Entrevista a Miguel
Ángel Ortiz, profesor de Derecho Matrimonial Canónico en la Universidad
Pontificia de la Santa Cruz en Roma, sobre la recién publicada exhortación
apostólica del Papa
El
papa Francisco ha presentado su exhortación apostólica post-sinodal Amoris Laetitia, después de dos
años de reflexión y trabajo gracias a los dos sínodos de los obispos
celebrados en Roma. Un documento extenso y profundo que requiere una lectura
atenta y pausada. Son muchos los puntos abordados en el texto ya que la familia
y la pastoral familiar acoge muchos y muy diferentes ámbitos. Para ayudar a
nuestros lectores en la compresión de la exhortación, ZENIT a entrevistado al
sacerdote Miguel Ángel Ortiz, profesor de Derecho Matrimonial Canónico en la
Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma. El padre Ortiz es además
abogado del Tribunal de la Rota Romana desde 1996 y juez externo del Tribunal
de Apelación en el Vicariato de Roma.
¿Cuáles
son los puntos más importantes de este documento?
— Prof. Ortiz: El
punto de partida es la presentación del Evangelio de la familia (“A la luz de
la Palabra”). A continuación reflexiona sobre la situación actual de las
familias “en orden a mantener los pies en la tierra”, recuerda algunas
cuestiones fundamentales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la
familia y se detiene en lo que el Papa considera los capítulos centrales del
documento: el amor en el matrimonio (cap. 4) y el amor que se vuelve fecundo
(cap. 5). Propone una reflexión sobre la pastoral familiar (antes y después de
la celebración del matrimonio) y la educación de los hijos y aborda
también la cuestión que ha suscitado mayor interés en los medios de
comunicación: el discernimiento pastoral ante las llamadas situaciones
irregulares. Dedica el último breve capítulo a ofrecer unas consideraciones de
espiritualidad familiar.
Me parece que el Papa quiere evitar que se centre la atención exclusivamente en
la cuestión de la admisión de los divorciados a la Eucaristía, y mucho menos
que se haga con un planteamiento puramente casuístico. Por eso se extiende
detenidamente en los aspectos teológicos, antropológicos, pastorales que ponen
delante de los ojos un ideal que resulta atractivo: un amor que realiza la
vocación más radical del hombre al don de sí, que resulta posible porque se
basa sobre la fidelidad de Dios, que sostiene a las familias también en los
momentos de dificultad.
Ahí
radica, a mi parecer, una de las claves de interpretación del documento. Por un
lado, presentar la belleza del matrimonio y de la familia aun a riesgo de que
sus exigencias no sean comprendidas ni aceptadas. Por otro, que ese modelo
no es solo un ideal que admirar, sino que representa una meta realmente
alcanzable, aunque en ocasiones pueda resultar ardua.
¿Considera
que es un documento ‘revolucionario’?
— Prof. Ortiz:
Ciertamente no es revolucionario porque proponga una doctrina nueva. De hecho
el Papa pone de manifiesto en repetidas ocasiones la continuidad de su
magisterio con el precedente, en especial con Familiaris consortio.
Respecto de las cuestiones doctrinales fundamentales o aquellas que están en el
centro de los debates de la opinión pública, el Papa manifiesta expresamente la
vigencia de la doctrina de la Iglesia y manifiesta su voluntad de no modificar
la normativa vigente.
Resulta novedoso en cambio el acento que el Papa pone tanto en el discernimiento
de las situaciones que han de ser iluminadas con la luz del Evangelio. Por
referirme a la cuestión que probablemente provocar comentarios en la
opinión pública, la de la pastoral con los divorciados vueltos a casar, el Papa
remite – como hiciera la Relatio de 2015 – al criterio de Familiaris
consortio 84. Allí subrayaba san Juan Pablo II la necesidad de
discernir entre las distintas situaciones irregulares.
¿Dónde
está la novedad?
— Prof. Ortiz: La
novedad no está tanto en la valoración moral de los comportamientos –diferente
en función de la responsabilidad que los fieles han tenido en la ruptura del
matrimonio anterior y en la construcción de la nueva unión– ni en la
calificación disciplinar de las situaciones, sino en la perspectiva de una
mayor integración de los fieles, de todos los fieles, en la vida de la Iglesia.
El Papa subraya rotundamente que “se trata de integrar a todos, se debe ayudar
a cada uno a encontrar su propia manera de participar en la comunidad eclesial,
para que se sienta objeto de una misericordia «inmerecida, incondicional y
gratuita». Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la lógica
del Evangelio”.
La limitación que pueden encontrar algunos fieles –concretamente los
divorciados vueltos a casar– para acceder a los sacramentos no proviene de una
presunción de que están en pecado –cuestión esta que deben discernir en cada
caso con la ayuda del confesor– sino de la incompatibilidad objetiva que se da
entre la significación del sacramento de la eucaristía y su situación
matrimonial.
Pero ello no quiere decir que estén fuera de la Iglesia. Como ya había
subrayado Familiaris consortio, no sólo no están excomulgados sino
que están llamados a participar en la vida de la Iglesia. Deberán discernir en
cada caso– y aquí estriba buena parte de la novedad del presente documento –
cómo concretar esa participación.
El
documento también hace autocrítica sobre cómo ha presentado la Iglesia hasta
ahora el matrimonio y ofrece un nuevo lenguaje, nuevas pautas. Entonces,
¿qué debería cambiar ahora?
— Prof. Ortiz: En mi
opinión, el fruto más deseable de la exhortación sería que la nueva
perspectiva, la pastoral de integración de la que habla Amoris
laetitiae, mueva a todos los fieles a proponerse la meta alta de la
plenitud de la vida cristiana, a la que quizá se dirijan poco a poco,
gradualmente. Por desgracia, refiriéndome específicamente a los divorciados en
segunda unión, en la actualidad la gran mayoría de los fieles muestran
indiferencia hacia la posibilidad de frecuentar los sacramentos. ¡Ojalá fueran
muchos los divorciados que sienten la necesidad de comulgar, a los que les
falta la plena participación en la comunión eucaristica! Alimentar ese deseo
sincero entiendo que sería el mejor fruto de la exhortación. Más que un
“certificado de normalidad”, el pastor debe ayudarles a discernir cuál es el
camino que deben recorrer para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios.
Es decir, el pastor le ayudará a valorar su responsabilidad en el fracaso del
matrimonio precedente (responsabilidad de la que puede carecer, si fue
abandonado por su cónyuge), en el modo de cumplir con las obligaciones surgidas
de la anterior unión, especialmente si tuvieron hijos, en la decisión de
casarse civilmente, en la construcción de la nueva relación, en la educación de
los hijos…
¿Por
qué cree que este documento ha despertado tanto interés en la sociedad?
— Prof. Ortiz: Creo en
efecto que el interés suscitado ha sido grande, aunque no siempre las
expectativas han sido las mismas. Para gran mayoría de los fieles supondrá un
estímulo para redescubrir la belleza, la alegría del amor familiar que hace
presente y se sostiene gracias al amor de Dios. Les ayudará a vivir la vocación
familiar y a superar las dificultades con mayor esperanza, fiados en la ayuda
misericordiosa Dios.
Pero quién esperaba una solución novedosa a la cuestión de la admisión a los
sacramentos de los divorciados vueltos a casar temo que quedará decepcionado.
El Papa ha querido expresamente evitar dar una nueva norma a la que acudir para
resolver los casos que se presenten: eso sería demasiado cómodo, viene a decir.
La remisión expresa a la solución de Familiaris consortio, con el
marcado acento en la tarea de discernimiento y de formación de la conciencia,
abre perspectivas pastorales enormemente ambiciosas. Presupuesta la buena
voluntad de quien busca no el consenso de los hombres sino el de Dios, ese
camino de continua conversión hacia la casa del Padre llena los corazones de
alegría aunque el camino no sea necesariam
(ZENIT
– Roma).-