El Papa Benedicto XVI, en sus palabras previas al rezo del Ángelus en la
Plaza de San Pedro, aseguró que el amor a Dios y al prójimo son inseparables, y
“la misma Persona de Jesús y todo su misterio encarnan la unidad del amor de
Dios y del prójimo, como dos brazos de la Cruz, vertical y horizontal”.
El Santo Padre dijo que “Jesús no ha inventado ni uno ni otro, sino que ha
revelado que son en fondo, un único mandamiento, y lo ha hecho no solamente con
la palabra, sino sobre todo con su testimonio”.
El Papa señaló que los santos, que fueron celebrados recientemente “en una
única fiesta solemne, son propiamente aquellos, que, confiando en la gracia de
Dios, buscan vivir según esta ley fundamental” del amor a Dios y al prójimo.
“En efecto, el mandamiento del amor lo puede poner plenamente en práctica quien
vive una relación profunda con Dios, así como el niño aprende a amar a partir
de una buena relación con la madre y el padre”.
Benedicto XVI destacó que “antes de ser un
mandato, el amor es un don, una realidad que Dios nos hace conocer,
experimentar, de manera que como una semilla, que pueda germinar incluso dentro
de nosotros y desarrollarse en nuestra vida”.
“Si el amor de Dios ha metido raíces profundas en una persona, ésta está en
grado de amar incluso a quien no lo merece, como justamente hace Dios hacia
nosotros”.
El Papa indicó que “el padre y la madre no aman a sus hijos sólo cuando lo
merecen: los aman siempre, aunque sí, naturalmente, les hacen entender cuando
se equivocan”.
“De Dios aprendemos a querer siempre y nada más que el bien y nunca el mal.
Aprendemos a mirar al otro no sólo con nuestros ojos, sino con la mirada de
Dios, que es la mirada de Jesucristo”.
Esa mirada, dijo el Papa, “parte del corazón y no se detiene en la superficie,
va más allá de las apariencias y logra acoger las expectativas profundas del
otro, ser escuchado, tener una atención gratuita, en una palabra: ser amado”.
“Pero se verifica también el recorrido inverso: que abriéndome al otro así como
es, yendo a buscarlo, haciéndome disponible, me abro también al conocer a Dios,
a sentir que Él existe y es bueno”.
Benedicto XVI