Es tan sencillo, afable y cercano que se hace querer.
Carlos Osoro, el arzobispo de Madrid, es cariñoso por
naturaleza y cercano por carácter. Y amigo de sus amigos. Un buenazo
inteligente que no se deja presionar ni influir, aunque algunos quieran condicionar
su pontificado madrileño y colocarlo en la diana un día sí y otro también.
Con técnicas yunqueras, los de siempre vienen
disparando contra él (y contra el Papa que lo llama el
'peregrino' y que lo nombró para Madrid). Un día sí y otro
también lo colocan en el blanco. Con falsedades claras o con medias verdades.
Es la técnica del agitprop (agitación y
propaganda). Afortunadamente, en medios católicos ya todo el mundo los tiene
'calados'. Ya todo el mundo sabe de qué van y, además, cada vez cuentan con
menos obispos amigos y protectores. Aunque los pocos que les quedan también son
de los vociferantes.
Desde que llegó a Madrid, Don Carlos sabe que se la
tienen jurada. Simplemente, por no apoyar sólo y exclusivamente a los de su
cuerda. Por querer hacer una diócesis inclusiva, en la que quepan las distintas
sensibilidades. Por querer ser de todos y para todos,
le llaman buenista y le conminan a optar: 'O estás conmigo o contra mí'.
No saben que Don Carlos, al que conozco desde su
primera diócesis (su primer amor) ourensano, es amigo de sus amigos. Y los
defiende a capa y espada, aunque eso le ocasione problemas y algún que otro
dolor de cabeza. Y tampoco saben que, por su carácter, por su forma de ser, por
su espiritualidad, Don Carlos no tiene ni puede tener
enemigos.
Y el otro día, en San Antón, dejó
sobrada constancia de las dos cosas. A pesar de los ataques que le lanzan por
sistema, él aseguró que no tiene enemigos y que, por eso, duerme bien por las
noches. Con la conciencia tranquila.
Y, por otro lado, hizo una defensa cerrada del Padre Ángel. Por sus más de 50 años dedicados, con
intensidad, a los descartados. Porque "por los frutos los
conoceréis". Porque, como dice el Papa, "no hay santo sin pasado ni
pecados sin futuro". Santo y pecador, el padre Ángel es un icono de la
solidaridad, en esta época en la que la Iglesia quiere presentarse ante el
mundo como una madre samaritana y con entrañas de misericordia.
Osoro no sólo alabó su gran obra de Mensajeros de la
Paz, sino también su iglesia de San Antón, que se ha convertido en un
imán, en un hospital de campaña, en casa de todo y para todos. Una
iglesia que no es ni mejor ni peor que las demás, pero sí diferente, porque
distinto es el carisma del cura que la dirige.
Un templo que demuestra que, cuando la Iglesia deja de ser aduana y abre
de par en par sus puertas, la gente acude, porque necesita (quizás más que
nunca) consuelo, misericordia y esperanza.
Gracias Don Carlos por esa 'bendición' al Padre Ángel
y a su obra. Poca gente tiene la Iglesia en España y en el mundo que goce de
tanto predicamento social, de tanta credibilidad, de tanta
influencia como él. Es hora de cuidarlo, por encima de rencillas de campanario
y de celotipias de mira estrecha.
Gracias, Don Carlos, porque se la juega. Porque, mientras otros obispos están renuentes,
usted se alinea abierta y claramente con el Papa. No se esconde, esperando que
su papado sea una mera tormenta de verano. 'El peregrino' (como le bautizó
Francisco) da la cara y un paso al frente, para poner su diócesis a la hora de
la primavera de Francisco. Y eso, en momentos en que muchos obispos cubren su
cobardía so capa de prudencia y, por miedo, se resisten a cambiar sus inercias
vitales y pastorales, es muy de agradecer. Y ya sabe que, en esa tarea, nos
tendrá siempre a su lado.
Fuente: Religión digital