En la homilía de este martes, el
Santo Padre invita a releer los Hechos de los Apóstoles y entender cómo vivían
las primeras comunidades cristianas: nadie pasaba necesidad porque todo era
común.
No se puede confundir la
armonía que reina en una comunidad cristiana, fruto del Espíritu Santo, con la
“tranquilidad” negociada que a menudo cubre, de forma hipócrita, contrastes y
divisiones internas. Así lo indicó el papa Francisco en la homilía de misa de
la mañana celebrada este martes en Santa Marta. Del mismo modo, precisó que una
comunidad unida en Cristo es también una comunidad valiente.
Un solo corazón, una sola alma, ningún pobre,
bienes distribuidos según la necesidad. Hay una palabra que puede sintetizar
los sentimientos y el estilo de vida de la primera comunidad cristiana, según
el retrato que hacen de ellos los Hechos de la Apóstoles: armonía.
Una palabra –indicó el Pontífice– sobre la que
es necesario entender, porque no se trata de una concordia cualquiera sino de
un don del cielo para quien, como experimentan los cristianos de la primera
época, ha renacido en el Espíritu.
Al respecto, el Santo Padre precisó que
“nosotros podemos hacer acuerdos, una cierta paz… pero la armonía es una gracia
interior que solamente puede hacerla el Espíritu Santo. Y estas comunidades,
viven en armonía. Y los signos de la armonía son dos: nadie pasaba necesidad,
es decir, todo era común”. ¿En qué sentido?, se preguntó el Papa en la homilía.
“Tenían un solo corazón, una sola alma y nadie consideraba su propiedad lo que
les pertenecía, porque entre ellos todo era común. De hecho, entre ellos nadie
pasaba necesidad.
La verdadera
‘armonía’ del Espíritu Santo tiene una relación muy fuerte con el dinero: el
dinero es enemigo de la armonía, el dinero es egoísta. Y por eso, el signo que
da es que todos daban lo suyo para que no hubiera necesidades”.
En este punto, el Papa subrayó el ejemplo
virtuoso ofrecido en el pasaje de los Hechos, el de Bernabé, que vende su campo
y los entrega lo recaudado a los apóstoles. Pero, tal y como recordó el Santo
Padre, los versículos sucesivos que no aparece en la lectura de hoy, ofrecen
también “otro episodio opuesto al primero”. El de Ananías y Safira, una pareja
que finge dar lo que ganan de la venta de un campo, pero en realidad se quedan
una parte del dinero, elección que tendrá para ellos un precio muy amargo, la
muerte.
Dios y el dinero son dos padrones “cuyo
servicio es irreconciliable”, recordó el Papa. Del mismo modo que aclaró un
error que podría surgir del concepto de “armonía”. No se puede confundir con
“tranquilidad”.
Al respecto, el
Santo Padre observó que “una comunidad puede ser muy tranquila, ir bien: las
cosas van bien… Pero no está en armonía”.
Además, contó
algo que escuchó decir una vez a un obispo: ‘En la diócesis hay tranquilidad.
Pero si tú tocas este problema… o este problema… o este problema, enseguida
estalla la guerra’. Una armonía negociada sería esta y esta no es la del
Espíritu, advirtió. “Es una armonía hipócrita como la de Ananías y Safira con
lo que han hecho”, aseguró el Papa.
El Pontífice concluyó invitando a releer los
Hechos de los Apóstoles sobre los primeros cristianos y su vida en común. Por
eso aseguró que “nos hará bien” para entender cómo testimoniar la novedad en
todos los ambientes en lo que se vive. Sabiendo que, como para la armonía,
también en el compromiso del anuncio se toma la señal de otro don.
“La armonía del Espíritu Santo nos da esta
generosidad de no tener nada como propio, mientras haya un necesitado. La
armonía del Espíritu Santo nos da una segunda actitud: ‘Con gran fuerza, los
apóstoles daban testimonio de la Resurrección del Señor Jesús, y todos gozaban
del gran favor’, es decir la valentía. Cuando hay armonía en la Iglesia, en la
comunidad, hay valentía, la valentía de dar testimonio del Señor Resucitado”.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).-