miércoles, 19 de agosto de 2015

Confiar en la Providencia de Dios

El mundo está lleno de emergencias: en la economía y en la política, en la familia y en la educación, en el clima y en la agricultura. Emergencias y más emergencias, incluso en el propio hogar: no hay dinero para llegar a final de mes, o ya no queda aceite en el coche...

Ante tantas emergencias, hay que ponerse a trabajar. No tiene sentido sentarse pasivamente ante lo que ocurre, ni vivir en quejas amargas. Dios nos ha dado una mente para pensar y ver de frente los problemas, y una voluntad para decidir: ¡manos a la obra!

Pero por más que nos lancemos frenéticamente a arreglar el mundo cercano o el mundo lejano, por más que luchemos para frenar el calentamiento global o la corrupción local de los políticos, no podemos olvidar una de las enseñanzas fundamentales de la Biblia: "Si el Señor no construye la casa, en vano se afanan los constructores; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas” (Sal 127,1).

Por eso, a la hora de afrontar tantos problemas, urgentes, dramáticos, necesitamos primero rezar para analizarlos correctamente, para tener un corazón prudente y decidido, y para alcanzar la necesaria fortaleza que nos permita romper miedos y ponernos a trabajar.

Luego, necesitamos recordar que los resultados no están en nuestras manos. Hay cosas que haremos mejor, otras habrá que corregirlas de inmediato. Pero una mejora en el mundo, un avance del bien, sólo será posible desde la acción de Dios.

Muchos hombres y mujeres de nuestro tiempo ya no piensan en la providencia divina. No creen que Dios, realmente, está activo en el mundo y en la historia. En realidad, sólo tiene sentido el esfuerzo por el bien y la justicia desde la esperanza, desde la certeza, de que Dios existe y actúa continuamente.

Dios es un Padre, y un Padre vela por sus hijos. Da la lluvia y el sol, protege y levanta. Cura y perdona. Camina a nuestro lado. También cuando decidimos alejarnos y pecamos, sabe esperar y ofrece señales para que volvamos a Él.

Sólo cuando nos dejemos abrazar por Dios y confiemos, descubriremos lo mucho que hizo en el pasado y lo mucho que hace en el presente. Mejor aún: seremos capaces de reconocer que ya hizo lo único importante: darnos a su Hijo, fundar su Iglesia, ofrecernos el Reino, abrirnos las puertas del cielo.

Todo lo demás pasa. Solo el Amor queda. La providencia es el modo concreto con el que el Amor interviene, a veces de modo sorprendente, en este mundo de hijos necesitados de una esperanza, una misericordia y un consuelo que sólo puede venir de un Padre bueno y cariñoso.
P. Francisco Pascual


El papa pide una gestión responsable del trabajo que expresa la dignidad humana

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Después de haber reflexionado sobre el valor de la fiesta en la vida de la familia, hoy nos detenemos sobre el elemento complementario, que es el trabajo. Ambos forman parte del designio creador de Dios. La fiesta y el trabajo.
El trabajo, se dice comúnmente, es necesario para mantener a la familia, para crecer a los hijos, para asegurar a los seres queridos una vida digna. De una persona seria, honesta, lo más bello que se puede decir: ‘es un trabajador', es uno que trabaja, es uno que en la comunidad no vive a expensas de los otros. Hay tantos argentinos hoy que he visto y diré como decimos nosotros ‘no vive de arriba'.
Y de hecho, el trabajo, en sus mil formas, a partir de aquel hogareño, cuida también el bien común. Y ¿dónde se aprende este estilo de vida laborioso? Primero que nada se aprende en familia. La familia educa al trabajo con el ejemplo de los padres: el papá y la mamá que trabajan por el bien de la familia y de la sociedad.
En el Evangelio, la Sagrada Familia de Nazaret aparece como una familia de trabajadores, y Jesús mismo es llamado ‘hijo del carpintero' (Mt 13, 55) o incluso ‘el carpintero' (Mc 6, 3). Y san Pablo no dejará de advertir a los cristianos: ‘el que no quiera trabajar, que no coma' (2 Ts 3,10). Es una bella receta para adelgazar esta: no trabajas, no comes.
El apóstol se refiere explícitamente al falso espiritualismo de algunos que, de hecho, viven a expensas de sus hermanos y hermanas ‘sin hacer nada' (2 Ts 3, 11). El compromiso del trabajo y la vida del espíritu, en la concepción cristiana, no están en absoluto en oposición entre ellas. ¡Es importante entender bien esto! Oración y trabajo pueden y deben estar juntos en armonía, como enseña san Benito. La falta de trabajo daña también al espíritu, como la falta de oración daña también la actividad práctica.
Trabajar - repito, en mil modos - es propio de la persona humana. Exprime su dignidad de ser creada a imagen de Dios. Por eso se dice que el trabajo es sagrado, el trabajo es sagrado. Y por eso la gestión de la ocupación es una gran responsabilidad humana y social, que no puede ser dejada en las manos de pocos o descargado sobre un ‘mercado' divinizado. Causar una pérdida en puestos de trabajo significa causar un grave daño social. scartati
Yo me entristezco cuando veo que no hay trabajo, que hay gente sin trabajo, que no encuentra trabajo y que no tiene la dignidad de llevar el pan a casa y me alegro tanto cuando veo que los gobernantes ponen tanto esfuerzo, trabajo, para encontrar puestos de trabajo, para buscar que todos tengan un trabajo. El trabajo es sagrado, el trabajo da dignidad a una familia y debemos rezar para que no falte el trabajo a ninguna familia.

Por lo tanto, también el trabajo, como la fiesta, forma parte del designio de Dios Creador. En el libro del Génesis, el tema de la tierra como casa-jardín, confiada al cuidado y al trabajo del hombre (2,8.15), es anticipado con un pasaje muy conmovedor: ‘Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo, aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo, pero un manantial surgía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo'. (2, 4b-6a). No es romanticismo, es revelación de Dios; y nosotros tenemos la responsabilidad de comprenderla y asimilarla hasta el final. La Encíclica Laudato si', que propone una ecología integral, contiene también este mensaje: la belleza de la tierra y la dignidad del trabajo están hechas para estar unidas. La tierra se convierte en bella cuando es trabajada por el hombre, van juntas.
Cuando el trabajo se separa de la alianza de Dios con el hombre y la mujer, cuando se separa de sus cualidades espirituales, cuando es rehén sólo de la lógica de la ganancia y desprecia los afectos de la vida, la degradación del alma contamina todo: también el aire, el agua, la hierba, la comida... La vida civil se corrompe y el hábitat se descompone. Y las consecuencias golpean sobre todo a los más pobres y a las familias más pobres. La moderna organización del trabajo muestra a veces una peligrosa tendencia a considerar la familia un gravamen, un peso, una pasividad para la productividad del trabajo. Pero preguntémonos: ¿cuál productividad? ¿Y para quién? La llamada ‘ciudad inteligente' es indudablemente rica de servicios y de organizaciones: pero, por ejemplo, es frecuentemente hostil a los niños y a los ancianos.
A veces quien proyecta está interesado a la gestión de fuerza-trabajo individual, para ensamblar y utilizar o descartar según la conveniencia económica. La familia es un gran lugar de prueba. Cuando la organización del trabajo la tiene como rehén, o incluso le obstaculiza el camino, entonces estamos seguros de que la sociedad humana ha comenzado a trabajar ¡en contra de sí misma!
Las familias cristianas reciben de esta coyuntura un gran desafío y una gran misión. Ellas ponen en juego los fundamentos de la creación de Dios: la identidad y el vínculo del hombre y de la mujer, la generación de los hijos, el trabajo que hace doméstica la tierra y habitable el mundo. La pérdida de estos fundamentos es un asunto muy serio, y en la casa común ¡hay ya demasiadas grietas! La tarea no es fácil. A veces puede parecer a las asociaciones de las familias que son como David frente a Goliat... pero ¡sabemos cómo terminó ese desafío! Se necesitan fe y astucia. Que Dios nos conceda acoger con alegría y esperanza su llamada, en este momento difícil de nuestra historia. La llamada al trabajo para dar dignidad a sí mismo y a la propia familia. Gracias.


Familia, trabajo, dignidad humana y creación, aliento del Papa

Si la organización del trabajo mantiene como rehén a la familia y obstaculiza su camino, quiere decir que la sociedad humana ha empezado a trabajar contra sí misma, advirtió el Santo Padre, invitando a no perder la esperanza:

Familias cristianas no se desanimen – no se sientan como David y Goliat, pues todos sabemos cómo acabó ese desafío
Ante el momento difícil que vivimos en la historia de la humanidad, en el que se quiere impulsar el afán del provecho económico del trabajo, por encima de la familia, el Papa Francisco – en su catequesis central en italiano y como es tradicional sintetizada en otras lenguas – hizo hincapié en el gran desafío y misión de las familias cristianas:
«En este momento difícil de nuestra historia, pidamos al Señor que sostenga a las familias en su vida cotidiana y en su misión. Que Él les conceda custodiar de forma fiel y valiente los valores fundamentales de la creación. Que Jesucristo los fortalezca en la fe, junto con sus familias, para que puedan ser en el mundo signos de su amor y su misericordia».
Con el trabajo participamos en el designio creador de Dios de cuidar el mundo. Que el Espíritu Santo nos ayude a acoger y vivir esta vocación con alegría y esperanza, deseó el Papa:
«Queridos hermanos y hermanas, el trabajo humano es parte de la creación y prosigue la obra creadora de Dios. Comprometámonos en acrecentar las oportunidades de trabajo, afirmando la convicción de que sólo en el trabajo libre creativo, participativo y solidario el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su propia vida».
El Santo Padre deseó a los numerosos fieles de tantas partes del mundo, que su peregrinación a Roma impulse en todos el sentido de pertenencia a la Iglesia – nuestra familia -  los fortalezca en la fe en Jesucristo, que llama a toda familia a colaborar en la construcción de un mundo más justo y bello:
«Recuerden que el trabajo puede ser camino de santidad, si se desarrolla como continuación de la obra creadora de Dios y es una expresión de amor a los demás, sobre todo a nuestros familiares».
El Papa dirigió un saludo especial a la Comunidad de Taizé en la víspera del aniversario de su fundación y recordó a su amado fundador:
«Mañana la Comunidad de Taizé cumple 75 años. Deseo dirigir mi saludo acompañado con mi oración a los hermanos, en el recuerdo de su amado fundador Roger Schutz, del que hemos recordado el X aniversario de su muerte, hace tres días. ¡Buen camino para la comunidad de Taizé!»
Coincidiendo su audiencia general con la fiesta de San Juan Eudes, en sus palabras a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, evocó su devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María:
«Hoy celebramos la memoria litúrgica de San Juan Eudes. Que su devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, les enseñe a ustedes, queridos jóvenes, la necesidad de su intercesión en el camino espiritual. Los aliente, a ustedes queridos enfermos, a afrontar con fe los momentos de sufrimiento y los estimule a ustedes, queridos recién casados a educar con amor a los hijos que el Señor les querrá donar».
(CdM – RV)

¿Vas a tener a tú envidia porque yo soy bueno?


Lectura del santo evangelio según san Mateo 20, 1-16a

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.
Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo:
"Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido."
Ellos fueron.
Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo:
"¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?"
Le respondieron:
"Nadie nos ha contratado."
Él les dijo:
"Id también vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz:
"Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros."
Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar contra el amo:
"Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno.
Él replicó a uno de ellos:
"Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿0 vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?'
Así, los últimos serán los primeros y los primeros los últimos.»
Palabra del Señor