lunes, 30 de noviembre de 2015

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron


Lectura del santo evangelio según san Mateo 4, 18-22
En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores.
Les dijo:
-«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.
Palabra del Señor.

Vigilia penitencial en Bangui con el Papa, después de la apertura de la Puerta Santa del Jubileo de la misericordia

 Terminada la eucaristía que el Papa presidió en la catedral de Bangui, se realizó una vigilia de oración como puesta en práctica inmediata de las palabras de Francisco en la apertura del Jubileo en República Centroafricana: “Bangui se convierte en la capital espiritual de la oración por la misericordia del Padre”. Consecuentemente con esta realidad se rezó pidiendo la misericordia de Dios.
En esta ocasión Francisco confesó a varios jóvenes en la sacristía, como ejercicio concreto de ofrecimiento y aceptación de la misericordia de Dios, con la confesión y absolución de los pecados en el sacramento de la reconciliación.
Hablando a los jóvenes Francisco dijo: “Queridos jóvenes estoy muy contento de encontrarlos. Hoy hemos abierto esta puerta. Esto significa la Puerta de la Misericordia de Dios. Confíen en Dios. Porque él es misericordioso. Él es amor. Él es capaz de darnos la paz. Y por eso les he dicho al inicio que recen. Es necesario rezar para resistir, para amar, para ser artesano de paz”.
Y el Vicario de Cristo preguntó a los jóvenes: “¿Están dispuestos a resistir, tienen el corazón dispuesto a trabajar por la paz, a perdonar?, ¿Están con el corazón dispuesto a rezar? Recen también por mí para que pueda ser un buen obispo, un buen pastor, un buen Papa”.
Es verdaderamente hermoso, magnífico, que el domingo intenso del obispo de Roma en República Centroafricana, en el que tantos hombres y mujeres de buena voluntad y no solamente los fieles católicos, mostraron su deseo ferviente de trabajar por la reconciliación y la paz en este país, haya terminado con la experiencia concreta del amor perdonador de Dios con el sacramento de la misericordia, en una situación de tanto dolor y tanta guerra, provocada por la adoración al dios dinero por parte de mercenarios que controlan el uranio, el oro, el petróleo, a costa de la vida y dignidad de tantos que desean y merecen vivir en paz. jesuita Guillermo Ortiz- Radio Vaticana

“Misericordia y no venganza”. El Papa inicia el Jubileo en Bangui

“Hoy inicia, aquí en Bangui, el Año Santo de la Misericordia”, “Bangui es la capital espiritual de la Misericordia”, con estas firmes y decididas palabras el Papa Francisco inició elJubileo Extraordinario de la Misericordia en la capital Centroafricana.
Después de una jornada intensa y rica de emociones en los diferentes eventos del primer día de actividades del Santo Padre en Centroáfrica. Jornada que inició con el encuentro con las Autoridades del país a quienes recordó los valores sobre los cuales se funda esta nación; la emocionante visita a los prófugos de “San Salvador” de Bangui, para decirles que “la paz es posible porque todos somos hermanos”; el encuentro “familiar” con sus hermanos Obispos de una de las Conferencias Episcopales menos numerosas de la Iglesia; la visita a la Facultad Teológica Evangélica para fortalecer el “diálogo” y relanzar la plataforma interreligiosa y finalmente la apertura de la Puerta Santa en la Catedral de Bangui.
La presencia del Pontífice ha reforzado la esperanza y alentado la alegría de la gente; en un país donde muchas veces la respuesta a la violencia ha sido la venganza. El Obispo de Roma, desde la capital Centroafricana invitó a orar por la paz y la reconciliación nacional, “hoy inicia, aquí en Bangui – dijo el Papa – el Año Santo de la Misericordia” y a los fieles y peregrinos congregados en el atrio de la Catedral de “Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción” de Bangui les hizo repetir “pidamos la paz”, “pidamos la paz”. Para este pueblo pobre que sufre la guerra, pidió la gracia de la “limosna de la paz”. Que la respuesta a la violencia sea la misericordia, e invitó a todos a “pasar a la otra orilla”, a la orilla de la paz y la misericordia, para que el pueblo Centroafricano viva un nuevo tiempo de paz y progreso.
En este contexto, el Vicario de Cristo invitó a todos a vivir la reconciliación, incluso con nuestros enemigos, a ser “artesanos de la reconciliación y la misericordia” para poder pasar a la otra orilla, a la orilla de Jesús. La justicia de Dios, dijo el Papa, se da en la Misericordia. Antes de iniciar las Eucaristía el Pontífice hizo un llamamiento a todos los centroafricanos: “Depongan las armas de este mundo y abracen las armas de la justicia y la paz”.
(Desde Bangui, Renato Martinez – Radio Vaticano)

Bangui es la capital espiritual de la misericordia del Padre, dijo el Papa en la apertura de la Puerta Santa de la Catedral

En este primer Domingo de Adviento, tiempo litúrgico de la espera del Salvador y símbolo de la esperanza cristiana, Dios ha guiado mis pasos hasta ustedes, en este tierra, mientras la Iglesia universal se prepara para inaugurar el Año Jubilar de la Misericordia. Me alegra de modo especial que mi visita pastoral coincida con la apertura de este Año Jubilar en su país. Desde esta Catedral, mi corazón y mi mente se extiende con afecto a todos los sacerdotes, consagrados y agentes de pastoral de este país, unidos espiritualmente a nosotros en este momento. Por medio de ustedes, saludo también a todos los centroafricanos, a los enfermos, a los ancianos, a los golpeados por la vida. Algunos de ellos tal vez están desesperados y no tienen ya ni siquiera fuerzas para actuar, y esperan sólo una limosna, la limosna del pan, la limosna de la justicia, la limosna de un gesto de atención y de bondad. Todos nosotros esperamos la gracia y la limosna de la paz.
Al igual que los apóstoles Pedro y Juan, cuando subían al templo y no tenían ni oro ni plata que dar al pobre paralítico, vengo a ofrecerles la fuerza y el poder de Dios que curan al hombre, lo levantan y lo hacen capaz de comenzar una nueva vida, «cruzando a la otra orilla» (Lc 8,22).
Jesús no nos manda solos a la otra orilla, sino que en cambio nos invita a realizar la travesía con Él, respondiendo cada uno a su vocación específica. Por eso, tenemos que ser conscientes de que si no es con Él no podemos pasar a la otra orilla, liberándonos de una concepción de familia y de sangre que divide, para construir una Iglesia-Familia de Dios abierta a todos, que se preocupa por los más necesitados. Esto supone estar más cerca de nuestros hermanos y hermanas, e implica un espíritu de comunión. No se trata principalmente de una cuestión de medios económicos, sino de compartir la vida del pueblo de Dios, dando razón de la esperanza que hay en nosotros (cf. 1 P 3,15) y siendo testigos de la infinita misericordia de Dios que, como subraya el salmo responsorial de este domingo, «es bueno [y] enseña el camino a los pecadores» (Sal 24,8). Jesús nos enseña que el Padre celestial «hace salir su sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45). Nosotros también, después de haber experimentado el perdón, tenemos que perdonar. Esta es nuestra vocación fundamental: «Por tanto, sean perfectos, como es perfecto el Padre vuestro celestial» (Mt 5,48). Una de las exigencias fundamentales de esta vocación a la perfección es el amor a los enemigos, que nos previene de la tentación de la venganza y de la espiral de las represalias sin fin. Jesús ha insistido mucho sobre este aspecto particular del testimonio cristiano (cf. Mt 5,46-47). Los agentes de evangelización, por tanto, han de ser ante todo artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación, expertos de la misericordia. Así podremos ayudar a nuestros hermanos y hermanas a «cruzar a la otra orilla», revelándoles el secreto de nuestra fuerza, de nuestra esperanza, de nuestra alegría, que tienen su fuente en Dios, porque están fundados en la certeza de que Él está en la barca con nosotros. Como hizo con los Apóstoles en la multiplicación de los panes, el Señor nos confía sus dones para que nosotros los distribuyamos por todas partes, proclamando su palabra que afirma: «Ya llegan días en que cumpliré la p
romesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá» (Jr  33,14).
En los textos litúrgicos de este domingo, descubrimos algunas características de esta salvación que Dios anuncia, y que se presentan como otros puntos de referencia para guiarnos en nuestra misión. Ante todo, la felicidad prometida por Dios se anuncia en términos de justicia. El Adviento es el tiempo para preparar nuestros corazones a recibir al Salvador, es decir el único Justo y el único Juez que puede dar a cada uno la suerte que merece. Aquí, como en otras partes, muchos hombres y mujeres tienen sed de respeto, de justicia, de equidad, y no ven en el horizonte señales positivas. A ellos, Él viene a traerles el don de su justicia (cf. Jr 33,15). Viene a hacer fecundas nuestras historias personales y colectivas, nuestras esperanzas frustradas y nuestros deseos estériles. Y nos manda a anunciar, sobre todo a los oprimidos por los poderosos de este mundo, y también a los que sucumben bajo el peso de sus pecados: «En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”» (Jr 33,16). Sí, Dios es Justicia. Por eso nosotros, cristianos, estamos llamados a ser en el mundo los artífices de una paz fundada en la justicia.
La salvación que se espera de Dios tiene también el sabor del amor. En efecto, preparándonos a la Navidad, hacemos nuestro de nuevo el camino del pueblo de Dios para acoger al Hijo que ha venido a revelarnos que Dios no es sólo Justicia sino también y sobre todo Amor (cf. 1 Jn 4,8). Por todas partes, y sobre todo allí donde reina la violencia, el odio, la injusticia y la persecución, los cristianos estamos llamados a ser testigos de este Dios que es Amor. Al mismo tiempo que animo a los sacerdotes, consagrados y laicos de este país, que viven las virtudes cristianas, incluso heroicamente, reconozco que a veces la distancia que nos separa de ese ideal tan exigente del testimonio cristiano es grande. Por eso rezo haciendo mías las palabras de san Pablo: «Que el Señor los colme y los haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos» (1 Ts 3,12). En este sentido, lo que decían los paganos sobre los cristianos de la Iglesia primitiva ha de estar presente en nuestro horizonte como un faro: «Miren cómo se aman, se aman de verdad» (Tertuliano, Apologetico, 39, 7).
Por último, la salvación de Dios proclamada tiene el carácter de un poder invencible que vencerá sobre todo. De hecho, después de haber anunciado a sus discípulos las terribles señales que precederán su venida, Jesús concluye: «Cuando empiece a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza; se acerca su liberación» (Lc 21,28). Y, si san Pablo habla de un amor «que crece y rebosa», es porque el testimonio cristiano debe reflejar esta fuerza irresistible que narra el Evangelio. Jesús, también en medio de una agitación sin precedentes, quiere mostrar su gran poder, su gloria incomparable (cf. Lc 21,27), y el poder del amor que no retrocede ante nada, ni frente al cielo en convulsión, ni frente a la tierra en llamas, ni frente al mar embravecido. Dios es más fuerte que cualquier otra cosa. Esta convicción da al creyente serenidad, valor y fuerza para perseverar en el bien frente a las peores adversidades. Incluso cuando se desatan las fuerzas del mal, los cristianos han de responder al llamado de frente, listos para aguantar en esta batalla en la que Dios tendrá la última palabra. Y será una palabra de amor.
 Lanzo un llamamiento a todos los que empuñan injustamente las armas de este mundo: Depongan estos instrumentos de muerte; ármense más bien con la justicia, el amor y la misericordia, garantías de auténtica paz. Discípulos de Cristo, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos en este país que lleva un nombre tan sugerente, situado en el corazón de África, y que está llamado a descubrir al Señor como verdadero centro de todo lo que es bueno: la vocación de ustedes es la de encarnar el corazón de Dios en medio de sus conciudadanos. Que el Señor nos afiance y nos haga presentarnos ante «Dios nuestro Padre santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos»  (1 Ts 3,13). Reconciliación, perdón, amor y paz. Que así sea.

“La paz es posible porque todos somos hermanos”. Visita del Papa al Campo de prófugos de San Salvador de Bangui

El “mensajero de la paz y de la reconciliación” llegó a Bangui, a la capital Centroafricana según el programa previsto. Después de saludar a las autoridades, a la clase dirigente y el cuerpo diplomático, visitó a la Jefa del Estado de Transición de la República Centroafricana. En su discurso el Santo Padre manifestó su “alegría por estar en medio de ellos, como peregrino de la paz y como apóstol de la esperanza”. En este sentido, el Pontífice resaltó los valores sobre los cuales fueron fundados este país: “unidad, dignidad y trabajo” y la Iglesia, dijo el Papa, da testimonio del compromiso por estos valores desde el inicio de la evangelización en el corazón de África.

Posteriormente, el Obispo de Roma visitó el Campo de prófugos de “San Salvador” de Bangui, uno de los 5 campos más grandes de la capital Centroafricana. Desde el inicio de los últimos conflictos, hace tres años atrás, la violencia ha producido al menos 75 mil refugiados que han tenido que escapar de sus casas y sus tierras en búsqueda de seguridad. En Bangui, como en otras ciudades Africanas, los campos prófugos son numerosos, muchos de ellos son instalados en parroquias y otros centros cristianos. La mayoría de los campos están conformados por tiendas y carpas de plástico de 80 metros cuadrados, en los cuales familias enteras encuentran un lugar para dormir y alimentarse, un lugar para vivir.

“Amor, perdón, verdad, paz, justicia… ¡bienvenido!”, con estas palabras escritas en pedazos de tejidos de color blanco números niños dieron la bienvenida al Papa Francisco al ingreso del Campo de prófugos de “San Salvador” de Bangui. El “ulular” de los jóvenes, madres de familia y de centenares de prófugos anunciaron la llegada del Pontífice, quien saludó a los que se encontraban a lo largo de la calle hasta llegar al centro del Campo. Una danza típica africana, llena de color con vestidos tradicionales y al ritmo de tambores fueron el marco para que el Sucesor de Pedro pudiera dirigirles algunas palabras de esperanza. “La paz pasa por el perdón, la amistad y el amor entre todos”, fueron las primeras palabras que dijo el Papa a los prófugos, haciéndoles notar que había leído las diferentes palabras escritas en los carteles de los niños. “Les deseo la paz y si todos no hacemos lo que nos corresponde, no podremos lograr esta paz”, fue la invitación del Pontífice a los presentes, recordando que “la paz es posible porque todos somos hermanos y por ello, les deseo a todos ustedes la paz”. Finalmente, el Papa invocó la paz sobre ellos y se despidió pidiéndoles que rezaran por él.(Desde Bangui, Renato Martinez – Radio Vaticano)


domingo, 29 de noviembre de 2015

Primer Domingo de Adviento. Benedicto XVI


El Señor nos da la gracia y la alegría de abrir el nuevo Año litúrgico iniciando con su primera etapa: el Adviento, el período que conmemora la venida de Dios entre nosotros. [...]

Precisamente el misterio grande y fascinante del Dios con nosotros, es más, del Dios que se hace uno de nosotros, es lo que celebraremos en las próximas semanas caminando hacia la santa Navidad. Durante el tiempo de Adviento sentiremos que la Iglesia nos toma de la mano y, a imagen de María santísima, manifiesta su maternidad haciéndonos experimentar la espera gozosa de la venida del Señor, que nos abraza a todos en su amor que salva y consuela. [...]

Dios nos ama de modo profundo, total, sin distinciones; nos llama a la amistad con él; nos hace partícipes de una realidad por encima de toda imaginación y de todo pensamiento y palabra: su misma vida divina. [...] «Cristo, el nuevo Adán —afirma el concilio Vaticano II— en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre la grandeza de su vocación... El Hijo de Dios, con su encarnación, se ha unido, en cierto modo, con todo hombre» (Gaudium et spes, 22). Creer en Jesucristo conlleva también tener una mirada nueva sobre el hombre, una mirada de confianza, de esperanza. 


Benedicto XVI, Homilía, Sábado 27 de noviembre de 2010
Los discursos apocalípticos recogidos en los evangelios reflejan los miedos y la incertidumbre de aquellas primeras comunidades cristianas, frágiles y vulnerables, que vivían en medio del vasto Imperio romano, entre conflictos y persecuciones, con un futuro incierto, sin saber cuándo llegaría Jesús, su amado Señor. También las exhortaciones de esos discursos representan, en buena parte, las exhortaciones que se hacían unos a otros, aquellos cristianos, recordando el mensaje de Jesús. Esa llamada a vivir despiertos cuidando la oración y la confianza es un rasgo original y característico de su Evangelio y de su oración.
Por eso, las palabras que escuchamos hoy, después de muchos siglos, no están dirigidas a otros destinatarios. Son llamadas que hemos de escuchar los que vivimos ahora en la Iglesia de Jesús, en medio de las dificultades e incertidumbres de estos tiempos.
La Iglesia actual marcha a veces como una anciana «encorvada» por el peso de los siglos, las luchas y trabajos del pasado. «Con la cabeza baja», consciente de sus errores y pecados, sin poder mostrar con orgullo la gloria y el poder de otros tiempos.
Es el momento de escuchar la llamada que Jesús nos hace a todos.
«Levantaos», animaos unos a otros. «Alzad la cabeza» con confianza. No miréis al futuro solo desde vuestros cálculos y previsiones. «Se acerca vuestra liberación». Un día ya no viviréis encorvados, oprimidos ni tentados por el desaliento. Jesucristo es vuestro Liberador.
Pero hay maneras de vivir que impiden a muchos caminar con la cabeza levantada confiando en esa liberación definitiva. Por eso, «tened cuidado de que no se os embote la mente». No os acostumbréis a vivir con un corazón insensible y endurecido, buscando llenar vuestra vida de bienestar y placer, de espaldas al Padre del Cielo y a sus hijos que sufren en la tierra. Ese estilo de vida os hará cada vez menos humanos.
«Estad siempre despiertos». Despertad la fe en vuestras comunidades. Estad más atentos a mi Evangelio. Cuidad mejor mi presencia en medio de vosotros. No seáis comunidades dormidas. Vivid «pidiendo fuerza». ¿Cómo seguiremos los pasos de Jesús si el Padre no nos sostiene? ¿Cómo podremos «mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre»?

José Antonio Pagola

NUEVO AÑO LITÚRGICO. I DOMINGO DE ADVIENTO, “C”

Tiempo nuevo que nos ofrece la Iglesia de mano del Evangelio de San Lucas, en coincidencia con el “Año de la Misericordia”, cuyo inicio celebraremos el 8 de Diciembre, día de la Inmaculada, en el 50 aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II.
El texto de San Lucas se refiere especialmente a la misericordia, tanto en las parábolas, como en los gestos que hace Jesús con los pobres. Este año será ocasión propicia para acompañarnos con la enseñanza lucana.
Las lecturas de este domingo nos ofrecen un vocabulario esperanzador: “Cumpliré la promesa”. “Se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos”. “El Señor es bueno”. “Las sendas del Señor son misericordia y lealtad”. “El Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos”. “Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.

Toma una de las frases bíblicas, la que más te haya tocado el corazón, aquella en la que encuentres mayor resonancia: rúmiala, hazla jaculatoria, llévala en la mente mientras vas de camino, recítala como oración, y poco a poco te abrirás a una comprensión mayor del texto, que se convertirá en compañero de camino.
Personaliza las expresiones, como si te las dijeran a ti personalmente, escucha dentro de ti la promesa de salvación, y atrévete a confesar al Señor: “Tú eres mi Dios y mi Salvador”.
Si alguna de las expresiones se ha introducido en tu interior y las has escuchado como dicha al oído de tu corazón, seguro que podrás sentir confianza, y hasta el impulso íntimo de abandonarte a la Providencia divina.
Si por lo que sea no sientes vibración alguna, te aconsejo, como hoy nos señala San Lucas: “Levanta la cabeza, mira al horizonte, se acerca nuestra salvación. No estamos destinados a la desesperanza. Mantente despierto, de pie, vigilante, como quien aguarda a alguien amigo.

Nos va a visitar la Misericordia de Dios, vamos a poder contemplar el rostro del Invisible, hecho visible en el Hijo de María. Hoy es tiempo de comenzar de nuevo, de interrumpir la posible inercia, de levantarse, porque se acerca nuestra salvación.
Ángel Moreno de Buenafuente

A ti, Señor, levanto mi alma.


Salmo responsorial Sal 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14

A ti, Señor, levanto mi alma.
Señor, enséñame tus caminos, 
instrúyeme en tus sendas: 
haz que camine con lealtad; 
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.
A ti, Señor, levanto mi alma.
El Señor es bueno y es recto, 
y enseña el camino a los pecadores; 
hace caminar a los humildes con rectitud, 
enseña su camino a los humildes.
A ti, Señor, levanto mi alma.
Las sendas del Señor son misericordia 
y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. 
El Señor se confía con sus fieles 
y les da a conocer su alianza.
A ti, Señor, levanto mi alma.


Se acerca vuestra liberación


Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 25-28. 34-36
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»
Palabra del Señor.

sábado, 28 de noviembre de 2015

Los mártires de Uganda nos indican el camino: Su fe buscó el bien de todos, incluso del Rey que los condenó, dijo el Papa

Sábado, 28 de noviembre de 2015

«Recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra» (Hch 1,8).
Desde la época Apostólica hasta nuestros días, ha surgido un gran número de testigos para proclamar a Jesús y manifestar el poder del Espíritu Santo. Hoy, recordamos con gratitud el sacrificio de los mártires ugandeses, cuyo testimonio de amor por Cristo y su Iglesia ha alcanzado precisamente «los extremos confines de la tierra». Recordamos también a los mártires anglicanos, su muerte por Cristo testimonia el ecumenismo de la sangre. Todos estos testigos han cultivado el don del Espíritu Santo en sus vidas y han dado libremente testimonio de su fe en Jesucristo, aun a costa de su vida, y muchos de ellos a muy temprana edad.
También nosotros hemos recibido el don del Espíritu, que nos hace hijos e hijas de Dios, y también para dar testimonio de Jesús y hacer que lo conozcan y amen en todas partes. Hemos recibido el Espíritu cuando renacimos por el bautismo, y cuando fuimos fortalecidos con sus dones en la Confirmación. Cada día estamos llamados a intensificar la presencia del Espíritu Santo en nuestra vida, a «reavivar» el don de su amor divino para convertirnos en fuente de sabiduría y fuerza para los demás.
El don del Espíritu Santo se da para ser compartido. Nos une mutuamente como fieles y miembros vivos del Cuerpo místico de Cristo. No recibimos el don del Espíritu sólo para nosotros, sino para edificarnos los unos a los otros en la fe, en la esperanza y en el amor. Pienso en los santos José Mkasa y Carlos Lwanga que, después de haber sido instruidos por otros en la fe, han querido transmitir el don que habían recibido. Lo hicieron en tiempos difíciles. No estaba amenazada solamente su vida, sino también la de los muchachos más jóvenes confiados a sus cuidados. Dado que ellos habían cultivado la propia fe y habían crecido en el amor de Cristo, no tuvieron miedo de llevar a Cristo a los demás, aun a precio de la propia vida. Su fe se convirtió en testimonio; venerados como mártires, su ejemplo sigue inspirando hoy a tantas personas en el mundo. Ellos siguen proclamando a Jesucristo y el poder de la cruz.

Si, a semejanza de los mártires, reavivamos cotidianamente el don del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, entonces llegaremos a ser de verdad los discípulos misioneros que Cristo quiere que seamos. Sin duda, lo seremos para nuestras familias y nuestros amigos, pero también para los que no conocemos, especialmente para quienes podrían ser poco benévolos e incluso hostiles con nosotros. Esta apertura hacia los demás comienza en la familia, en nuestras casas, donde se aprende a conocer la misericordia y el amor de Dios. Y se expresa también en el cuidado de los ancianos y de los pobres, de las viudas y de los huérfanos.
Como aquella madre y sus siete hijos, que describe el segundo Libro de los Macabeos, se animaban unos a otros en el momento de la gran prueba (7,1-2.9-14), del mismo modo, como miembros de la familia de Dios, debemos ayudarnos unos a otros, protegernos y guiarnos a la plenitud de la vida. Pienso con gratitud en todos aquellos –Obispos, sacerdotes, mujeres y hombres consagrados y catequistas– que de mil modos diversos han ayudado a las familias cristianas. Que la Iglesia en este país, especialmente mediante las comunidades parroquiales, siga ayudando a las parejas jóvenes en su preparación al matrimonio, anime a los esposos a vivir el vínculo conyugal en el amor y la fidelidad, y ayude a los padres en su tarea de ser los primeros maestros de la fe de sus hijos.
Al igual que los Apóstoles y los mártires de Uganda antes que nosotros, hemos recibido el don del Espíritu Santo para ser discípulos-misioneros, llamados a salir hacia los otros y llevar el Evangelio a todos. En ocasiones esto supondrá ir hasta los confines del mundo, como misioneros en tierras lejanas. Esto es esencial para la difusión del Reino de Dios, y les pido siempre una respuesta generosa a esta exigencia. Sin embargo, no es necesario viajar para ser discípulos-misioneros. En realidad, solamente hace falta abrir los ojos a las necesidades que encontramos en nuestras casas y en nuestras comunidades locales para darnos cuenta de las numerosas oportunidades que allí nos esperan.
También en esto los mártires de Uganda nos indican el camino. Su fe buscó el bien de todos, incluso del mismo Rey que los condenó por su credo cristiano. Su respuesta buscaba oponer el amor al odio, y de ese modo irradiar el esplendor del Evangelio. Ellos no se limitaron a decir al Rey lo que el Evangelio prohibía, sino que mostraron con su vida lo que significa realmente decir «sí» a Jesús. Significa misericordia y pureza de corazón, ser humildes y pobres de espíritu, y tener sed de la justicia, con la esperanza de la recompensa eterna.
El testimonio de los mártires nuestra, a todos los que han conocido su historia, entonces y hoy, que los placeres mundanos y el poder terreno no dan alegría ni paz duradera. Es más, la fidelidad a Dios, la honradez y la integridad de la vida, así como la genuina preocupación por el bien de los otros, nos llevan a esa paz que el mundo no puede ofrecer. Esto no disminuye nuestra preocupación por las cosas de este mundo, como si mirásemos solamente a la vida futura. Al contrario, nos ofrece un objetivo para la vida en este mundo y nos ayuda a acercarnos a los necesitados, a cooperar con los otros por el bien común y a construir, sin excluir a nadie, una sociedad más justa, que promueva la dignidad humana, defienda la vida, don de Dios, y proteja las maravillas de la naturaleza, la creación, nuestra casa común.
Queridos hermanos y hermanas, esta es la herencia que han recibido de los mártires ugandeses: vidas marcadas por la fuerza del Espíritu Santo, vidas que también ahora siguen dando testimonio del poder transformador del Evangelio de Jesucristo. Esta herencia no la hacemos nuestra como un recuerdo circunstancial o conservándola en un museo como si fuese una joya preciosa. En cambio, la honramos verdaderamente, y a todos los santos, cuando llevamos su testimonio de Cristo a nuestras casas y a nuestros prójimos, a los lugares de trabajo y a la sociedad civil, tanto si nos quedamos en nuestras propias casas como si vamos hasta los más remotos confines del mundo.
Que los mártires ugandeses, junto con María, Madre de la Iglesia, intercedan por nosotros, y que el Espíritu Santo encienda en nosotros el fuego del amor divino. Omukama abawe omukisa. (Que Dios los bendiga).

Espero que mi presencia sea signo de amistad, aprecio y aliento a todo el pueblo de esta nación, Francisco en Uganda

Con una hora y veinte minutos de vuelo, el Obispo de Roma llegó a Uganda desde Kenia, a las 16,50 el viernes 27 de Noviembre. Después de la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto de Entebbe, hizo una visita de cortesía al Presidente de la Republica de Uganda el Señor Yoweri Kaguta Museveni.
Posteriormente el Papa tuvo un encuentro con la autoridades de Uganda y el Cuerpo Diplomático, en el que expresó entre otras cosas que su visita pretende también llamar la atención sobre África en su conjunto, sus promesas, sus esperanzas, sus luchas y sus logros. "El mundo mira a África como al continente de la esperanza. En efecto, Uganda ha sido bendecida por Dios con abundantes recursos naturales, que ustedes tienen el cometido de administrar con responsabilidad. Pero, sobre todo, la nación ha sido bendecida en su gente: sus familias fuertes, sus jóvenes y sus ancianos". Así mismo Francisco dijo que esperaba con alegría reunirse mañana con los jóvenes, para dirigirles palabras de aliento y desafío. "Qué importante es ofrecerles esperanza, oportunidades de educación y empleo remunerado y, sobre todo, la oportunidad de participar plenamente en la vida de la sociedad. Pero también quisiera mencionar la bendición que ustedes tienen en las personas mayores. Ellas son la memoria viva de todos los pueblos. Siempre hay que valorar su sabiduría y experiencia como una brújula que consiente a la sociedad encontrar la dirección correcta para afrontar los desafíos del presente con integridad, sabiduría y previsión". jesuita Guillermo Ortiz - Radio Vaticana
Palabras de Papa Francisco en el encuentro con las autoridades y cuerpo diplomático en Entebbe Uganda
Señor Presidente, Miembros del Gobierno, Distinguidos Miembros del Cuerpo Diplomático.

Hermanos Obispos Señoras y Señores:
          Les agradezco su amable bienvenida; me siento feliz de estar en Uganda. Mi visita a su país está orientada, sobre todo, a conmemorar el quincuagésimo aniversario de la canonización de los mártires de Uganda por mi predecesor, el Papa Pablo VI.  Aunque espero que mi presencia aquí sea vista también como un signo de amistad, aprecio y aliento a todo el pueblo de esta gran nación.
            Los mártires, tanto católicos como anglicanos, son verdaderos héroes nacionales. Ellos dan testimonio de los principios rectores expresados en el lema de Uganda: «Por Dios y mi país». Nos recuerdan el papel fundamental que ha tenido y sigue teniendo la fe, la rectitud moral y el compromiso por el bien común, en la vida cultural, económica y política de este país. También nos recuerdan que, a pesar de nuestros diferentes credos y convicciones, todos estamos llamados a buscar la verdad, a trabajar por la justicia y la reconciliación, y a respetarnos, protegernos y ayudarnos unos a otros como miembros de una única familia humana. Estos altos ideales son especialmente importantes en hombres y mujeres, como ustedes, que han de garantizar una buena y transparente gestión pública, un desarrollo humano integral, una amplia participación en la vida nacional, así como una distribución racional y justa de los bienes que el Creador ha otorgado con abundancia a estas tierras.
            Mi visita pretende también llamar la atención sobre África en su conjunto, sus promesas, sus esperanzas, sus luchas y sus logros. El mundo mira a África como al continente de la esperanza. En efecto, Uganda ha sido bendecida por Dios con abundantes recursos naturales, que ustedes tienen el cometido de administrar con responsabilidad. Pero, sobre todo, la nación ha sido bendecida en su gente: sus familias fuertes, sus jóvenes y sus ancianos. Espero con alegría reunirme mañana con los jóvenes, para dirigirles palabras de aliento y desafío. Qué importante es ofrecerles esperanza, oportunidades de educación y empleo remunerado y, sobre todo, la oportunidad de participar plenamente en la vida de la sociedad. Pero también quisiera mencionar la bendición que ustedes tienen en las personas mayores. Ellas son la memoria viva de todos los pueblos. Siempre hay que valorar su sabiduría y experiencia como una brújula que consiente a la sociedad encontrar la dirección correcta para afrontar los desafíos del presente con integridad, sabiduría y previsión.
            Aquí, en África del Este, Uganda ha mostrado una preocupación excepcional por acoger a los refugiados, para que puedan reconstruir sus vidas con seguridad y con el sentido de la dignidad que proporciona el ganarse el sustento mediante un trabajo honrado. Nuestro mundo, atrapado en guerras, violencia, y diversas formas de injusticia, es testigo de un movimiento de personas sin precedentes. La manera como los tratamos es una prueba de nuestra capacidad de humanidad, de nuestro respeto por la dignidad humana y, sobre todo, de nuestra solidaridad con estos hermanos y hermanas necesitados.
            Aunque mi visita sea breve, deseo seguir alentando los muchos esfuerzos que de modo discreto se están realizando en favor de los pobres, los enfermos y todos los que pasan dificultad. En estos pequeños signos se manifiesta el alma verdadera de un pueblo. En muchos sentidos, nuestro mundo experimenta hoy un crecimiento armónico; al mismo tiempo, sin embargo, vemos con preocupación la globalización de una «cultura del descarte», que nos hace perder de vista los valores espirituales, endurece nuestros corazones ante las necesidades de los pobres y roba la esperanza a nuestros jóvenes.
            Con el deseo de encontrarme con ustedes y compartir este tiempo juntos, pido a Dios que usted, Señor Presidente, y todo el querido pueblo de Uganda, respondan siempre a los valores que han forjado el alma de su nación. Invoco de todo corazón sobre todos ustedes las abundantes bendiciones del Señor.
            Mungu awabariki! (Que Dios los bendiga).

ESTAD SIEMPRE ATENTOS



Lectura del santo evangelio según san Lucas (21,34-36):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»

viernes, 27 de noviembre de 2015

"El Papa nos hace vivir con la mirada puesta en los últimos y sabiendo que podemos hacer mucho por ellos"

Carlos Osoro: "Francisco no se conforma con que denunciemos las situaciones; el Papa busca cambiar las cosas"

El Papa Francisco ha iniciado un viaje apostólico a África para llevar la Buena Noticia, la que engendra encuentro y no división, paz y no guerra, amor y no odio. Va como el Buen Pastor de la parábola del Evangelio: a buscar a quienes olvidaron que se construye dando vida o que hay muchos hermanos en aquel continente que sufren.
El Papa nos hace vivir con la mirada puesta en los últimos y sabiendo que podemos hacer mucho por ellos. Estos días, durante el viaje del Santo Padre, estemos con él acompañándolo en la oración y en la responsabilidad de hacerles llegar nuestra ayuda, para que todos vivan con la dignidad que Dios mismo les dio y que se manifestó plenamente en Jesucristo. Devolvámosles lo que les pertenece; no consintamos que se robe la dignidad de ningún ser humano.
Francisco visitará tres países: Kenia, Uganda y la República Centroafricana. Quiere llevar a estas tierras, que padecen el maltrato de la pobreza y de la guerra, el mensaje del Evangelio; y mostrará que, lo que el Señor pidió a los primeros discípulos, «id y anunciad el Evangelio», lo sigue haciendo hoy Pedro en su persona. Va a dar rostro a Nuestro Señor Jesucristo, llevando y acercando la alegría del Evangelio, que es transformadora de los corazones de los hombres porque les devuelve la esperanza y los fortalece con la fuerza del amor mismo de Dios.
Con este viaje, el Papa desea decirles que no están solos. Y, al mismo tiempo, invita a toda la humanidad a viajar con él África desde el corazón y, a aquellos que pueden, a que hagan todo lo que esté de su parte «para que haya paz y prosperidad en esos países», como pedía el domingo pasado en el rezo del Ángelus.
La audacia evangelizadora del Papa le lleva a decir que el mensaje de Jesús es este: la misericordia. Mensaje que va a proclamar en aquel «paisaje humano», pero que nos da a contemplar a todos. Va a estas tierras, por una parte, para que quienes allí viven sientan la cercanía de Cristo a través del Sucesor de Pedro, a quien encomendó el cuidado de la Iglesia y de todos los hombres.
 Por otra parte, va para hacernos caer en la cuenta de que hemos de ayudar a quienes más padecen. Por eso, encomendémonos a la misericordia de Dios. No es fácil porque es un abismo incomprensible. Pero hay que hacerlo, a Él le gusta que le contemos lo que nos pasa. ¿Por qué no le abrimos el corazón mientras acompañamos con la oración al Papa Francisco? Es bueno que le digamos lo que dejamos de hacer o hacemos mal, que, entre otras cosas, es lo que provoca la pobreza, la guerra, la miseria o el hambre.
Y no tengamos miedo. Reconociendo que hemos tenido cerrada la vida a nuestros propios intereses, dejemos que Jesucristo nos bese, nos abrace y nos diga: «tampoco yo te condeno, anda y en adelante no peques más», es decir, no te olvides de tu hermano, de los que más sufren. Él nunca se cansa de darnos su perdón y rehabilitarnos para hacer el bien; lo que ocurre es que, como nos recuerda Francisco, muy a menudo,somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón.
Con su ejemplo, el Santo Padre nos regala la actitud de Jesús, que conmueve: sus palabras son de amor, de misericordia, e invitan a la conversión; nos muestra el rostro de un Dios que siempre tiene paciencia. No tengamos miedo a acoger la ternura de Dios, a ser custodios de la misma. Esta ternura nos lleva a ocuparnos los unos de los otros, a preocuparnos por todos, especialmente por los más frágiles. Así nos lo pidió y nos lo enseñó el Señor: nos confió la custodia del hombre.
Estoy convencido de que, en este viaje, el mensaje más fuerte para todos los hombres va a ser precisamente que custodiemos con la ternura de Dios a los que encontramos por el camino de la historia y de la vida, especialmente a los más rotos y tirados, a los desahuciados y descartados. Nos dirá que no nos quedemos solo en ver, sino que también actuemos con la fuerza, la gracia y el amor de Jesús y que este amor llegue a quienes viven en Kenia, Uganda y República Centroafricana.


Carlos Osoro

¿Qué camino elegís?, ¿dejarte vencer por las dificultades o vencer los desafíos?, el Papa a los jóvenes en Kenia

 El problema del tribalismo; la corrupción; cómo puede ser padre Dios si hay tantas tragedias; como ayudar a los jóvenes que no tienen el cariño de la familia; como evitar el reclutamiento de seres queridos; fueron temas tratados por Francisco en el encuentro con los jóvenes en el Estadio de Kasarani en Nairobi. jesuita Guillermo Ortiz -RV

La oración: "Un hombre, una mujer, pierde lo mejor de su ser humano cuando se olvida de rezar, porque se siente omnipotente, porque no siente necesidad de pedir ayuda delante de tantas tragedias".

Los jóvenes tienen que elegir: "Ustedes quieren superar los desafíos o dejarse vencer los desafíos. O son como aquellos que ya vendieron la victoria a los otros y se pusieron la plata en el bolsillo". "Si ustedes no dialogan y no se escuchan entre ustedes siempre existirá el tribalismo que es como una polilla que roe la sociedad".

La corrupción: "No solo en la política, en todas las instituciones, incluso en el Vaticano hay casos de corrupción. La corrupción es algo que se nos mete adentro. Es como el azúcar, es dulce, nos gusta, es fácil y después terminamos mal y terminamos diabéticos o nuestro país termina diabéticos. Cada vez que aceptamos una coima y la metemos en el bolsillo destruimos nuestro corazón, destruimos nuestra personalidad y destruimos nuestra patria. Por favor no le tomen el gusto a esa azúcar que se llama corrupción".

Dios Padre y las tragedias: "¿Cómo puedo ver la mano de Dios en una tragedia de la vida? Hay una sola respuesta que no es respuesta, es un camino: mira al Hijo de Dios. Dios lo entregó para salvarnos a todos. Dios mismo se hizo tragedia. Dios mismo se dejó destruir en la cruz. Y cuando estés que no entendes algo cuando se te viene el mundo encima mirá la cruz. Ahí está el fracaso de Dios, la destrucción de Dios pero ahí está un desafío a nuestra fe, la esperanza porque la historia no termino en ese fracaso sino en el resurrección que nos renovó a todos".

"Uso de los medios de comunicación: El primer medio de comunicación es la palabra, el gesto, la sonrisa, es la cercanía, el primer gesto de comunicación es buscar la amistad. Si ustedes hablan bien entre ustedes, se sonríen, se acercan como hermanos. Si ustedes están cerca uno de otros aunque san de diversas tribus y si ustedes se acercan al que necesitan, al anciano, al abandonado, al enfermo que nadie visita, esos gestos de comunicación son más contagiosos que cualquier red de comunicación".

"Problemas de los jóvenes: Si un joven no tiene trabajo qué futuro le espera y ahí entra la idea de dejarse reclutar. Si un joven no tiene posibilidades de educación incluso de emergencia, de pequeños oficios, que puede hacer, ahí está el peligro es un peligro social que está más allá de nosotros incluso más allá del país, porque depende de un sistema internacional que es injusto, que tiene al centro de la economía no a la persona sino al Dios dinero. Qué puedo hacer para ayudarlo o hacerlo volver. Primero rezar por él, rezar fuerte, Dios es más fuerte que todo reclutamiento. Y después hablarle con cariño, con simpatía, con amor y con paciencia, invitarlo a ver un partido de futbol, invitarlo a pasear, invitarlo a estar juntos en el grupo. No dejarlo solo".