jueves, 26 de noviembre de 2015

«VENGA TU REINO». Orígenes

Si, como dice nuestro Señor y Salvador, el reino de Dios no ha de venir espectacularmente, ni dirán: «Vedlo aquí o vedlo allí», sino que el reino de Dios está dentro de nosotros, pues cerca está la palabra, en nuestra boca y en nuestro corazón, sin duda cuando pedimos que venga el reino de Dios lo que pedimos es que este reino de Dios, que está dentro de nosotros, salga afuera, produzca fruto y se vaya perfeccionando.

Efectivamente, Dios reina ya en cada uno de los santos, ya que éstos se someten a su ley espiritual, y así Dios habita en ellos como en una ciudad bien gobernada. En el alma perfecta está presente el Padre, y Cristo reina en ella junto con el Padre, de acuerdo con aquellas palabras del Evangelio: Vendremos a fijar en él nuestra morada. Este reino de Dios que está dentro de nosotros llegará, con nuestra cooperación, a su plena perfección cuando se realice lo que dice el Apóstol, esto es, cuando Cristo, una vez sometidos a él todos sus enemigos, entregue el reino a Dios Padre, para que Dios sea todo en todo. 

Por esto, rogando incesantemente con aquella actitud interior que se hace divina por la acción del Verbo, digamos a nuestro Padre que está en los cielos: Santificado sea tu nombre, venga tu reino. Con respecto al reino de Dios, hay que tener también esto en cuenta: del mismo modo que no tiene que ver la justificación con la impiedad, ni hay nada de común entre la luz y las tinieblas, ni puede haber armonía entre Cristo y Belial, así tampoco pueden coexistir el reino de Dios y el reino del pecado.

Por consiguiente, si queremos que Dios reine en nosotros, procuremos que de ningún modo continúe el pecado reinando en nuestro cuerpo mortal, antes bien, mortifiquemos las pasiones de nuestro hombre terrenal y fructifiquemos por el Espíritu; de este modo Dios se paseará por nuestro interior como por un paraíso espiritual y reinará en nosotros él solo con su Cristo, el cual se sentará en nosotros a la derecha de aquella virtud espiritual que deseamos alcanzar: se sentará hasta que todos sus enemigos que hay en nosotros sean puestos por estrado de sus pies, y sean reducidos a la nada en nosotros todos los principados, todos los poderes y todas las fuerzas.

Del Opúsculo de Orígenes, presbítero, sobre la oración
(Cap. 25: PG 11, 495-499)

¡ Gracias, Señor !


Señor, Dios y Padre nuestro... nos acercamos a Ti en este día para darte gracias por todas esas cosas hermosas y maravillosas que a diario nos das... por el aire que respiramos, la sangre que circula por nuestras venas y por ese corazón que late de amor por Ti... te damos gracias por el don de la vida, con el que nos infundes cada mañana... y por las ganas inmensas de vivirla contigo y para Ti...
Te damos gracias por el sol que nos calienta, las flores que adornan nuestro hogar y esos animalitos que alegran nuestra vida... y también te damos las gracias por la lluvia, si acaso decides que este día no sea tan brillante como el de ayer...
Gracias, Señor, por nuestras esposas y esposos, por nuestros hijos, nuestros padres, nuestros nietos y todas esas personas que comprenden nuestras familias... también por esas personas que viven dentro de nuestros corazones, amigos nuevos y viejos... compañeros de trabajo... y todos aquellos con quienes nos unen vínculos espirituales tan fuertes como los de la sangre...
Queremos darte gracias por nuestros trabajos, esos con los que nos ganamos el sustento para nuestros hogares... y también por todos esos trabajos que Tú nos pides para servirte a Ti y a tu Iglesia, y a través de los cuales nos permites acercar almas a tu Corazón...
Te damos gracias por los momentos de alegría, de gozo y de paz... y también por esos momentos difíciles con los que nos has ayudado a abandonarnos en Tus brazos y a confiar en Tu bondad... y por esas pruebas que nos han hecho ser quienes somos... y por las cuales podemos darte gracias hoy...
Gracias por ser nuestra Fortaleza en la fatiga... nuestro Alivio en la enfermedad... nuestro Consuelo en el llanto... y gracias también por ser Tú ese hombro en quien descansar... gracias por ser Padre, por ser Hermano y por ser Amigo... pero, sobre todo, gracias por ser nuestro Dios...
Por último, te pido una bendición muy especial para todas aquellas personas que se acerquen a este humilde rinconcito nuestro... que este y todos los demás días, encuentren razones en sus vidas para elevar una mirada al cielo y darte gracias de todo corazón... Amén...

Fuente:  Tengo sed de Ti

"El nombre de Dios no debe ser usado jamás para justificar el odio y la violencia", el Papa en Nairobi

Queridos amigos:
Les agradezco su presencia esta mañana y la oportunidad de compartir con ustedes estos momentos de reflexión. Deseo dar las gracias, de modo particular, a Monseñor Kairo, Arzobispo de Wabukala, y al profesor El-Busaidy por las palabras de bienvenida que me han dirigido en nombre de ustedes y de sus respectivas comunidades. Siempre que visito a los fieles católicos de una Iglesia local considero importante el podeer reunirme con los líderes de otras comunidades cristianas y tradiciones religiosas. Espero que este tiempo que pasamos juntos sea un signo de la estima que la Iglesia tiene por los seguidores de todas las religiones y afiance los lazos de amistad que ya nos unen.
En realidad, nuestra relación nos impone desafíos e interrogantes. Sin embargo, el diálogo ecuménico e interreligioso no es un lujo. No es algo añadido u opcional sino fundamental; algo que nuestro mundo, herido por conflictos y divisiones, necesita cada vez más.
En efecto, nuestras creencias y prácticas religiosas influyen en nuestro modo de entender nuestro propio ser y el mundo que nos rodea. Son para nosotros una fuente de iluminación, sabiduría y solidaridad, que enriquece a las sociedades en las que vivimos. Cuidando el crecimiento espiritual de nuestras comunidades, mediante la formación de la inteligencia y el corazón en las verdades y en los valores que nuestras tradiciones religiosas custodian, nos convertimos en una bendición para las comunidades en las que viven nuestros pueblos. En las sociedades democráticas y pluralistas como la keniata, la cooperación entre los líderes religiosos y sus comunidades se convierte en un importante servicio al bien común.
 Desde esta perspectiva, y en un mundo cada vez más interdependiente, vemos siempre con mayor claridad la necesidad de una mutua comprensión interreligiosa, de amistad y colaboración para la defensa de la dignidad otorgada por Dios a cada persona y a cada pueblo, y el derecho que tienen de vivir en libertad y felicidad. Al promover el respeto de esa dignidad y de esos derechos, las religiones juegan un papel esencial en la formación de las conciencias, infundiendo en los jóvenes los profundos valores espirituales de nuestras respectivas tradiciones, preparando buenos ciudadanos, capaces de impregnar la sociedad civil de honradez, integridad y una visión del mundo que valore a la persona humana por encima del poder y del beneficio material.
Pienso aquí en la importancia de nuestra común convicción, según la cual el Dios a quien buscamos servir es un Dios de la paz.  Su santo Nombre no debe ser usado jamás para justificar el odio y la violencia. Sé que está aún vivo en sus mentes el recuerdo de los bárbaros ataques al Westgate Mall, al Garissa University College y a Mandera. Con demasiada frecuencia, se radicaliza a los jóvenes en nombre de la religión para sembrar la discordia y el miedo, y para desgarrar el tejido de nuestras sociedades. Es muy importante que se nos reconozca como profetas de paz, constructores de paz que invitan a otros a vivir en paz, armonía y respeto mutuo. Que el Todopoderoso toque el corazón de los que cometen esta violencia y conceda su paz a nuestras familias y a nuestras comunidades.
Queridos amigos, este año se celebra el quincuagésimo aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II, en el que la Iglesia católica se ha comprometido con el diálogo ecuménico e interreligioso al servicio de la comprensión y la amistad. Deseo reafirmar este compromiso, que brota de nuestra convicción en la universalidad del amor de Dios y en la salvación que Él ofrece a todos. El mundo espera justamente que los creyentes trabajen junto con las personas de buena voluntad, para afrontar los numerosos problemas que afectan a la familia humana. Mirando hacia el futuro, imploremos que todos los hombres y las mujeres se consideren hermanos y hermanas, pacíficamente unidos en y a través de sus diferencias. Recemos por la paz.
Les agradezco su atención y suplico a Dios Todopoderoso que les conceda a ustedes y a sus comunidades la abundancia de sus bendiciones. 

Violencia, conflictos y terrorismo nacen de la pobreza y la frustración, dijo el Papa en Nairobi

¡Estén firmes en la fe! ¡No tengan miedo! porque ustedes pertenecen al Señor, exhortó Francisco en Nairobi

La Palabra de Dios nos habla en lo más profundo de nuestro corazón. Dios nos dice hoy que le pertenecemos. Él nos hizo, somos su familia, y Él siempre estará presente para nosotros. «No temas», nos dice: «Yo los he elegido y les prometo darles mi bendición» (cf. Is 44,2-3).
Hemos escuchado esta promesa en la primera lectura de hoy. El Señor nos dice que hará brotar agua en el desierto, en una tierra sedienta; hará que los hijos de su pueblo prosperen como la hierba y los sauces frondosos. Sabemos que esta profecía se cumplió con la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. Pero también la vemos cumplirse dondequiera que el Evangelio es predicado y nuevos pueblos se convierten en miembros de la familia de Dios, la Iglesia. Hoy nos regocijamos porque se ha cumplido en esta tierra. Gracias a la predicación del Evangelio, todos nosotros hemos entrado a formar parte de la gran familia cristiana.
La profecía de Isaías nos invita a mirar a nuestras propias familias, y a darnos cuenta de su importancia en el plan de Dios. La sociedad keniata ha sido abundantemente bendecida con una sólida vida familiar, con un profundo respeto por la sabiduría de los ancianos y con un gran amor por los niños. La salud de cualquier sociedad depende de la salud de sus familias. Por su bien, y por el bien de la sociedad, nuestra fe en la Palabra de Dios nos llama a sostener a las familias en su misión en la sociedad, a recibir a los niños como una bendición para nuestro mundo, y a defender la dignidad de cada hombre y mujer, porque todos somos hermanos y hermanas en la única familia humana.
En obediencia a la Palabra de Dios, también estamos llamados a oponernos a las prácticas que fomentan la arrogancia de los hombres, que hieren o degradan a las mujeres, no cuidan a los ancianos y ponen en peligro la vida de los inocentes aún no nacidos. Estamos llamados a respetarnos y apoyarnos mutuamente, y a estar cerca de todos los que pasan necesidad. Las familias cristianas tienen esta misión especial: irradiar el amor de Dios y difundir las aguas vivificantes de su Espíritu. Esto tiene hoy una importancia especial, cuando vemos el avance de nuevos desiertos creados por la cultura del egoísmo y de la indiferencia hacia los demás.
Aquí, en el corazón de esta Universidad, donde se forman las mentes y los corazones de las nuevas generaciones, hago un llamado especial a los jóvenes de la nación. Que los grandes valores de la tradición africana, la sabiduría y la verdad de la Palabra de Dios, y el generoso idealismo de su juventud, los guíen en su esfuerzo por construir una sociedad que sea cada vez más justa, inclusiva y respetuosa de la dignidad humana. Preocúpense de las necesidades de los pobres, rechacen todo prejuicio y discriminación, porque –lo sabemos– todas estas cosas no son de Dios.
Todos conocemos bien la parábola de Jesús sobre aquel hombre que edificó su casa sobre arena, en vez de hacerlo sobre roca. Cuando soplaron los vientos, se derrumbó, y su ruina fue grande (cf. Mt 7,24-27). Dios es la roca sobre la que estamos llamados a construir. Él nos lo dice en la primera lectura y nos pregunta: «¿Hay un dios fuera de mí?» (Is 44,8).
Cuando Jesús resucitado afirma en el Evangelio de hoy: «Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18), nos está asegurando que Él, el Hijo de Dios, es la roca. No hay otro fuera de Él. Como único Salvador de la humanidad, quiere atraer hacia sí a los hombres y mujeres de todos los tiempos y lugares, para poder llevarlos al Padre. Él quiere que todos nosotros construyamos nuestra vida sobre el cimiento firme de su palabra.
Este es el encargo que el Señor nos da a cada uno de nosotros. Nos pide que seamos discípulos misioneros, hombres y mujeres que irradien la verdad, la belleza y el poder del Evangelio, que transforma la vida. Hombres y mujeres que sean canales de la gracia de Dios, que permitan que la misericordia, la bondad y la verdad divinas sean los elementos para construir una casa sólida. Una casa que sea hogar, en la que los hermanos y hermanas puedan, por fin, vivir en armonía y respeto mutuo, en obediencia a la voluntad del verdadero Dios, que nos ha mostrado en Jesús el camino hacia la libertad y la paz que todo corazón ansía.
Que Jesús, el Buen Pastor, la roca sobre la que construimos nuestras vidas, los guie a ustedes y a sus familias por el camino de la bondad y la misericordia, todos los días de sus vidas. Que él bendiga a todos los habitantes de Kenia con su paz.
«Estén firmes en la fe. No tengan miedo». «Porque ustedes pertenecen al Señor». Mungu awabariki! (Que Dios los bendiga) Mungu abariki Kenya! (Que Dios bendiga a Kenia)

Violencia, conflictos y terrorismo nacen de la pobreza y la frustración, dijo el Papa en Nairobi

En su primer acto público en tierra africana, concretamente en Nairobi, capital de Kenia, el Papa Francisco, tras el discurso de bienvenida del presidente de esta nación, dirigió su primera alocución en el encuentro que se celebró en el jardín de la residencia presidencial con las autoridades civiles y el cuerpo diplomático.

El Obispo de Roma destacó tres temas principales, a saber: que Kenia es un país de jóvenes (de hecho constituyen el 60% de la población); la cuestión ecológica con sus implicaciones en la relación existente entre el ser humano y la naturaleza y la situación social, en la que también se encuentra el terrorismo.

El Santo Padre comenzó sus palabras agradeciendo la afectuosa bienvenida que le ofrecieron en su primera visita a África. “Kenia – dijo el Papa – es una nación joven y vibrante, una sociedad de gran diversidad, que desempeña un papel significativo en la región”.

Tras destacar que su experiencia de dar forma a una democracia es compartida por otras naciones africanas, el Pontífice manifestó su deseo de encontrarse en estos días con muchos de los jóvenes que componen el país y que – dijo – “son la riqueza más valiosa de una nación”, por lo que protegerlos, invertir en ellos y tenderles una mano es la mejor manera de garantizarles un futuro digno.

Refiriéndose a esta nación tan bendecida con inmensa belleza y  abundantes recursos naturales el Papa aludió a la grave crisis ambiental que afronta nuestro mundo y que exige cada vez más una mayor sensibilidad por la relación entre los seres humanos y la naturaleza. De ahí que destacara la responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras la belleza de la naturaleza en su integridad, y la obligación de administrar adecuadamente los dones recibidos. Y no dudó en afirmar que estos valores están profundamente arraigados en el alma africana por lo que, a su vez, deben inspirar los esfuerzos de los líderes nacionales para promover modelos responsables de desarrollo económico.
Francisco reafirmó cuanto él mismo ha escrito en su encíclica sobre el cuidado de la casa común acerca de la relación que existe entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo y equitativo. Y les dijo que en la medida en que en las sociedades se experimentan divisiones (étnicas, religiosas o económicas) los hombres y las mujeres de buena voluntad están llamados a trabajar por la reconciliación y la paz, el perdón y la sanación.
Por esta razón afirmó que la experiencia demuestra que la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimenta del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y la frustración.
Tras recordar que el Evangelio nos dice que aquellos a quienes mucho se les ha dado, mucho se le exigirá, el Santo Padre Francisco animó a esta nación a trabajar con integridad y transparencia por el bien común, y fomentar un espíritu de solidaridad en todos los ámbitos de la sociedad. Y los exhortó a preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos con que el Creador ha bendecido a su país, asegurándoles el compromiso constante de la comunidad católica, a través de sus obras educativas y caritativas, por ofrecer su contribución específica en estas áreas.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora

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Lectura del santo evangelio según san Lucas 21, 20-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
-«Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito.
¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo.
Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora.
Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.
Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.»
Palabra del Señor.