jueves, 3 de noviembre de 2016

La muerte y la destrucción se apoderan de Alepo



 La ofensiva de los rebeldes armados se encuentra en su tercer día. Por una parte, avanzan por el oeste, conquistando la Dahiyet Al assad y, por otra parte, el bombardeo con fuego de morteros cae sobre todos los barrios de Alepo: en el oeste por donde entran los atacantes y en el este donde están atrapados los sitiados.
Muchos de los habitantes de Alepo son presa del pánico, especialmente los que viven en Hamadaniye y Halab Al Jadida que ya han abandonado sus casas. Desde el viernes, 28 de octubre, se han producido muchas muertes y heridos, de civiles y de militares sirios. Se dice que los hospitales están repletos de heridos. Las autoridades municipales han decretado el cierre de escuelas durante una semana.
"¿Quién es mi prójimo?"
Hoy, 30 de octubre, los maristas azules hemos vivimos nuestra "pausa" mensual con el equipo de los Maristas Azules. Leyla y yo (Nabil Antaki), hemos organizado este día con el tema "¿quién es mi prójimo?"

Comenzamos leyendo la parábola del buen samaritano para resaltar lo que significa "prójimo" según la visión cristiana. Las 10 personas del grupo: los 2 hermanos George, Margo, Louma, Mirna, Hadi, Kamel, Aline, Leyla y yo, empezamos visitando a 3 familias de las que acuden a nosotros y se benefician de nuestros programas.
Componen la familia S. la madre y dos adultos con discapacidad mental, el padre, enfermo mental, está siendo atendido por las hermanas de Madre Teresa. En tiempo normal, las estrechas calles de Midane son feas, pero ahora, debido a la guerra, están infectadas: callejones sucios, cables eléctricos colgando por doquier, edificios ruinosos, un olor nauseabundo.
Subimos 5 pisos para llegar a la casa de los S. Un pequeño apartamento: una habitación para 3 personas y una estancia de 8 m2. La madre es muy mayor y tiene que hacer todo el trabajo ella misma, incluyendo el subir el agua hasta la quinta planta. Z, su hijo, enfermo mental y con visión muy deficiente. Nos habla en "extranjero", un idioma compuesto por palabras de su invención. Su hermano, con retraso mental como él, pero que posee movilidad, no estaba en casa.
Fuimos después a Achrafiye, un barrio popular pobre que fue bombardeado por los rebeldes-terroristas de Bani Zeid durante 4 años y que estaba considerado, antes de la guerra, como el barrio de los kurdos. Gran multitud de gente por las calles, casas medio destruidas por las bombas, pero habitadas.

Nos dirigimos a la casa de los Sa. El papá padece un problema de visión con restricción del campo visual a pesar de las dos operaciones quirúrgicas que ha sufrido y no puede trabajar. La mamá tiene que hacerlo todo y cuidar de 5 hijos. El mayor de ellos tiene 12 años. Viven en un local infectado, más bien, en un barrio de tugurios sin agua o grifos. Afortunadamente, la Media Luna Roja ha instalado 2 grandes tanques de agua en la rotonda. Tienen que desplazarse hasta allí cada día para disponer de agua. Cuando llegamos, solo estaban en casa los niños porque los padres habían acudido al entierro de un primo, muerto el día anterior durante los combates.
Nuestra 3ª visita nos llevó hasta la rotonda Chihane donde vive la familia H.R. Una mujer y sus 9 hijos, el menor de 16 meses que no conoció a su padre porque abandonó a la familia hace más de un año para vivir solo o para desplazarse con otra esposa hasta Turquía. Antes de la guerra, esta familia vivía en Boustan Al Bacha.
En julio de 2012, cuando los rebeldes invadieron la zona este de Alepo, ella huyó y llegó a instalarse en una de las escuelas de Sheik Maksoud donde la conocimos nosotros. Cuando los rebeldes invadieron el barrio, en marzo de 2013, huyó por segunda vez para instalarse en "1070", un proyecto inmobiliario sin terminar levantado con restos de edificios sin paredes o sanitarios. Se las arregló para transformar una esquina en un falso apartamento.
Mientras tanto, la madre ha conseguido casar a dos de sus hijas muy jóvenes, 15-16 años. Los niños, incluyendo al mayor de 12 años, rebuscaban en la basura para recoger el plástico y cartón que vendían para reciclar y ganar unas libras y mantener así a la familia. El trabajo de Hammoude, de 10 años, nuestro protegido, consistía en transportar las latas de agua desde el tanque central de "1070" hasta la "casa".
Nos acompañaba cada día para recibir la comida caliente que servimos a mediodía a más de 800 personas. Hiciera bueno o malo, con lluvia o bajo el sol, caminaba durante más de una hora para venir hasta nuestra casa y otro tanto para regresar con los recipientes de comida. Es rubio de ojos azules, pero frecuentemente está tan sucio que su pelo parece de color marrón. Cuando se bañaba en nuestra casa, recupera su color natural.
Hace un mes, "1070" fue invadido por los rebeldes y, por tercera vez, la familia H.R. tuvo que marcharse para buscar refugio en una de las hijas casadas. Posteriormente encontraron refugio en la 5ª planta de un edificio medio destruido en la rotonda de Chihane. Cuando fuimos a visitarles a su casa, nos sorprendimos al ver que parte de las paredes estaban recubiertas con planchas de madera sin fijar que podían caer al vacío con simplemente empujarlas con la mano.
Hasta aquí, algunos ejemplos del sufrimiento y miseria de unos cuantos miles de familias de las que nos ocupamos y que ayudamos a sobrevivir.
 (Nabil Antaki, maristas azules).

Comentario al Evangelio según san Lucas 15, 1-10


Hoy, el evangelista de la misericordia de Dios nos expone dos parábolas de Jesús que iluminan la conducta divina hacia los pecadores que regresan al buen camino. Con la imagen tan humana de la alegría, nos revela la bondad de Dios que se complace en el retorno de quien se había alejado del pecado. Es como un volver a la casa del Padre (como dirá más explícitamente en Lc 15,11-32). El Señor no vino a condenar el mundo, sino a salvarlo (cf. Jn 3,17), y lo hizo acogiendo a los pecadores que con plena confianza «se acercaban a Jesús para oírle» (Lc 15,1), ya que Él les curaba el alma como un médico cura el cuerpo de los enfermos (cf. Mt 9,12). Los fariseos se tenían por buenos y no sentían necesidad del médico, y es por ellos —dice el evangelista— que Jesús propuso las parábolas que hoy leemos.
Si nosotros nos sentimos espiritualmente enfermos, Jesús nos atenderá y se alegrará de que acudamos a Él. Si, en cambio, como los orgullosos fariseos pensásemos que no nos es necesario pedir perdón, el Médico divino no podría obrar en nosotros. Sentirnos pecadores lo hemos de hacer cada vez que recitamos el Padrenuestro, ya que en él decimos «perdona nuestras ofensas...». ¡Y cuánto hemos de agradecerle que lo haga! ¡Cuánto agradecimiento también hemos de sentir por el sacramento de la reconciliación que ha puesto a nuestro alcance tan compasivamente! Que la soberbia no nos lo haga menospreciar. San Agustín nos dice que Jesucristo, Dios Hombre, nos dio ejemplo de humildad para curarnos del “tumor” de la soberbia, «ya que gran miseria es el hombre soberbio, pero más grande misericordia es Dios humilde».
Digamos todavía que la lección que Jesús da a los fariseos es ejemplar también para nosotros; no podemos alejar de nosotros a los pecadores. El Señor quiere que nos amemos como Él nos ha amado (cf. Jn 13,34) y hemos de sentir gran gozo cuando podamos llevar una oveja errante al redil o recobrar una moneda perdida.

Artículo originalmente publicado por evangeli.net

San Martín de Porres – 3 de noviembre



«Religioso dominico peruano. El primer mulato en subir a los altares, honrado en numerosos países del mundo. Patrón de la justicia social, de los barberos, barrenderos, enfermeros, farmacéuticos, protector de los pobres»

El que tantas veces se presentó como «un perro mulato», primero de América en subir a los altares, es uno de los más grandes santos que Perú ha dado a la Iglesia. Ostenta el patronazgo de numerosas entidades de Perú, Venezuela, México, Argentina, Panamá, Guatemala, España, Chile, Costa Rica, Bolivia y otros países. Quién le iba a decir al humilde Martín que al paso del tiempo le honrarían hermandades y cofradías, que al procesionar su imagen sería aclamada por las avenidas de su hermosa tierra aún pasando los siglos… Pero así es. La gracia que le acompañó en vida, y a la que se aferró, sigue alumbrándonos a través de su heroico testimonio de amor a Cristo.
Nació en Lima, Perú, el 9 de diciembre de 1579. Era hijo natural del español Juan de Porres, un burgalés que pertenecía a la Orden militar de Calatrava, y de la mulata libre de origen panameño, Ana Velásquez. Debió prometerle que la desposaría, pero los prejuicios de la época no se aliaron con ellos. De esta unión ilegítima en 1581 vino al mundo también una niña. Cuando el virrey comisionó a Juan para irse a Guayaquil, se llevó con él a los pequeños. Sin embargo, su familia repudió al muchacho por su color de piel. Juan se ocupó de su educación, pero en 1590 cuando lo nombraron gobernador de Panamá, se vio obligado a enviarlo a Lima. Eso sí, la cercanía le había permitido constatar las numerosas virtudes de Martín, su bondad y proverbial generosidad con los pobres, a los que daba limosna haciendo uso de la asignación que él le entregaba. No era una táctica nueva. Cuando vivía con su madre, le solía sisar el dinero que le proporcionaba para efectuar las compras. Al regresar a casa, cándidamente se excusaba diciendo que las monedas que le faltaban las había perdido por el camino.
En Lima se ocupó del santo Isabel García Michel, que vivía en Malambo, un barrio marginal caracterizado por el origen multirracial de su población, pero en una casa respetable; tal vez Ana fuese una de las encargadas del servicio, y por eso se afincó allí con su hijo. Éste recibió la confirmación en 1591 de manos de santo Toribio de Mogrovejo, patrono del episcopado latinoamericano. Elegante y amable en el trato, Martín era también muy inteligente, así que no le costó aprender las técnicas de barbería, oficio reputado en la época, y adquirir nociones de medicina que le servirían más tarde en su misión. Antes de convertirse en religioso obtenía un buen sueldo como ayudante del boticario Mateo Pastor. Con lo que ganaba, ayudaba a otros muchachos que no tenían medios económicos. El ejercicio de su profesión le permitía acceder tanto a la flor y nata de la sociedad limeña como a las clases inferiores; a todos hablaba de la bondad de Dios. Combinaba esta tarea con la labor voluntaria que realizaba en hospitales; pasaba las noches prácticamente en vela orando ante una imagen de Cristo crucificado.
A los 15 años, animado por fray Juan de Lorenzana, quiso ser dominico como él, pero la discriminación por diferencia de raza, prejuicio marcado entonces, le siguió al convento de Nuestra Señora del Rosario. Y únicamente pudo ingresar como «donado». Pero era más que suficiente para su espíritu humilde y servicial, ya que solo deseaba estar más cerca de Dios y ayudar al prójimo. Por lo demás, se gozaba en «pasar desapercibido y ser el último». El trato desigual que le dispensaron, los insultos que recibía por su tez oscura, no le arrebataron su alegría, y la escoba que pusieron en sus manos fue instrumento de gloria para su vida.
En una visita que su padre hizo al convento, logró que el provincial considerara a Martín como hermano cooperador. Profesó en junio de 1603. Fiel observante, pronto a la oración, obediente, humilde, generoso, puntual, sobrio, sencillo, austero, era también diligente y dadivoso con los demás hasta el extremo. El Santísimo Sacramento y la Virgen del Rosario fueron objeto supremo de su devoción. Por lo general, estaba tan extenuado por sus tareas que hacía ímprobos esfuerzos para no sucumbir al sueño durante la oración. Sus cuidados como enfermero fueron un pararrayos para el convento; allí acudían numerosas personas en su busca. Pero su piedad y misericordia con los enfermos y pobres que recogía en las calles, portándolos a hombros hasta su propio lecho para prodigarles atenciones con toda ternura, suscitaron recelos y envidias; fue objeto de injurias hasta de sus propios hermanos.
Dios le otorgó el don de milagros, entre otros. Las curaciones extraordinarias se produjeron no solo con sus cuidados sino simplemente con su presencia. Él, humildemente, advertía: «yo te curo, Dios te sana». Como recibió el don de la bilocación, podía vérsele en varios lugares a la vez consolando y remediando los males de unos y de otros. Una vez vio que un obrero se caía del andamio de la torre y, para no desobedecer –cuentan los testigos de la época– le dijo «¡detente!» y a renglón seguido fue a solicitar permiso a su superior para salvarle, mientras el albañil permanecía suspendido en el aire, permiso que que le fue otorgado obrándose ese milagro que precisaba el buen hombre y que se produjo ante su fuerte impresión y la del superior de Martín. Memorable fue la acción del santo durante la epidemia de viruela; se convirtió en el «ángel de Lima». Hasta los animales hambrientos y heridos eran objeto de su afecto. Fundó los Asilos y Escuelas de Huérfanos de Santa Cruz para niños y niñas. Sus hermanos contemplaban asombrados su intensísima acción apostólica cotidiana, preguntándose en qué momento dormía.
Era estimado por todos, incluido el virrey, que no ocultaba su veneración por él. En 1639 contrajo el tifus exantemático que cursaba con espasmos, alta fiebre y delirios. Y supo que había llegado su hora: «He aquí el fin de mi peregrinación sobre la tierra. Moriré de esta enfermedad. Ninguna medicina será de provecho». Manifestó que en ese instante le acompañaban la Virgen, San José, santo Domingo, san Vicente Ferrer y santa Catalina de Alejandría. Y besando el crucifijo falleció el 3 de noviembre de ese año. Gregorio XVI lo beatificó en 1837. Juan XXIII lo canonizó el 6 de mayo de 1962, y lo declaró santo patrón de la justicia social.
Zenit

Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta


Lectura del santo Evangelio según san Lucas 15, 1-10
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ése acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Quién de
vosotros que tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
"¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido."
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿que mujer tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
"¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido."
Os digo que la misma alegría habrá tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
Palabra del Señor.