jueves, 23 de marzo de 2017

Papa: Endureciendo el corazón nos volvemos “católicos ateos”

Escuchar la Palabra de Dios para evitar el riesgo de que el corazón se endurezca. Lo pidió el Santo Padre en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. Francisco subrayó que cuando nos alejamos de Dios nos volvemos sordos a su Palabra y llegamos a ser católicos infieles e incluso “católicos ateos”.
El Papa Bergoglio se inspiró en la Primera Lectura – un pasaje tomado del Libro del Profeta Jeremías – para desarrollar una meditación acerca de la escucha de la Palabra de Dios. “Cuando nosotros no nos detenemos a escuchar la voz del Señor  – subrayó el Pontífice – terminamos por alejarnos, nos alejamos de Él, le damos la espala. Y si no se escucha la voz del Señor, se escuchan otras voces”.
Si no escuchamos la Palabra de Dios, al final escuchamos a los ídolos del mundo
Al  final – constató con aflicción el Santo Padre – a fuerza de cerrar los oídos, “nos volvemos sordos: sordos a la Palabra de Dios”.
“Y todos nosotros, si hoy nos detenemos un poco y miramos nuestro corazón, veremos cuántas veces  – ¡cuántas veces! – hemos cerrado los oídos y cuántas veces nos hemos vuelto sordos. Y cuando un pueblo, una comunidad, digamos también una comunidad cristiana, una parroquia, una diócesis, cierra los oídos y se vuelve sorda a la Palabra del Señor, busca otras voces, otros señores, y termina con los ídolos, los ídolos que el mundo, la mundanidad, la sociedad, le ofrecen. Se aleja de Dios vivo”.
Si el corazón se endurece, nos convertimos en “católicos paganos” e incluso en “católicos ateos”
Cuando nos alejamos del Señor – prosiguió diciendo el Obispo de Roma – nuestro corazón se endurece. Cuando “no se escucha – reafirmó – el corazón se vuelve más duro, más cerrado en sí mismo, pero duro e incapaz de recibir algo; no sólo cerrazón, sino dureza de corazón”. Vive entonces “en aquel mundo, en aquel clima que no le hace bien. Lo aleja cada día más de Dios”:
“Y estas dos cosas – no escuchar la Palabra de Dios y el corazón endurecido, cerrado en sí mismo – hacen que se pierda la fidelidad. Se pierde el sentido de la fidelidad. Dice la Primera Lectura, el Señor, allí: ‘La fidelidad ha desaparecido’, y nos convertimos en católicos infieles, católicos paganos o, peor aún, en católicos ateos, porque no tenemos una referencia de amor a Dios vivo. No escuchar y dar la espalda – lo que hace que se nos endurezca el corazón – nos lleva por el camino de la infidelidad”.
“Esta infidelidad, ¿cómo se colma?”, se preguntó el Papa. “Se colma con la confusión – dijo – no se sabe dónde está Dios, dónde no está, se confunde a Dios con el diablo”. Aludiendo al Evangelio del día, Francisco puso de manifiesto que “a Jesús, que hace milagros, que hace tantas cosas para la salvación y la gente está contenta, feliz, y le dice: ‘Y esto lo hace porque es un hijo del diablo. Tiene el poder de Belcebú’”.
Preguntémonos si verdaderamente escuchamos la Palabra de Dios o si endurecemos el corazón
“Ésta – dijo el Sucesor de Pedro – es la blasfemia. La blasfemia es la palabra final de este itinerario que comienza con el no escuchar, lo que endurece el corazón”, lo que “lleva a la confusión, te hace olvidar la fidelidad y, al final, dices blasfemias”. Pobre aquel pueblo – añadió el Papa – que se olvida del estupor del primer encuentro con Jesús:
“Cada uno de nosotros hoy puede preguntarse: ‘¿Me detengo a escuchar la Palabra de Dios? ¿Tomo la Biblia en la mano,  que me está hablando a mí? ¿Mi corazón se ha endurecido? ¿Me he alejado del Señor? ¿He perdido la fidelidad al Señor y vivo con los ídolos que me ofrece la mundanidad de cada día? ¿He perdido la alegría del estupor del primer encuentro con Jesús?’. Hoy es una jornada para escuchar. ‘Escuchar, hoy, la voz del Señor, hemos orado. ‘No endurezcan su corazón’. Pidamos esta gracia: la gracia de escuchar para que nuestro corazón no se endurezca”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

La parroquia «sin vergüenza» que armó lío



Del 5 al 19 de marzo, la localidad toledana de Yepes celebró la Misión Diocesana para dar a conocer el amor de Dios
«No me busques en Facebook. Ven y verás». Así le decía una madre a su hijo cuando este le preguntaba por la Misión Diocesana de Yepes. En esta localidad toledana ha pasado algo, un no sé qué que sintieron los yeperos pero que les llenó de felicidad. Así lo recordaba el pasado 10 de marzo el párroco de Yepes, Emilio Palomo, en la celebración de la Misa con la participación de todas las asambleas, familiares, cofrades, adolescentes y jóvenes que se han reunido en la primera semana de la misión.
Del 5 al 19 de marzo en este municipio toledano de unos 5.000 habitantes se ha armado lío, un lío como es la misión que está permitiendo experimentar el amor de Dios, dándolo a los demás; un lío que se nota en los rostros de los yeperos, de emoción, de felicidad, de esperanza; rostros de haber sentido y vivido el amor de Dios. Emoción y entusiasmo se refleja en cada yepero que está viviendo la Misión.
Este lío ha hecho que 80 casas –divididas en 16 sectores– hayan abierto sus puertas a sus vecinos para acoger las asambleas familiares, y en las que los yeperos se han reconocido no solo como vecinos o amigos sino como hijos de Dios, miembros de la Iglesia. En estas asambleas se reunían los vecinos en torno a la Cruz, realizando y meditando catequesis que meses previos se han preparado en la parroquia. Asambleas que, según cuentan los vecinos, por la experiencia de las tres misiones anteriores (1953, 1975 y 1992) permitirán «sentirnos más cerca de Dios y de los hermanos, afianzando el sentimiento de pertenencia a Cristo». Asimismo, en la primera semana han tenido lugar asambleas para jóvenes, adolescentes y cofrades.
El párroco indicaba a todos los participantes en las asambleas a que «se nos suelte la lengua para anunciar a Cristo», porque «en Yepes no nos tiene que dar vergüenza decir que somos cristianos, que somos miembros de la Iglesia. Cuéntalo. Pídeselo a Dios».
En la Misión Diocesana de Yepes, que ha contado también la participación de todas las delegaciones de la Archidiócesis de Toledo, y sus dos obispos, monseñor Braulio Rodríguez, y monseñor Ángel Fernández, se han programado un amplio abanico de actividades evangelizadoras para todas las edades y todos los días que dura este lío. Asimismo, en la parroquia de San Benito Abad, una gran cruz de madera permite abrazar la Cruz; «no tocarla», como diría su párroco, Emilio Palomo, «sino abrazar la Cruz, con el Señor», sintiendo que somos pecadores, pero que tenemos un Padre que nos ama y nos perdona.
Mónica Moreno
Yepes (Toledo)
Alfa y Omega

Una tragedia más que debía haberse evitado


Al recordar a las más de 40 niñas fallecidas en el incendio de un centro de menores en Guatemala, el Papa incluyó una demoledora frase que cobra todo su sentido a la luz de los hechos que se relatan hoy en este semanario: «Pido que recen conmigo por todas las chicas y chicos víctimas de la violencia, maltrato, explotación y de las guerras», dijo Francisco tras el rezo del ángelus. Las autopsias han revelado que varias chicas estaban embarazadas, y que murieron ante una más que extraña pasividad de la Policía mientras se propagaba el fuego. La investigación oficial deberá ofrecer más luz sobre este suceso, que pone al descubierto una situación que por desgracia no es excepcional en los centros de menores y cárceles de América Latina. En lugar de servir a la rehabilitación social, estos lugares a menudo son reinos de taifas de maras y grupos mafiosos, en los que sistemáticamente se vulneran los derechos humanos elementales de los presos. Se trata de personas bajo la tutela de la Administración, y por tanto los estados son cómplices de lo que pase en el interior de estos recintos. Al denunciar con valentía estos hechos, la Iglesia en Guatemala ha prestado un gran servicio al país y a la justicia.
Alfa y Omega

Papa Francisco descansará en una cárcel durante su visita a Milán


Durante la visita que el Papa Francisco hará el sábado 25 de marzo a Milán, mantendrá un encuentro con presos de la cárcel de San Vittore e incluso descansará 30 minutos en el mismo centro penitenciario antes de celebrar la Misa en el Parque Monza.
Es habitual que el Pontífice se reúna con detenidos durante sus visitas apostólicas. En Milán hará lo propio con los de San Vittore, con quienes conversará en privado y almorzará después.
A continuación, descansará unos 30 minutos en una habitación habilitada para uso del capellán. Es la primera vez en la historia que un Pontífice descansará, aunque sea por un breve periodo de tiempo, dentro de una cárcel.
El pasado 6 de noviembre, Francisco celebró el Jubileo de los Encarcelados con una Misa en la Basílica de San Pedro. En ella pronunció una homilía en la que habló de la esperanza y señaló que “donde hay una persona que se ha equivocado, allí se hace presente con más fuerza la Misericordia del Padre, para suscitar arrepentimiento, perdón, reconciliación”. Francisco recordó entonces que “ciertamente, la falta de respeto por la ley conlleva la condena, y la privación de libertad es la forma más dura de descontar una pena, porque toca la persona en su núcleo más íntimo. Y todavía así, la esperanza no puede perderse”.
«Una cosa es lo que merecemos por el mal que hicimos, y otra cosa distinta es el ‘respiro’ de la esperanza, que no puede sofocarlo nada ni nadie», dijo el Pontífice.
ACI

El Santo Padre invita a Jornada '24 horas por el Señor' para experimentar la misericordia


Durante la Audiencia General del miércoles, el Papa Francisco invitó a participar en la jornada ‘24 horas por el Señor’ para «redescubrir» la confesión.
Después de los saludos en diversos idiomas, el Pontífice dijo: «invito a todas las comunidades a vivir con fe la cita del 23 y 24 de marzo, para redescubrir el sacramento de la reconciliación: ‘24 horas para el Señor’».
«Anhelo, que también este año, este momento privilegiado de gracia del camino cuaresmal se viva en tantas iglesias del mundo para experimentar el encuentro alegre con la misericordia del Padre, que a todos acoge y perdona».
Esta iniciativa está organizada por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización bajo el lema Quiero misericordia. Las parroquias de todo el mundo que se acojan a ella organizarán vigilias de oración, Adoración al Santísimo y todos los fieles que lo deseen podrán acudir al Sacramento de la Reconciliación.
ACI

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS (11, 14- 23)




Reconocerse pecadores y ser capaces de pedir perdón es el primer paso para responder con claridad, sin entablar negociaciones, a la respuesta que Jesús nos dirige a cada uno de nosotros: «¿estás conmigo o contra mí?». 

El profeta Jeremías (7, 23-28) «nos recuerda el pacto de Dios con su pueblo: Escuchad mi voz y yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo, y seguiréis todo camino que yo os mandaré, para que os vaya bien». Es «un pacto de fidelidad». 

En el libro de Jeremías se lee que pueblo no confió en el pacto: «Ellos no escucharon ni prestaron el oído a mi Palabra». La Escritura «nos cuenta muchas cosas que hizo Dios para atraer a los corazones del pueblo, de los suyos: “desde la fecha en que salieron vuestros padres del país de Egipto hasta el día de hoy, os envié a todos mis siervos, los profetas, cada día puntualmente. Pero no me escucharon ni aplicaron el oído, sino que hicieron peor que sus padres”». Y este pasaje de Jeremías acaba con una expresión fuerte: «Ha perecido la lealtad, ha desaparecido de su boca».

La «infidelidad del pueblo de Dios», así como nuestra infidelidad, «endurece el corazón: cierra el corazón»; y «no deja entrar la voz del Señor que, como padre amoroso, nos pide siempre que nos abramos a su misericordia y a su amor». En el salmo de hoy «hemos rezado todos juntos: ¡Oh si escucharais hoy su voz! ¡No endurezcáis vuestro corazón!». En verdad «el Señor siempre nos habla así» y «también con ternura de padre nos dice: regresad a mí con todo el corazón, porque soy piadoso y misericordioso».

Pero «cuando el corazón es duro esto no se entiende». En efecto, «la misericordia de Dios se entiende sólo si tú eres capaz de abrir tu corazón para que pueda entrar». 

Y «esto sigue, sigue: el corazón se endurece y vemos la misma historia» en el pasaje del evangelio de Lucas (11, 14-23) propuesto hoy por la Liturgia. «Estaba la gente que había estudiado las Escrituras, los doctores de la Ley que conocían la teología, pero eran muy cerrados. La multitud estaba admirada y seguía a Jesús. Alguno dirá: “Pero lo seguía para ser curado, lo seguía por este motivo”».

La realidad era que la gente «¡tenía fe en Jesús! Tenía el corazón abierto: imperfecto, pecador, pero el corazón abierto». En cambio, «estos teólogos tenían una actitud cerrada». Y «buscaban siempre una explicación para no comprender el mensaje de Jesús». Hasta el punto de que, como lo relata Lucas, dicen: «Este expulsa los demonios en nombre del jefe de los demonios». 

Y así buscaban siempre otros pretextos, continua el pasaje evangélico, «para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo». El problema de fondo era su modo de estar «siempre cerrados». 

«Esta es la historia de esta fidelidad fallida, la historia de los corazones cerrados, de los corazones que no dejan entrar la misericordia de Dios, que han olvidado la palabra “perdón” —“¡Perdóname Señor!”— simplemente porque no se sienten pecadores: se sienten jueces de los demás». Y es «una larga historia de siglos».

Precisamente «esta fidelidad fallida Jesús la explica con dos palabras claras para acabar este discurso de estos hipócritas: “El que no está conmigo, está contra mí”». El lenguaje de Jesús es «claro: o eres fiel, con tu corazón abierto, al Dios que es fiel contigo o estás en contra de Él: “El que no está conmigo, está contra mí”, o eres fiel o estás en contra». 

Pero «existe una salida: ¡confiésate pecador!». Porque «si dices “yo soy pecador” el corazón se abre y entra la misericordia de Dios y comienzas a ser fiel».

Pidamos al Señor la gracia de la fidelidad. Con la consciencia de que «el primer paso para ir por este camino de la fidelidad es sentirse pecador». En efecto, «si tú no te sientes pecador, has comenzado mal». 

«Pidamos la gracia de que nuestro corazón no se endurezca, que esté abierto a la misericordia de Dios, y la gracia de la fidelidad». Y también, «cuando somos infieles, la gracia de pedir perdón».

(De la homilía del Papa en Santa Marta el 3-3-2016)

EVANGELIO DE HOY: EL QUE NO ESTÁ CONMIGO, ESTÁ CONTRA MÍ





Lectura del santo evangelio según san Lucas (11,14-23):

En aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.

Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a hablar el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:

«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».

Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. El, conociendo sus pensamientos, les dijo:

«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y se cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra si mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. 

Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. 

Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.

Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros; pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.

El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.»

Palabra del Señor

El Papa en la Catequesis: “Hoy el Señor nos pide ser sembradores de esperanza”

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ya desde hace algunas semanas el Apóstol Pablo nos está ayudando a comprender mejor en que cosa consiste la esperanza cristiana. Y hemos dicho que no era un optimismo, no: era otra cosa. Y el Apóstol nos ayuda a entender que cosa es esto. Hoy lo hace uniéndola a dos actitudes aún más importantes para nuestra vida y nuestra experiencia de fe: la «perseverancia» y la «consolación» (vv. 4.5). En el pasaje de la Carta a los Romanos que hemos apenas escuchado son citados dos veces: la primera en relación a las Escrituras y luego a Dios mismo. ¿Cuál es su significado más profundo, más verdadero? Y ¿En qué modo iluminan la realidad de la esperanza? Estas dos actitudes: la perseverancia y la consolación.
La perseverancia podríamos definirla también como paciencia: es la capacidad de soportar, llevar sobre los hombros, “soportar”, de permanecer fieles, incluso cuando el peso parece hacerse demasiado grande, insostenible, y estamos tentados de juzgar negativamente y de abandonar todo y a todos. 
La consolación, en cambio, es la gracia de saber acoger y mostrar en toda situación, incluso en aquellas marcadas por la desilusión y el sufrimiento, la presencia y la acción compasiva de Dios. Ahora, San Pablo nos recuerda que la perseverancia y la consolación nos son transmitidas de modo particular por las Escrituras (v. 4), es decir, por la Biblia. De hecho, la Palabra de Dios, en primer lugar, nos lleva a dirigir la mirada a Jesús, a conocerlo mejor y a conformarnos a Él, a asemejarnos siempre más a Él. En segundo lugar, la Palabra nos revela que el Señor es de verdad «el Dios de la constancia y del consuelo» (v. 5), que permanece siempre fiel a su amor por nosotros, es decir, que es perseverante en el amor con nosotros, no se cansa de amarnos: ¡no! Es perseverante: ¡siempre nos ama! Y también se preocupa por nosotros, curando nuestras heridas con la caricia de su bondad y de su misericordia, es decir, nos consuela. Tampoco, se cansa de consolarnos.
En esta perspectiva, se comprende también la afirmación inicial del Apóstol: «Nosotros, los que somos fuertes, debemos sobrellevar las flaquezas de los débiles y no complacernos a nosotros mismos» (v. 1). Esta expresión «nosotros, los que somos fuertes» podría parecer arrogante, pero en la lógica del Evangelio sabemos que no es así, es más, es justamente lo contrario porque nuestra fuerza no viene de nosotros, sino del Señor. Quien experimenta en su propia vida el amor fiel de Dios y su consolación está en grado, es más, en el deber de estar cerca de los hermanos más débiles y hacerse cargo de sus fragilidades. Si nosotros estamos cerca al Señor, tendremos esta fortaleza para estar cerca a los más débiles, a los más necesitados y consolarlos y darles fuerza. Esto es lo que significa. Esto nosotros podemos hacerlo sin auto-complacencia, sino sintiéndose simplemente como un “canal” que transmite los dones del Señor; y así se convierte concretamente en un “sembrador” de esperanza. Es esto lo que el Señor nos pide a nosotros, con esa fortaleza y esa capacidad de consolar y ser sembradores de esperanza. Y hoy, se necesita sembrar esperanza, ¿eh? No es fácil.
El fruto de este estilo de vida no es una comunidad en la cual algunos son de “serie A”, es decir, los fuertes, y otros de “serie B”, es decir, los débiles. El fruto en cambio es, como dice Pablo, «tener los mismos sentimientos unos hacia otros, a ejemplo de Cristo Jesús» (v. 5). La Palabra de Dios alimenta una esperanza que se traduce concretamente en el compartir, en el servicio recíproco. Porque incluso quien es “fuerte” se encuentra antes o después con la experiencia de la fragilidad y de la necesidad de la consolación de los demás; y viceversa en la debilidad se puede siempre ofrecer una sonrisa o una mano al hermano en dificultad. Y así es una comunidad que «con un solo corazón y una sola voz, glorifica a Dios» (Cfr. v. 6). Pero todo esto es posible si se pone al centro a Cristo, su Palabra, porque Él es el “fuerte”, Él es quien nos da la fortaleza, quien nos da la paciencia, quien nos da la esperanza, quien nos da la consolación. Él es el “hermano fuerte” que cuida de cada uno de nosotros: todos de hecho tenemos necesidad de ser llevados en los hombros del Buen Pastor y de sentirnos acogidos en su mirada tierna y solícita.
Queridos amigos, jamás agradeceremos suficientemente a Dios por el don de su Palabra, que se hace presente en las Escrituras. Es ahí que el Padre de nuestro Señor Jesucristo se revela como «Dios de la perseverancia y de la consolación». Y es ahí que nos hacemos conscientes de como nuestra esperanza no se funda en nuestras capacidades y en nuestras fuerzas, sino en el fundamento de Dios y en la fidelidad de su amor, es decir, en la fuerza de Dios y en la consolación de Dios. Gracias.
(Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)