
Con respecto a este reino, el ladrón dijo sabiamente: "Acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino". Pero puede preguntarse, ¿no era Cristo nuestro Señor Rey antes de su muerte? Y Jeremías, "Suscitaré a David un Germen justo: reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra" (Jer 23,5). Por eso en la parábola de la recepción del reino, Cristo no se refería a un poder soberano, ni tampoco el buen ladrón en su petición -"Acuérdate de mí cuando vengas con tu Reino"- sino que ambos hablaron de esa dicha perfecta que libera al hombre de la servidumbre y de la angustia de los asuntos temporales, y lo somete solamente a Dios, Al cual servir es reinar, y por el cual ha sido puesto por encima de todas Sus obras.
Pero no debemos pasar por alto las muchas excelentes virtudes que se manifiestan en la oración del santo ladrón. En primer lugar lo llama Señor, para mostrar que se considera a sí mismo como un siervo, o más bien como un esclavo redimido, y reconoce que Cristo es su Redentor.
Luego añade un pedido sencillo, pero lleno de fe, esperanza, amor, devoción, y humildad: "Acuérdate de mí". No dice: Acuérdate de mí si puedes, pues cree firmemente que Cristo puede hacer todo. No dice: Por favor, Señor, acuérdate de mí, pues tiene plena confianza en su caridad y compasión. No dice: Deseo, Señor, reinar contigo en tu reino, pues su humildad se lo prohibía. En fin, no pide ningún favor dijera: Todo lo que deseo, Señor, es que Tú te dignes recordarme, y vuelvas tus benignos ojos sobre mí, pues yo sé que eres todopoderoso y que sabes todo, y pongo mi entera confianza en tu bondad y amor. Es claro por las palabras conclusivas de su oración, "Cuando vengas con tu Reino", que no busca nada que perezca y vano, sino que aspira a algo eterno y sublime.
Respuesta de Cristo: "Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso". Con gran razón, por ello, Cristo prometió el Paraíso.
En verdad Cristo no hizo una promesa trivial a los que lo siguen cuando dijo: "Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor" (Jn 12.26). Al ladrón, sin embargo, le prometió no sólo su compañía, sino también el Paraíso.
Por eso, en la promesa de Cristo, la palabra Paraíso no podía significar otra cosa que la bienaventuranza del alma, que consiste en la visión de Dios, y esta es verdaderamente un paraíso de delicias, no un paraíso corpóreo o local, sino uno espiritual y celestial.

Francisco recibe a líderes musulmanes: ‘Cuando uno escucha y habla ya está en camino’


El santo padre Francisco recibió este miércoles por la mañana, antes de la audiencia general, en el Estudio del  Aula Pablo VI, a una delegación de líderes musulmanes de Gran Bretaña, a quienes invitó a escuchar a los hermanos. Porque “cuando se escucha y se habla ya se está en camino”.
La delegación estaba formada por Moulana Ali Raza RIZVI, Presidente, Majlis y ulama Europe; Moulana Muhammad Shahid RAZA, Chairman, British Muslim Forum, Gran Bretaña; Shaykh Ibrahim MOGRA, Co-Chair, Christian Muslim Forum; Moulana Sayed Ali Abbas RAZAWI, Director General, Scottish Ahlul Bayt Society.

“Con alegría les doy la bienvenida. Me gusta pensar que el trabajo más importante que tenemos que hacer hoy, entre nosotros, en la humanidad, es un trabajo “de oreja”: escucharnos. Escucharnos, sin prisas para responder. Aceptar la palabra del hermano, de la hermana y luego, pensar en pronunciar la  mía.  La capacidad de escuchar, es muy importante”, dijo.

“Es interesante: cuando las personas tienen esta capacidad de escuchar –prosiguió el Papa– hablan en tono bajo, tranquilo … En cambio, cuando no la tienen, hablan  en voz alta y  también gritan”.
Por esto el Pontífice les exhorto: “Entre hermanos, todos nosotros debemos hablar, escucharnos y hablar lentamente, tranquilos, buscar juntos el camino. Y cuando se escucha y se habla, ya se está en camino”.
“Les agradezco el camino  que están haciendo –dijo Francisco al concluir– y pido a Dios Todopoderoso y Misericordioso que les bendiga. Y a vosotros les  pido que recen por mí.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 5 Abr. 2017)

La pregunta ante el sufrimiento es casi universal: ¿Por qué?


Niñas que fueron arrancadas de las manos de sus padres por la corriente. Mujeres, maridos, abuelos, hijos que se asoman a las listas de los supervivientes esperando encontrar un milagro en Colombia. Un milagro tras el aviso que Mocoa, Sangoyaco y Mulato dieron al mundo este pasado fin de semana: la fuerza de la naturaleza os arrasa, os supera.
Supervivientes que cuentan a la prensa cómo un «milagro de la Virgen» –así lo decía Víctor– les puso un tronco al que poder agarrarse para recuperar la vida cuando el agua estaba a punto de arrebatársela. Pero, ¿y quien no encontró un tronco? ¿Y esos niños que murieron ahogados? ¿Esos cuerpos que se agolpan en la morgue? ¿Por qué no hubo milagro para ellos? Es la misma pregunta que se hizo hace más de una década el Papa Benedicto XVI cuando visitó el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau: «Faltan las palabras. Solo hay espacio para un atónito silencio, un grito interior hacia Dios. ¿Por qué te callaste? ¿Por qué has podido tolerar todo esto?». Salvando las distancias entre un desastre natural que deja –por ahora– más de 200 muertos y el exterminio de los campos de concentración que dejó millones de víctimas, la pregunta ante el sufrimiento es casi universal: ¿Por qué?
Abordan la misma cuestión, y de forma reiterada, diversos ensayos a lo largo de la historia. «Si Dios es bueno, si Dios es omnipotente… ¿por qué existe el mal?», se preguntaba Paul Ricoeur en la Facultad de Teología de Lausana. Antes, el gran Chesterton analizaba el asunto en su ensayo sobre el libro de Job. Lo que mueve a Job a interpelar a Dios –decía el genio británico– es un «sincero deseo de conocer» la razón del sufrimiento. No lo hace porque desconfíe de Dios, sino precisamente por lo contrario, porque se fía de Él y, por eso precisamente, no comprende el sufrimiento. «Quiere de verdad ser instruido, porque desea seguir respetando a su Dios». ¿La respuesta? Más enigma. Un lío, diríamos en lenguaje corriente. Dios no responde, sino que pregunta. «El rechazo de Dios a explicar su designio es, en realidad, una insinuación ardiente de su designio», escribe Chesterton. «¿Tiene padre la lluvia?» Hay dos opciones. Entender que la pregunta no tiene respuesta y seguir, como Job, fiándonos o, como ya escribimos en estas páginas, asumir que la pregunta no tiene respuesta en este mundo y apuntarla en la libreta de las dudas que tenía aquel sacerdote. Para,«cuando esté delante de Él, poder preguntar».
Rosa Cuervas-Mons
Alfa y Omega

Carta del cardenal arzobispo de Madrid: Encanto y fuerza de la juventud


Jóvenes: mantened el corazón joven. Esto solo es posible en una comunión viva con y junto a Jesús. Decid al mundo entero que su mensaje nos hace salir de nosotros mismos e ir a las periferias del mundo y de la existencia
Este domingo, Fiesta de Ramos, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Juventud. En estos años previos a la JMJ de Panamá, el Papa Francisco ha elegido para su preparación lemas marianos; el de este año dice así: El Todopoderoso ha hecho obras grandes por mí. La Iglesia, a través de los jóvenes, en la cercanía a María nuestra Madre, puede llevar la Buena Noticia a todos los hombres. Todos surgimos a la vida con una vocación innata: «la vocación al amor». Sin amor el ser humano es un desconocido. Cada uno de nosotros, asume esta vocación de formas concretas en la vida cotidiana, que se articula en estados de vida diferentes. Todos tenemos que realizar alguna opción concreta, pero, ¿cómo hacerlo desde la fe y así vivir en plenitud? Que, sea cual sea nuestra opción, podamos decir como nuestra Madre, que «el Todopoderoso ha hecho obras grandes por mí». Sí, las hace. Ved vuestra vida vivida en amistad con Jesucristo.
Os aseguro que desde que soy sacerdote, desde el mismo inicio de mi ministerio, he tenido una ocupación singular con los jóvenes y nunca me defraudaron. Vi siempre la necesidad de acercarles a Jesucristo y de que ellos fueran protagonistas de ese encuentro. Nunca he dejado, en los diversos lugares donde la Iglesia me ha enviado, esta ocupación. Para mí siempre tuvo una impronta en mi corazón este mensaje del Concilio Vaticano II a los jóvenes: «La Iglesia os mira con confianza y con amor. Posee lo que constituye la fuerza y el encanto de los jóvenesla facultad de alegrarse con lo que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo hacia nuevas conquistas. Miradla y encontraréis en ella el rostro de Cristo, el verdadero héroe, humilde y sabio; el profeta de la verdad y del amor, el compañero y el amigo de los jóvenes» (Mensaje del Concilio a la humanidad). Por eso siempre me pregunté: ¿qué puedo hacer por ellos?
¿Qué decir en esta jornada a los jóvenes, precisamente cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén? Lo mismo que Jesús despertó en el corazón de aquellas gentes –fiesta, alabanza, bendición, paz, alegría–, lo sigue despertando hoy en el corazón de todos los jóvenes. Pero hemos de escucharlos. Esto es lo que se propone el próximo Sínodo. Él supo despertar en el corazón de aquellas gentes humildes y sencillas, que extendían los mantos en el suelo para que pasase, la gran misericordia de Dios que se inclina a todos para curarlos. Los jóvenes siempre son sensibles y experimentan una atracción especial por quien cura y sana, en este caso por Jesucristo. Su mensaje es de vida. Atento a todas las situaciones de la vida de los hombres, en sus debilidades y pecados, sucede que todos experimentan en Jesús el amor más grande.
Entró en Jerusalén con este amor y por eso no pasó desapercibido, todos sintieron y percibieron su presencia. ¿Podemos olvidarnos de esta escena? Nunca, pues está llena de luz, de amor, de un corazón grande en el que entran todos los hombres. Y esto es lo que provoca alegría. No nos extrañan esas palabras que el Evangelio nos recuerda de este momento de la vida de Jesús: «¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto» (Lc 19, 38). No es extraño que el documento preparatorio del Sínodo de los Obispos presente al discípulo al que tanto quería, san Juan, como la figura ejemplar del joven que elige seguir a Jesús con todas las consecuencias. La valentía para preguntarle: «¿Dónde vives?», y entregarse con toda su vida a la respuesta de Jesús: «Venid y lo veréis», manifiesta la grandeza de corazón de cualquier joven que busca, que desea hacer un camino interior y que tiene en lo profundo de su vida esa juventud que es disponibilidad y ponerse en movimiento, incluso sin saber del todo a dónde va.
¡Qué fuerza tiene experimentar la amistad con Jesucristo! ¿Sabéis lo que es vivir diariamente con Él, dejarse interrogar e interpelar por Él, manifestar las dudas, dejarse inspirar por sus palabras, por sus gestos y sus obras? Sigo viendo cómo los jóvenes viven esto.
Mantened el corazón joven
Cuando, cada primer viernes de mes, me reúno con ellos en la catedral de Madrid, como lo hice en Santander siendo vicario general y después como obispo en Orense, Oviedo y Valencia, percibo que descubren de una manera sencilla la alegría del amor, la vida en su plenitud y el poder participar en el anuncio de la Buena Noticia. En estos encuentros con los jóvenes tengo tres experiencias:
1. Alegría de poder estar con Jesús: es la alegría de aquellas gentes que salieron en Jerusalén a recibir a Jesús agitando las palmas y extendiendo mantos para que pasase. Es la alegría de acoger al Señor sin más. Y esta palabra es la que deseo decir a los jóvenes: tened alegría, vivid en la alegría. Nunca seáis hombres y mujeres tristes, entre otras cosas porque un cristiano nunca puede estar triste y, si lo está, le tiene que durar lo que se dé cuenta de que su Maestro es Jesucristo, a quien sigue. La alegría que tenemos no nace de tener cosas, sino de haber encontrado a una persona que está entre nosotros. ¡Cuántas noches en la oración os dije: «Aquí está realmente presente el Señor», Él nunca nos deja solos, seguidlo, nunca os arrepentiréis. No es una idea, es una Persona, que os habla, os ama y da la vida por nosotros. Nunca dejemos que nos roben la esperanza, la que da Jesús.
2. Jesús no nos deja solos, nos acompaña en su trono que es la Cruz: las gentes de Jerusalén lo aclaman como rey. Pero no es un rey más, es diferente, no tiene ni va con nada que manifieste fuerza y poder humano. Precisamente por eso, la gente sencilla y humilde ve en Jesús algo más, ven al Salvador. Jesús no entra en la ciudad de Jerusalén para recibir honores, fiestas o reconocimientos, que es lo que se suele hacer con quien tiene poder humano. Entra para recibir burlas, insultos, golpes y maltratos; en definitiva, para subir al Calvario. ¡Qué comprobación más clara, ver a Jesús entrando en Jerusalén para morir en la Cruz! Este es su trono, la Cruz. ¿Por qué este trono? Porque Él toma sobre sí el mal, la oscuridad, la suciedad, los pecados de todos los hombres, los nuestros, y los lava con su sangre, con su misericordia y con su amor. ¿Estáis dispuestos a seguirlo en este trono? Muchas heridas afligen a esta humanidad: conflictos políticos, económicos, culturales, guerras, desprecios, soledad de los más débiles, dinero a costa de lo que fuere, corrupción, divisiones, faltas de amor y respeto… Solamente desde este trono se pueden eliminar estas situaciones, dando la vida por amor a todos los hombres, disponiendo la vida para servir el amor mismo de Dios, el que Jesús nos muestra y sigue regalando a los hombres. Desea contar contigo para ello.
3. Jesús da un corazón que nunca envejece: lo comprendí mejor el pasado lunes, cuando fui al homenaje que le hacían a un matrimonio centenario. Les preguntaron qué era lo más importante de sus vidas para no envejecer y su respuesta fue clara: hacer el bien a los demás. Jóvenes, mantened el corazón joven. Esto solo es posible en una comunión viva con y junto a Jesús, que hace posible el no envejecimiento; siempre es posible dar la vida por los demás, sean quienes sean. Siempre es posible eliminar las tristezas que causan todas las cruces que caen sobre los hombres. ¿Cómo? Desde el trono de Jesús, es decir, desde la entrega, el servicio, el amor incondicional a todo ser humano, que es imagen y semejanza de Dios. Me imagino una fiesta, con las mismas características de la de Jerusalén, expresando la alegría de estar en medio de los hombres en este mundo como dice mi lema episcopal, «por Cristo, con Él y en Él». Decid al mundo entero que es bueno ir con Jesús, que su mensaje nos hace salir de nosotros mismos e ir a las periferias del mundo y de la existencia.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos Card. Osoro Sierra, arzobispo de Madrid
Alfa y Omega

Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día


Lectura del santo Evangelio según san Juan 8,51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: "Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre"? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: "Es nuestro Dios", aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: "No lo conozco" sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?»
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
Palabra del Señor.

Papa: repulsa por atentado en Rusia y matanza en Siria, oración y llamamiento a la conciencia de los responsables


El Papa Francisco expresó su dolor y cercanía por el atentado perpetrado en el metro de la ciudad rusa de San Petersburgo, así como su firme reprobación por la inaceptable matanza en la localidad de Jan Shijún, en el norte de Siria. Una vez más en su encuentro con los numerosos peregrinos de tantas partes del mundo, en su audiencia general, el Obispo de Roma lamentó la sinrazón de la violencia:
«Mi pensamiento va en este momento al grave atentado de los días pasados en el metro de San Petersburgo, que ha causado víctimas y desolación en la población. Al tiempo que encomiendo a la misericordia de Dios a cuantos fallecieron trágicamente, expreso mi cercanía espiritual a sus familiares y a todos aquellos que sufren por este dramático evento.
Asistimos horrorizados a los últimos eventos en Siria. Expreso mi firme repulsa por la inaceptable masacre perpetrada ayer en la provincia de Idlib, donde han sido matadas decenas de personas inermes, entre ellas tantos niños.
Rezo por las víctimas y sus familiares y dirijo un llamamiento a la conciencia de cuantos tienen responsabilidades políticas, a nivel local e internacional, para que cese esta tragedia y se lleve alivio a esa querida población, desde hace demasiado tiempo extenuada por la guerra.
Aliento asimismo los esfuerzos de quienes, aun en la inseguridad y dificultad, se esfuerzan por hacer llegar ayuda a los habitantes de esa región».
(CdM – RV)
(from Vatican Radio)

Catequesis del Papa: Debemos dar razón de nuestra esperanza


 Prosiguiendo con su ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana, el primer miércoles de abril, al celebrar su tradicional audiencia semanal, el Papa Francisco reflexionó con la invitación de San Pedro – tal como se lee en un pasaje de su Primera Carta – al hecho de dar razón de la esperanza que está en nosotros.
Hablando en italiano el Pontífice explicó que esta Primera Carta del Apóstol Pedro contiene una carga extraordinaria, porque logra infundir gran consuelo y paz, haciendo percibir cómo el Señor siempre está junto a nosotros y no nos abandona, especialmente en los momentos más delicados y difíciles de nuestra vida.
De ahí que el Santo Padre haya formulado la pregunta acerca de cuál es el “secreto” de este texto. A lo que respondió que su secreto reside en el hecho de hundir sus raíces en la Pascua, es decir, en el corazón del misterio que estamos a punto de celebrar, haciéndonos percibir, de este modo, toda la luz y alegría que brotan de la muerte y resurrección de Cristo.
Tras afirmar que Jesús ha resucitado verdaderamente, que está vivo y que habita en cada uno de nosotros, el Papa añadió que por esta razón San Pedro nos invita con fuerza a que lo adoremos en nuestros corazones. Porque el Señor – dijo – está allí desde el momento de nuestro Bautismo, y desde allí sigue renovándonos, colmándonos con su amor y con la plenitud de su Espíritu. Por esta razón – explicó – el Apóstol nos recomienda dar razón de la esperanza que está en nosotros. A la vez que añadió que “nuestra esperanza no es un concepto o un sentimiento, sino una Persona, es el Señor Jesús a quien reconocemos vivo y presente en nosotros y en nuestros hermanos”.
El Obispo de Roma agregó además que debemos comprender que de esta esperanza no se debe dar sólo razón a nivel teórico, con las palabras, sino sobre todo, con el testimonio de la vida, tanto dentro como fuera de la comunidad cristiana. Y concluyó recordando que cuando en las situaciones grandes o pequeña de nuestra vida, aceptamos sufrir por el bien, es como si esparciéramos a nuestro alrededor semillas de resurrección y de vida, haciendo resplandecer en la oscuridad la luz de la Pascua.
Sí, porque cada vez que nos relacionamos con los últimos y marginados – dijo el Papa – o que no respondemos al mal con el mal, sino perdonando y bendiciendo, resplandeceremos como signos vivos y luminosos de esperanza, llegando a ser así instrumento de consuelo y de paz, según el corazón de Dios.
(María Fernanda Bernasconi – RV). 
(from Vatican Radio)

Abrir la puerta a Cristo, con mensajes de Misericordia, Fátima y Juan Pablo II, alentó el Papa

En su audiencia general de la V semana de la Cuaresma 2017, el Obispo de Roma deseó  que las celebraciones de la Semana Santa nos ayuden a «renovar nuestra fe pascual y a brindar la esperanza de Cristo Resucitado en nuestro alrededor».
Acojamos los grandes mensajes de Jesús Misericordioso y de Fátima que San Juan Pablo II dirigió al mundo, fue la exhortación del Papa Francisco en sus palabras a los peregrinos polacos:
«Saludo cordialmente a los compatriotas de Juan Pablo II aquí presentes. En los primeros días de abril recordamos su regreso a la casa del Padre. Él ha sido un gran testigo de Cristo, celoso defensor de la herencia de la fe.
Dirigió al mundo los dos grandes mensajes de Jesús Misericordioso y de Fátima. El primero ha sido recordado durante el Jubileo Extraordinario de la Misericordia; el segundo, referido al triunfo del Corazón Inmaculado de María sobre el mal, nos recuerda el centenario de las apariciones de Fátima. Acojamos estos mensajes para que inunden nuestros corazones y le abramos las puertas a Cristo».
Nuevo aliento del Papa Francisco a los que luchan contra la trata y tutelan y ayudan a las víctimas:
«Saludo a la Comunidad Papa Juan XXIII y, al tiempo que exhorto a proseguir la obra en favor de las jóvenes salvadas de la prostitución, invito a los romanos a participar en el Vía Crucis por las mujeres crucificadas. Que tendrá lugar el viernes 7 de abril en la Garbatella».
«Que el Señor resucitado y vivo en nuestros corazones nos ayude a ser signos luminosos del amor con el que Dios nos ha colmado y de la esperanza que está en nosotros, ante todos, en especial a los pequeños y pobres, deseó el Santo Padre en su bienvenida a los peregrinos de lengua francesa.
Luego, a los queridos amigos, de lengua portuguesa les recordó que «la fe en la Resurrección nos impulsa a mirar hacia el futuro, fortalecidos por la esperanza en la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte que celebramos en la Pascua».
A los queridos hermanos y hermanas, procedentes de Oriente Medio, el Papa los exhortó a ser instrumento de consolación y de paz, según el corazón de Dios:
«Dirijo una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, ¡en particular a los provenientes de Oriente Medio! Queridos hermanos y hermanas, cada vez que nos ponemos al lado de los últimos y de los marginados o que no respondemos al mal con el mal, sino perdonando y bendiciendo, nosotros resplandecemos como signos vivos y luminosos de esperanza, volviéndonos así instrumento de consolación y de paz, según el corazón de Dios.
La audiencia general coincidió con la memoria litúrgica de San Vicente Ferrer, como recordó el Papa en sus palabras a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados:  
«Hoy recordamos a San Vicente Ferrer, predicador dominico. Queridos jóvenes, siguiendo su ejemplo aprendan a hablar con Dios y de Dios, evitando habladurías inútiles y dañinas. Queridos enfermos, aprendan de su experiencia espiritual a confiar en toda circunstancia en Cristo crucificado. Queridos recién casados, acudan a su intercesión para asumir con generoso compromiso su misión de padres de familia».
(CdM – RV)
(from Vatican Radio)