sábado, 23 de septiembre de 2017

«No quería tener a mi bebé por si salía terrorista como su padre, pero mi obispo me convenció»


Una antigua prisionera de Boko Haram, Rebeca, cuenta en esta entrevista cómo sobrevivió a las torturas y violaciones del grupo terrorista más sanguinario del mundo. Ahogaron a un hijo suyo para que dejara de llorar. Tras escapar, la señalaron como yihadista por haber alumbrado el hijo de uno de sus captores
Como mujer joven y cristiana, un botín muy preciado por los yihadistas de Boko Haram, Rebeca Bitrus le arrancó una segunda oportunidad a la vida tras lograr escapar de las garras de la banda terrorista más sanguinaria del planeta. En su odisea, Rebeca pasó de ser torturada incontables veces durante sus dos años de cautiverio a recuperar incluso la libertad de practicar su fe sin el pesado aliento en su nuca de los hombres armados que en varios campamentos yihadistas de Nigeria, Camerún y Chad le imponían la sharía. Pero ser una mujer «señalada» en Nigeria por el secuestro no es fácil: a su vuelta sufre el rechazo y la revictimización por haber sido chica Boko Haram y, además, con el hijo de un terrorista bajo el brazo.
«Agradezco a los españoles cómo me han recibido, no como en Nigeria, donde muchos me están rechazando pese a lo que me ha ocurrido, salvo el obispo (de quien depende por completo su manutención) que me está ayudando», dice Rebeca nada más empezar la entrevista con ABC. Tumbada en un sofá, con un fuerte dolor de espalda y visiblemente agotada en su visita a Madrid para sensibilizar la tragedia de las mujeres cristianas en el norte del gigante africano, la joven de 29 años recuerda el drama de las mujeres de Boko Haram en su regreso a la sociedad tras escapar a Chad, desde donde, con la ayuda de un soldado, volvió a entrar en Nigeria. «Al principio es muy duro y en la mayoría de los casos hay un problema con la gente. Yo tuve al menos la suerte de llegar a un campamento donde me conocían, sabían que mi familia era cristiana. Pero hay una desconfianza entre la gente por si volvemos a hacer daño», explica con ayuda de un intérprete.

Rebeca, que ha logrado reunirse de nuevo con su marido en un campo de desplazados junto con otras 25 familias en la ciudad de Maiduguri –sostenido por Ayuda a la Iglesia Necesitada–, quedó embarazada fruto de la violación de un terrorista. Fue conocer su estado y el agresor se esfumó de su vida. «Al principio no quería al niño porque tenía miedo de que saliera como su padre y compartieran sangre y alma. Pero con las palabras del obispo y la enseñanza de la fe tengo esperanza de que salga un buen hijo», subraya. Meses antes, un combatiente había tirado a uno de sus hijos al río hasta ahogarlo para que se callara. Según un estudio del think tank Crisis Group, los niños nacidos de mujeres que fueron violadas por los combatientes de Boko Haram son acusados en los campamentos de desplazados internos y comunidades de acogida en Maiduguri y en otras partes del nordeste del país como portadores de «mala sangre» y como potenciales yihadistas en el futuro: «El hijo de una serpiente es una serpiente», es uno de los prejuicios más extendidos en estas comunidades, tal como recoge la ONG International Alert. El presidente nigeriano Mohamed Buhari trató públicamente de contrarrestar este estigma sosteniendo a un niño Boko Haram en sus brazos.
La «delgada línea» entre combatiente de Boko Haram, esclava, esposa, víctima y simpatizante ha tatuado a sangre y fuego el estigma sobre muchas mujeres y niñas. «Esa marca –aún mayor si tienen hijos nacidos de hombres de Boko Haram– es un obstáculo importante para la reintegración en la vida comunitaria», reza el informe del Crisis Group. El aumento del uso de mujeres suicidas en todo Nigeria, incluyendo menores de 18 años, ha reforzado el estigma hacia las mujeres y niñas. Hasta un 55% de los ataques suicidas de la banda yihadista han sido perpetrados por mujeres, según un estudio del Combating Terrorism Center, perteneciente a la academia militar estadounidense West Point. A Rebecalos yihadistas le trataron de forzar para que se colocara un cinturón explosivo y se hiciera explotar. «Me han ofrecido varias veces ponerme explosivos para atacar alguna iglesia de sus objetivos, diciendo que atacando esa iglesia iría al cielo con Dios». Logró escabullirse. «Conocí a una de las chicas de Chibok a la que le pusieron los explosivos para ir a la Iglesia. Le enseñaron a activar y desactivar la bomba. Cuando la activó, y la tiró con fuerza. Explotó. Por suerte, ella se fue corriendo y logró huir. Ahora está en Abuya».

Con el secuestro de las niñas de Chibok, se popularizó el lema «Traigan de vuelta a nuestras niñas», con Michelle Obama y personalidades pidiendo en redes sociales y televisión que liberara a las estudiantes. «Desafortunadamente, mientras que el enfoque en las niñas victimizadas ayudó a obtener apoyo internacional, el esfuerzo pasó por alto el papel que las mujeres y las niñas juegan en las operaciones e ideología de la insurgencia», opina la investigadora de la Georgia State University y renombrada especialista en yihadismo Mia Bloom.
Las mujeres han sido un objetivo prioritario de Boko Haram en la última década: no solo suponen un botín de guerra sino un potente atractivo para sus jóvenes cachorros. Así lo cree Rebeca, en tratamiento psicólogico, y que tan solo busca retomar la paz y su puesto de venta ambulante: «La mayoría de los musulmanes que se unen a Boko Haram lo hacen para acostarse con muchas mujeres y tener dinero».
F.J. Calero – fj_calero (ABC)
Alfa y Omega

23 de septiembre: san Pío de Pietrelcina, religioso capuchino


Es común el vicio de hablar mucho de lo que se sabe poco. Está claro que los que padezcan de insuficiente información sobre un tema estén desautorizados para asegurar algo que no conocen con profundidad en ese ámbito del saber, por muy peritos que sean de otras ciencias, y que la veracidad de sus afirmaciones no quede garantizada. Digo esto porque no es infrecuente oír que hoy no hay santos. Los afirmantes son en ocasiones personas religiosas, aunque con no mucha formación, o bien gente que no suele gastar los suelos de las iglesias. Y lo dicen entre la ironía, el lamento y la desilusión. Algunos –los irónicos–, porque la pretendida carencia de santos con hechos prodigiosos en sus vidas les sirve de disculpa y apoyo para mantener su poca disposición a ser buenos cristianos, y de disculpa para seguir viviendo al estilo agnóstico, como si Dios no existiera. Otros –los del lamento–, porque bien quisieran poder exhibir un buen número de personas entre los contemporáneos que sirvieran como puntos de referencia incuestionables para la fe. Finalmente, los de la desilusión querrían contar con algún botón de muestra en que apoyarse y llegar a descabalgar de la increencia a los que la montan. Contemplar la figura del padre Pío, religioso capuchino, de nuestros días, sacerdote humilde, predicador, y maravillosamente adornado con fenómenos místicos y prodigios inexplicables, les servirá a todos.
Francesco Forgione nació en Pietralcina, pueblecito de la provincia de Benevento (Italia) el 25 de mayo de 1887, se hizo capuchino el 6 de enero de 1903 y se ordenó sacerdote el 10 de agosto de 1910. Residió casi todo el tiempo de su vida sacerdotal en San Giovanni Rotondo –al este de Italia– hasta su muerte ocurrida el 23 de setiembre de 1968.
El día 2 de mayo de 1999, acabándose el segundo milenio cristiano y cuando ya cae a la Tierra la vetusta Estación Mir por obsoleta, se reunió en Roma la mayor multitud de fieles conocida para asistir a la ceremonia de beatificación que realizaría el Papa Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro y que podía seguirse por la televisión del mundo. De esta manera se ha cumplido el vaticinio del propio padre Pío, que llegó a decir que su persona atraería más fieles «muerto que en vida»; y eso que su santuario es visitado anualmente, hasta el momento, por más de siete millones de peregrinos. En la ceremonia de beatificación se reunió toda clase de personas de Italia, Europa y América. Estaban presentes las más altas autoridades del Estado y del Gobierno italiano y el cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede.
¿Qué hizo en su vida el Padre Pío para ser tan venerado y para aglutinar a gente tan diversa? La respuesta es clara: llenar su vida de Dios; todo lo que salió hacia el prójimo, tanto lo que se conoce de extraordinario como lo que no pasa de vulgar, no es más que la consecuencia de esa plenitud de fidelidad.
Fue un estigmatizado. Desde la mañana del 20 de setiembre de 1918, en que recibió el don celeste reservado solo a los místicos, llevó en su cuerpo las heridas sufridas por Cristo clavado en la cruz. Las dos manos, los dos pies y el tórax del Padre Pío las llevaron –dolientes y sangrantes– por lo que dura medio siglo.
Pero este fenómeno místico tan llamativo no impedía el ejercicio habitual de su ministerio sacerdotal, sino que más bien lo animaba y alimentaba: predicación, confesiones, ánimo a las almas para subir, liturgia bien realizada y vivida. Oración, penitencia y mucha expiación.
Sus ochenta y un años de vida dieron para mucho más en hechos prodigiosos. Vaticinó el futuro en varias ocasiones; una de ellas –poco mencionada por sus biógrafos– bien la conocía el papa que le elevaba a los altares, porque al mismo Juan Pablo II, cuando solo era un simple sacerdote, le predijo en 1946 que llegaría a papa, que sufriría una violencia física (el atentado de Alí Agca), aunque no moriría por ella.
Pero también tuvo visiones de ángeles y de ánimas.
Además, fue repetidas veces bilocado cuando aún vivía; bien se sabe que el don de la bilocación consiste en dejarse ver por distintas personas al mismo tiempo en diversos y distantes lugares; una de ellas tuvo lugar a dos tripulantes de un bombardero americano durante la Segunda Guerra Mundial con el aviso de que no dejaran caer su carga destructora sobre San Giovanni Rotondo, cosa que se cumplió.
Otro de los fenómenos inexplicables, durante la vida del padre Pío, fue la falta de apetito y de sueño. ¿Cómo podrían explicarse los médicos que pudiera vivir con las escasas cien calorías que ingería cada día?
Ha dejado a la humanidad como testamento, además del Hospital Casa Alivio del Sufrimiento, los Grupos de oración: asociaciones de laicos, reconocidas por la Santa Sede, que hoy se encuentran esparcidas por los cinco continentes. Se trata de fieles que se reúnen bajo la guía de un sacerdote para formarse espiritualmente y llevar una vida cristiana coherente, en obediencia al propio obispo. En el mundo hay más de tres mil grupos con medio millón largo de miembros.
Muchas curaciones se le han atribuido, entre ellas la de la prestigiosa psiquiatra polaca Wanda Poltawska, pero no fue la única; la milagrosa recuperación de una grave enfermedad de Consiglia de Martino ha sido reconocida oficialmente por la Iglesia.
No faltó en la homilía de la pontifical de la beatificación una alusión a lo que supuso el fenómeno estigmático en la vida del Padre Pío: fueron «dones singulares» que suponían «una participación en la Pasión» y llevaban consigo «sufrimientos interiores y místicos» que le permitieron llegar a tener «una experiencia plena y constante de los padecimientos del Señor».
Entre los dones que Juan Pablo II recibió de la Orden Capuchina, había una preciosa reliquia consistente en un estuche que contenía, en marco de plata, uno de los paños con los que el padre Pío enjugaba la sangre que manaba de sus heridas.
Aunque para tener fe y vivir según ella no nos hacen falta más milagros que los del Evangelio, agradecemos rendidamente a Dios que también hoy se prodigue su bondad en algunos hombres y mujeres cuya vida deje boquiabiertos a los listillos de la ciencia, imposibilitados para explicar lo inexplicable, y ponga en pie a los buenos cristianos tanto para no ceder en lo que debe mantenerse con firmeza como para comunicar al mundo confiadamente dónde esta la verdad.
Archimadrid.org

Lo de la tierra buena son los que guardan la palabra y dan fruto perseverancia


Lectura del santo Evangelio según san Lucas 8, 4-15
En aquel tiempo, habiéndose reunido una gran muchedumbre y gente que salía de toda la ciudad, dijo Jesús en parábola:
«Salió el sembrador a sembrar su semilla.
Al sembrarla, algo cayó al borde del camino, lo pisaron, y los pájaros se lo comieron.
Otra parte cayó en terreno pedregoso y, después de brotar, se secó por falta de humedad.
Otro parte cayó entre abrojos, y los abrojos, creciendo al mismo tiempo, la ahogaron.
Y otra parte cayó en tierra buena y, después de brotar, dio fruto al ciento por uno».
Dicho esto, exclamó:
«El que tenga oídos para oír, que oiga».
Entonces le preguntaron los discípulos qué significaba esa parábola.
Él dijo:
«A vosotros se os ha otorgado conocer los misterios del reino de Dios; pero a los demás, en parábolas,” para que viendo no vean y oyendo no entiendan”.
El sentido de la parábola es este: la semilla es la palabra de Dios.
Los del borde del camino son los que escuchan, pero luego viene el diablo y se lleva la palabra de sus corazones, para que no crean y se salven.
Los del terreno pedregoso son los que, al oír, reciben la palabra con alegría, pero no tienen raíz; son los que por algún tiempo creen, pero en el momento de la prueba fallan.
Lo que cayó entre abrojos son los que han oído, pero, dejándose llevar por los afanes y riquezas y placeres de la vida, se quedan sofocados y no llegan a dar fruto maduro.
Lo de la tierra buena son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia».
Palabra del Señor.

Papa: Los católicos que se escandalizan por la Misericordia

“La puerta para encontrar a Jesús es reconocerse pecador”. Lo dijo el Papa en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta. En su reflexión del 21 de septiembre, Francisco se refirió a la conversión de San Mateo, en el día en que la Iglesia lo festeja.
Entre las etapas de la vicisitud: el encuentro, la fiesta y el escándalo. Jesús había curado a un paralítico y se encuentra con Mateo, sentado en el banco de los impuestos. Hacía pagar al pueblo de Israel para entregar después la recaudación a los romanos y por esta razón era despreciado y considerado un traidor de la patria.
Jesús lo miró y le dijo: “Sígueme”. Y él se levantó y lo siguió, tal como narra el Evangelio propuesto por la liturgia del día. Por una parte, la mirada de San Mateo, una mirada desalentada: miraba “de lado”, “con un ojo a Dios”, con el otro miraba “al dinero”, “aferrado al dinero como lo pintó Caravaggio”,  y también con una mirada hosca. Por otra parte, la mirada misericordiosa de Jesús que – dijo el Santo Padre – “lo miró con tanto amor”. La resistencia de aquel hombre que quería el dinero “cae”: se levantó y lo siguió. “Es la lucha entre la Misericordia y el pecado”, sintetizó el Papa.
El amor de Jesús pudo entrar en el corazón de aquel hombre porque “sabía que era pecador”, sabía que “nadie lo quería”, que era despreciado. Y precisamente “esa conciencia de pecador abrió la puerta a la Misericordia de Jesús”. Por tanto, “dejó todo y se fue”. Éste es el encuentro entre el pecador y Jesús.
“Es la primera condición para ser salvado: sentirse en peligro; la primera condición para ser curado: sentirse enfermo. Y sentirse pecador es la primera condición para recibir esta mirada de misericordia. Pensemos en la mirada de Jesús, tan bella, tan buena, tan misericordiosa. Y también nosotros, cuando rezamos, sentimos esta mirada sobre nosotros. Es la mirada del amor, la mirada de la misericordia, la mirada que nos salva. No tener miedo”.
Como Zaqueo, también Mateo sintiéndose feliz invitó después a Jesús a comer a su casa. La segunda etapa es, en efecto, precisamente “la fiesta”. Mateo invitó a sus amigos, “los del mismo sindicato”, pecadores y publicanos. Seguramente en la mesa, hacían preguntas al Señor y Él respondía. Al respecto el Papa puso de manifiesto lo que Jesús dice en el Capítulo XV del Evangelio de San Lucas: “Habrá  más fiesta en el Cielo por un pecador que se convierte que por cien  justos que permanecen justos”. Se trata de la fiesta del encuentro con el Padre, la fiesta de la Misericordia”.  En efecto, Jesús “derrocha Misericordia”, por todos, dijo Francisco.
Y el tercer momento: el del “escándalo”. Los fariseos ven que los publicanos y pecadores se sentaron a la mesa con Jesús. Y decían a sus discípulos: “¿Por qué su Maestro come junto a los publicanos y a los pecadores?”. “Siempre un escándalo comienza con esta frase: ‘¿Por qué?’”, destacó el Papa. “Cuando ustedes escuchen esta frase, sepan que huele mal” – subrayó – “detrás viene el escándalo”. Se trataba de la “impureza de no seguir la ley”. Conocían perfectamente “la Doctrina”, sabían cómo ir “por el camino del Reino de Dios”, conocían “mejor que todos cómo se debía hacer” pero “se habían olvidado del primer mandamiento del amor”. Y, por tanto, “fueron encerrados en la jaula de los sacrificios”, tal vez pensando: “Pero hagamos  un sacrificio a Dios”, hagamos  todo lo que se debe hacer, “así nos salvamos”. En síntesis, creían que la salvación venía de ellos mismos, se sentían seguiros. “¡No! Nos salva Dios, nos salva Jesucristo”, reafirmó Francisco.
“Ese ‘cómo es posible’ que tantas veces hemos oído entre los fieles católicos cuando veían obras de misericordia. ¿Por qué? Y Jesús es claro, es muy claro: “Vayan a aprender”. Y los ha enviado a aprender, ¿no? “Vayan y aprendan qué quiere decir misericordia – (aquello que) Yo quiero – y no sacrificios, porque Yo, en efecto, no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores”. Si tú quieres que Jesús te llame, reconócete pecador”.
Por último el Pontífice exhortó a reconocerse pecadores, no de modo abstracto sino con “pecados concretos”: con tantos, porque “todos nosotros los tenemos”, dijo. “Dejémonos mirar por Jesús con esa mirada misericordiosa y llena de amor”, pidió. Y deteniéndose una vez más en el escándalo, añadió:
“Hay tantos, tantos… Y siempre, también hoy en la Iglesia. Dicen: “No, no se puede, está todo claro, es todo, no, no… Son pecadores aquellos, debemos alejarlos”. También muchos santos han sido perseguidos y considerados sospechosos. Pensemos en Santa Juana de Arco, condenada a la hoguera porque pensaban que era una bruja. ¡Una santa! Piensen en Santa Teresa, a la que sospechaban de herejía; piensen en el Beato Rosmini. “Misericordia, Yo quiero, y no sacrificios”. Y la puerta para encontrar a Jesús es reconocer cómo somos, la verdad. Pecadores. Y Él viene, y nos encontramos. ¡Es tan hermoso encontrar a Jesús!”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).
(from Vatican Radio)

El Papa a la Comisión para la Protección de los Menores: “La Iglesia lugar de piedad y compasión”

 “La Iglesia está llamada a ser un lugar de piedad y compasión, especialmente para los que han sufrido. Para todos nosotros, la Iglesia Católica sigue siendo un hospital de campo que nos acompaña en nuestro itinerario espiritual”, lo dijo el Papa Francisco en su discurso a los miembros de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, a quienes recibió en Audiencia el tercer jueves de septiembre.
En su discurso entregado, el Santo Padre saludó y agradeció a los miembros de esta Comisión Pontificia al comienzo de su Asamblea Plenaria, al mismo tiempo que les manifestó su aprecio por las reflexiones presentadas, ya que ellas, “han expresado muy bien el papel que pensé para la Comisión cuando la formé hace tres años – afirmó el Papa – un servicio que confío en que seguirá siendo de gran ayuda en los próximos años para el Papa, la Santa Sede, los Obispos y los Superiores Mayores de todo el mundo”.
El abuso sexual es un pecado horrible
Hoy, señaló el Pontífice, deseo compartir con ustedes el profundo dolor que siento en el alma por la situación de los niños abusados. “El escándalo del abuso sexual – precisó el Papa – es verdaderamente una ruina terrible para toda la humanidad, y que afecta a tantos niños, jóvenes y adultos vulnerables en todos los países y en todas las sociedades”. Sentimos vergüenza, agregó el Santo Padre, por los abusos cometidos por ministros sagrados, que deberían ser los más dignos de confianza. Pero también, dijo, hemos experimentado un llamado, que viene directamente de nuestro Señor Jesucristo: acoger la misión del Evangelio para la protección de todos los menores y adultos vulnerables. En este sentido, afirmó el Papa, “permítanme decir con toda claridad que el abuso sexual es un pecado horrible completamente opuesto y en contradicción con lo que Cristo y la Iglesia nos enseñan”. Por ello, los animo a seguir alimentando su compromiso personal de hacer todo lo posible para combatir este mal y eliminar esta ruina de entre nosotros.
El principio de “tolerancia cero”
“Hoy – reiteró una vez más el Obispo de Roma – que la Iglesia, en todos los niveles, responderá con la aplicación de las más firmes medidas a todos aquellos que han traicionado su llamado y han abusado de los hijos de Dios”. Las medidas disciplinarias que las Iglesias particulares han adoptado es responsabilidad primordial de los Obispos, sacerdotes y religiosos, de aquellos que han recibido del Señor la vocación de ofrecer sus vidas al servicio, incluyendo la protección vigilante de todos los niños, jóvenes y adultos vulnerables. “Por esta razón – afirmó el Papa – la Iglesia irrevocablemente y a todos los niveles pretende aplicar contra el abuso sexual de menores el principio de tolerancia cero”.
Esfuerzos de la Iglesia para proteger a todos los menores
Durante los últimos tres años, señaló el Papa Francisco, la Comisión ha enfatizado continuamente los principios más importantes que guían los esfuerzos de la Iglesia para proteger a todos los menores y adultos vulnerables. “Me llenó de alegría – dijo el Pontífice – saber que muchas Iglesias particulares han adoptado vuestra recomendación para una Jornada de Oración, y para un diálogo con las víctimas y supervivientes de abusos, así como con los representantes de las organizaciones de víctimas”. También es alentador saber cuántas Conferencias Episcopales y Conferencias de Superiores Mayores han buscado vuestro consejo con relación a las Directrices para la protección de menores y adultos vulnerables en todo el mundo.
La Iglesia lugar de piedad y compasión
Antes de concluir su discurso, el Papa Francisco alentó a seguir llevando adelante las diferentes oportunidades de aprendizaje, educación y formación que realiza la Comisión. En este sentido dijo el Papa, “la Iglesia está llamada a ser un lugar de piedad y compasión, especialmente para los que han sufrido. Para todos nosotros, la Iglesia Católica sigue siendo un hospital de campo que nos acompaña en nuestro itinerario espiritual”. Es el lugar donde podemos sentarnos con otros, escucharlos y compartir con ellos nuestras luchas y nuestra fe en la buena nueva de Jesucristo. Por ello, señaló el Pontífice, confío plenamente en que la Comisión seguirá siendo un lugar donde podamos escuchar con interés las voces de las víctimas y de los supervivientes. Porque tenemos mucho que aprender de ellos y de sus historias personales de coraje y perseverancia.
(Renato Martinez – Radio Vaticano)
(from Vatican Radio)