viernes, 2 de junio de 2017

2 de junio: santos Blandina, Potino y los cuarenta y ocho mártires de Lyon



Blandina y Potino son dos mártires de un grupo galo que dio testimonio de la fe hasta la muerte, en tiempo de Marco Aurelio.
La carta circular que escribieron las Iglesias locales de Vienne y Lyon a las Iglesias de Asia cita a otros muchos confesores de la fe como Atalio, Epagato, Santo, Biblio, Alejandro, Alcibíades y Maturo. Pero muy en especial se enfatiza el recuerdo de los espectaculares mártires Blandina y Potino.
Potino era el santo obispo de Lyon que entonces contaba con noventa años. Por sus limitaciones físicas tuvo que ser llevado al tribunal en parihuelas. El juez le preguntó lleno de altanería y con tono de desprecio que quién era el Dios de los cristianos; Potino le respondió de la siguiente manera: «Lo conocerás cuando seas digno de Él». Aquella contestación provocó risas en los presentes y una reacción violenta en el presidente del tribunal. Se invitó al público asistente a que lo apaleara y apedreara con lo que tuvieran a mano. Llevado a prisión duró muy poco la vida del obispo anciano.
En cuanto a Blandina –patrona de Lyon y copatrona del servicio doméstico con santa Zita–, tenemos pocos datos. Pero sí sabemos que era una joven esclava que insistentemente agobiaba a los verdugos que la atormentaban de sol a sol, repitiéndoles una y otra vez: «¡Soy cristiana y nada malo se hace entre nosotros!» La colgaron de un madero para que se la comieran las fieras, pero milagrosamente la respetaron. Seguidamente la devolvieron a la prisión con la idea de reservarla para los juegos del día siguiente. Llegado el momento, comenzaron por azotarla en el anfiteatro; luego desgarraron sus carnes y le quemaron algunas partes de su cuerpo; por fin, la envolvieron en una red y la pusieron delante de un toro salvaje que la corneó hasta matarla.
Eusebio recoge en su Historia esta epístola circular escrita desde la Galia a las Iglesias de Asia; en uno de sus párrafos puede leerse: «Es imposible describiros el odio de los paganos hacia nosotros y los tormentos que nos infligen. Se nos persigue en el foro, en los baños públicos y en nuestras propias casas. Después vienen los golpes, las pedradas, la rapiña y la cárcel. A continuación llegan los interrogatorios en el foro y, por último, los suplicios a los que asiste el populacho en los dos anfiteatros de nuestra ciudad. Nuestros hermanos han soportado con buen ánimo los sufrimientos más insoportables. Algunos, por desgracia, han apostatado; alrededor de una docena. Nos han presentado como monstruos que practican el incesto y comen sangre de niños».
Siempre fue así; la sinrazón se ve obligada a buscar razonamientos que de alguna manera sirvan para justificar sus actos. ¡Cómo puede pensarse que una ideología, un partido político, un gobernante, un poderoso, un juez, un… se presente ante los suyos como malvado! El amor propio y la soberbia humana no dan para tanto. Es más, con frecuencia, el arma de algunos que triunfan aquí abajo eliminando al que consideran un rival está disimulada con abundante ropaje de humanidad que la hacen aparecer como blanda, e incluso atractiva; sí, conveniente y hasta necesaria.
Archimadrid.org

Corea del Norte teme a los cristianos. Por eso los persigue


La familia de Myoung Hee era cristiana, pero se lo había ocultado a su hija para protegerse del régimen de Corea del Norte. Como otros refugiados que huyen del país más cerrado del mundo, Hee descubrió el cristianismo cuando logró huir a China
A Hea Woo le costó creer que su marido había muerto como cristiano. No lo era cuando, en los años 90, huyó a China. Allí se había bautizado, pero fue arrestado por las autoridades y devuelto a Corea. Murió seis meses después en prisión. Fueron sus excompañeros los que buscaron a Hea Woo para contarle cómo su marido había dado testimonio de su fe en medio del sufrimiento. Pronto, ella siguió sus pasos: huyó a China, y allí descubrió el cristianismo y se bautizó. En marzo, visitó España para participar en el Encuentro Nacional de Puertas Abiertas, una entidad evangélica que ayuda a los cristianos perseguidos, por ejemplo, haciéndoles llegar Biblias.
Myoung Hee sí procedía de una familia cristiana. Aún recuerda el día que su padre llegó a casa, pálido. Ese día descubrió que la familia era cristiana, y que su tío había sido ejecutado por ello. Por miedo, muchos creyentes norcoreanos ocultan la fe incluso a sus hijos. Hee no quiso saber nada de la religión de sus padres. Pero, con el tiempo, empezó a darse cuenta de que la vida fuera de Corea era muy diferente y, como a su alrededor cada vez desaparecía más gente, decidió abandonar su país y cruzar a nado el río Yalu hacia China.
ada mes, cerca de un centenar de personas cruza esta frontera. Huyen de un país donde, según Naciones Unidas, «se han cometido y se están cometiendo violaciones sistemáticas, generalizadas y graves de los derechos humanos». «Creo que el nivel de opresión, control, lavado de cerebro y aislamiento de Corea del Norte no se ha alcanzado en ningún otro lugar del mundo», afirma a Alfa y Omega Johannes Klausa, director nacional de Ayuda a la Iglesia Necesitada de Corea del Sur.
Líder en persecución
Toda la sociedad está organizada en torno al sistema songbun, que clasifica a los ciudadanos en función de su lealtad al régimen, y así determina su acceso a la vivienda, la educación o la alimentación. Cualquier sospecha de hostilidad es castigada con la muerte, a veces en ejecuciones públicas; o con el internamiento en campos de concentración, donde hay al menos 100.000 presos.
Corea del Norte está abonada a los primeros puestos de países que persiguen al cristianismo. Según la ONU, en el país puede haber entre 200.000 y 400.000 cristianos clandestinos, sobre todo protestantes. Rezar o tener una Biblia son causa de arresto.
Pyongyang –afirmaba la ONU en un informe de 2014– ve en los cristianos «una amenaza particularmente grave» porque la Iglesia es un lugar de interacción ajeno al Estado y su fe cuestiona el culto a la dinastía gobernante, que comenzó Kim Il-sung en 1948, siguió su hijo Kim Jong-il (1994-2011) y ha llegado hasta su nieto, Kim Jong-un, actual líder supremo. En todo el país hay 30.000 estatuas y retratos gigantes de ellos, y es obligatorio rendirles culto en cada hogar.
Sin embargo, añade Klausa, «en la era de los teléfonos inteligentes e internet, el flujo de información es más difícil de controlar, especialmente en las zonas fronterizas, y empieza a filtrarse algo de información. Así, el número de refugiados aumenta».
«Como si no fuéramos humanos»
Una vez en China, la vida de los huidos no es fácil. En este país viven entre 200.000 y 300.000 norcoreanos. Este país no los reconoce como solicitantes de asilo, y los trata como inmigrantes ilegales. En cualquier momento corren el riesgo de ser arrestados por policías chinos o por agentes norcoreanos que campan a sus anchas en la región noreste, limítrofe con Corea. Son devueltos a su país, y allí ejecutados sumariamente –una de las causas es el hecho de confesar el haber estado en contacto con cristianos– o recluidos en penosas condiciones.
Es el destino que corrió el marido de Hea Woo, y unos años después ella misma. Estando en China fue detenida y devuelta a Corea. Pasó diez meses en la cárcel, donde sufrió torturas. «Empecé a dudar de Dios. Entonces oí una fuerte voz: “¡Mi querida hija, estás caminando sobre el agua!”. Fue Él quien me mantuvo con vida» cuando las malas condiciones de vida en la cárcel la hicieron caer tan enferma que su vida corrió peligro.
De prisión fue enviada varios años a un campo de trabajo. Allí «cada día era una tortura»: trabajos forzosos, reeducación ideológica, y unas pocas cucharadas de arroz al día como todo alimento.
La deportación no es la única amenaza para los refugiados. Como muchos otros compatriotas, Myoung Hee cayó en manos de una mafia. «Fui vendida como esposa a un agricultor chino. No era tan malo como la mayoría. Tuve un hijo con él». Fue afortunada. Su destino bien podría haber sido el tráfico de órganos o una red de prostitución. Un día, descubrió que su suegra era cristiana evangélica. Empezó a ir con ella a sus reuniones clandestinas, se convirtió y decidió volver a Corea para compartir la noticia de su conversión con su familia, de cuya fe hasta entonces había renegado.
Pero fue detenida al cruzar la frontera. Su destino fue un campo de reeducación. «Nos trataban como si no fuéramos humanos –relató a Puertas Abiertas en un testimonio hasta ahora inédito–. Renuncié a la vida. Pero algo se agitaba en mi corazón. Era Dios. Estaba conmigo y no quería que tirase la toalla». Pudo escapar cuando fue trasladada a una prisión con menos seguridad. Después de visitar a su familia, volvió a huir a China para reencontrarse con su marido. Esta vez, toda su familia pudo trasladarse a Corea del Sur.
También Hea Woo vive en la actualidad en este país, que da asilo a unos 25.000 refugiados.
María Martínez López

ALFA Y OMEGA

Apacienta mis corderos, pastorea mis ovejas



Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 15-19
Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos, después de comer con ellos, le dice a Simón Pedro:
- «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?».
Él le contestó:
- «Sí, Señor, tú, sabes que te quiero».
Jesús le dice:
- «Apacienta mis corderos».
Por segunda vez le pregunta:
- «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?».
Él le contesta:
- «Sí, Señor, tú sabes que te quiero».
Él le dice:
- «Pastorea mis ovejas».
Por tercera vez le pregunta:
- «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?».
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez: «¿Me quieres?» y le contestó:
- «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero».
Jesús le dice:
- «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras».
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió:
- «Sígueme».
Palabra del Señor.

El Papa: “el sacerdote es un discípulo misionero en formación permanente”

“Orar sin cansancio, caminar siempre y compartir con el corazón significa vivir la vida sacerdotal mirando en alto y pensando en grande. No es una tarea fácil, pero se puede tener plena confianza en el Señor, porque Él, nos precede siempre en el camino”, lo dijo el Papa Francisco a los participantes en la Asamblea Plenaria de la Congregación para el Clero, a quienes recibió en audiencia en la Sala del Consistorio del Vaticano.
En su discurso, el Santo Padre agradeció a todos los miembros de este dicasterio vaticano, por su generoso servicio en favor de los sacerdotes y de su formación, a pocos meses de la promulgación de la nueva Ratio Fundamentalis. “Este documento – afirmó el Papa – habla de una formación integral, capaz de incluir todos los aspectos de la vida; y de este modo indica la vía para formar al discípulo misionero. Un camino fascinante y al mismo tiempo exigente”.
Reflexionando sobre estos dos aspectos, lo fascinante de la llamada y las exigencias que esa comporta, he pensado – dijo el Pontífice – en particular en los jóvenes sacerdotes, que viven la alegría del inicio de su ministerio y el peso que sienten al empezar su misión. “El corazón de un joven sacerdote vive entre el entusiasmo de los primeros proyectos y el ansia de las fatigas apostólicas, en las cuales se inmerge con cierto temor, que es signo de sabiduría. Él siente profundamente el júbilo y la fuerza de la unción recibida, pero sus espaldas inician a ser gradualmente cargadas por el peso de la responsabilidad, por los numerosos compromisos pastorales y las esperanzas del Pueblo de Dios”.
Es necesario admitir, precisó el Obispo de Roma, que los jóvenes muchas veces son juzgados de modo superficial, etiquetándolos como una generación “liquida”, privada de pasiones e ideales. Pero esto, dijo el Papa, no debe impedirnos de reconocer que los jóvenes son capaces de apostar firmemente por la vida y de ponerse en juego con generosidad, mirando al futuro con valentía y esperanza. “Esto es lo que quisiera decir a los sacerdotes jóvenes: ustedes son elegidos, son queridos por el Señor, Dios los mira con ternura de Padre y, después de haber enamorado a sus corazones, no dejará vacilar sus pasos. Ante sus ojos son importantes y Él tiene confianza que estarán a la altura de la misión a la cual los ha llamado”.
Por ello, pensando en la nueva Ratio, que habla del sacerdote como de un discípulo misionero en formación permanente, deseo subrayar señaló el Pontífice, algunas actitudes importantes: orar sin cansancio, caminar siempre y compartir con el corazón.
Orar sin cansancio
Orar sin cansancio. Para que podamos ser “pescadores de hombres” sólo si nosotros en primer lugar, dijo el Papa, reconocemos ser “pescados” por la ternura del Señor. “Nuestra vocación ha iniciado cuando, abandonamos la tierra de nuestro individualismo y de nuestros proyectos personales, y nos encaminamos hacia el ‘santo viaje’, entregándonos a ese Amor que nos ha buscado en la noche y a esa Voz que ha hecho vibrar nuestro corazón”. Recuerden, advirtió el Sucesor de Pedro, cada día necesitamos detenernos, ponernos a la escucha de la Palabra de Dios y permanecer ante el Tabernáculo. La oración, la relación con Dios, el cuidado de la vida espiritual dan alma al ministerio sacerdotal.
Caminar siempre
Caminar siempre, porque un sacerdote jamás termina, dijo el Papa. Es siempre un discípulo, peregrino por las vías del Evangelio y de la vida, entre el misterio de Dios y las personas a él confiadas. “Jamás podrá sentirse satisfecho, ni podrá apagar la saludable inquietud que le hace extender las manos al Señor para dejarse formar y llenar. Actualizarse siempre y permanecer abiertos a las sorpresas de Dios. De hecho, en cada ámbito de la vida presbiteral es importante progresar en la fe, en el amor y en la caridad pastoral, sin enraizarse en las propias adquisiciones o fijarse en los propios esquemas”.
Compartir con el Corazón
Finalmente, concluye el Papa Francisco, compartir con el corazón, porque la vida presbiteral no es una oficina burocrática, ni un conjunto de prácticas religiosas o litúrgicas por desarrollar. “Ser sacerdotes es jugarse la vida por el Señor y por los hermanos, llevando en la propia carne las alegrías y las angustias del Pueblo, donando tiempo y escucha para sanar las heridas de los demás, y ofreciendo a todos la ternura del Padre”.
(Renato Martinez – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)

Papa: Resistir con la oración a las persecuciones del mundo


Predicación, persecuciones y oración. En su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa el Santo Padre se detuvo a considerar estos tres puntos para describir la vida del Apóstol Pablo. El Pontífice puso de manifiesto lo que también hoy nos ofrece el Apóstol de los Gentiles, a saber: anunciar el Evangelio en medio de las persecuciones del mundo y las consolaciones del Señor.
La vida de Pablo – dijo el Papa – es difícil, y está siempre en movimiento”.  Y se detuvo a considerar un pasaje del libro de los Hechos de los Apóstoles propuesto por la liturgia del día del que se desprenden “tres dimensiones” de esta “vida de Pablo en movimiento, siempre en camino”.
San Pablo: una vida siempre en movimiento para anunciar a Cristo
La primera dimensión – afirmó Francisco – “es la predicación, el anuncio”. Y comentó que Pablo iba de un lugar a otro para anunciar a Cristo, y cuando no predicaba en un sitio, trabajaba”:
“Pero a lo que más se dedica es la predicación: cuando está llamado a predicar y a anunciar a Jesucristo, la suya ¡es una pasión! No está sentado ante el escritorio. No. Él siempre, siempre está en movimiento. Siempre está llevando adelante el anuncio de Jesucristo. Tenía adentro un fuego, un celo… un celo apostólico que lo llevaba adelante. Y no se echaba atrás. Siempre adelante. Y ésta es una de las dimensiones, que trae dificultades, verdaderamente”.
Con el auxilio del Espíritu Santo es posible afrontar las persecuciones
La segunda dimensión de esta vida de Pablo – prosiguió explicando el Obispo de Roma – son, precisamente, “las dificultades. Más claramente las persecuciones”. En la Primera Lectura – dijo – leemos que todos se unieron para acusarlo. Pablo va a juicio, porque lo consideran “un perturbador”:
“Y el Espíritu inspiró a Pablo un poco de astucia. Sabía que no eran ‘uno’, que ente ellos había tantas luchas internas y sabía que los saduceos no creían en la Resurrección, que los fariseos creían… y él, un poco para salir de aquel momento, dijo con fuerza: ‘Hermanos, yo soy fariseo, hijo de fariseos. Estoy llamado a juicio a causa de la esperanza en la resurrección de los muertos’. Apenas dijo esto, se desató una disputa entre los fariseos, los saduceos y la asamblea, porque los saduceos no creían… Y estos, que parecían ser ‘uno’, se dividieron, todos”.
El Santo Padre comentó además que estos “eran los custodios de la Ley, los custodios de la doctrina del Pueblo de Dios, los custodios de la fe”, “pero uno creía una cosa y otro otra”. Esta gente – reafirmó el Papa Bergoglio – “había perdido la Ley, había perdido la doctrina, había perdido la fe, porque la había transformado en ideología”, y “lo mismo con la doctrina”.
La fuerza de San Pablo es la oración,  el encuentro con el Señor
De manera que San Pablo – recordó el Papa Francisco antes de concluir – “tuvo que luchar tanto” por esto. La primera dimensión de su vida –  añadió – “es el anuncio, el celo apostólico: llevar adelante a Jesucristo”, “la segunda es: sufrir las persecuciones, las luchas”. Y, en fin, la tercera dimensión: la oración. “Pablo – destacó el Pontífice – tenía esta intimidad con el Señor”:
“Se le presentaba a su lado tantas veces. Una vez él dijo que fue llevado casi al séptimo cielo, en la oración, y no sabía cómo decir las cosas hermosas que había sentido allí. Pero este luchador, este anunciador del horizonte sinfín, cada vez más, tenía aquella dimensión mística del encuentro con JesúsLa fuerza de Pablo era este encuentro con el Señor, que tenía en la oración, como fue el primer encuentro en el camino hacia Damasco, cuando iba a perseguir a los cristianosPablo es el hombre que ha encontrado al Señor  y no se olvida de eso, y se deja encontrar por el Señor y busca al Señor para encontrarlo. Hombre de oración”.
“Estas las tres actitudes de Pablo – terminó diciendo el Papa – nos enseñan este paso del celo apostólico para anunciar a Jesucristo; la resistencia – resistir a las persecuciones – y la oración, es decir, encontrarse con el Señor y dejarse encontrar por Él”.
“Que el Señor nos dé la gracia a todos nosotros, los bautizados – concluyó Francisco –  la gracia de aprender estas tres actitudes en nuestra vida cristiana: anunciar a Jesucristo, resistir a las persecuciones y a las seducción que te llevan a separarte de Jesucristo y la gracia del encuentro con Jesucristo en la oración”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)