sábado, 10 de enero de 2015

Reconocido el martirio de monseñor Oscar Romero El arzobispo salvadoreño fue asesinado “por odio a la fe” en 1980

El arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero fue asesinado “por odio a la fe”. Lo refiere así la edición del diario Avvenire del viernes 9 de enero de 2015, aunque el Vaticano no ha confirmado oficialmente este extremo.

Los miembros del congreso de teólogos de la Congregación para las Causas de los Santos expresaron su voto unánime a favor del martirio inmediato del arzobispo de San Salvador acaecido el 24 de marzo de 1980. Se trataría de un paso decisivo para el obispo latinoamericano asesinado mientras celebraba la Eucaristía y que ya el pueblo aclama como santo.

Ahora bien, según la praxis canónica, para la beatificación sólo falta el juicio del congreso de obispos y cardenales y, finalmente, la aprobación del Papa. La causa, iniciada en marzo de 1994 y concluida al año siguiente la fase diocesana, llegó a Roma en 1997, promovida por el postulador monseñor Vincenzo Paglia.

El Papa Francisco citó a Romero precisamente durante la última audiencia general: el arzobispo de San Salvador, recordó Bergoglio, “decía que las mamás viven un ‘martirio materno’”. En la homilía para el funeral de un sacerdote asesinado por los escuadrones de la muerte, dijo recordando el Concilio Vaticano II: “Todos debemos estar dispuestos a morir por nuestra fe, aunque el Señor no nos conceda este honor…Dar la vida no significa sólo ser asesinados; dar la vida, tener espíritu de martirio, es dar en el deber, en el silencio, en la oración, en el cumplimiento honesto del deber; en ese silencio de la vida cotidiana; ¿dar la vida poco a poco? Sí, como la da una madre, que sin temor, con la sencillez del martirio materno, concibe en su seno a un hijo, lo da a luz, lo amamanta, lo cría y lo atiende con afecto. Es dar la vida. Es martirio”.
Fuente: 
ALETEIA

ESCUCHAR LO QUE DICE EL ESPÍRITU

Los primeros cristianos vivían convencidos de que para seguir a Jesús es insuficiente un bautismo de agua o un rito parecido. Es necesario vivir empapados de su Espíritu Santo. Por eso en los evangelios se recogen de diversas maneras estas palabras del Bautista: «Yo os he bautizado con agua, pero él (Jesús) os bautizará con Espíritu Santo».

No es extraño que en los momentos de crisis recordaran de manera especial la necesidad de vivir guiados, sostenidos y fortalecidos por su Espíritu. El Apocalipsis, escrito en los momentos críticos que vive la Iglesia bajo el emperador Domiciano, repite una y otra vez a los cristianos: «El que tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las Iglesias».

La mutación cultural sin precedentes que estamos viviendo, nos está pidiendo hoy a los cristianos una fidelidad sin precedentes al Espíritu de Jesús. Antes de pensar en estrategias y recetas pastorales ante la crisis, hemos de preguntarnos cómo estamos acogiendo nosotros el Espíritu de Jesús.
En vez de lamentarnos una y otra vez de la secularización creciente, hemos de preguntarnos qué caminos nuevos anda buscando hoy Dios para encontrarse con los hombres y mujeres de nuestro tiempo; cómo hemos de renovar nuestra manera de pensar, de decir y de vivir la fe para que su Palabra pueda llegar hasta los interrogantes, las dudas y los miedos que brotan en su corazón.
Antes de elaborar proyectos pensados hasta sus últimos detalles, necesitamos transformar nuestra mirada, nuestra actitud y nuestra relación con el mundo de hoy. Necesitamos parecernos más a Jesús. Dejarnos trabajar por su Espíritu. Solo Jesús puede darle a la Iglesia un rostro nuevo.
El Espíritu de Jesús sigue vivo y operante también hoy en el corazón de las personas, aunque nosotros ni nos preguntemos cómo se relaciona con quienes se han alejado definitivamente de la Iglesia. Ha llegado el momento de aprender a ser la «Iglesia de Jesús» para todos, y esto solo él nos lo puede enseñar.
No hemos de hablar solo en términos de crisis. Se están creando unas condiciones en las que lo esencial del evangelio puede resonar de manera nueva. Una Iglesia más frágil, débil y humilde puede hacer que el Espíritu de Jesús sea entendido y acogido con más verdad.

José Antonio Pagola