“Los envió de dos en dos” (v. 1) así empieza el Evangelio de este domingo y es el primer anuncio del Reino. Si bien ir de dos en dos era una costumbre judía para garantizar el testimonio de lo que ocurre, en Jesús ir de dos es también confirmar que todo se construye en comunidad, compartiendo, sirviendo, escuchando y celebrando (cfr. Mt 18,20). A esto están invitados todos/as porque los discípulos de Jesús son enviados a todas las ciudades a las que él irá. Jesús les da el alcance para hacer de la fraternidad el signo de la fe. Al mismo tiempo, él es consciente a dónde los envía y para qué. Y, sin embargo, no deja de enviarlos. Arriesgar es parte del camino.
Jesús indica con una nueva dupla de palabras el modo de vida cristiano: “Recen y pónganse en camino” (v. 3). Fe y acción, Dios y mundo, cielo y tierra. Feliz encuentro que tiene su clave de lectura en el “ligeros de equipaje”. ¿Nos hemos puesto a pensar qué ocurre cuando no llevamos nada para el camino? ¿Ni bolsas para acumular, ni alforjas para asegurar alimento, ni sandalias para evitar ensuciarnos los pies? No es fácil imaginarlo, porque muchas veces no es fácil poner toda nuestra confianza en Dios. Por eso, Jesús invita a orar mientras se camina a diario para que nuestra fuerza sea el Evangelio y nuestro único destino el Reino de Dios. Así, veremos con mayor claridad que el ser humano no vale por lo que posee, sino por lo que es y anuncia, por lo que sueña y colabora con otros para hacerlo realidad.
El envío es concreto: por los caminos y en las casas. La paz entra al hogar y de allí sale al mundo. En cada “casa” – que aparece mencionada 5 veces en el texto – se comparte la mesa, el lugar privilegiado del encuentro, donde se cuenta la vida y el día, donde se alimenta el cuerpo y el alma.
De dos en dos y casa por casa. En esta dinámica está la paz y la sencillez del Reino. Por eso, el siguiente paso es sanar; no hay corazón solitario y herido que no sane en casa y en paz. Luego, Jesús anuncia una de las palabras más bellas y profundas de las Escrituras: ἤγγικεν ἐφ᾽ ὑμᾶς ἡ βασιλεία τοῦ θεοῦ / “Está cerca de ustedes el Reino de Dios” (v. 9). Dios está cerca del que busca sanarse, y del que llega para sanar. Es el mismo camino que él recorrió primero. Así, encarnación y compromiso son una sola cosa cuando de salvar vidas se trata.
Finalmente, si bien el Evangelio nos narra una acción de Jesús vital para el futuro de la comunidad, es al mismo tiempo una invitación personal a un propio camino interior; a visitar nuestras “casas”, recuerdos, personas y situaciones que nos han dado paz, a los/as que le debemos la vida y lo que somos. Recordar y agradecer son acciones que nos permiten reconocernos totalmente dependientes de Dios y Su misericordia y desde allí ser sus colaboradores en los campos, la mies y la vida. Es la responsabilidad de ser anunciadores de algo que ya está ocurriendo. “Lo que debe alegrar al seguidor de Jesús no es la euforia seductora de la victoria, sino la certeza inquebrantable de que Dios lo ama. Decir que nuestros nombres están inscritos en los cielos, es creer que sólo la memoria de Dios asegura la continuidad de nuestra vida hasta la eternidad” (F. Bovon).
Para Radio Vaticano, jesuita Juan Bytton
(from Vatican Radio)