sábado, 7 de febrero de 2015

Como ovejas sin pastor


Evangelio según San Marcos 6,30-34.

Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.

El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer.

Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto.
Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos.

Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
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ENTENDAMOS LA GRACIA DE DIOS. SAN AGUSTÍN

El motivo por el cual el Apóstol escribe a los gálatas es su deseo de que entiendan que la gracia de Dios hace que no estén ya sujetos a la ley. En efecto, después de haberles sido anunciada la gracia del Evangelio, no faltaron algunos, provenientes de la circuncisión, que, aunque cristianos, no habían llegado a comprender toda la gratuidad del don de Dios y querían continuar bajo el yugo de la ley... Lo único que quita el pecado es el don gratuito de la fe, que actúa por el amor. Ellos pretendían que los gálatas, beneficiarios ya de este don gratuito, se sometieran al yugo de la ley, asegurándoles que de nada les serviría el Evangelio si no se circuncidaban y no observaban las demás prescripciones rituales del judaísmo. [...]

El apóstol Pedro había cedido ante el escándalo de aquellos hombres, hasta llegar a la simulación, como si él pensara también que en nada aprovechaba el Evangelio a los gentiles si no cumplían los preceptos de la ley; de esta simulación le hizo volver atrás el apóstol Pablo, como explica él mismo en esta carta.

La misma cuestión es tratada en la carta a los Romanos. No obstante, parece que hay alguna diferencia entre una y otra, ya que en la carta a los Romanos dirime la misma cuestión y pone fin a las diferencias que habían surgido entre los cristianos procedentes del judaísmo y los procedentes de la gentilidad; mientras que en esta carta a los Gálatas escribe a aquellos que ya estaban perturbados por la autoridad de los que procedían del judaísmo y que los obligaban a la observancia de la ley. Influenciados por ellos, empezaban a creer que la predicación del apóstol Pablo no era auténtica, porque no quería que se circuncidaran. Por esto, Pablo empieza con estas palabras: Me sorprende que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó a la gracia de Cristo, y os hayáis pasado a otro evangelio.

Con este exordio, insinúa, en breves palabras, el meollo de la cuestión. Aunque también lo hace en el mismo saludo inicial, cuando afirma de sí mismo que es enviado no de hombres, nombrado apóstol no por un hombre, afirmación que no encontramos en ninguna otra de sus cartas. Con esto demuestra suficientemente que los que inducían a tales errores lo hacían no de parte de Dios, sino de parte de los hombres; y que, por lo que atañe a la autoridad de la predicación evangélica, ha de ser considerado igual que los demás apóstoles, ya que él tiene la certeza de que es apóstol no de parte de los hombres ni por mediación de hombre alguno, sino por Jesucristo y por Dios Padre.


Del comentario de san Agustín, obispo, sobre la carta a los Gálatas
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Papa: Muchos cristianos también hoy víctimas de gente que odia a Jesucristo

El martirio de los cristianos no es una cosa del pasado, muchos de ellos son víctimas también hoy “de gente que odia a Jesucristo”. Es la sufrida constatación de Papa Francisco en la homilía de la misa matutina en la Casa de Santa Marta, después de una meditación intensa sobre la vida y la muerte de Juan el Bautista. 
La parábola de “Juan el Grande” en primer plano y, apenas detrás, el dolor agudo por los muchos cristianos que aún hoy son llevados al matadero porque su vida anuncia la de un Dios que otros odian. Es una de las homilías de Santa Marta más conmovedoras la que propone el Papa siguiendo el pasaje del Evangelio de Marcos, que cuenta la trágica muerte de Juan el Bautista. Él – subrayó el Pontífice – que “nunca traicionó su vocación”, “consciente que su deber era sólo proclamar” la “proximidad del Mesías” – consciente de ser “sólo la voz”, porque “la Palabra era Otro” – “termina su vida como el Señor, con el martirio”.
Juan víctima de un rey corrupto
Es sobre todo cuando termina en la cárcel por mano de Herodes Antipas que “el hombre más grande nacido de mujer” se hace, observa el Papa, “pequeño, pequeño, pequeño”, golpeado primero por la prueba de “la oscuridad del alma” – cuando duda que Jesús sea aquel a quien ha preparado el camino – y luego cuando llega para él el momento final, ordenado por un rey fascinado y desconcertado al mismo tiempo por Juan. Una orden que el Papa se detiene a considerar con realismo:
“Al final, después de esta purificación, después de este descenso continuo en la anonadación, haciendo camino a la anonadación de Jesús, termina su vida. Ese rey desconcertado es capaz de tomar una decisión, pero no porque su corazón se haya convertido, sino porque el vino le ha dado coraje. Y así Juan termina su vida bajo la autoridad de un rey mediocre, borracho y corrupto, por el capricho de una bailarina y el odio vengativo de una adúltera. Así termina el Grande, el hombre más grande nacido de mujer”.
Cristianos odiados también hoy
“Cuando leo este pasaje – afirmó el Papa – les confieso que me conmuevo” y pienso siempre en “dos cosas”:
“En primer lugar, pienso en nuestros mártires, en los mártires de nuestros días, los hombres, las mujeres, los niños que son perseguidos, odiados, expulsados de sus hogares, torturados, masacrados. Y esto no es una cosa del pasado: esto sucede hoy. Nuestros mártires, que terminan sus vidas bajo la autoridad  corrupta de gente que odia a Jesucristo. Nos hará bien pensar en nuestros mártires. Hoy pensamos en Pablo Miki, pero eso sucedió en el 1600. ¡Pensemos en los de hoy! En los del 2015”.
Nadie tiene la vida “comprada”
Por otra parte, continuó el Santo Padre, este abajarse de Juan el Grande “continuamente hasta la nada” me hace pensar, “que estamos en este camino y vamos hacia la tierra, donde todos acabaremos”. Me hace pensar en “mí mismo”:
“También yo acabaré. Todos nosotros acabaremos. Nadie tiene la vida ‘comprada’. Nosotros también, queriendo o no queriendo, vamos por el camino de la anonadación existencial de la vida, y esto, al menos a mí, me hace rezar para que esta anonadación se parezca lo más posible a Jesucristo, a su anonadación”.
(GM - RV)