jueves, 14 de abril de 2016

La Conferencia episcopal valora la exhortación 'Amoris laetitia' de Francisco.Carlos Osoro: "La Iglesia no condena a nadie para siempre"


No hay cambio de doctrina, pero ésta ya no puede aplicarse de la misma manera". Ésta es la frase con la que los cuatro expertos, convocados por la Conferencia episcopal española, resumieron la reciente exhortación postsinodal del Papa, 'Amoris laetitia'. Se trata de pasar de la Iglesia-aduana a la Iglesia-hospital de campaña, que, como explicó, el arzobispo de Madrid, Carlos Osoro, "no condena a nadie para siempre".
Presentación poliédrica de la exhortación papal en la sala de prensa de la CEE, presidida por el vicepresidente del episcopado, Carlos Osoro. Con expertos de reconocido prestigio, como el rector de la Universidad Comillas, padre Julio Martínez, el rector de la Universidad San Dámaso, Javier Prades, el profesor de la Pontificia de Salamanca, José Luis Segovia, y el profesor de Comillas, Pablo Guerrero.
Desde la perspectiva teológica, Javier Prades, alabó la fundamentación escriturística de la exhortación papal, lo que no le impide, a su juicio, "poner los pies en la tierra y acompañar con realismo". De dos formas, "apelando a las razones y a la hermosura de la familia" y valorando "la educación como un proceso".
En contra de lo que sostuvo recientemente el cardenal Burke, que aseguraba que el documento papal contiene meras afirmaciones personales sin valor magisterial, el rector de San Dámaso lo calificó, evidentemente, de "claro magisterio doctrinal" del Papa. O como subrayó el secretario del episcopado, José Maria Gil, "un magisterio luminoso sobre la familia, al que nos adherimos sin fisuras".
En este sentido, Carlos Osoro explicó que "ningún obispo se opone a la doctrina del Papa" y que la exhortación implica "un nuevo modo de actuar pastoralmente ante todas las situaciones", para lo que los propios pastores han de prepararse y, en ocasiones, cambiar de mentalidad y de forma de actuar.
Porque, como señaló, a preguntas de los informadores, el padre Julio Martínez, en referencia al reciente documento de los obispos de Alcalá y Getafe, "estos obispos tienen que recibir la exhortación postsinodal y armonizarse con lo que aquí se dice".
Sólo así se pueden adecuar a la "misericordia pastoral", que es, para el rector de Comillas, la clave de lectura de la 'Amoris laetitia'. Porque, para poner esta misericordia en marcha, como pide el Papa, hay que juntar "la espiritualidad, la pastoral y la moral". Eso significa, en concreto, que "no se pueden separar a puros e impuros, a buenos y malos" y que los pastores "tienen que tener los pies en la tierra".
A juicio de Julio Martínez, la Iglesia y las familias tienen que hacer un "mayor esfuerzo en la educación moral" en las situaciones concretas de la vida cotidiana. Con una clave fundamental: el respeto a la conciencia. "El Papa quiere que la moral ponga en el centro la conciencia, que como decía el cardenal Newman, es el vicario de Cristo".
Una nueva educación moral que, "desde el pleno respeto al magisterio no es incompatible con el debate" y con el reconocimiento de una moral basada en "las actitudes fundamentales", como explicó el rector jesuita.
El profesor de la Pontificia de Salamanca y vicario de pastoral social de Madrid, José Luis Segovia, insistió en que se trata de un texto "marcadamente pastoral", que "no contiene condenas ni concreciones jurídico-morales". Porque lo que el papa pretende es "acompañar, integrar, comprender y abrazar, especialmente a los que más sufren".
Se trata, a su juicio, de "superar el rigorismo doctrinal" y acercarse a la misericordia. Porque "la Iglesia es madre y maestra, por este orden, y sólo una Iglesia que ejerce de madre pueda encaminar a los fieles hacia la utopía creyente".
Por último, el profesor de Comillas, Pablo Guerrero, subrayó que "tenemos la suerte de tener un Papa que nos habla del amor, que es la entraña del Evangelio" y que nos invita a "retomar la ternura, la atención y el cuidado del más débil".
A su juicio, la exhortación "rezuma Evangelio", porque la familia es, precisamente, "escuela de Evangelio", con dos misiones: construir un buen nido y enseñar a volar. Sólo así, la Iglesia, como decía el padre Arrupe, "no dará respuestas de ayer a problemas del mañana".


(José M. Vidal)

El Papa en Sta. Marta: ‘La docilidad al Espíritu es fuente de alegría’

En la homilía de este jueves, el Santo Padre invita a rezar cada día al Señor con estas palabras: ‘Habla Señor, que tu siervo escucha’
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- Es necesario ser dócil al Espíritu Santo y no mostrarle resistencia. Así lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de la misa matutina en Santa Marta. El Papa ha advertido sobre los que justifican tal resistencia con una “llamada fidelidad a la ley”. Y de este modo, ha invitado a todos los fieles a pedir la gracia de la docilidad al Espíritu Santo.
En la primera lectura de la liturgia del día, se narra el pasaje de Felipe que evangeliza al etíope, ministro de la reina Candace. De este modo, el Santo Padre ha tomado como referencia este episodio para hablar de la docilidad al Espíritu Santo.
El protagonista de este encuentro no es tanto Felipe ni el etíope, sino el Espíritu Santo, ha precisado. “Es Él quien hace las cosas. Está el Espíritu que hace nacer y crecer la Iglesia”, ha añadido.
Tal y como ha recordado el Pontífice, en los días pasados la Iglesia nos ha propuesto el drama de la resistencia al Espíritu: los corazones cerrados, duros, tontos, que resisten al Espíritu.  “Veíamos las cosas –la sanación del cojo hecha por Pedro y Juan en la Puerta del Templo; las palabras y las cosas grandes que hacía Estaban… — pero se quedaron cerrados a estos signos del Espíritu y han mostrado resistencia al Espíritu. Y buscaban justificar esta resistencia con una llamada fidelidad a la ley, es decir, a la lectura de la ley”.
Hoy –ha observado el Santo  Padre– la Iglesia nos propone lo opuesto: no la resistencia al Espíritu, sino la docilidad al Espíritu, que es precisamente la actitud del cristiano. “Ser dócil al Espíritu y esta docilidad hace que el Espíritu pueda actuar e ir adelante para construir la Iglesia”, ha exhortado.
Por otro lado ha aseverado que aquí estaba Felipe, “ocupado como todos los obispos y ese día seguramente tenía sus planes de trabajo”. Pero el Espíritu le dice que deje lo que tenía programado y vaya donde el etíope, “y él obedeció”. Y ha añadido que el Espíritu “trabaja en el corazón del etíope”, le ofrece “el don de la fe y este hombre sintió algo de nuevo en el corazón”. Finalmente pide ser bautizado, es dócil al Espíritu Santo.
Dos hombres –ha explicado el Papa– un evangelizador y uno que no sabía nada de Jesús, pero el Espíritu había sembrado la curiosidad sana y no esa curiosidad de los chismorreos. Al final el etíope sigue su camino con alegría, “la alegría del Espíritu, la docilidad al Espíritu”.
Así, ha asegurado que la docilidad al Espíritu es fuente de alegría. “Pero yo quiero hacer algo, esto… Pero siento que el Señor me pide otra cosa. ¡La alegría la encontraré allí, donde está la llamada del Espíritu!”, ha exclamado el Obispo de Roma en su homilía.
A continuación, el Santo Padre ha indicado que un bonita oración para pedir esta docilidad se encuentra en el Primer Libro de Samuel, la oración que el sacerdote Elías sugiere al joven, que por la noche escucha una voz que lo llamaba: “Habla Señor, que tu siervo escucha”.
Para concluir ha indicado el Papa que esta es una bonita oración que podemos hacer nosotros, siempre: Habla Señor, porque yo escucho.
La oración para pedir esa docilidad al Espíritu Santo y con esta docilidad llevar adelante la Iglesia, ser instrumento del Espíritu para que la Iglesia pueda ir adelante. El Santo Padre ha sugerido hacer esta oración varias veces al día. “Cuando tengamos una duda, cuando no sabemos o cuando simplemente queramos rezar. Y con esta oración pidamos la gracia de la docilidad del Espíritu Santo”, ha indicado.

BENDITO SEA EL SEÑOR, QUE NO RECHAZA MI SÚPLICA

Del Salmo 65:

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
haced resonar sus alabanzas,
porque Él nos ha devuelto la vida
y no dejó que tropezaran nuestros pies.

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios

Fieles de Dios, venid a escuchar,
os contaré lo que ha hecho conmigo:
a Él gritó mi boca
y lo ensalzó mi lengua.

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios

Bendito sea Dios,
que no rechazó mi súplica
ni me retiró su favor.

Bendecid, pueblos, a nuestro Dios

Comentario del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51 por el Papa francisco


«Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

(…) Jesús dijo: «El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día» (Jn 6, 54). El estupor de los que lo escuchan es comprensible; Jesús, de hecho, usa el estilo típico de los profetas para provocar en la gente —y también en nosotros— preguntas y, al final, suscitar una decisión. 

Antes que nada las preguntas: ¿qué significa «comer la carne y beber la sangre» de Jesús? ¿es sólo una imagen, una forma de decir, un símbolo, o indica algo real? Para responder, es necesario intuir qué sucede en el corazón de Jesús mientras parte el pan para la muchedumbre hambrienta. 

Sabiendo que deberá morir en la cruz por nosotros, Jesús se identifica con ese pan partido y compartido, y eso se convierte para Él en «signo» del Sacrificio que le espera. Este proceso tiene su culmen en la Última Cena, donde el pan y el vino se convierten realmente en su Cuerpo y en su Sangre. Es la Eucaristía, que Jesús nos deja con una finalidad precisa: que nosotros podamos convertirnos en una sola una cosa con Él. 

De hecho dice: «El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él» (v. 56). Ese «habitar»: Jesús en nosotros y nosotros en Jesús. La comunión es asimilación: comiéndole a Él, nos hacemos como Él. Pero esto requiere nuestro «sí», nuestra adhesión de fe.

A veces, se escucha esta objeción sobre la Santa Misa : «Pero, ¿para qué sirve la Misa? Yo voy a la iglesia cuando me apetece, y rezo mejor en soledad». Pero la Eucaristía no es una oración privada o una bonita experiencia espiritual, no es una simple conmemoración de lo que Jesús hizo en la Última Cena. 
Nosotros decimos, para entender bien, que la Eucaristía es «memorial», o sea, un gesto que actualiza y hace presente el evento de la muerte y resurrección de Jesús: el pan es realmente su Cuerpo donado por nosotros, el vino es realmente su Sangre derramada por nosotros. La Eucaristía es Jesús mismo que se dona por entero a nosotros. 

Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos. Nutrirnos de ese «Pan de vida» significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor y convertirse en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de compartir solidario. Lo mismo que hizo Jesús.

Jesús concluye su discurso con estas palabras: «El que come este pan vivirá para siempre» (Jn 6, 58). Sí, vivir en comunión real con Jesús en esta tierra, nos hace pasar de la muerte a la vida. El Cielo comienza precisamente en esta comunión con Jesús».

(Papa Francisco, Ángelus del 16 de agosto de 2015)

EL QUE CREE TIENE VIDA ETERNA


Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 44-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: – «Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. 

Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. 

Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. 

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.»