domingo, 27 de enero de 2013

DAR TESTIMONIO DE DIOS


Dice San Pablo: "Pero no aprecio en nada la vida [es verdad], con tal de completar mi carrera y el misterio que recibí del Señor Jesús: dar testimonio del mensaje de la gracia de Dios" (Hechos 20, 24).

Esto es lo que el Señor pone en mi corazón y lo que deseo hacer siempre y de todos modos, en cualquier situación de este mundo.

Por eso, al leer esta página de los Hechos, me siento profundamente conmovido y tocado, y os deseo a cada uno de vosotros que la sintáis como vuestra propia autobiografía, que releáis vuestra vida desde ella y podáis acercaros a las afirmaciones de Pablo, demasiado elevadas para mí. 

Ninguno de nosotros está exento de culpa en lo relativo a quienes se pierden. Pero sabemos que la misericordia del Señor es grande y debemos, por tanto, tratar de ayudar con todas las fuerzas a los que se pierden.

Nuestra Iglesia es hoy un poco temerosa a la hora de ayudar a quien se aleja. Es precisa en los establecimiento de los límites, pero no es tan valerosa para extender la mano a quien está fuera de los límites.

En cambio, debemos dedicarnos a anunciar el reino de Dios y el  mensaje de la gracia de Dios, es decir, de su misericordia a todos los que vuelven  a Él.
El corazón de Dios es inmenso y "aunque la conciencia nos acuse, Dios es más grande que nuestra conciencia y lo sabe todo" (I Juan 3-20).

Somos verdaderamente misericordiosos si aprendemos a sufrir con quien sufre, a gozar con quien goza, a practicar siempre y en las circunstancias más desfavorables la ética del no hacer daño, la ética del no hacer sufrir a nadie por causa de nuestro juicio.

Preguntémonos: ¿llevo a quienes están a mi alrededor el mensaje de la misericordia de Dios?  ¿Es amado Jesús también por mi causa, o bien hay algunas personas que se alejan, que no comprenden porque no consiguen percibir el rostro de Cristo misericordioso?

Ciertamente, también Jesús fue fuerte y decidido, pero prevaleció siempre en Él la misericordia y la acogida. Oremos, pues, para que nuestra Iglesia crezca en el conocimiento de los grandes dones de misericordia que se le conceden.

"Las alas de la libertad" de Carlo María Martini

LA IGLESIA CATÓLICA

La Iglesia tiene su origen y realización en el destino eterno de Dios.

Fue preparada en la Antigua Alianza con la elección de Israel, signo de la reunión futura de todas las naciones. 

Fundada por las palabras y las acciones de Jesucristo, fue realizada, sobre todo, mediante su muerte redentora y su Resurrección. 

Más tarde, se manifestó como misterio de salvación mediante la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. 

Al final de los tiempos, alcanzará su consumación como asamblea celestial de todos los redimidos. 
( Compendio 149 )

Isabel