martes, 3 de mayo de 2016

3 de mayo: san Felipe y Santiago, Apóstoles


Se trata de Felipe y Santiago el que se llama Menor para diferenciarlo del otro Santiago, hijo de Zebedeo, que tiene su día el veinticinco de julio. Un buen día los llamó Jesús para que lo acompañaran; ellos le siguieron, escucharon por tres años su predicación y se convirtieron en sus testigos después de la Ascensión.
Felipe
Era natural de Betsaida, como Pedro y Andrés. Nada más conocer a Jesús le acercó un amigo, a Natanael, aunque con dificultades, porque el tal Natanael se cuestionaba en grado superlativo que lo que estaba oyendo fuera verdad, ya que, leyendo la Escrituras, nunca había aparecido un profeta de Nazaret. No le quedó otra salida al bueno de Felipe que remitirle a su propia experiencia personal, diciéndole: «ven y lo verás». este modo hizo sus pinitos en el apostolado cristiano, aún antes de que se le llamara de modo solemne y definitivo que fue en el monte de las bienaventuranzas, después que el Maestro pasara aquella noche haciendo oración.
El sitio que ocupa en las listas de los Doce que aparecen en los Evangelios es a continuación de las dos parejas de hermanos y antes que Natanael.
Por tres veces aparece en los Evangelios, interviniendo en circunstancias diversas: en la multiplicación de los panes y peces está preocupado por la desmesurada cantidad de dinero de que deberían disponer para darles a aquellos famélicos seguidores de Jesús aunque fuera solo un pedazo de pan; otra ocasión está situada en la fiesta de la Pascua, cuando media junto con Pedro entre los prosélitos griegos que quieren ver a Jesús, haciendo quizá de intérprete de ellos; la tercera y última, en el Cenáculo, diciendo en voz alta sus deseos de conocer mejor al Padre.
Después de la Ascensión ya no hay datos; sí conjeturas posibles, aunque bien pudiera ser que algunas de ellas pertenezcan más al diácono Felipe que al mismo Apóstol. Estuvo un tiempo indefinido en Jerusalén, y luego… ¡el mundo!
Parece ser que evangelizó Frigia (actual Turquía). Una tradición le atribuye la muerte a manos de los jefazos importantes que estaban hartos de que les censurara sus vicios y envidiosos –siempre la envidia– de que la gente sencilla le siguiera por su bondad.
¿Alguna anécdota? Ya que no se conocen más datos biográficos ciertos, se puede señalar una que ni siquiera se sabe si sucedió o no: dicen de él que destrozó una monstruosa víbora a la que rendían culto idolátrico aquellos paganos.
Se supone que su muerte fue en torno al año 54.
Una parte de sus reliquias fue a parar a Constantinopla y otra parte está en Roma, en la basílica de los Santos Apóstoles.
Santiago
Nació en Caná de Galilea, cerca de Nazaret. Hijo de Alfeo y su madre era María, prima de la Virgen; por tanto, este Santiago era pariente del Señor.
Solo aparece enumerado en las listas de los Apóstoles sin que intervenga en los textos evangélicos ninguna vez.
Fue la cabeza de la Iglesia de Jerusalén porque Pablo refiere que le visitó la primera vez que fue a Jerusalén después de su conversión; y, cuando Pedro fue liberado por el ángel de su prisión, y fue a la casa de Juan Marcos, dejó el encargo de que le comunicasen a Santiago su libertad; intervino en el concilio de Jerusalén, abogando por la unidad entre los cristianos provenientes de los judíos y los que venían del paganismo, y sugiriendo se les impusiera a estos últimos unas mínimas pautas de conducta que facilitasen la convivencia entre los hermanos.
Se le conoce como un hombre con profundo amor a Jesucristo, que siempre manifestó gran respeto por aquellos que observaban la Ley, eran asiduos al Templo para la oración, y veneraban a Moisés. Eusebio recoge de Hegesipo la afirmación de que tanto los judíos contemporáneos de Santiago como los cristianos le llaman «el Justo», por ver en él a un hombre austero, sin mancha y con callos en las rodillas de tanto adorar.
Una de las cartas canónicas es suya. Está dirigida a los cristianos de la dispersión, es decir, a los que están diseminados por todas las provincias. Más que un tratado orgánico, son sentencias y consejos que animan a llevar la vida cristiana. Habla de la paciencia en las pruebas y tribulaciones, expresa con claridad la relación que debe darse entre la fe y las obras, el uso de la lengua, y severísimas advertencias a los ricos con respecto al uso de sus bienes. En la misma carta se leen unas líneas que son la promulgación del Sacramento de la Unción de Enfermos, según la sanción tridentina.
Josefo afirma que el Sumo Sacerdote Anás II lo mandó matar por lapidación, después de haberlo tirado desde lo alto de las murallas del templo, y murió, repitiendo la historia, ¡rezando por sus verdugos!

El hecho de que estén unidas sus fiestas se debe a una simple decisión de la Iglesia.
Alfa y Omega

"El profeta sabe ir a las periferias, a las que hay que acercarse ligero de equipaje"


Francisco, a los mercedarios: "Para liberar debemos hacernos pequeños"
Les pide que "atiendan a las víctimas de la trata y a los jóvenes de sus escuelas"
 (RV).- El Papa Francisco recibió en el Vaticano a los participantes del Capítulo General de la Orden de la Merced. Este Capítulo General tiene por lema ‘La Merced: memoria y profecía en las periferias de la libertad' y abrirá la celebración del octavo Centenario de la Orden.
Con respecto al octavo Centenario de la Orden, el Papa los animó a no dejar de "proclamar el año de gracia del Señor a todos aquellos a los que son enviados: a los perseguidos por causa de su fe y a los privados de libertad, a las víctimas de la trata y a los jóvenes de sus escuelas, a los que atienden en sus obras de misericordia y a los fieles de las parroquias y las misiones que les han sido encomendadas por la Iglesia".
Acerca del tema de su Capítulo, el Obispo de Roma destacó "una memoria que evoca las grandes gestas cumplidas en estos ocho siglos: la obra de la redención de cautivos, la audaz misión en el nuevo mundo, así como a tantos miembros ilustres por santidad y letras que engalanan su historia".
Y el Pontífice añadió que con este espíritu, se puede hablar realmente de profecía. "Porque ser profeta es prestar nuestra voz humana a la Palabra eterna, olvidarnos de nosotros mismos para que sea Dios quien manifieste su omnipotencia en nuestra debilidad" y agregó "ustedes han recibido también un don y han sido consagrados para una misión que es una obra de misericordia: seguir a Cristo llevando la buena noticia del Evangelio a los pobres y la liberación a los cautivos".

Por último, el Papa explicó que "el profeta sabe ir a las periferias, a las que hay que acercarse ligero de equipaje" por lo que los invitó a evocar qué movió a sus padres y hacia dónde los dirigió, para comprometerse a seguir sus pasos. "Ellos fueron capaces de quedarse como rehenes junto al pobre, al marginado, al descartado de la sociedad, para llevarle consuelo, sufriendo con él, completando en carne propia lo que falta a la pasión de Cristo... Seguirles es asumir que, para liberar, debemos hacernos pequeños, unirnos al cautivo, en la certeza que así no sólo cumpliremos nuestro propósito de redimir, sino que encontramos nosotros también la verdadera libertad, pues en el pobre y el cautivo reconocemos presente a nuestro Redentor", concluyó.

Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí.

Evangelio según San Juan 14,6-14. 

Jesús dijo a Tomás: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí. 

Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre. Ya desde ahora lo conocen y lo han visto". 

Felipe le dijo: "Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta". 

Jesús le respondió: "Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen? El que me ha visto, ha visto al Padre. ¿Como dices: 'Muéstranos al Padre'? 

¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí? Las palabras que digo no son mías: el Padre que habita en mí es el que hace las obras. 

Créanme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Créanlo, al menos, por las obras. 

Les aseguro que el que cree en mí hará también las obras que yo hago, y aún mayores, porque yo me voy al Padre."
Y yo haré todo lo que ustedes pidan en mi Nombre, para que el Padre sea glorificado en el Hijo.
 
Si ustedes me piden algo en mi Nombre, yo lo haré."

El Papa en Sta. Marta: La persecución es el precio del testimonio cristiano


En la homilía de este lunes el Santo Padre recuerda que el Espíritu Santo que nos ha hecho conocer a Jesús es el mismo que nos empuja a darlo a conocer.
El Espíritu Santo nos dé la fuerza de ser testigos de Jesús también en las persecuciones, las grandes en las que se llega a dar la vida y en las pequeñas, las persecuciones de los chismorreos y las críticas. Así lo ha recordado el papa Francisco en la misa de esta mañana celebrada en Santa Marta.
La lectura del día de los Hechos de los Apóstoles recuerda que el Señor abrió el corazón de una mujer llamada Lidia, una vendedora de púrpura que en la ciudad de Tiatira escuchaba las palabras de Pablo.
Al respecto, el Papa ha explicado que esta mujer sintió algo dentro de ella, que le empujaba a decir: ‘¡Esto es verdad! Estoy de acuerdo con lo que dice este hombre, este hombre que da testimonio de Jesucristo. Es verdad lo que dice’. De este modo, el Pontífice ha aseverado que quien tocó el corazón de esta mujer es precisamente el Espíritu Santo, quien “ha hecho sentir a esta mujer que Jesús era el Señor, le hizo sentir que la salvación estaba en las palabras de Pablo; le hizo sentir a esta mujer un testimonio. El Espíritu da testimonio de Jesús. Y cada vez que escuchamos en el corazón algo que nos acerca a Jesús, es el Espíritu que trabaja dentro”.
Por otro lado, ha observado que el Evangelio habla de un doble testimonio: el del Espíritu que nos da el testimonio de Jesús y nuestro testimonio. Nosotros somos testigos del Señor con la fuerza del Espíritu. Jesús invita a los discípulos a no escandalizarse, porque el testimonio lleva consigo la persecución. Desde las pequeñas persecuciones de los chismorreos, de las críticas, hasta las grandes, de los que “la historia de la Iglesia está llena, que lleva a los cristianos a la cárcel y les lleva incluso a dar la vida”.
Tal y como ha subrayado el Papa, Jesús dijo que este es el precio del testimonio cristiano. “El cristiano, con la fuerza del Espíritu, da testimonio de que el Señor vive, que el Señor ha resucitado, que el Señor está entre nosotros, que el Señor celebra con nosotros su muerte, su resurrección, cada vez que nos dirigimos al altar”, ha asegurado.
Asimismo, “también el cristiano da testimonio, ayudado por el Espíritu, en su vida cotidiana, con su modo de actuar. Es el testimonio continuo del cristiano. Pero muchas veces este testimonio provoca ataques, provoca persecuciones”, ha observado el Pontífice.
Para concluir la homilía, el papa Francisco ha precisado que “el Espíritu Santo que nos ha hecho conocer a Jesús es el mismo que nos empuja a darlo a conocer, no tanto con las palabras, sino con el testimonio de vida”.
Es bueno pedir al Espíritu Santo –ha recordado– que venga a nuestro corazón, para dar testimonio de Jesús, decirle: ‘Señor, que no me aleje de Jesús. Enséñame lo que me ha enseñado Jesús. Hazme recordar lo que ha hecho y hace Jesús, y también, ayúdame a llevar el testimonio de estas cosas. Que la mundanidad, las cosas fáciles, las cosas que vienen precisamente del padre de la mentira, del príncipe de este mundo y el pecado, no me alejen del testimonio”.
(ZENIT – Ciudad del Vaticano).-