Un constructor de puentes en una época de construcción de muros". Así es como ha definido The New York Times al Papa Francisco en un artículo, en el que se hace una pregunta inesperada: "¿Es el Papa Francisco el anti-Trump?", y en el que elogia al Pontífice por sus "afirmaciones fuertes de la humanidad universal, respaldas por acciones" en la difícil encrucijada socio-política y económica actual.
"Uno surgió de un cónclave de crisis, el otro fue elegido después de la campaña más extraña en la historia norteamericana reciente". Si bien en el artículo del célebre rotativo neoyorquino empieza poniendo de relieve algunas coincidencias entre los dos líderes, rápidamente se centra en lo que diferencia a "los populistas más famosos del mundo".
El Papa y el presidente, escribe Austen Ivereigh -autor del artículo y de un libro acerca del Papa- se parecen en su capacidad para conectar con la gente por fuera de los métodos tradicionales, en su desafío constante a las convenciones -hasta el extremo de la iconoclasia- y en sus enfrentamientos con las élites a favor del pueblo llano. Son especialmente parecidos cuando demuestran su rechazo a la globalismo, y se muestran, cada uno a su manera, nacionalistas.
Los políticos populistas como Trump han sido definidos a la perfección por el pontífice en numerosísimas ocasiones, como en su entrevista con El País o su mensaje al reciente Encuentro de Movimientos Populares en Modesto, California. Son líderes que prometen, dice el Papa, devolvernos nuestra identidad y defendernos "con muros, con alambres, con lo que sea".
Líderes que se apoyan en "la manipulación del miedo, la inseguridad, la bronca, incluso la justa indignación de la gente, transfiriendo la responsabilidad de todos los males a un "no prójimo". Pero a diferencia de los populistas, sostiene Ivereigh, "el populismo del Papa no va destinado a la popularidad -un fenómeno pasajero, y de todas formas, la suya está muy por encima de la de cualquier político- sino a la proximidad. Éste es un Papa al que le gusta acercarse".
Ivereigh toma como referencia un hecho que describe de pies a cabeza a Francisco: el ayudar a refugiados musulmanes a llevar nuevas vidas en Italia, y destaca el caso de dos familias que viven dentro del Vaticano y de 12 refugiados que volvieron con él desde un campo de refugiados en Lesbos. En una oportunidad, Bergoglio dijo imponentes palabras sobre la islamofobia: "No hay peligro en la inmigración cuando existe una bienvenida, acompañamiento e integración. Una cultura es recibida y otra es ofrecida. Esa es mi respuesta al miedo".
Su posición con respecto a la inmigración es su contraste más grande, pero el periodista no duda en marcar otras diferencias de índole más personal: "Uno es un líder espiritual de una madureza extraordinaria, el otro es un narcisista petulante y susceptible. Uno es un célibe que vive de manera simple y austera, y se rodea de discapacitados y enfermos; el otro es un 'germófobo' casado tres veces que vivía en una llamativa torre dorada y se burla de los débiles".
El artículo continúa exponiendo la grieta más grande entre Trump y Francisco: sus respectivas recetas por un mundo aquejado de los males de la economía neoliberal. "En el futuro pos-liberal de Francisco", defiende Ivereigh, "los pobres del mundo actúan con la Iglesia y la organizaciones de la sociedad civil para crear una economía al servicio del bienestar humano, a la vez que llama a los Estados a recibir a los inmigrantes en solidaridad".
En cambio, en la propuesta que defiende Trump, "los ex-ejecutivos empresariales, los directores multimillonarios de fondos de inversión y los magnates inmobiliarios desmantelan al Estado para hacer el capitalismo aún más líquido, mientras que utilizan al Estado para fortalecer las fronteras". No cabe ninguna duda de la postura que prefiere Ivereigh, ya que el autor y periodista alaba el pensamiento "valiente" del Papa, "fruto de una mente que ha reflexionado durante décadas sobre estas cuestiones".
El artículo termina subrayando otra diferencia más entre los dos líderes, sobre si "Occidente" está ocupado actualmente en un "choque de civilizaciones" con el islam. El jefe de estrategia de Trump, Steve Bannon -y por ende el propio Trump-, considera a Francisco como un problema dentro del catolicismo, debido que este no desea que la Iglesia se enfrente con la religión de Mahoma. Francisco, remarca Ivereigh, considera a todas las religiones como universales, y no cree en que la religión verdadera pueda ser causa de terrorismo.
Volviendo al primer ejemplo, cuenta que cuando le preguntaron por qué había privilegiado a refugiados musulmanes y no cristianos, el Papa respondió que "tenían los papeles en orden". "Había dos familias cristianas que no los tenían. Esto no es un privilegio. Son todos hijos de Dios. Ser hijo de Dios es un privilegio", respondió.
(C. Doody/MDZ)