viernes, 20 de mayo de 2016

MI CORAZÓN SE ALEGRA EN EL SEÑOR


"Anda, come tu pan con alegría y bebe contento tu vino, porque Dios ya ha aceptado tus obras".

Si queremos explicar estas palabras en su sentido obvio e inmediato, diremos, con razón, que nos parece justa la exhortación del Eclesiastés, de que, llevando un género de vida sencillo y adhiriéndonos a las enseñanzas de una fe recta para con Dios, comamos nuestro pan con alegría y bebamos contentos nuestro vino, evitando toda maldad en nuestras palabras y toda sinuosidad en nuestra conducta, procurando, por el contrario, hacer objeto de nuestros pensamientos todo aquello que es recto, y procurando, en cuanto nos sea posible, socorrer a los necesitados con misericordia y liberalidad; es decir, entregándonos a aquellos afanes y obras en que Dios se complace. 

Pero la interpretación mística nos eleva a consideraciones más altas y nos hace pensar en Aquel pan celestial y místico, que baja del cielo y da la vida al mundo; y nos enseña asimismo a beber contentos el vino espiritual que manó del costado del que es la vid verdadera, en el tiempo de su pasión salvadora. 

Acerca de los cuales dice el Evangelio de nuestra salvación: Jesús tomó pan, dio gracias, y dijo a sus santos discípulos y apóstoles: "Tomad y comed, esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros para el perdón de los pecados." Del mismo modo, tomó el cáliz, y dijo: "Bebed todos de él, éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados." 

En efecto, los que comen de este pan y beben de este vino se llenan verdaderamente de alegría y de gozo y pueden exclamar: Has puesto alegría en nuestro corazón. 

Además, la Sabiduría divina en persona, Cristo, nuestro salvador, se refiere también, creo yo, a este pan y este vino, cuando dice en el libro de los Proverbios: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado, indicando la participación sacramental del que es la Palabra. 

Los que son dignos de esta participación tienen en toda sazón sus ropas, es decir, las obras de la luz, blancas como la luz, tal como dice el Señor en el Evangelio: Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo. 

Y tampoco faltará nunca sobre su cabeza el ungüento rebosante, es decir, el Espíritu de la verdad, que los protegerá y los preservará de todo pecado.

Del comentario de san Gregorio de Agrigento, obispo, sobre el libro del Eclesiastés (Libro 8, 6: PG 98,1071-1074)


Homilía del Papa: comprensión para los pecadores, sin negociar nunca la verdad

Enunciar una verdad de Dios, sin dejar de lado la comprensión ante la debilidad humana. Como nos enseña Jesús en el Evangelio, señaló el Papa Francisco, en la Misa matutina en la Casa de Santa Marta. Recordando las palabras del Señor a los fariseos, sobre el adulterio, el Obispo de Roma reiteró que Cristo supera la visión humana que quisiera reducir la visión de Dios a una «ecuación casuística».
Evocando las trampas que narra el Evangelio, en las que los fariseos y los doctores de la ley intentan hacer caer a Jesús, para minar su autoridad y credibilidad entre la gente, el Papa reflexionó, con la lectura del día, sobre la trampa que los fariseos le tienden, preguntándole si es lícito al hombre divorciarse de su mujer.
Verdad, no casuística
El Papa Francisco la define «trampa de la casuística», tramada por un «grupito de teólogos iluminados», convencidos de que tienen «toda la ciencia y la sabiduría del pueblo de Dios». Insidia de la que Jesús sale yendo más allá, a la plenitud del matrimonio, dijo el Santo Padre, recordando que ya lo había hecho en el pasado con los saduceos, sobre la mujer que había tenido siete maridos, pero que en la resurrección no será esposa de ninguno, porque en el cielo- asegura Jesús – no hay ni mujer ni marido.
En ese caso, Cristo se refirió a la «plenitud escatológica» del matrimonio. Mientras que con los fariseos «va a la plenitud de la armonía de la creación»: «Dios los creó hombre y mujer», «los dos serán una sola carne»:
«Ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, “el hombre no separe lo que Dios ha unido”. Tanto en el caso del Levirato, como en éste, Jesús responde desde la verdad abrumadora, desde la verdad contundente - ¡ésta es la verdad! – ¡desde la plenitud siempre! Y Jesús nunca negocia la verdad. Y ellos, ese grupito de teólogos iluminados, negociaban siempre la verdad, reduciéndola a la casuística. Jesús no negocia la verdad. Ésta es la verdad sobre el matrimonio, no hay otra».
Verdad y comprensión
«Pero Jesús es tan misericordioso, es tan grande, que nunca, nunca, nunca les cierra la puerta a los pecadores», dijo una vez más el Papa, añadiendo que por ello, no se limita a enunciar la verdad de Dios, sino que les recuerda a los fariseos lo que Moisés estableció en la ley. Y cuando ellos le repiten que Moisés permitió redactar una declaración de divorcio, Cristo les responde que esa norma había sido escrita «debido a la dureza del corazón de ustedes». Ello quiere decir que Jesús distingue siempre entre la verdad y la «debilidad humana», «sin giros de palabras»:
«En este mundo en el que vivimos, con esta cultura de lo provisorio, esta realidad de pecado es tan fuerte. Pero Jesús, recordando a Moisés, nos dice: ‘está la dureza del corazón, está el pecado, algo se puede hacer: el perdón, la comprensión, el acompañamiento, la integración, el discernimiento de estos casos… Pero siempre… ¡pero la verdad no se vende nunca!’ Y Jesús es capaz de decir esta verdad tan grande y al mismo tiempo ser tan comprensivo con los pecadores, con los débiles».
Perdonar no es una ecuación
«Éstas son las dos cosas que Jesús nos enseña: la verdad y la comprensión», volvió a señalar el Papa Francisco, haciendo hincapié en que es lo que los «teólogos iluminados» no logran hacer, porque están encerrados en la trampa de la «ecuación matemática», del «¿se puede?» o «¿no se puede?». Y por lo tanto son «incapaces, tanto de horizontes grandes, como de amor» hacia la debilidad humana. Baste ver – concluyó el Papa - «la delicadeza» con la que Jesús trata a la adúltera, que iba a ser lapidada: «Yo tampoco te condeno, anda y de ahora en adelante no vuelvas a pecar»:
«Que Jesús nos enseñe a tener con el corazón, una gran adhesión a la verdad, y también con el corazón una gran comprensión y acompañamiento a todos nuestros hermanos que están en dificultad. Y éste es un don, esto lo enseña el Espíritu Santo, no esos doctores iluminados, que para enseñarnos necesitan reducir la plenitud de Dios a una ecuación casuística ¡Que el Señor nos dé esta gracia!»
(CdM – RV)

COMENTARIO DEL PAPA FRANCISCO AL EVANGELIO DE HOY


 "Al inicio del libro del Génesis, el primer libro de la Biblia, como coronación del relato de la creación se dice: «Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y mujer los creó...»

La imagen de Dios es la pareja matrimonial: el hombre y la mujer; no sólo el hombre, no sólo la mujer, sino los dos. Esta es la imagen de Dios: el amor, la alianza de Dios con nosotros está representada en esa alianza entre el hombre y la mujer. 

Y esto es hermoso. Somos creados para amar, como reflejo de Dios y de su amor. Y en la unión conyugal el hombre y la mujer realizan esta vocación... Cuando un hombre y una mujer celebran el sacramento del matrimonio, Dios, por decirlo así, se «refleja» en ellos, imprime en ellos los propios rasgos y el carácter indeleble de su amor. El matrimonio es la imagen del amor de Dios por nosotros. 

También Dios, en efecto, es comunión: las tres Personas del Padre, Hijo y Espíritu Santo viven desde siempre y para siempre en unidad perfecta. Y es precisamente este el misterio del matrimonio: Dios hace de los dos esposos una sola existencia. La Biblia usa una expresión fuerte y dice «una sola carne», tan íntima es la unión entre el hombre y la mujer en el matrimonio. 

Este es el misterio del matrimonio: el amor de Dios que se refleja en la pareja que decide vivir juntos. Por esto el hombre deja su casa, la casa de sus padres y va a vivir con su mujer y se une tan fuertemente a ella que los dos se convierten —dice la Biblia— en una sola carne.

(…) Sabemos bien cuántas dificultades y pruebas tiene la vida de dos esposos... Lo importante es mantener viva la relación con Dios, que es el fundamento del vínculo conyugal. Y la relación auténtica es siempre con el Señor. Cuando la familia reza, el vínculo se mantiene. Cuando el esposo reza por la esposa y la esposa reza por el esposo, ese vínculo llega a ser fuerte; uno reza por el otro. 

Es verdad que en la vida matrimonial hay muchas dificultades, muchas; que el trabajo, que el dinero no es suficiente, que los niños tienen problemas. Muchas dificultades. Y muchas veces el marido y la mujer llegan a estar un poco nerviosos y riñen entre ellos. Pelean, es así, siempre se pelea en el matrimonio, algunas veces vuelan los platos. 

Pero no debemos ponernos tristes por esto, la condición humana es así. Y el secreto es que el amor es más fuerte que el momento en que se riñe, por ello aconsejo siempre a los esposos: no terminar la jornada en la que habéis peleado sin hacer las paces. ¡Siempre!... Es suficiente un pequeño gesto, una caricia, y adiós. Y ¡hasta mañana! Y mañana se comienza otra vez. 

Esta es la vida, llevarla adelante así, llevarla adelante con el valor de querer vivirla juntos. Y esto es grande, es hermoso. La vida matrimonial es algo hermoso y debemos custodiarla siempre, custodiar a los hijos. 

Otras veces he dicho en esta plaza una cosa que ayuda mucho en la vida matrimonial. Son tres palabras que se deben decir siempre, tres palabras que deben estar en la casa: permiso, gracias y perdón.Permiso: para no ser entrometido en la vida del cónyuge. Permiso, ¿qué te parece? Permiso, ¿puedo? Gracias: dar las gracias al cónyuge; gracias por lo que has hecho por mí, gracias por esto... Y como todos nosotros nos equivocamos, esa otra palabra que es un poco difícil de pronunciar, pero que es necesario decirla: Perdona. 

Con estas tres palabras, con la oración del esposo por la esposa y viceversa, con hacer las paces siempre antes de que termine la jornada, el matrimonio irá adelante" (Papa Francisco, catequesis del 2 de abril de 2014).

DIOS LOS CREÓ HOMBRE Y MUJER Y BENDIJO SU UNIÓN


Lectura del santo evangelio según san Marcos (10,1-12):

En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino, y según costumbre les enseñaba.

Se acercaron unos fariseos y le preguntaron, para ponerlo a prueba: «¿Le es licito a un hombre divorciarse de su mujer?»

Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?»

Contestaron: «Moisés permitió divorciarse, dándole a la mujer un acta de repudio»

Jesús les dijo: «Por vuestra terquedad dejó escrito Moisés este precepto. Al principio de la creación, Dios "los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne." De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre.»

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.

Él les dijo: «Si uno se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.»

Homilía del Papa: enriquecerse explotando a los trabajadores es pecado mortal


Los que se enriquecen explotando a la gente con el trabajo son como sanguijuelas: es pecado mortal, advirtió el Papa Francisco, en la Misa matutina en la Casa de Santa Marta.
Ricos chupasangre de los pobres
La primera lectura del día, de la Carta de Santiago, es una firme advertencia para los ricos que acumulan dinero explotando a la gente. Tras señalar que «las riquezas en sí mismas son buenas», pero que son «relativas, no una cosa absoluta», el Papa explicó que se equivocan los que siguen la denominada «teología de la prosperidad», según la cual «Dios te hace ver que andas en justicia, si te da tantas riquezas». El problema no es el de atacar las riquezas, porque no se puede servir a Dios y a las riquezas, añadió también el Obispo de Roma, explicando que se pueden volver «cadenas», que quitan la libertad de seguir a Jesús. Como dice Santiago: «sepan que el salario que han retenido a los que trabajaron en sus campos está clamando, y el clamor de los cosechadores ha llegado a los oídos del Señor del universo» (Carta de Santiago 5, 4)
«Cuando las riquezas se logran con la explotación de la gente, esos ricos que explotan: explotan el trabajo de la gente y la pobre gente se vuelve esclava. Pensemos en lo que ocurre hoy, aquí y en todo el mundo, ocurre lo mismo. ‘Quiero trabajar’ – ‘Bien, te hacen un contrato. De septiembre a junio’. Sin posibilidad de pensión, sin seguro sanitario… En junio, lo suspenden y en julio y agosto tiene que comer aire. Y, en septiembre, te lo vuelven a dar. Los que hacen esto son verdaderas sanguijuelas y viven de la sangría de la gente, que esclavizan con el trabajo».
La explotación laboral es pecado mortal
El Papa Francisco recordó lo que le dijo una joven, que había encontrado un trabajo de 11 horas al día, por 659 euros en negro. Y le dijeron: ‘si te gusta bien, si no vete. Hay otros detrás de ti, hay cola’. Y haciendo hincapié en el clamor de la gente esclavizada, en el grito de justicia que llega al Señor, subrayó la actualidad de la esclavitud laboral, «hoy es una verdadera esclavitud». No es algo del pasado, en lugares lejanos – ya no se va a África para vender esclavos en América. No. Ocurre en nuestras ciudades: hay traficantes que tratan a la gente con el trabajo sin justicia:
«Ayer, en la audiencia, meditamos sobre el rico Epulón y Lázaro. Este rico estaba en su mundo, no se daba cuenta de que detrás de la puerta de su casa había alguien que tenía hambre. Pero esto es peor. Ese rico, por lo menos, no se daba cuenta y dejaba que el otro se muriera de hambre. Esto es peor: ¡esto es hambrear a la gente con su trabajo por mi provecho! Vivir de la sangre de la gente. Y esto es pecado mortal. Es pecado mortal. Se necesita tanta penitencia, tanta restitución para convertirse de este pecado».
Jesús nos dice aún hoy que no hay que acumular riquezas esclavizando a los trabajadores
El Santo Padre invitó a meditar sobre la explotación que esclaviza a los trabajadores, drama tristemente actual:
«Pensemos en este drama de hoy: la explotación de la gente, la sangre de esta gente que se vuelve esclava, los traficantes de personas y no sólo los que trafican con las prostitutas y los niños en el trabajo de menores, sino en ese tráfico, digamos más ‘civilizado’: ‘Yo te pago hasta aquí, sin vacaciones, sin seguro sanitario, sin… todo en negro… ¡Pero me vuelvo rico!’ Que el Señor nos haga comprender hoy aquella sencillez que Jesús nos dice en el Evangelio de hoy: es más importante un vaso de agua en nombre de Cristo, que todas las riquezas acumuladas con la explotación de la gente».
(CdM - RV)