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martes, 29 de octubre de 2013
Francisco en Santa Marta: 'La esperanza es la expectativa de la revelación de Dios'
La
esperanza no es optimismo, sino "una ansiosa espera" ante la
revelación del Hijo de Dios. Son las palabras del papa Francisco en la misa de
la mañana del martes en la Casa Santa Marta. El papa dijo que los cristianos
deben cuidarse del clericalismo y de las actitudes cómodas, ya que la esperanza
cristiana es dinámica y vivificante.
¿Cuál es
la esperanza de un cristiano? El santo padre ha tomado las palabras de san
Pablo, en la Primera lectura, para subrayar la dimensión única de la esperanza
cristiana. No se trata de optimismo, advirtió, sino de "una ansiosa
espera" ante la revelación del Hijo de Dios. La creación, dijo, "fue
sujetada a la caducidad" y el cristiano vive por lo tanto la tensión entre
la esperanza y la esclavitud. "La esperanza --dijo haciéndose eco de san
Pablo--, no decepciona, es segura". Sin embargo, reconoció, “no es fácil
entender la esperanza". A veces, dijo, "pensamos que ser personas de
esperanza es como ser personas optimistas". Pero no lo es.
"La
esperanza no es el optimismo, no es aquella capacidad de ver las cosas con buen
ánimo y seguir adelante. No, eso es optimismo, no es esperanza. Ni la esperanza
es una actitud positiva frente a las cosas. Esas personas brillantes,
positivas... esto es bueno, ¡eh!, pero no es la esperanza. No es fácil entender
lo que es la esperanza. Se dice que es la más humilde de las tres virtudes,
porque está oculta en la vida.
La fe se
ve, se siente, se sabe lo que es. La caridad se hace, se sabe lo que es. Pero,
¿qué es la esperanza? ¿Qué es esa actitud de la esperanza? Para acercarnos un
poco a ella, podemos decir primero que la esperanza es un riesgo, es una virtud
riesgosa; es una virtud, como dice san Pablo 'de una ansiosa espera ante la
revelación del Hijo de Dios’. No es una ilusión".
Tener
esperanza, añadió, es lo siguiente: "estar en expectativa hacia esta
revelación, hacia esta alegría que llenará nuestra boca de sonrisas". San
Pablo, dijo Francisco, hace hincapié en que la esperanza no es optimismo, es
aún más. Es “otra cosa diferente". Los primeros cristianos, recordó el
papa, la "pintaban como un ancla: la esperanza era un ancla, un anclaje
fijo en la ribera" del más allá. Y nuestra vida es justamente caminar
hacia esta ancla:
"Se
me ocurre la pregunta, ¿dónde estamos anclados nosotros, cada uno de nosotros?
Estamos anclados justamente allá, en la orilla de aquel océano tan inmenso o
estamos anclados en una laguna artificial que hemos construido nosotros, con
nuestras normas, nuestros comportamientos, nuestros horarios, nuestros
clericalismos, nuestras actitudes eclesiásticas o no eclesiales, ¿eh? ¿Estamos
anclados allí? Todo cómodo, todo seguro, ¿acaso?, esa no es la esperanza. Donde
está anclado mi corazón, allá en esta laguna artificial, con un comportamiento
irreprensible de verdad..."
San
Pablo, indica a continuación otro modelo de la esperanza, el del parto.
"Estamos a la espera, esto es un parto. Y la esperanza entra en esta
dinámica", de "dar vida". Sin embargo, agregó, "la primicia
del Espíritu no se puede ver". Sin embargo, sé que "el Espíritu
obra". Obra en nosotros "como un grano de mostaza diminuto, pero que
por dentro está lleno de vida, de fuerza, que va hacia adelante" hasta
convertirse en árbol. El Espíritu obra como la levadura. Así, continuó, la
"obra el Espíritu: no se ve, pero existe. Es una gracia para pedir".
"Una
cosa es vivir en la esperanza, porque en la esperanza hemos sido salvados, y
otra cosa es vivir como buenos cristianos no más. Vivir a la espera de la
revelación o vivir bien con los mandamientos; estar anclados en la orilla del
más allá o instalados en la laguna artificial. Pienso en María, una niña joven,
cuando después de haber oído que sería mamá ha cambiado su actitud y va, ayuda
y canta ese cántico de alabanza. Cuando una mujer queda embarazada es mujer, pero
no es (solamente) mujer: es madre. Y la esperanza tiene algo de esto. Nos
cambia la actitud: somos nosotros, pero no somos nosotros; somos nosotros,
buscando más allá, anclados más allá".
Fue
entonces que el papa concluyó su homilía dirigiéndose a un grupo de presbíteros
mexicanos presentes en la misa, con motivo de su vigésimo quinto aniversario de
ordenación. “Pidan a la Virgen, Madre de la esperanza”, dijo, para que sus años
"sean años de esperanza, para vivir como presbíteros de la esperanza,
dando esperanza".
Traducido
y adaptado por José A. Varela del texto en italiano de Radio Vaticana.
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