El periodista Jonathan Luxmoore ha empleado los últimos años en la recopilación y redacción de un voluminoso libro –en total son más de 1.000 páginas– que recoge los detalles de la persecución contra los cristianos bajo el comunismo en la Unión Soviética. El resultado, The God of the gulag (El Dios del gulag) compara su testimonio con el que dieron los primeros mártires del cristianismo bajo el Imperio romano.
¿Por qué se ha decidido a escribir este libro?
Estuve trabajando durante varios años en Polonia, como periodista especializado en información religiosa, y me di cuenta de que había una historia muy importante sobre los mártires bajo el comunismo. Y era necesario que alguien recordara sus historias para que no fueran olvidadas. Hay muchos libros sobre este tema en cada país, pero no existía un volumen que abarcara la persecución bajo todo el comunismo. Quería mostrar qué les pasó a los cristianos perseguidos en estos años, porque es una parte muy importante de la historia de la Iglesia.
¿Qué historia ha sido la que más le ha impactado?
Las vicisitudes por las que pasaron los cristianos –las persecuciones, sus historias de martirio– cambiaron mucho a lo largo de los años. En el periodo bolchevique de los primeros años del comunismo, los perseguidores simplemente iban a las iglesias y mataban a los que se encontraban allí. Durante las décadas siguientes, la persecución fue siendo cada vez más sofisticada.
A mí me ha impactado el martirio de uno de los primeros mártires de la persecución, el padre Konstantin Budkievich, que organizó la resistencia pacífica ante la campaña antirreligiosa de los bolcheviques, quienes al final lo dispararon mientras bajaba las escaleras de la cárcel de la Lubianka, la noche de la vigilia pascual de 1923. O el de Yanina Yandowska, una mujer ucraniana en silla de ruedas que fue disparada después de un breve juicio simplemente por organizar un pequeño grupo para rezar el rosario en su casa. O el más conocido de Jerzy Popieluszko, asesinado en 1984.
¿Se sabe cuántos cristianos murieron por su fe entre 1917 y 1989?
Es imposible saberlo, nadie tiene el número exacto, pero sí hay algunas aproximaciones. En el periodo de paz hay quien calcula que murieron cerca de 25 millones de personas en todo el territorio de la URSS y en los países del este. Sabemos que entre ellos murieron cerca de 110.000 sacerdotes ortodoxos en las dos primeras décadas. Y con respecto a los católicos, tenemos datos solo de Rusia: 421 sacerdotes y 962 laicos ejecutados. Si incluyes toda la URSS y los países del este, salen muchos miles más.
¿Se puede hablar de ecumenismo del martirio como hacía Juan Pablo II?
Por supuesto, los clérigos ortodoxos y los católicos fueron tratados con especial saña. Hay muchas historias del gulag y de las prisiones sobre sacerdotes de las diferentes confesiones yendo juntos al martirio, o bautizando a fieles de tradiciones distintas, o cooperando juntos de alguna manera. De todos modos, lo del ecumenismo del martirio es verdad, pero no siempre se cumplió, porque también ha habido grandes tensiones entre ortodoxos y católicos, sobre todo a cuenta de la supresión de la Iglesia grecocatólica en Ucrania.
¿En qué situación está el proceso de canonización de los mártires católicos?
El primer mártir del comunismo reconocido fue el obispo húngaro Vilmus Apor, beatificado por Juan Pablo II en 1997. Desde entonces, cerca de 80 mártires del comunismo han sido beatificados. Si lo comparas con los miles y miles de mártires de la persecución religiosa en España o de la Revolución francesa beatificados por la Iglesia, 80 no es ciertamente un gran número… Debería haber muchos más mártires reconocidos.
¿A qué cree que se debe esto? ¿Es por razones políticas?
No lo creo. Pienso que la explicación más convincente es que sacar adelante toda la documentación de un proceso es muy laborioso. Y además, creo que la Iglesia está un poco desconcertada, y con algo de miedo, ante las historias de martirio tan poderosas de todos estos fieles. En Rusia hay en la actualidad cerca de 16 procesos de beatificación de mártires católicos en marcha, mientras que los ortodoxos han beatificado ya a 2.000 mártires.
Entonces, ¿cree que en la Iglesia hay cierto miedo a reconocer estos martirios?
Creo que sí, al menos por parte de algunos católicos. Es algo chocante, pero percibo que en estos momentos reconocer la entrega de la vida de todos estos fieles no es una prioridad. Y es una pena… La Iglesia debería celebrar esta forma de dar testimonio de su fe. Si la Iglesia misma no lo hace, entonces nadie más lo va a hacer.
¿Qué nos pueden enseñar estos mártires a los cristianos de hoy?
Esa es una pregunta muy importante, porque no se puede dar un respuesta lírica. Podemos aprender de los mártires, de su fuerza; incluso aunque no seas religioso deberías poder respetarlos por su firmeza. Tenemos que reconocer que la vida de los cristianos de hoy es muy diferente de la que tenían los cristianos de entonces, pero el domingo, durante la beatificación del obispo lituano Teófilo Matulionis, el obispo de Vilnius decía que los cristianos de Europa tienen dificultades para ser cristianos; advertía también de que, en vez de una persecución abierta, existe hoy otra persecución mitigada, diaria, soterrada… Hoy todos los cristianos tienen el desafío de mostrar su fe en su ambiente, en las sociedades desarrolladas de Occidente, en España, en Inglaterra… En toda Europa.
¿Dónde estaba Dios cuando pasaba todo esto en los gulag?
Yo no soy un buen teólogo, y seguro que otros pueden contestar mejor. Solo puedo decir que hay muchos testimonios de prisioneros que afirmaban que Dios estaba con ellos, incluso en sus peores sufrimientos. Hubo otros que perdieron la fe, que no entendían el propósito de Dios con esta persecución. Otros se convirtieron en modernos lapsi o traditores–los que renegaban de su fe durante las persecuciones del Imperio romano–. También hay quien piensa que la persecución fue un regalo para la Iglesia, una especie de prueba para hacerla más fiel. Yo creo que Dios estaba allí, pero no conocemos del todo de qué manera. Aunque me parece interesante subrayar algo que me he encontrado durante mi investigación: muchos líderes comunistas que persiguieron a la Iglesia se convirtieron poco antes de morir. Fueron muchos. Quizá esta es una de las presencias más llamativas de Dios en el gulag.
Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Alfa y Omega