Como la devoción a la Virgen del Carmen y la tradición del escapulario pueden ser una válida ayuda en nuestro camino hacia el Cielo, hemos decidido publicarlo hoy, aunque la fiesta haya pasado. Esperamos que les guste y lo encuentren útil:
La Virgen María en su advocación de Nuestra Señora del Carmen, es muy querida en todo el mundo. Hoy hablaremos de la historia de la devoción; del escapulario del Carmen y la promesa de la Virgen de que quien muera con él, se salvará; y terminaremos con la oración de consagración a la Virgen del Carmen.
Breve historia
A finales del siglo XII o principios del XIII, nacía en el monte Carmelo (Palestina), la Orden de los Carmelitas. Pronto se vieron obligados a emigrar a Occidente. En Europa, tampoco fueron muy bien recibidos por todos. Por ello el Superior General de la Orden, San Simón Stock, suplicaba con insistencia la ayuda de la Santísima Virgen.
El escapulario del Carmen
El escapulario del Carmen es un signo exterior de la relación especial, filial y confiada, que se establece entre la Virgen, Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a ella con total entrega, y recurren con toda confianza a su intercesión maternal; recuerda la primacía de la vida espiritual y la necesidad de la oración.
Consiste en dos pequeños rectángulos de tela marrón -uno con la imagen de la Virgen y el otro suele llevar el escudo de los carmelitas o el Sagrado Corazón de Jesús- unidos por dos cordoncillos, de forma que, al pasarlo por la cabeza, la imagen de Nuestra Señora del Carmen queda delante y el escudo detrás. Se puede conseguir fácilmente en las iglesias de los carmelitas.
El escapulario ha de ser bendecido por un sacerdote, que lo impone a quien desea llevarlo en una breve celebración. Para la bendición e imposición debe usarse el Escapulario del Carmen en su forma tradicional de tela. Después puede sustituirse por la medalla-escapulario.
El escapulario se impone con un rito particular de la Iglesia, en el que se declara que "recuerda el propósito bautismal de revestirse de Cristo, con la ayuda de la Virgen Madre... para que llevando el vestido nupcial, lleguemos a la patria del Cielo".
La imposición del escapulario del Carmen, como la de otros escapularios, "se debe reconducir a la seriedad de sus orígenes: no debe ser un acto más o menos improvisado, sino el momento final de una cuidadosa preparación, en la que el fiel se hace consciente de la naturaleza y de los objetivos de la asociación a la que se adhiere y de los compromisos de vida que asume".
Al vestir el escapulario, y durante toda la vida, es muy importante que sepamos apreciar su profundo y rico significado, con obligación de vivir según su rica espiritualidad.
Quien lleva el escapulario debe procurar tener siempre presente a la Santísima Virgen y tratar de imitar sus virtudes, su vida y obrar como Ella, María, obró, según sus palabras: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". El escapulario del Carmen es un memorial de todas las virtudes de María.
Cada escapulario tiene sus privilegios o gracias particulares, pero todos pueden sustituirse por la medalla-escapulario. La medalla-escapulario debe tener por una parte la imagen de Jesús con el Corazón, y por la otra una imagen de la Virgen bajo cualquier advocación. Lo mismo que los escapularios, ha de estar bendecida por un sacerdote.
Consagración a La Virgen del Carmen (oración del Papa Pío XII):
“Oh, María, Reina y Madre del Carmelo, vengo hoy a consagrarme a Ti, pues toda mi vida es como un pequeño tributo por tantas gracias y bendiciones como he recibido de Dios a través de tus manos.
Y porque Tú miras con ojos de particular benevolencia a los que visten tu Escapulario, te ruego que sostengas con tu fortaleza mi fragilidad, ilumines con tu sabiduría las tinieblas de mi mente y aumentes en mí la fe, la esperanza y la caridad, para que cada día pueda rendirte el tributo de humilde homenaje.
El Santo Escapulario atraiga sobre mí tus miradas
misericordiosas, sea para mí prenda de particular protección en la lucha de cada día, de modo que pueda seros fiel a tu Hijo y a Ti.
Que Él me tenga apartado de todo pecado y constantemente me recuerde el deber de pensar en Ti y revestirme de tus virtudes.
De hoy en adelante me esforzaré por vivir en suave unión con tu espíritu, ofrecerlo todo a Jesús por tu medio, por y convertir mi vida en imagen de tu humildad, caridad, paciencia, mansedumbre y espíritu de oración.
Oh Madre amabilísima, sosténme con tu amor indefectible, a fin de que a mí, pecador indigno, me sea concedido un día cambiar tu Escapulario por el Eterno vestido nupcial y habitar contigo y con los santos del Carmelo en el Reino de tu Hijo. Así sea.”
(Con información del sitio oficial de la Orden de los Carmelitas)