Nos cuesta perdonar. A todos nos cuesta. Pero no hemos de confundir “sentir” rabia cuando nos han ofendido y “querer” perdonar de corazón. El perdón no es una cuestión de sentimientos, sino de voluntad. Lo importante es querer perdonar y ofrecer al prójimo el perdón, aunque la propia sensibilidad siga alterada y como “encabritada”. Dios no quiere que no sintamos -¡no somos de palo!-, sino que aprendamos a perdonar, independientemente del sentimiento. Con la ayuda de Dios, poco a poco se irá sometiendo y apaciguando también este último, pero no es la condición para el perdón. ¿O creemos que Cristo sintió “muy bonito” cuando estaba siendo atormentado por sus verdugos en la cruz? ¿O que fue para Él un lecho de rosas todas las humillaciones, las bofetadas, las calumnias, las burlas, los azotes, la coronación de espinas, el escarnio de sus enemigos? Y, sin embargo, ahí está el ejemplo: “¡Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen!”
PropósitoEsforzarme por eliminar todo rencor para aprender a perdonar como Dios me perdona.
Diálogo con Cristo
Si queremos aprender a perdonar, Señor, aquí tenemos el ejemplo y el motivo para hacerlo. Sólo así podremos rezar el Padrenuestro como verdaderos cristianos: “Perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
P. Sergio Córdova LC