lunes, 24 de febrero de 2014

La salvación es regresar a casa, con Jesús en la Iglesia, el Papa el lunes en Santa Marta

Seguir a Jesús no es “una idea” sino un “continuo quedarse en casa”, la Iglesia, donde Cristo hace regresar siempre a todos, también a quien se ha alejado de ella. 
Lo afirmó el Papa Francisco en la homilía de la Misa de esta mañana, en la capilla de Casa de Santa Marta.
 

Un muchacho que sufre convulsiones, que se revuelca por la tierra y que echa espuma por la boca; en medio a una muchedumbre asustada e inerme. Y su padre que por poco se abalanza a Jesús, implorándole librar a su hijo de la posesión diabólica. 

Es el drama con el que se abre el Evangelio de hoy y que el Papa analizó punto por punto: el de los presentes, que discuten sin resultado, Jesús que llega y se informa, “la bulla que viene a menos”, el padre angustiado que emerge de la muchedumbre y decide contra toda esperanza confiarse en Jesús. 

Y Jesús, que compadecido por la fe cristalina de aquel papá, expulsa el espíritu y luego se inclina con dulzura ante el joven, que parece muerto, ayudándolo a volverse a levantar:
“Todo aquel desorden, aquella discusión termina en un gesto: Jesús que se abaja, se inclina ante el muchacho. Estos gestos de Jesús nos hacen pensar. Jesús cuando cura, cuando va entre la gente y sana a una persona, jamás la deja sola. 

No es un mago, un brujo, un curandero que va, cura y continúa su camino: a cada uno lo hace regresar a su lugar, no lo deja en la calle. Son gestos bellísimos del Señor”.

He aquí la enseñanza, explicó el Santo Padre: “Jesús – afirmó – siempre nos hace regresar a casa, jamás nos deja solos en la calle”. El Evangelio, recordó, está lleno de estos gestos. La resurrección de Lázaro, la vida devuelta a la hija de Jairo y aquella al hijo de una mamá viuda. Y también la oveja perdida vuelta a traer al redil o la moneda perdida y vuelta a encontrar por la mujer:
“Porque Jesús no vino solo del Cielo, es Hijo de un pueblo. 

Jesús es la promesa hecha a un pueblo y su identidad es también pertenencia a aquel pueblo, que de Abraham camina hacia la promesa. Y éstos gestos de Jesús nos enseñan que toda curación, todo perdón nos hacen regresar siempre a nuestro pueblo, que es la Iglesia”.
 

Jesús perdona siempre y sus gestos – prosiguió el Papa – se vuelven también “revolucionarios”, o “inexplicables”, cuando su perdón llega a quien se ha alejado “mucho”, como el publicano Mateo o su colega Zaqueo. Además, repitió el Papa, Jesús “cuando perdona, hace siempre regresar a casa
Y de esta forma, sin el pueblo de Dios, no se puede entender a Jesús”. Es absurdo “amar a Cristo, sin la Iglesia, sentir a Cristo pero no a la Iglesia, seguir a Cristo al margen de la Iglesia”, recordó Francisco citando y parafraseando una vez más Pablo VI. “Cristo y la Iglesia están unidos”, y “cada vez que Cristo llama a una persona, la trae a la Iglesia”. Por esto, agregó, “está bien” que un niño “venga a bautizarse en la Iglesia”, la “Iglesia madre”:
“Y aquellos gestos de tanta ternura de Jesús nos hacen entender esto: que nuestra doctrina, digamos así, o nuestro seguir a Cristo, no es una idea, es un continuo quedarse en casa. Y si cada uno de nosotros tiene la posibilidad y la realidad de salir de casa por un pecado, un error – Dios lo sabe – la salvación es regresar a casa, con Jesús en la Iglesia. Son gestos de ternura. Uno a uno, el Señor nos llama así, su pueblo, dentro su familia, nuestra madre, la Santa Iglesia. Pensemos en estos gestos de Jesús”. (RC-RV)

Quienes tienen un ministerio de guía y predicación no deben considerarse propietarios de poderes especiales, sino ponerse al servicio de la comunidad. El Papa a la hora del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! En la segunda Lectura de este domingo, San Pablo afirma: “Así que, no se gloríe nadie en los hombres, pues todo es suyo: ya sea Pablo, Apolo, Cefas (es decir, Pedro), el mundo, la vida, la muerte, el presente, el futuro, todo es suyo; y ustedes, de Cristo y Cristo de Dios” (1 Cor 3,23). ¿Por qué dice esto el Apóstol? Porque el problema que el Apóstol se encuentra es el de las divisiones en la comunidad de Corinto, donde se habían formado grupos que se referían a los diversos predicadores considerándolos jefes; decían: “Yo soy de Pablo, yo de Apolo, yo de Cefas…” (1, 12). San Pablo explica que este modo de pensar está equivocado, porque la comunidad no pertenece a los apóstoles, sino que son ellos los que pertenecen a la comunidad; pero la comunidad, toda entera, ¡pertenece a Cristo!
 

De esta pertenencia deriva que en las comunidades cristianas – diócesis, parroquias, asociaciones, movimientos – las diferencias no pueden contradecir el hecho de que todos, por el Bautismo, tenemos la misma dignidad: todos, en Jesucristo, somos hijos de Dios. Y ésta es nuestra dignidad: en Jesucristo somos hijos de Dios. Aquellos que han recibido un ministerio de guía, de predicación, de administrar los Sacramentos, no deben considerarse propietarios de poderes especiales, sino ponerse al servicio de la comunidad, ayudándola a recorrer con alegría el camino de la santidad.

Hoy la Iglesia encomienda el testimonio de este estilo de vida pastoral a los nuevos Cardenales, con quienes celebré esta mañana la Santa Misa. Podemos saludar todos a los nuevos cardenales con un aplauso, ¡saludémoslos a todos!. El Consistorio de ayer y la Celebración Eucarística de hoy nos han ofrecido una ocasión preciosa para experimentar la catolicidad, la universalidad de la Iglesia, bien representada por la variada procedencia de los miembros del Colegio Cardenalicio, reunidos en estrecha comunión en torno al Sucesor de Pedro. 

Y que el Señor nos dé la gracia de trabajar por la unidad de la Iglesia, de construir esta unidad, porque la unidad es más, más importante que los conflictos. La unidad de la Iglesia está en Cristo. Los conflictos son problemas que no siempre son “de Cristo”.
 

¡Que los momentos litúrgicos y de fiesta, que hemos tenido la oportunidad de vivir en el curso de las últimas dos jornadas, refuercen en todos nosotros la fe, el amor por Cristo y por su Iglesia! También los invito a sostener a estos Pastores y a asistirlos con la oración, a fin de que guíen siempre con celo al pueblo que les ha sido encomendado, mostrando a todos la ternura y el amor del Señor. Pero, ¡cuánta necesidad de oración tiene un Obispo, un Cardenal, un Papa, para que pueda ayudar a seguir adelante al pueblo de Dios! Digo “ayudar”, es decir, servir al pueblo de Dios. Porque la vocación del Obispo, del Cardenal y del Papa es, justamente, ésta: ser servidor, servir en nombre de Cristo. Recen por nosotros para que todos seamos buenos servidores, buenos “servidores” no buenos “patrones”. Todos juntos, Obispos, presbíteros, personas consagradas y fieles laicos debemos ofrecer el testimonio de una Iglesia fiel a Cristo, animada por el deseo de servir a los hermanos y dispuesta a salir al encuentro con coraje profético de las expectativas y exigencias espirituales de los hombres y de las mujeres de nuestro tiempo. Que la Virgen nos acompañe y nos proteja en este camino.