miércoles, 31 de mayo de 2017

"Sueño con una Iglesia en la que mujeres y hombres podamos participar desde la vocación que tengamos"

 Este fin de semana, la Asociación de Teólogas Españolas celebra las jornadas "Mujeres y diaconado. Sobre los ministerios en la Iglesia". La presidenta de la Asociación, Silvia Martínez Cano, compartió con RD su convicción de que la Iglesia "necesita una reconversión, hacia una flexibilidad mayor", y no solo en cuanto a la visibilidad de las mujeres. "Desde esa perspectiva de entender que la unidad no significa uniformidad", matiza, "sino la unidad de la diversidad".
Nos encontramos con Silvia Martínez Cano. Es la presidenta de la Asociación de Teólogas Españolas (ATE).  Bienvenida. Teólogas, con "a".
Sí, con "a".
Vamos a eliminar esos prejuicios antes de comenzar la entrevista, ¿te parece? Teólogas suena un poco raro porque nos parece que teólogo tiene que ser un varón. Muchas cosas en la Iglesia parece que son solo propiedad de los hombres. ¿Por qué surge esta asociación de teólogas y cuándo? 
Llevamos mucho tiempo caminando. A raíz del Concilio Vaticano II, en España empiezan a haber grupos de mujeres creyentes que quieren poner en práctica lo que se invita en el concilio. Surgen estos grupos, que son madres de familia que hablan de temas teológicos. 
En el año 92, en un grupo de mujeres que están en distintos lugares del estado, surge la necesidad de hablar desde un punto de vista teológico. De modo que la presencia en la reflexión teológica también esté visibilizada: las mujeres, su pensamiento y su forma de vivir la fe.
Se constituye entonces una asociación civil, que sería la Asociación de Teólogas Españolas, a las que hoy estoy aquí representando. Es una asociación (que como he dicho cumplió este año cinco de trayectoria), donde hay doctoras en teología, licenciadas, y donde nuestro objetivo es visibilizar el trabajo que hacemos: la forma de entender la fe, de entender la práctica creyente y comunitaria y animar a otras a que lo vayan haciendo.
A veces es mayor la presencia de mujeres en la Escuela de teología y en ese tipo de estudios.
Bueno, empieza a crecer.
Antes era como el coto reservado para aquellos que luego quieren llevar una vida religiosa.
Empieza a haber laicas, yo lo soy. Y muchas religiosas, que sus congregaciones han tomado la decisión de que se tienen que formar como un elemento fundamental también del carisma. Con lo que comienza a haber una presencia pequeña pero constante, en las distintas instituciones, facultades de teología, institutos, etc.
Y no solo estamos hablando de teología de la mujer, sino de mujeres que hacen teología. De teólogas. No acortemos el debate a que las mujeres teólogas solo pueden hablar del papel de la mujer en la Iglesia.
No, normalmente somos especialistas en muy diversos campos; en Biblia, en Fundamental, algunas en Mística... Abarcamos la gran mayoría de las especialidades que hay de la teología y hablamos de otras cosas que no tienen nada que ver con las mujeres; también hablamos de Iglesia, de Dios, y de otras muchas cosas.
Y, sin embargo, aunque parezca una incongruencia mi siguiente pregunta, desde la institución sí que parece que estáis un poquito constreñidas o que el papel de la mujer, a la hora de tomar decisiones o de opinar sobre cuestiones teológicas, es muy minoritario.
Normalmente no nos tienen en cuenta. No es una asociación que esté vinculada a ninguna diócesis ni nada porque no cuentan con nosotras en muchas ocasiones y tenemos una presencia muy pequeña. Sabes que la forma de organización de la Iglesia no permite en estos momentos que nosotras participemos en lugares de
responsabilidades.
Otro tipo de responsabilidades sí tenemos. Y muchas. Pero no son lugares en los que se tenga en cuenta el trabajo que hacemos.

¿Cuál es el camino ideal que habría que recorrer para asumir la realidad, que es que en la Iglesia hombres y mujeres somos igualmente seguidores de Jesús y copartícipes y corresponsables de la religión del Reino?

A veces se dice, en estos últimos años de cambio de pontificado, de que hay que hablar de la participación de las mujeres en la Iglesia. Y ya no hay que hablar de ella porque ya se participa. La cuestión es el modo y el dónde. Desde ahí, hacer un diálogo de cómo son nuestras relaciones eclesiales, cómo son nuestros modelos comunitarios, y cómo se reparten las tareas. Y cómo ejercitamos el poder, entendido como servicio, en nuestras comunidades. 
Si quieres, también como un ministerio ordenado. Cómo entender eso para una comunidad que necesita de todos sus miembros para crecer, para florecer, para vivir una espiritualidad que esté viva, etc.
Porque la respuesta bienintencionada de la institución, por lo menos en España, era que la mayoría de las personas que participa en la vida de la Iglesia son mujeres y como ejemplo el de la Virgen María, de co-redentora y muy importante en la historia de la vida de la Iglesia, pero ahí nos quedamos. 

El papel de la Virgen es fundamental, pero no es el de un discípulo, ni el de un pastor; de una persona que puede, como seguidor de Jesús, tener idénticas responsabilidades o las funciones que toquen en cada momento.

Pero fíjate que no nos comparan con Febe o con Prisca; mujeres que estuvieron los primeros tiempos de las que tenemos documentación y que están estudiadas porque aparecen en los Hechos de los apóstoles. 

Hubo mujeres que fueron líderes de sus comunidades y no nos comparan con ellas ni con María, sino que nos comparan con "el rol de María" de maternidad. Esta es una concepción que hay que ir trabajando y transformando, porque María no es solo madre, también es la primera discípula, y personalmente hace una conversión de madre a discípula que es lo que nos sirve como modelo. 

Hay una teóloga norteamericana, Elisabeth Schüssler Fiorenza, que dice que esta cuestión del discipulado tiene que ser un discipulado de iguales porque en el contexto de Jesús, Jesús pide y desea un discipulado igual y hay mujeres y hombres en su grupo liderante. Esto existe, está en los Evangelios. No tenemos todos sus nombres, porque tampoco le importaba mucho este detalle al escritor de los Evangelios.

Y probablemente para que el Evangelio pasara por unos determinados filtros, tenían que tener en cuenta las circunstancias de la época: si la igualdad hoy, por desgracia no es una realidad, en la Palestina del siglo I, probablemente tampoco. Para ese contexto, Jesús fue revolucionario también. 

Desde el seguimiento de Jesús, al menos desde el Vaticano II, se nos pide una revisión de nuestro tiempo: ver los signos. 

Y los signos son esta contraculturalidad que tiene la comunidad cristiana en la que todos somos iguales, hijos e hijas de Dios. Y esto nos lleva a una forma de vivir diferente.

Lo lógico es, por tanto, que fuéramos signo. Ser signo significa que todos participemos de igual manera.

Y dar pasos adelante que no se han dado. ¿Lo ves posible?

Yo creo que sí es posible. De hecho, no esperábamos que hubiera estos cambios tan rápidos en la actualidad. Pienso que hay una voluntad de cambio en la que muchas de nosotras estamos dispuestas a participar y a dialogar, pero el camino no es fácil porque tenemos una herencia que nos habla de otras cosas que, a lo mejor, ahora no necesitamos.



31 de mayo: santa Petronila, hija de San Pedro



A medida que el hagiógrafo avanza en la familiaridad con las Vitae Sanctorum y las Actas de los martirios de los santos comprueba, entre susto y fascinación, los esfuerzos de escritores anteriores –algunos lo hacen desde los albores de la historia cristiana– por pasar a la posteridad los modelos de fe y vida que ellos han visto o cuyas noticias han recibido oralmente, o quizá tuvieron entre sus manos documentación anterior que no ha sobrevivido al tiempo. Lo hicieron movidos por el cariño agradecido a los que supieron ser fieles y transmitieron el heroísmo de sus virtudes de la mejor manera que pudieron; con frecuencia estaban por la labor de dejar en el mejor papel posible al santo protagonista de su relato y por ello no es infrecuente notar añadiduras a la personalidad que relatan, aunque sea acumulando dones, milagros y hechos portentosos que demuestren más y más a quienes les escuchan o a sus posibles lectores la complacencia de Dios en sus santos. No fueron mentirosos; no intentaban hacer historia, o, al menos, no se adaptaban al modelo de historia que hoy pide la crítica; incluso, en ocasiones, fueron poco respetuosos con ella. Porque lo que pretenden es animar a la fidelidad a Cristo al tiempo que ponen ante los ojos de los creyentes a alguien que le entregó la vida con la coherencia entre las obras y la fe. Las inexactitudes solo son afecto y los anacronismos le interesan al autor lo que importa un sello de correos o una bufanda al caracol. No es su cometido la exactitud en los detalles propia del juez inquisidor; prefieren la llaneza de ensalzar las apoteosis del amor. Solo con este principio es posible acercarse con alegría y temblor a la lectura de las Vidas y de las Actas para aprender de personas que triunfaron del egoísmo hasta el fin.
Posiblemente este fuera el intento del autor anónimo que dejó por escrito la vida de santa Petronila llamada también con los nombres de Perina, Petronela y Pernela. La total carencia de datos da origen a la historia apócrifa claramente imaginativa que pondera excelsas virtudes –esas que intenta poner como paradigma en la mente de los lectores– y que carga las tintas más sobre las bondades de las situaciones del entorno que sobre la misma realidad personal que, lógicamente, desconoce.
Pues bien; el tiempo es el siglo primero y el lugar de la narración, Roma; Petronila está presentada como hija de san Pedro. Su máximo anhelo es padecer por Jesús, que tanto quiso padecer por ella. Una extraña enfermedad la mete en cama con agudísimos dolores imposibles de aliviar; pero su semblante alegre y su actitud llena de optimismo demuestran a todos los que van a visitarla la aceptación voluntariosa y complacida de Petronila que, por fin, puede sufrir algo por su Señor. Se prolonga por mucho tiempo la postración. Entre los creyentes romanos se empiezan a correr rumores; ¿cómo es posible conciliar tamaño sufrimiento de Petronila con la actitud permisiva del padre Pedro, si es verdad que solo su sombra llegaba a curar a enfermos, hace unos años, en Jerusalén?, ¿será que Pedro ha perdido virtud?, ¿será esto una muestra de falta de cariño?, ¿no deben preocuparse los padres por la salud de los hijos?… Un día, Pedro reúne a una gran multitud de creyentes en Cristo en su casa y manda con imperio a su hija: «Petronila, levántate y sírvenos la mesa». Asombrados y estupefactos contemplan a la dulce joven incorporarse del lecho y salir dispuesta al cumplimiento del encargo toda llena de facultades. Terminada su misión vuelve a la cama, recupera la enfermedad con incremento de sufrimiento y ya no se restablecerá hasta después del martirio de Pedro.
No ha hecho mella en su físico el terrible padecimiento soportado, se han rejuvenecido sus facciones y hasta se diría que se ha multiplicado la belleza previa a la enfermedad. Ahora dedica Petronila todas sus energías a la oración y a la caridad. Parece un hada madrina que, con vara mágica, va solucionando problemas de cristianos irradiando continuamente el influjo benéfico ante cualquier necesidad: pobres, lisiados, enfermos, ciegos, leprosos y todo tipo de carenciales van a visitarla y salen pletóricos de felicidad. Por toda Roma corre un inmenso e imparable rumor que transmite de boca a boca la explosión de la caridad de Jesucristo patente en las obras de Petronila.
Pero hay más. Por todo lo relatado, no es extraño el enamoramiento del joven Flaco, que se acerca con gran séquito de criados y esclavos a solicitar el consentimiento para hacerla su esposa. La reacción ahora de la virgen es de indecible sorpresa; pero guarda las formas, agradece al noble joven enamorado el honor que le hace y pide suave y dulcemente tres días para reflexionar, al término de los cuales debe Flaco enviarle sus doncellas y criadas para que la acompañen.
Todo es llanto en Petronila. Jesucristo llena su corazón; no quiere romper la unidad del amor; solo a Jesús quiere como Esposo. Pasa los tres días encerrada, en compañía de Felícula, dada al ayuno, a continua oración, penitencias y súplicas al Señor. El último día del retiro llega el presbítero Nicodemus, le celebró la misa, le dio la Comunión y contempló cómo moría Petronila al pie del altar consumida de amor.
Las criadas de Flaco que ya esperaban jubilosas trocaron el cortejo de nupcial en fúnebre para llevarla a enterrar.
¿Te gustó la historia de Petronila?
Poco le importaba al autor la diferencia de edades entre el joven enamorado y la madurez de Petronila, ni el que fuera hija de sangre de Pedro o solo hija espiritual, si lo que quiso enseñar fue la ejemplar actitud de una mujer cristiana de los primeros tiempos que supo ser paciente en la enfermedad, que descubrió en sus padecimientos la ocasión de participar de los redentores de Jesucristo a quien amó por encima de todas las cosas y en cualquier situación, que por ello no descuidó la caridad con los demás, que ese estilo de vida tiene gran repercusión sobrenatural en el cuerpo social y que fue enterrada en el cementerio que había en el camino de Ardi, allí donde luego se construyó una iglesia con su nombre.
Archimadrid.org

Fiesta del Apostolado Seglar: movimientos y asociaciones presentarán su carisma junto a la catedral antes de la vigilia de Pentecostés

Con el lema Salir, caminar y sembrar siempre de nuevo, este domingo, solemnidad de Pentecostés, se celebra el Día del Apostolado Seglar. Con este motivo, la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar ha organizado una serie de actos en la catedral de Santa María la Real de la Almudena este sábado, 3 de junio. Durante la jornada, asociaciones y movimientos explicarán su carisma y actividades en una serie de carpas instaladas en la plaza de Juan Pablo II. A las 20:00 horas, el cardenal Carlos Osoro Sierra, arzobispo de Madrid, presidirá la tradicional vigilia diocesana de Pentecostés.
Presentación de movimientos
Para dar al Día del Apostolado Seglar una dimensión pública mayor de lo que viene siendo hasta ahora, en colaboración con Actos Institucionales, se ha organizado la Fiesta del Apostolado Seglar. Se desarrollará en la plaza de San Juan Pablo II (entrada a catedral por la calle Bailén) con la participación de movimientos y asociaciones, para que, cuantos pasen por allí, se sientan interpelados y llamados a llevar la Buena Noticia de Jesucristo al mundo. La fiesta dará comienzo a las 11:00 horas, y se desarrollará hasta las 19:00 horas, para concluir con la vigilia.
En esta fiesta, movimientos y asociaciones, así como la Delegación de Apostolado Seglar, se harán presentes en distintas carpas ubicadas en la plaza, desde las que ofrecerán información sobre su carisma y actividades. Al mismo tiempo, y a partir de las 12:30 horas, animarán la oración que se desarrollará en la capilla del Santísimo de la catedral, donde hay exposición permanente.
En este enlace se puede leer la carta que el arzobispo ha preparado para la ocasión.
Infomadrid

El Papa: “el Espíritu Santo no hace capaces de esperar y ser consoladores y defensores de los demás”

“El Espíritu Santo no nos hace sólo capaces de esperar, sino también de ser sembradores de esperanza, de ser también nosotros – como Él y gracias a Él – los ‘paráclitos’, es decir, consoladores y defensores de los hermanos. Sembradores de esperanza”, con estas palabras el Papa Francisco explicó en la Audiencia General del último miércoles de mayo, la relación que existe entre la esperanza cristiana y el Espíritu Santo.
Continuando su ciclo de catequesis sobre “la esperanza”, el Obispo de Roma ante la inminencia de la Solemnidad de Pentecostés dijo que, el Espíritu es el viento que nos impulsa adelante, que nos mantiene en camino, nos hace sentir peregrinos y forasteros, y no nos permite recostarnos y convertirnos en un pueblo “sedentario”.
Recordando que la Carta a los Hebreos compara la esperanza con un ancla, el Pontífice señaló que a esta imagen podemos agregar aquella de la vela. Si el ancla es lo que da seguridad a la barca y la tiene “anclada” entre el oleaje del mar, la vela en cambio es la que la hace caminar y avanzar sobre las aguas. La esperanza es de verdad como una vela; esa recoge el viento del Espíritu Santo y la transforma en fuerza motriz que empuja la nave, según sea el caso, al mar o a la orilla.
Texto completo de la catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ante la inminencia de la Solemnidad de Pentecostés no podemos no hablar de la relación que existe entre la esperanza cristiana y el Espíritu Santo. El Espíritu es el viento que nos impulsa adelante, que nos mantiene en camino, nos hace sentir peregrinos y forasteros, y no nos permite recostarnos y convertirnos en un pueblo “sedentario”.
La Carta a los Hebreos compara la esperanza con un ancla (Cfr. 6,18-19); y a esta imagen podemos agregar aquella de la vela. Si el ancla es lo que da seguridad a la barca y la tiene “anclada” entre el oleaje del mar, la vela en cambio es la que la hace caminar y avanzar sobre las aguas. La esperanza es de verdad como una vela; esa recoge el viento del Espíritu Santo y la transforma en fuerza motriz que empuja la nave, según sea el caso, al mar o a la orilla.
El Apóstol Pablo concluye su Carta a los Romanos con este deseo, escuchen bien, escuchen bien qué bonito deseo: «Que el Dios de la esperanza los llene de alegría y de paz en la fe, para que la esperanza sobreabunde en ustedes por obra del Espíritu Santo» (15,13). Reflexionemos un poco sobre el contenido de esta bellísima palabra.
La expresión “Dios de la esperanza” no quiere decir solamente que Dios es el objeto de nuestra esperanza, es decir, a Quien esperamos alcanzar un día en la vida eterna; quiere decir también que Dios es Quien ya ahora nos hace esperar, es más, nos hace «alegres en la esperanza» (Rom 12,12): alegres de esperar, y no solo esperar ser felices. Es la alegría de esperar y no esperar de tener la alegría. Hoy. “Mientras haya vida, hay esperanza”, dice un dicho popular; y es verdad también lo contrario: mientras hay esperanza, hay vida. Los hombres tienen necesidad de la esperanza para vivir y tienen necesidad del Espíritu Santo para esperar.
San Pablo – hemos escuchado – atribuye al Espíritu Santo la capacidad de hacernos incluso “sobreabundar en la esperanza”. Abundar en la esperanza significa no desanimarse jamás; significa esperar «contra toda esperanza» (Rom 4,18), es decir, esperar incluso cuando disminuye todo motivo humano para esperar, como fue para Abraham cuando Dios le pidió sacrificar a su único hijo, Isaac, y como fue, aún más, para la Virgen María bajo la cruz de Jesús.
El Espíritu Santo hace posible esta esperanza invencible dándonos el testimonio interior que somos hijos de Dios y sus herederos (Cfr. Rom 8,16). ¿Cómo podría Aquel que nos ha dado a su propio Hijo único no darnos toda cosa con Él? (Cfr. Rom 8,32). «La esperanza – hermanos y hermanas – no defrauda: la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo, que nos ha sido dado» (Rom 5,5). Por esto no defrauda, porque está el Espíritu Santo dentro que nos impulsa a ir adelante, siempre adelante. Y por esto la esperanza no defrauda.
Hay más: el Espíritu Santo no nos hace sólo capaces de esperar, sino también de ser sembradores de esperanza, de ser también nosotros – como Él y gracias a Él – los “paráclitos”, es decir, consoladores y defensores de los hermanos. Sembradores de esperanza. Un cristiano puede sembrar amargura, puede sembrar perplejidad, y esto no es cristiano, y tú, si haces esto, no eres un buen cristiano. Siembra esperanza: siembra el bálsamo de esperanza, siembre el perfume de esperanza y no vinagre de amargura y de des-esperanza. El Beato Cardenal Newman, en uno de sus discursos, decía a los fieles: «Instruidos por nuestro mismo sufrimiento, por el mismo dolor, es más, por nuestros mismos pecados, tendremos la mente y el corazón ejercitados a toda obra de amor hacia aquellos que tienen necesidad. Seremos, según nuestra capacidad, consoladores a imagen del Paráclito – es decir, del Espíritu Santo – y en todos los sentidos que esta palabra comporta: abogados, asistentes, dispensadores de consolación. Nuestras palabras y nuestros consejos, nuestro modo de actuar, nuestra voz, nuestra mirada, serán gentiles y tranquilizantes» (Parochial and plain Sermons, vol. V, Londra 1870, pp. 300s.). Son sobre todo los pobres, los excluidos, los no amados los que necesitan de alguien que se haga para ellos “paráclito”, es decir, consoladores y defensores, como el Espíritu Santo se hace para cada uno de nosotros, que estamos aquí en la Plaza, consolador y defensor. Nosotros debemos hacer lo mismo por los más necesitados, por los descartados, por aquellos que tienen necesidad, aquellos que sufren más. Defensores y consoladores.
El Espíritu Santo alimenta la esperanza no sólo en el corazón de los hombres, sino también en la entera creación. Dice el Apóstol Pablo – esto parece un poco extraño, pero es verdad. Dice así: que también la creación “está proyectada con ardiente espera” hacia la liberación y “gime y sufre” con dolores de parto (Cfr. Rom 8,20-22). «La energía capaz de mover el mundo no es una fuerza anónima y ciega, sino es la acción del Espíritu de Dios que “aleteaba sobre las aguas” (Gen 1,2) al inicio de la creación» (Benedicto XVI, Homilía, 31 mayo 2009). También esto nos impulsa a respetar la creación: no se puede denigrar un cuadro sin ofender al artista que lo ha creado.
Hermanos y hermanas, la próxima fiesta de Pentecostés – que es el cumpleaños de la Iglesia: Pentecostés – esta próxima fiesta de Pentecostés nos encuentre concordes en la oración, con María, la Madre de Jesús y nuestra. Y el don del espíritu Santo nos haga sobreabundar en la esperanza. Les diré más: nos haga derrochar esperanza con todos aquellos que son los más necesitados, los más descartados y por todos aquellos que tienen necesidad. Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)

¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?


Lectura del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-56
En aquellos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu Vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá».
María dijo:
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mi: “su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, “derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia - como lo había prometido a nuestros padres - en favor de Abrahán y su descendencia por siempre».
María se quedó con Isabel unos tres meses y después volvió a su casa.
Palabra del Señor.

Papa: El verdadero pastor sabe despedirse bien de su Iglesia


El verdadero pastor sabe despedirse bien de su Iglesia, porque sabe que no es el centro de la historia, sino un hombre libre, que ha servido sin componendas y sin apropiarse de la grey. Lo afirmó el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.
Un pastor debe estar preparado para despedirse
El Papa centró su reflexión en la primera Lectura tomada del libro de los Hechos de los Apóstoles, que, tal como señaló el Pontífice podría titularse: “La despedida de un obispo”. Y recordó que Pablo se despide de la Iglesia de Éfeso, que él había fundado. Sin embargo, dijo Francisco: “Ahora debe irse”:
“Todos los pastores debemos despedirnos. Llega el momento en que el Señor nos dice: ve a otra parte, ve allá, ven aquí, ven a mí. Y uno de los pasos que debe hacer un pastor también es prepararse para despedirse bien, no despedirse a medias. El pastor que no aprende a despedirse lo hace porque tiene algún lazo no bueno con su grey, un lazo que no está purificado por la Cruz de Jesús”.
Pastores sin componendas
Por lo tanto Pablo  – prosiguió explicando el Obispo de Roma –  llama a todos los presbíteros de Éfeso y en una especie de “consejo presbiteral” se despide. Además, el Papa destacó “tres actitudes” del Apóstol:
Ante todo afirmó que nunca se echó para atrás: “No es un acto de vanidad”, “porque él dice que es el peor de los pecadores. Lo sabe y lo dice”. Y sencillamente “relata la historia”. Además, “una de las cosas que dará tanta paz al pastor cuando se despide –  explicó el Papa – es acordarse de que jamás fue un pastor de componendas”, sabe “que no ha guiado a la Iglesia con componendas. No se echó para atrás”. “Y para esto se necesita valor”.
Pastores que no se apropian de la grey
Segundo puntoPablo dice que va a Jerusalén “obligado por el Espíritu”, sin saber lo que le sucederá allá”. Obedece al Espíritu. “El pastor sabe que está en camino”:
“Mientras guiaba a la Iglesia lo hacía con la actitud de no hacer componendas. Ahora el Espíritu le pide que se ponga en camino, sin saber qué cosa sucederá. Y continúa porque él no tiene nada propio, no hizo de su grey una apropiación ilícita. Ha servido. ‘¿Ahora Dios quiere que yo me vaya? Me voy sin saber qué me sucederá. Sólo sé – el Espíritu se lo había hecho saber – que el Espíritu Santo de ciudad en ciudad me confirma que me esperan cadenas y tribulaciones’. Eso lo sabía. No voy a jubilarme. Voy a otro sitio a servir a otras Iglesias. Siempre el corazón abierto a la voz de Dios: dejo esto, veré qué me pide el Señor. Y aquel pastor sin componendas ahora es un pastor en camino”.
Pastores que no se creen el centro de la historia
El Papa Francisco explicó el motivo por el que no se apropió de la grey. Tercer puntoPablo dice: “No considero preciosa mi vida”: non es “el centro de la historia, de la historia grande o de la historia pequeña”, no es el centro, es “un servidor”. Y citó el dicho popular que dice: “Como se vive, se muere; como se vive, nos despedimos”. Y Pablo se despide con una “libertad sin componendas” y en camino. “Así se despide un pastor”:
“Con este ejemplo tan hermoso oremos por los pastores, por nuestros pastores, por los párrocos, por los obispos, por el Papa, para que su vida sea una vida sin componendas, una vida en camino, y una vida en la que ellos no se crean el centro de la historia y así aprendan a despedirse. Oremos por nuestros pastores”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

martes, 30 de mayo de 2017

El Papa Francisco podría volver a Tierra Santa en otoño


¿Un nuevo viaje a Tierra Santa? Días después de la visita de Donald Trump al Vaticano, la prensa israelí está apuntando a la posibilidad de que el Papa Francisco pueda volver a visitar el país en otoño próximo, repitiendo destino que ya visitara en 2014.
Así, el Times of Israel, está dando a conocer que ya han arrancado negociaciones diplomáticas entre Jerusalén y la Santa Sede con visitas a que el Pontífice se persone de nuevo en la región para impulsar los procesos de paz entre israelíes y palestinos. Los planes estarían ya tan avanzados, de hecho, que una comitiva del Vaticano visitará Israel el mes que viene para sembrar los fundamentos de la visita y escoger las fechas definitivas para este otoño de tres posibles opciones.
¿Cuáles serían, así pues, las razones para otra visita del Papa a Tierra Santa? Cabría pensar, de entrada, que el presidente Trump ya ha reclutado al Papa para su nuevo plan de paz para Oriente Medio, la hoja de ruta que presentó en su gira por la región la semana pasada justo antes de reunirse con Francisco en el Vaticano.
Pero no es que el presidente haya cooptado al Papa para dar barniz a un plan descabalgado. Para analistas como Hussein Ibish en Foreign Policy, por ejemplo, el de Trump "es el único planteamiento hecho en muchos años que podría superar el punto muerto y quizás ofrecer una situación ideal para todos: Israel, los palestinos y los Estados árabes". No resultaría sorprendente, así pues, en caso de que el Papa sí decidiera respaldar ese plan, sea quién sea su autor.
¿Y cuáles, entonces, serían las novedades en la hoja de ruta que ha presentado Trump? Su nueva estrategia pasaría, en esencia, por implantar una política "de afuera-adentro", en la que buscaría primero alinear los estados árabes, junto con Israel, en un frente común en contra de Irán: y no, de entrada, de reconciliar a Israel y Palestina sin más. Esta especie de "OTAN árabe", en cambio, proveería protección a Israel pero también tanto apoyo político y diplomático como ayuda humanitaria a Palestina.
Pero como siempre, será una cuestión de quién quiere hacer la primera jugada. Para acercarse a los Estados árabes Israel necesitaría primero hacer concesiones a los palestinos, bajo los términos de la "Iniciativa de Paz Árabe" (la política de la Liga Árabe). Aunque al mismo tiempo, son notables los avances que han dado Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos en cuanto a aproximarse a Israel, con propuestas tales como mayor cooperación en telefonía y otros diversos tipos de negocios, por ejemplo.
El Papa es conocido por su ferviente apoyo a la solución de dos Estados, y aunque ésta sigue siendo el sueño, el plan "de afuera-adentro" de Trump puede ser un escalón a ello o si no, un intermedio temporal. El presidente salió de su audiencia con el Papa, como dijo, "más decidido que nunca a buscar la paz en nuestro mundo". Y es obvio que se ha dado cuenta de que esto no lo va a poder hacer sin Francisco, el campeón de la paz de nuestros tiempos.
(Cameron Doody)

Los profetas laicos




A partir de mediados del siglo XX no han dejado de aparecer profetas laicos del futuro de la globalización. Desde los clásicos prospectivistas como Toffler y McLuhan, hasta los visionarios del hombre pantalla como Sartori ó Baurdillard, o los descriptores de la posmodernidad como Lyotard, Vattimo o Bauman.
Llama la atención que tanto Giovanni Vattimo (1936-) como Zygmunt Bauman (1925-2017) coincidan en que el Papa Francisco es la única respuesta creíble a los desafíos del mundo contemporáneo. Vattimo, para quien hemos pasado de un pensamiento fuerte e ilusorio tendiente a establecer fundaciones absolutas del conocer y del actuar, a un pensamiento débil en el que perdidas las pretensiones por la verdad, la unidad y la totalidad, triunfa un nihilismo resignado, dice que el Papa es la gran oportunidad que tiene la humanidad hoy, y que tienen razón quienes los consideran una amenaza, pues lo es para todos los inmovilistas. Antes se consideraba un «ateo por la gracia de Dios». Ahora se considera «católico básico», que reza todas las noches. Sigue rechazando al «Dios capitalista». Ahora, un Papa le habla de un Dios completamente distinto.
Bauman, fallecido el pasado 9 de enero, advertía del advenimiento de una sociedad líquida en la que Dios es sustituido por el individualismo completado por una colectividad de consumo, en la que toda necesidad es consumible, y las necesidades espirituales se consumen en el mercado terapéutico. Pues bien, en su ensayo póstumo, Retropopía, se hace una pregunta hoy insoslayable: ¿puede inducirse el parto de una humanidad cosmopolitamente integrada de tal modo que sobreviva sana y salva al alumbramiento? Solo hay para Bauman una respuesta a esta «cuestión de vida y muerte para la humanidad». Y esa respuesta es el Papa Francisco y su propuesta de diálogo. Él, porque es «la única persona entre las grandes figuras públicas investidas con una autoridad planetaria que demuestra la suficiente audacia y determinación como para plantear y abordar esa clase de preguntas». Y el diálogo, porque se atreve proponer a toda la humanidad sacarlo del estrecho marco televisivo de la política y bajarlo a la vecindad, a los lugares de trabajo, a las escuelas, a las familias. Un diálogo solidario capaz además de pasar «de una economía líquida a una economía social». Concluye que, o unimos nuestras manos (como nos propone Francisco) «o nos unimos a la comitiva fúnebre de nuestro propio entierro en una misma y colosal fosa común».
Manuel María Bru
Alfa y Omega

COMENTARIO DE BENEDICTO XVI AL EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN (17,1-11a)



Hoy centramos nuestra atención en la oración que Jesús dirige al Padre en la «Hora» de su elevación y glorificación. Como afirma el Catecismo de la Iglesia católica: «La tradición cristiana acertadamente la denomina la oración «sacerdotal» de Jesús. Es la oración de nuestro Sumo Sacerdote, inseparable de su sacrificio, de su «paso» [pascua] hacia el Padre donde Él es «consagrado» enteramente al Padre» (n. 2747).

Esta oración de Jesús es comprensible en su extrema riqueza sobre todo si la colocamos en el trasfondo de la fiesta judía de la expiación, el Yom kippur. Ese día, el Sumo Sacerdote realiza la expiación primero por sí mismo, luego por la clase sacerdotal y, finalmente, por toda la comunidad del pueblo. El objetivo es dar de nuevo al pueblo de Israel, después de las transgresiones de un año, la consciencia de la reconciliación con Dios, la consciencia de ser el pueblo elegido, el «pueblo santo» en medio de los demás pueblos. 

La oración de Jesús, presentada en el capítulo 17 del Evangelio según san Juan, retoma la estructura de esta fiesta. En aquella noche, Jesús se dirige al Padre en el momento en el que se está ofreciendo a sí mismo. Él, sacerdote y víctima, reza por sí mismo, por los apóstoles y por todos aquellos que creerán en Él, por la Iglesia de todos los tiempos.

La oración que Jesús hace por sí mismo es la petición de su propia glorificación, de su propia «elevación» en su «Hora». En realidad es más que una petición y que una declaración de plena disponibilidad a entrar, libre y generosamente, en el designio de Dios Padre que se cumple al ser entregado y en la muerte y resurrección. 

Esta «Hora» comenzó con la traición de Judas y culminará en la ascensión de Jesús resucitado al Padre. Jesús comenta la salida de Judas del cenáculo con estas palabras: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en Él». No por casualidad, comienza la oración sacerdotal diciendo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti».

La glorificación que Jesús pide para sí mismo, en calidad de Sumo Sacerdote, es el ingreso en la plena obediencia al Padre, una obediencia que lo conduce a su más plena condición filial: «Y ahora, Padre, glorifícame junto a ti con la gloria que yo tenía junto a ti antes que el mundo existiese». Esta disponibilidad y esta petición constituyen el primer acto del sacerdocio nuevo de Jesús, que consiste en entregarse totalmente en la cruz, y precisamente en la cruz —el acto supremo de amor— Él es glorificado, porque el amor es la gloria verdadera, la gloria divina.

El segundo momento de esta oración es la intercesión que Jesús hace por los discípulos que han estado con Él. Son aquellos de los cuales Jesús puede decir al Padre: «He manifestado tu Nombre a los que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y Tú me los diste, y ellos han guardado tu palabra». 

«Manifestar el nombre de Dios a los hombres» es la realización de una presencia nueva del Padre en medio del pueblo, de la humanidad. Este «manifestar» no es sólo una palabra, sino que es una realidad en Jesús; Dios está con nosotros, y así el Nombre —su presencia con nosotros, el hecho de ser uno de nosotros— se ha hecho una «realidad». Por lo tanto, esta manifestación se realiza en la encarnación del Verbo. 

En Jesús Dios entra en la carne humana, se hace cercano de modo único y nuevo. Y esta presencia alcanza su cumbre en el sacrificio que Jesús realiza en su Pascua de muerte y resurrección.
(Audiencia general 25 de mayo 2012)

EVANGELIO DE HOY- ESTA ES LA VIDA ETERNA: CONOCER AL PADRE Y A JESÚS





Lectura del santo evangelio según san Juan (17,1-11a):

En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, dijo: 

«Padre, ha llegado la hora, glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique y, por el poder que Tú le has dado sobre toda carne, dé la vida eterna a los que le confiaste. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo.

Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste. Y ahora, Padre, glorifícame cerca de ti, con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. 

He manifestado tu Nombre a los hombres que me diste de en medio del mundo. Tuyos eran, y Tú me los diste, y ellos han guardado tu Palabra. 

Ahora han conocido que todo lo que me diste procede de ti, porque yo les he comunicado las palabras que Tú me diste, y ellos las han recibido, y han conocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que Tú me has enviado. 

Te ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por éstos que Tú me diste, y son tuyos. Sí, todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y en ellos he sido glorificado. Ya no voy a estar en el mundo, pero ellos están en el mundo, mientras yo voy a ti.»

Palabra del Señor

Papa: Sin el Espíritu Santo se puede caer en la fe ideológica

Es necesario dejarse interpelar por el Espíritu Santo, aprender a escucharlo antes de tomar decisiones. Es la  exhortación que hizo el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa MartaFrancisco destacó que si no se discierne acerca de lo que sucede, se corre el riesgo de caer en una fe ideológica.
El Espíritu Santo, que mueve el corazón, inspira, suscita las emociones fue el tema central de la reflexión del Papa. Y recordó que en preparación a la fiesta de Pentecostés, la Iglesia pide que se rece para que el Espíritu Santo llegue al corazón, a la parroquia y a la comunidad. El Pontífice comenzó a partir de la Primera Lectura del día que  – dijo – podríamos llamar “la Pentecostés de Éfeso”. Y explicó que, en efecto, la comunidad de Éfeso había recibido la fe, pero ni siquiera sabía que existía el Espíritu Santo. Era “gente buena, gente de fe”, pero no conocía este don del Padre. Y cuando después Pablo les impuso las manos, descendió sobre ellos el Espíritu Santo y se pusieron a hablar en lenguas.
El Espíritu Santo mueve el corazón
En efecto, el Espíritu Santo mueve el corazón, tal como se lee en los Evangelios donde tantas personas – Nicodemo, la hemorroísa, la samaritana, la pecadora – se sienten impulsadas a acercarse a Jesús precisamente por el Espíritu SantoFrancisco invitó asimismo a preguntarse cuál es el lugar que el Espíritu Santo tiene en nuestra vida:
“¿Yo soy capaz de escucharlo? ¿Yo soy capaz de pedir inspiración antes de tomar una decisión o de decir una palabra o de hacer algo? ¿O mi corazón está tranquilo, sin emociones, un corazón fijo? Pero, algunos corazones, si nosotros hiciéramos un electrocardiograma espiritual tendrían un resultado lineal, sin emociones. También en los Evangelios están éstos. Pensemos en los Doctores de la Ley: eran creyentes en Dios, conocían todos los mandamientos, pero el corazón estaba cerradodetenido, no se dejaban inquietar”.
Dejarse interpelar por el Espíritu Santo, no a la fe ideológica
La exhortación central del Papa Francisco fue la de “dejarse inquietar”, es decir, dejarse interpelar por el Espíritu Santo que nos hace discernir y no tener una fe ideológica:
Dejarse inquietar por el Espírito Santo: “Eh, he oído esto… Pero, padre, ¿aquello es sentimentalismo?”. No, puede ser, pero no. Si tú vas por el camino justo no es sentimentalismo”. “He sentido las ganas de hacer esto, de ir a visitar a aquel enfermo, o de cambiar de vida o de dejar esto…”. Sentir y discernir: discernir lo que siente mi corazón, porque el Espíritu Santo es el maestro del discernimiento. Una persona que no tiene estos movimientos en su corazón, que no discierne lo que sucede, es una persona que tiene una fe fría, una fe ideológica. Su fe es una ideología. Eso es lo que sucede”.
Interrogarse acera de la propia relación con el Espíritu Santo
Era éste el “drama” de aquellos Doctores de la Ley que se enfadaban con Jesús. Por último, el Obispo de Roma exhortó a interrogarse acerca de la propia relación con el Espíritu Santo:
“¿Pido que me guíe por el camino que debo elegir en mi vida y también todos los días? ¿Pido que me dé la gracia de distinguir lo bueno de lo menos bueno? Porque lo bueno de lo malo se distingue inmediatamente. Pero está ese mal escondido que es el menos bueno, pero que tiene escondido el mal. ¿Pido esta gracia? Yo quisiera sembrar esta pregunta en su corazón”.
Sería necesario preguntarse – añadió el Papa Francisco – si tenemos un corazón inquieto porque está movido por el Espíritu Santo. El Pontífice invitó también a interrogarse cuando “nos llegan las ganas de hacer algo” si le| pedimos al Espíritu Santo que nos inspire, que “diga que sí o que no”, o si sólo hacemos “cálculos mentales”.
Y recordó que en el Apocalipsis de Juan comienza invitando a las “siete Iglesias” – las  siete diócesis de aquel tiempo –  a escuchar lo que el Espíritu Santo les dice. “Pidamos también nosotros esta gracia de escuchar lo que el Espíritu  Santo dice a nuestra Iglesia, a nuestra comunidad, a nuestra parroquia, a nuestra familia” y a “cada uno de nosotros”,  finalizó el Papa. Pidamos “la gracia de aprender este lenguaje para escuchar al Espíritu Santo”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)