Nos hará
bien, al inicio de esta Cuaresma, a todos, pero especialmente a los sacerdotes,
el don de las lágrimas, para hacer nuestra oración y nuestro camino de
conversión cada vez más auténtico y sin hipocresía. Nos hará bien hacernos la
pregunta, ¿yo lloro? ¿el Papa llora? ¿los cardenales lloran? ¿los obispos
lloran? ¿los consagrados lloran? ¿el llanto está en nuestras oraciones? Ésta ha
sido la invitación del santo padre Francisco durante la celebración eucarística
del Miércoles de Ceniza. Además, ha advertido que “los hipócritas no saben
llorar, han olvidado cómo se llora. No piden el don de las lágrimas”.
En su
homilía, el Pontífice ha recordado que hoy se comienza la Cuaresma, “tiempo en
el que tratamos de unirnos más estrechamente al Señor Jesucristo, para
compartir el misterio de su Pasión y su Resurrección”.
Asimismo
ha señalado que la liturgia de este día propone el pasaje del profeta Joel,
enviado por Dios a llamar al pueblo a la penitencia y a la conversión, por una
calamidad que devasta Judea. “Solo el Señor puede salvar del flagelo y es
necesario suplicarle con oraciones y ayunos, confesando el propio pecado”, ha
afirmado. El profeta habla de conversión interior, “volved a mí con todo el
corazón”. Por eso, Francisco ha explicado que “volver al Señor con todo el
corazón significa emprender un camino de una conversión no superficial y
transitoria, sino un itinerario espiritual que se refiere al lugar más íntimo
de nuestra persona”. El corazón --ha observado-- es la sede de nuestros
sentimientos, el centro en el que maduran nuestros elecciones, nuestras
actitudes. Y ese “volved a mí con todo el corazón” no afecta solamente a los
individuos, sino que se extiende a toda la comunidad, ha especificado el Papa.
Haciendo
referencia al Evangelio de hoy, el Pontífice ha explicado que “Jesús relee las
tres obras de piedad previstas por la ley de Moisés: la limosna, la oración y
el ayuno”.
A
propósito, el Papa ha recordado que con el tiempo estas disposiciones se habían
visto arruinadas por el formalismo exterior o incluso se habían convertido en
un signo de superioridad social. Y por eso Jesús subraya una tentación común a
estas tres obras, que se puede resumir precisamente en la hipocresía.
De este
modo, el Papa ha observado que cuando se realiza algo bueno, casi
instintivamente nace en nosotros el deseo de ser estimados y admirados por esta
buena acción. “Jesús nos invita a cumplir estas obras sin ninguna ostentación,
y a confiar únicamente en la recompensa del Padre que ve en lo secreto”, ha
recordado.
A
continuación, el Santo Padre ha insistido en que el Señor “no se cansa nunca de
tener misericordia de nosotros, y quiere ofrecernos una vez más su perdón,
todos lo necesitamos, invitándonos a volver a Él con un corazón nuevo,
purificado del mal, purificado por las lágrimas, para participar de su
alegría”.
Para
saber cómo acoger esta invitación, ha señalado el Papa, san Pablo en la segunda
lectura de hoy hace una sugerencia: “En nombre de Cristo os pedimos que os
reconciliéis con Dios”. Este esfuerzo de conversión --ha añadido-- no es
solamente una obra humana.
Así, el
Papa ha asegurado que la reconciliación entre Dios y nosotros es posible
gracias a la misericordia del Padre que, por amor a nosotros, no dudó en
sacrificar a su Hijo.“En Él podemos convertirnos en justos, en Él podemos
cambiar, si acogemos la gracia de Dios y no dejamos pasar en vano el momento
favorable”, ha indicado.
Por otro
lado, ha pedido que María Inmaculada nos sostenga en nuestro combate espiritual
contra el pecado, “nos acompañe en este momento favorable, para que podamos
llegar y cantar juntos la exultación de la victoria en la Pascua de la
Resurreción”.
Finalmente,
sobre el gesto de la imposición de la ceniza y la fórmula que pronuncia el
celebrante, el Obispo de Roma ha indicado que son un recordatorio de la verdad
de la existencia humana: “somos criaturas limitadas, pecadores cada vez más
necesitados de penitencia y conversión”.