jueves, 23 de febrero de 2017

El Papa reclama a la comunidad internacional ayuda urgente para Sudán del Sur


Ante la hambruna declarada en Sudán del Sur, «ahora es más necesario que nunca el compromiso de todos para no quedarse solo en declaraciones, sino que sean concretas las ayudas alimentarias y se permita que puedan llegar a las poblaciones que sufren», ha afirmado Francisco después de la catequesis de este miércoles
El Papa Francisco ha reclamado a la comunidad internacional ayuda urgente y concreta para el «atormentado» Sudán del Sur, víctima de «un conflicto fratricida» al que se suma «una grave crisis humanitaria que afecta a la región del Cuerno de África y que condena a muerte a millones de personas, entre ellos a muchos niños». El lunes, el Gobierno del país decretó la hambruna en algunas zonas del país; una situación que afecta a unas 100.000 personas.
Durante la audiencia general de este miércoles en la plaza de San Pedro, el Pontífice ha expresado su «particular preocupación», y ha subrayado que ahora «es más necesario que nunca el compromiso de todos para no quedarse sólo en declaraciones, sino que sean concretas las ayudas alimentarias y se permita que puedan llegar a las poblaciones que sufren».
Hacia una nueva creación
Antes, durante su catequesis semanal, Francisco ha analizado otro texto bíblico sobre la esperanza, en concreto el capítulo 8 de la Carta a los Romanos, que habla sobre cómo la creación espera verse liberada de la esclavitud del pecado. El Papa ha alertado de que es este mismo pecado el que nos hace pensar «que la creación sea nuestra propiedad», en vez de «un don maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos».
Guiado por el egoísmo, «el ser humano termina por destruir incluso las cosas más bellas que le han sido confiadas», transformándolas en un «signo triste y desolado del orgullo y de la voracidad humana». Así ocurre, por ejemplo, con algo tan necesario y hermoso como el agua, que se contamina entre otras causas por la explotación minera.
Sin embargo, los gemidos de la naturaleza no son estériles, sino «los de quien sufre, pero sabe que está por venir a la luz una nueva vida». Del mismo modo, «el cristiano vive en el mundo y sufre los signos del mal y del egoísmo pero, al mismo tiempo, ve todo con los ojos de la Pascua; sabe que ahora vive un momento de espera, que va más allá del momento presente», ha explicado. Todo lo que el hombre ha desfigurado «con su impiedad», Dios «lo recrea y reconcilia en su amor».
Alfa y Omega

En Turquía los refugiados venden sus órganos para llegar a Europa


De 6.000 a 11.000 euros por un riñón; el perfil ideal: varón, sano, de menos de 28 años
Las nuevas barreras que los países europeos han establecido para frenar el flujo de entrada de refugiados están encareciendo el camino y llevando a muchos de ellos a soluciones desesperadas. El programa «Fakt», de la televisión pública alemana ARD, desveló que en los campamentos de refugiados de Turquía, país con el que la UE ha firmado un multimillonario acuerdo para que sirva de dique y evite que miles de personas continúen su viaje desde allí hacia Europa, ha florecido un mercado clandestino de órganos humanos en el que muchos refugiados venden los suyos para obtener el dinero para el trayecto.
Los traficantes de personas ofertan menos plazas y han subido los precios, según han podido comprobar los investigadores de ARD, de modo que los refugiados terminan accediendo a la operación.
A pesar de tratarse de un comercio ilegal de órganos humanos, resulta escalofriantemente sencillo encontrar la pista de la oferta y la demanda a través de las redes sociales, que suele ser el primer punto de contacto con los potenciales «donantes». «Yo no conocía a ningún turco, no tengo aquí familia ni conocidos, no tengo trabajo… y tengo enormes problemas, estoy bajo una gran presión», explica su grave decisión el joven sirio Ahmed, que muestra la cicatriz que le ha dejado la intervención quirúrgica y que se dispone a emprender la ruta clandestina hacia Europa tras una breve y precaria recuperación. «No hay otra forma de seguir adelante, aquí no hay ningún futuro y no tengo más posibilidad de obtener dinero que vender mi cuerpo», relata.
«Hasta ahora estábamos acostumbrados a ver a muchos refugiados recurrir a la prostitución, pero la tendencia al alza es vender órganos para obtener el dinero que las mafias les exigen para seguir viaje», confirma Karl Kopp, de la ONG Pro Asyl.
Entre los refugiados es un secreto a voces que quienes firman el contrato de «donación» son trasladados a un hospital del este de Anatolia en el que son sometidos a una operación. El aumento de la oferta de órganos ha propiciado una caída de los precios en las últimas semanas. Actualmente los «donantes» reciben a cambio ente 6.000 y 11.000 euros por un riñón, lo que apenas les permite pagar un viaje clandestino a Centroeuropa. La mayoría de ellos son sirios llegados a Turquía a través del Líbano. El perfil más buscado es el de un varón sano no mayor de 28 años y sin requisito de edad mínima.
Más de 3,5 millones
El ministro turco del Interior, Süleyman Soylu, calcula que en su territorio se hacinan ya tres millones y medio de refugiados. «Turquía, que no hace regresar a nadie de sus puertas hacia las balas y bombas, es un hogar para 3.551.078 migrantes y refugiados en el día de hoy», afirmaba la semana pasada, reprochando a Europa el cierre de puertas que está dando lugar a esta situación. «Nosotros no nos enteramos de esta responsabilidad cuando el bebé Aylan llegó arrastrado a la costa como lo hicieron nuestros amigos de Occidente», dijo durante su intervención en la Reunión del Consejo de Políticas de Emigración. «El número de los recursos de asilo de sirios aceptados por la UE es de 866.000, mientras la cantidad de refugiados en Turquía es el triple», defendió.
Rosalía Sánchez / Corresponsal en Berlín / ABC

«Dadles vosotros de comer».Cardenal Carlos Osoro.



La encíclica Deus caritas est recoge unas palabras que me impresionaron desde que las leí: «Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él» (1 Jn 4,16). ¿Por qué me impresionan? Logré experimentar y ver en ellas la imagen cristiana de Dios y también la imagen consiguiente del hombre y de su camino. Son palabras que se completan con estas otras: «Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él». ¿Por qué me atrevo a proponeros que hagamos vida esas palabras de Jesús: «Dadles vosotros de comer»? Porque solamente desde una profunda experiencia de comunión con Dios, e invadidos e insertados en su amor, se pueden hacer realidad. Jesucristo nos ha manifestado que permanezcamos en su amor; por eso creer en el amor, volver a decir con fuerza que «hemos creído en el amor de Dios», es la opción fundamental de nuestra vida. Y desde la que podemos dar de comer a todos los hombres.
¡Qué importante es descubrir en este mundo en el que vivimos, en las circunstancias en las que estamos, el mandato de Jesús: «Dadles vosotros de comer»! Son palabras dichas a los apóstoles y, en ellos, a todos los discípulos, también a nosotros. Jesús, ante una inmensa muchedumbre que ha deseado escucharle, no puede desentenderse de sus necesidades reales, y nos enseña a no desentendernos. Él ha venido a comunicarnos el rostro de Dios que es Padre de todos los hombres. Y quiere y desea que nosotros, ahora, comuniquemos el rostro de Cristo, sirviendo al mundo y a todos los hombres en un desarrollo pleno e integral de la persona. ¡Qué bueno es encontrarse con Jesucristo! ¿Cómo haríamos para que todos los hombres puedan hacerlo? El encuentro con Él nos permite ver siempre en el prójimo no solo al otro, sino reconocer en él la imagen divina.
¿Tiene sentido que el Señor nos diga todavía: «Dadles vosotros de comer»? ¿Es necesario para el hombre de nuestro tiempo, que hizo grandes descubrimientos, que alcanzó la Luna y Marte, y está dispuesto a conquistar el universo? ¿Es necesario escuchar al Señor para unos hombres que investigan los grandes secretos de la naturaleza y logran descifrar los códigos del genoma humano? ¿Será necesario que nos diga: «Dadles vosotros de comer» a unos hombres que hemos inventado la comunicación interactiva e internet, y que hemos convertido la Tierra en una aldea global? Sinceramente, tiene más sentido que nunca pues, a pesar de todos estos descubrimientos, hay una enfermedad en el ser humano que llamaría corazón con raquitismo, es decir, corazón pequeño, pues no logra dar esas palpitaciones que lleguen a los hombres en todas las circunstancias en las que se encuentren, y puedan percibir que tienen hermanos.
Porque siguen existiendo hombres muriendo de hambre, sed, enfermedad, pobrezas de todo tipo; esclavitudes muy diversas y disimuladas con aires de dar libertad falsa y engañadora; explotaciones de todo género donde lo que vale es tener más y no la persona humana que es imagen de Dios; ofensas muy diversas a la dignidad humana; odios raciales, políticos, religiosos, intolerancias diversas, también religiosas, discriminaciones, coacciones físicas y morales, violencias que impiden una convivencia en paz. Alimentar como Jesús de su persona a los hombres, que hace tener al ser humano un corazón grande donde todos caben y son capaces de vivir juntos; ayudarse, animar y cambiar la historia, haciéndola más humana, con el humanismo de verdad... Eso es precisamente hacer vida esas palabras de Jesús: «Dadles vosotros de comer». ¿Estamos dispuestos a vivir de la Eucaristía para hacer verdad ese mandato? La Eucaristía tiene a Cristo mismo; es por eso por lo que, alimentados de Jesucristo, podemos dar de comer y hacer gustar la eternidad en el tiempo.
Es muy elocuente la expresión de los apóstoles, cuando Jesús les manda que den a la multitud lo que necesitan para saciar el hambre: «Dadles vosotros de comer». La respuesta fue: «No tenemos más que cinco panes y dos peces». Y era verdad. Ellos por sí mismos no tenían, pero lo poco en manos de Dios es abundancia. Y sigue siendo verdad: desde nosotros y por nosotros mismos, con nuestras fuerzas, con lo que somos y tenemos, no podemos saciar a nadie, siempre quedarán con hambre. Solo con Cristo que nos muestra el verdadero ser de Dios, con su amor, con la fuerza de su gracia que transforma nuestra vida, desde la fuerza de la comunión con Él, podemos entender que «no hay, pues, más que un humanismo verdadero que se abre al Absoluto en el reconocimiento de una vocación que da idea verdadera de la vida humana» (Caritas in veritate, 16b).
Me atrevo a deciros que seamos capaces de acoger una propuesta, de hacer el regalo que el Señor mismo nos ha dado y entregárselo y mostrárselo a los hombres:
1. Acojamos la propuesta que nos hace Dios mismo: «Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo». Vivamos por, desde y con la santidad de Dios que se nos da en Cristo. Camina por el mundo con la vida que te regaló Jesucristo. Te ha dado su Vida para que la hagas vida en ti y la manifiestes.
2. Demos el regalo que Dios mismo nos ha dado: somos templo de Dios, tenemos su Vida, la que Él nos ha dado por el Bautismo. Demos de esa vida. Regalemos esa sabiduría. Expresemos que somos templo de Dios. ¿Qué significa para ti ser templo de Dios?
3. Desarmemos el corazón de rencor y odio, ese ojo por ojo, y hagamos presente el amor de Dios sin medida, que rompe leyes, arranca violencias. Venzamos el odio con amor, que resuene el amor de Dios en nuestro mundo como radical novedad que arranca toda suciedad. Tengamos y mostremos ese amor que no hace diferencias, que respeta y mira con misericordia.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos Card. Osoro Sierra, arzobispo de Madrid

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS (9,41-50)





El cristiano, según la metáfora evangélica, está llamado a ser la sal de la tierra. Pero si no transmite el sabor que el Señor le ha dado, se transforma en «sal insípida», en «un cristiano de museo».

¿Cómo hacer para que la sal no se vuelva insípida? El sabor de la sal cristiana nace de la certeza de la fe, de la esperanza y de la caridad que brota de la conciencia de «que Jesús resucitó por nosotros» y nos ha salvado. 

Pero esta certeza no se nos dio simplemente para conservarla. La sal que hemos recibido es para darla; es para dar sabor, para ofrecerla. De otro modo «se vuelve insípida y no sirve». 

Pero la sal tiene también otra particularidad: cuando «se usa bien, no se percibe el sabor de la sal» misma ni altera el sabor de las cosas. «Esta es la originalidad cristiana: cuando nosotros anunciamos la fe, con esta sal», «cada uno la recibe en su peculiaridad, como los alimentos». 

Y es que la originalidad cristiana no es una uniformidad. Consiste en que cada uno sigue siendo lo que es, con los dones que el Señor le ha dado. 

Y «para que la sal no se eche a perder» hay dos métodos a seguir, «que deben ir juntos». «Primero, darla»; «se trata de la sal de la fe, de la esperanza y de la caridad: ¡darla, darla, darla!». 

El otro método implica la trascendencia, es decir la tensión «hacia el autor de la sal, el Creador»: «con la adoración al Señor, trasciendo de mí mismo al Señor; y con el anuncio evangélico salgo fuera de mí mismo para dar el mensaje». 

(De la homilía en Santa Marta el 23 maggio 2013. Fuente: L’Osservatore Romano)

VIVID EN PAZ UNOS CON OTROS



Lectura del santo evangelio según san Marcos (9,41-50):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«El que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. 

Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manosa la ugehennan al fuego que no se apaga.

Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”.

Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».

Palabra del Señor

“Esperanza: es leer el presente con los ojos de Cristo Resucitado”, el Papa en la catequesis

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Muchas veces estamos tentados en pensar que la creación sea nuestra propiedad, una posesión que podemos explotar a nuestro agrado y del cual no debemos dar cuenta a nadie. En el pasaje de la Carta a los Romanos (8,19-27) del cual hemos apenas escuchado una parte, el Apóstol Pablo nos recuerda en cambio que la creación es un don maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos, para que podamos entrar en relación con Él y podamos reconocer la huella de su designio de amor, a cuya realización estamos llamados todos a colaborar, día a día.
Pero cuando se deja llevar por el egoísmo, el ser humano termina por destruir incluso las cosas más bellas que le han sido confiadas. Y así ha sucedido también con la creación. Pensemos en el agua. El agua es una cosa bellísima y muy importante; el agua nos da la vida, nos ayuda en todo. Pero al explotar los minerales se contamina el agua, se ensucia la creación y se destruye la creación. Este es sólo un ejemplo. Existen otros. Con la experiencia trágica del pecado, rota la comunión con Dios, hemos infringido la originaria comunión con todo aquello que nos rodea y hemos terminado por corromper la creación, haciéndola así esclava, sometida a nuestra caducidad. Y lamentablemente la consecuencia de todo esto está dramáticamente ante nuestros ojos, cada día. Cuando rompe la comunión con Dios, el hombre pierde su propia belleza originaria y termina por desfigurar alrededor de sí cada cosa; y donde todo antes hablaba del Padre Creador y de su amor infinito, ahora lleva el signo triste y desolado del orgullo y de la voracidad humana. El orgullo humano explotando la creación, destruye.
Pero el Señor no nos deja solos y también ante este escenario desolador nos ofrece una perspectiva nueva de liberación, de salvación universal. Es aquello lo que Pablo pone en evidencia con alegría, invitándonos a poner atención a los gemidos de la entera creación. Los gemidos de la entera creación… Expresión fuerte. Si ponemos atención, de hecho, alrededor nuestro todo clama: clama la misma creación, clamamos nosotros los seres humanos y clama el Espíritu dentro de nosotros, en nuestro corazón.
Ahora, estos clamores no son un lamento estéril, desconsolado, sino – como precisa el Apóstol – son los gemidos de una parturiente; son los gemidos de quien sufre, pero sabe que está por venir a la luz una nueva vida. Y en nuestro caso es de verdad así. Nosotros estamos todavía luchando con las consecuencias de nuestro pecado y todo, alrededor nuestro, lleva todavía el signo de nuestras debilidades, de nuestras faltas, de nuestras cerrazones. Pero, al mismo tiempo, sabemos de haber sido salvados por el Señor y ya se nos es dado contemplar y pregustar en nosotros y en lo que nos rodea los signos de la Resurrección, de la Pascua, que opera una nueva creación.
Este es el contenido de nuestra esperanza. El cristiano no vive fuera del mundo, sabe reconocer en la propia vida y en lo que lo circunda los signos del mal, del egoísmo y del pecado. Es solidario con quien sufre, con quien llora, con quien es marginado, con quien se siente desesperado… Pero, al mismo tiempo, el cristiano ha aprendido a leer todo esto con los ojos de la Pascua, con los ojos del Cristo Resucitado. Y entonces sabe que estamos viviendo el tiempo de la espera, el tiempo de un deseo que va más allá del presente, el tiempo del cumplimiento. En la esperanza sabemos que el Señor quiere sanar definitivamente con su misericordia los corazones heridos y humillados y todo los que el hombre ha deformado en su impiedad, y que de este modo Él regenerará un mundo nuevo y una humanidad nueva, finalmente reconciliada en su amor.
Cuantas veces nosotros cristianos estamos tentados por la desilusión, por el pesimismo… A veces nos dejamos llevar por el lamento inútil, o quizás nos quedamos sin palabras y no sabemos ni siquiera que cosa pedir, que cosa esperar… Pero todavía una vez más viene en nuestra ayuda el Espíritu Santo, respiro de nuestra esperanza, el cual mantiene vivo el clamor y la espera de nuestro corazón. El Espíritu ve por nosotros más allá de las apariencias negativas del presente y nos revela ya ahora los cielos nuevos y la tierra nueva que el Señor está preparando para la humanidad. Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)