Lectura del libro de Jeremías 20, 7-9
Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; me forzaste y me pudiste.
Yo era el hazmerreír todo el día, todos se burlaban de mí.
Siempre que hablo tengo que gritar: «Violencia», proclamando:
«Destrucción.»
La palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio todo el día.
Me dije: «No
me acordaré de él, no hablaré más en su nombre»; pero ella era en mis
entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerlo, y no
podía.