miércoles, 16 de agosto de 2017

Cardenal Osoro a la Virgen de la Paloma: «Arranca de nuestro corazón la discordia, la envidia y la violencia»


«Un pueblo sin raíces ni hace presente ni futuro», afirma el arzobispo de Madrid ante la alcaldesa y la presidenta de la Comunidad, que asistieron a la Misa en el día de la popular Virgen madrileña
La historia de la Virgen de la Paloma es «muy sencilla, como son todas las cosas que vienen de Dios», ha explicado el cardenal Osoro este martes, solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora, a los pies de la imagen que Isabel Tintero rescató en 1787 y a la que tantos madrileños se han acercado desde entonces.
Ante un templo abarrotado de fieles, con la presencia de numerosos bomberos y de autoridades –entre ellas, la alcaldesa, Manuela Carmena, y la presidenta regional, Cristina Cifuentes–, el arzobispo de Madrid ha incidido en que gracias a esta advocación tan arraigada y popular muchos han descubierto «quiénes son ellos y qué altura alcanza el ser humano cuando, como María y ayudados por Ella, se abre totalmente a Dios». «Hoy seguimos manteniendo esas raíces porque sabemos que un pueblo sin raíces ni hace presente ni futuro. ¿Por qué será que en todas las culturas la fe bien vivida se hace cultura?», se ha preguntado, recordando al beato Pablo VI y a san Juan Pablo II.

«Todos los hombres son para los demás y no para sí mismos»
El purpurado ha subrayado que la Virgen, elegida por Dios para dar vida a su Hijo, nos habla de «un Reino diferente, es un Reino de paz, justicia y verdad, donde todos los hombres perciben que son hermanos los unos de los otros y donde todos viven sabiendo que son para los demás y no para sí mismos o para quienes son o piensan como ellos».
La Iglesia debe «atravesar los caminos por donde transitan los hombres» a fin de «hacer ver la presencia de Dios» como Ella y, para explicarlo, el cardenal Osoro se ha detenido en la mirada, el rostro y las manos del cuadro que cada 15 de agosto bajan los bomberos para que recorra las calles de Madrid.
Al fijarse en su mirada, se observa a la Virgen de la Paloma «en profundo recogimiento; mira hacia abajo, mira a los hombres tal y como le había pedido su Hijo, mira a todos y contempla los caminos por donde vamos». «Con tu mirada a todos sin excepción, enséñanos a cuidar los unos de los otros, sin poner cortapisas a nadie. […] Aparta la discordia de nuestro corazón, que nos impide vivir como hermanos, sácala, arráncala de nuestro corazón, también la envidia y la violencia», ha pedido.
«La falta de escucha es un signo evidente de querer dominar al otro»
El rostro, por su parte, «manifiesta paz», la de aquella que escuchó a Dios. «Que María nos enseñe a escuchar, de la misma manera que Ella escuchó a Dios y al prójimo. ¿Sabéis la de problemas que nos ahorraríamos en la vida escuchando al otro? Escuchar al otro es detenerme en su vida, entrar en su corazón y no pasar de largo. […] Cuando no escucho, impongo a los demás lo que yo siento, lo que creo y lo que quiero yo. La falta de escucha es un signo evidente de querer dominar al otro o prescindir de él», ha advertido el arzobispo.
Por último, las manos «entrelazadas» hablan de «la solidaridad, el encuentro, la ayuda mutua, la fraternidad por encima de todo» y muestran a una mujer que se dejó «sorprender por Dios». «Dejarse sorprender es no cerrarse a las seguridades que tenemos o nos hacemos. Dios sorprende siempre y nos cura. Lo hace en la pobreza, en la debilidad, en la humildad. Ante el anuncio del ángel, María no ocultó su asombro y marchó aprisa, saliendo al camino de los hombres, para dar a conocer la sorpresa de Dios manifestada en Ella y para todos los hombres: Dios con nosotros», ha aseverado el cardenal Osoro; quien poco después ha concluido su homilía reiterando su deseo de que «seamos una Iglesia que no teme nunca estar en medio del mundo para anunciar, mostrar y regalar con su vida el rostro de Cristo».

Infomadrid / R. Pinedo

COMENTARIO DE BENEDICTO XVI AL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (18,15-20)



Queridos hermanos y hermanas:
La caridad fraterna en la comunidad de los creyentes tiene su fuente en la comunión de la Trinidad. El apóstol san Pablo afirma que toda la Ley de Dios encuentra su plenitud en el amor, de modo que, en nuestras relaciones con los demás, los diez mandamientos y cada uno de los otros preceptos se resumen en esto: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (cf. Rm 13, 8-10).

El texto del Evangelio.... dedicado a la vida de la comunidad cristiana, nos dice que el amor fraterno comporta también un sentido de responsabilidad recíproca, por lo cual, si mi hermano comete una falta contra mí, yo debo actuar con caridad hacia él y, ante todo, hablar con él personalmente, haciéndole presente que aquello que ha dicho o hecho no está bien. 

Esta forma de actuar se llama corrección fraterna: no es una reacción a una ofensa recibida, sino que está animada por el amor al hermano. Comenta san Agustín: «Quien te ha ofendido, ofendiéndote, ha inferido a sí mismo una grave herida, ¿y tú no te preocupas de la herida de tu hermano? ... Tú debes olvidar la ofensa recibida, no la herida de tu hermano» (Discursos 82, 7).

¿Y si el hermano no me escucha? Jesús en el Evangelio de hoy indica una gradualidad: ante todo vuelve a hablarle junto a dos o tres personas, para ayudarle mejor a darse cuenta de lo que ha hecho; si, a pesar de esto, él rechaza la observación, es necesario decirlo a la comunidad; y si tampoco no escucha a la comunidad, es preciso hacerle notar el distanciamiento que él mismo ha provocado, separándose de la comunión de la Iglesia. 

Todo esto indica que existe una corresponsabilidad en el camino de la vida cristiana: cada uno, consciente de sus propios límites y defectos, está llamado a acoger la corrección fraterna y ayudar a los demás con este servicio particular.

Otro fruto de la caridad en la comunidad es la oración en común. Dice Jesús: «Si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18, 19-20). 

La oración personal es ciertamente importante, es más, indispensable, pero el Señor asegura su presencia a la comunidad que —incluso siendo muy pequeña— es unida y unánime, porque ella refleja la realidad misma de Dios uno y trino, perfecta comunión de amor...

Debemos ejercitarnos tanto en la corrección fraterna, que requiere mucha humildad y sencillez de corazón, como en la oración, para que suba a Dios desde una comunidad verdaderamente unida en Cristo. Pidamos todo esto por intercesión de María santísima, Madre de la Iglesia.

(Angelus del 4 de septiembre de 2011)


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EVANGELIO DE HOY: DONDE DOS O TRES ESTÁN REUNIDOS EN MI NOMBRE, ALLÍ ESTOY YO




Lectura del santo evangelio según san Mateo (18,15-20):


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Si tu hermano peca, repréndelo a solas entre los dos. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. 

Si no te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede confirmado por boca de dos o tres testigos. 

Si no les hace caso, díselo a la comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un gentil o un publicano. 

Os aseguro que todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. 

Os aseguro, además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi Nombre, allí estoy yo en medio de ellos.»

Palabra del Señor






El Papa a la hora del Ángelus: María nos trae la gracia que es Jesús

Puntualmente a mediodía del 15 de agosto, y ante la presencia de miles de fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco explicó en la Solemnidad de la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, que el Evangelio nos presenta a la joven de Nazaret que, tras recibir el anuncio del Ángel, parte de prisa para estar cerca de Isabel en los últimos meses de su prodigioso embarazo.
El Santo Padre afirmó que el don más grande que María lleva a su prima, y a todos nosotros, es Jesús, que ya vive en Ella, no sólo por la fe y por la espera, sino porque Cristo tomó la carne humana de la Virgen para su misión de salvación.
Después de aludir al clima de alegría que se vivió en ese entonces en la casa de Isabel y de su marido Zacarías, en espera del niño que llegaría a ser Juan Bautista, el precursor del Mesías; elObispo de Roma se refirió a la alegría plena que se expresa con la voz de María en la estupenda oración del Magníficat.
El Magníficat – prosiguió el Pontífice – canta a Dios misericordioso y fiel, que realiza su designio de salvación con los pequeños y los pobres, con los que tienen fe en Él y con los que confían en su Palabra, como María.
Por esta razón, al celebrar a María Santísima Asunta en el Cielo, el Papa Bergoglio no dudó en afirmar que todos quisiéramos que Ella, una vez más, trajera a nosotros, a nuestras familias y a nuestras comunidades, ese don inmenso, esa gracia única que siempre debemos pedir en primer lugar y por encima de las demás gracias que también deseamos, a saber: ¡La gracia que es Jesucristo!
Hacia el final de su reflexión el Santo Padre dijo que María, al traer a Jesús, también nos trae una alegría nueva, llena de significado, una nueva capacidad de franquear, con fe, los momentos más dolorosos y difíciles. En una palabra: nos trae la capacidad de misericordia, para que nos perdonemoscomprendamos y sostengamos recíprocamente.
(María Fernanda Bernasconi – RV).

La Asunción de la Virgen María, último dogma de la Iglesia.

 
El 15 de agosto la Iglesia celebra la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María, último dogma proclamado por el Papa Pio XII el 1 de noviembre de 1950 en que se publicó la constitución apostólica Munificentissimus Deus, en la cual el papa, basado en la tradición de la Iglesia católica, tomando en cuenta los testimonios de la liturgia, la creencia de los fieles, los testimonios de los Padres y Doctores de la Iglesia y con el consenso de los obispos del mundo, declaraba como dogma de fe la Asunción de la Virgen María.
La Iglesia católica celebra esta fiesta en honor de María en Oriente desde el siglo VI y en Roma desde el siglo VII. Durante el siglo VI fue llamada la Dormitio o Dormición de María, en que se celebraba la muerte, resurrección y asunción de María. En el siglo VII el nombre pasó de «Dormición» a «Asunción».
En la devoción popular, antes y después de la proclamación del Dogma, la Asunción de la Santísima Virgen María es festejada y celebrada por la Iglesia universal y en especial en los países de habla hispana, como reconocimiento a la figura de la madre de Dios, siendo Patrona bajo esta advocación de lugares en Paraguay, Guatemala, Brasil, España, Perú, Nicaragua, Puerto Rico, El Salvador, México, Bolivia y en otros muchos países de la comunidad católica en el mundo.