El
martirio de los cristianos no es una cosa del pasado, muchos de ellos son
víctimas también hoy “de gente que odia a Jesucristo”. Es la sufrida
constatación de Papa Francisco en la homilía
de la misa matutina en la Casa de Santa Marta,
después de una meditación intensa sobre la vida y la muerte de Juan el
Bautista.
La
parábola de “Juan el Grande” en primer plano y, apenas detrás, el dolor agudo
por los muchos cristianos que aún hoy son llevados al matadero porque su vida
anuncia la de un Dios que otros odian. Es una de las homilías de Santa Marta más conmovedoras la que
propone el Papa siguiendo el pasaje del Evangelio de Marcos, que cuenta la trágica muerte de Juan el Bautista. Él –
subrayó el Pontífice – que “nunca traicionó su vocación”, “consciente que su
deber era sólo proclamar” la “proximidad del Mesías” – consciente de ser “sólo
la voz”, porque “la Palabra era Otro” – “termina su vida como el Señor, con el
martirio”.
Juan víctima de un rey corrupto
Es sobre todo cuando termina en la cárcel por mano de Herodes
Antipas que “el hombre más grande nacido de mujer” se
hace, observa el Papa, “pequeño, pequeño, pequeño”, golpeado primero por la
prueba de “la oscuridad del alma” – cuando duda que Jesús sea aquel a quien ha
preparado el camino – y luego cuando llega para él el momento final, ordenado
por un rey fascinado y desconcertado al mismo tiempo por Juan. Una orden que el
Papa se detiene a considerar con realismo:
“Al
final, después de esta purificación, después de este descenso continuo en la
anonadación, haciendo camino a la anonadación de Jesús, termina su vida. Ese
rey desconcertado es capaz de tomar una decisión, pero no porque su corazón se
haya convertido, sino porque el vino le ha dado coraje. Y así Juan termina su
vida bajo la autoridad de un rey mediocre, borracho y corrupto, por el capricho
de una bailarina y el odio vengativo de una adúltera. Así termina el Grande, el
hombre más grande nacido de mujer”.
Cristianos odiados también hoy
“Cuando
leo este pasaje – afirmó el Papa – les confieso que me conmuevo” y pienso
siempre en “dos cosas”:
“En
primer lugar, pienso en nuestros mártires, en los mártires de nuestros días, los
hombres, las mujeres, los niños que son perseguidos, odiados, expulsados de sus
hogares, torturados, masacrados. Y esto no es una cosa del pasado: esto sucede
hoy. Nuestros mártires, que terminan sus vidas bajo la autoridad corrupta
de gente que odia a Jesucristo. Nos hará bien pensar en nuestros mártires. Hoy
pensamos en Pablo Miki, pero eso sucedió en el 1600. ¡Pensemos en los de hoy!
En los del 2015”.
Nadie tiene la vida “comprada”
Por
otra parte, continuó el Santo Padre, este abajarse de Juan el Grande
“continuamente hasta la nada” me hace pensar, “que estamos en este camino y
vamos hacia la tierra, donde todos acabaremos”. Me hace pensar en “mí mismo”:
“También
yo acabaré. Todos nosotros acabaremos. Nadie tiene la vida ‘comprada’.
Nosotros también, queriendo o no queriendo, vamos por el camino de la
anonadación existencial de la vida, y esto, al menos a mí, me hace rezar para
que esta anonadación se parezca lo más posible a Jesucristo, a su anonadación”.
(GM - RV)