«Un pueblo sin raíces ni hace presente ni futuro», afirma el arzobispo de Madrid ante la alcaldesa y la presidenta de la Comunidad, que asistieron a la Misa en el día de la popular Virgen madrileña
La historia de la Virgen de la Paloma es «muy sencilla, como son todas las cosas que vienen de Dios», ha explicado el cardenal Osoro este martes, solemnidad de la Asunción de Nuestra Señora, a los pies de la imagen que Isabel Tintero rescató en 1787 y a la que tantos madrileños se han acercado desde entonces.
Ante un templo abarrotado de fieles, con la presencia de numerosos bomberos y de autoridades –entre ellas, la alcaldesa, Manuela Carmena, y la presidenta regional, Cristina Cifuentes–, el arzobispo de Madrid ha incidido en que gracias a esta advocación tan arraigada y popular muchos han descubierto «quiénes son ellos y qué altura alcanza el ser humano cuando, como María y ayudados por Ella, se abre totalmente a Dios». «Hoy seguimos manteniendo esas raíces porque sabemos que un pueblo sin raíces ni hace presente ni futuro. ¿Por qué será que en todas las culturas la fe bien vivida se hace cultura?», se ha preguntado, recordando al beato Pablo VI y a san Juan Pablo II.
«Todos los hombres son para los demás y no para sí mismos»
El purpurado ha subrayado que la Virgen, elegida por Dios para dar vida a su Hijo, nos habla de «un Reino diferente, es un Reino de paz, justicia y verdad, donde todos los hombres perciben que son hermanos los unos de los otros y donde todos viven sabiendo que son para los demás y no para sí mismos o para quienes son o piensan como ellos».
La Iglesia debe «atravesar los caminos por donde transitan los hombres» a fin de «hacer ver la presencia de Dios» como Ella y, para explicarlo, el cardenal Osoro se ha detenido en la mirada, el rostro y las manos del cuadro que cada 15 de agosto bajan los bomberos para que recorra las calles de Madrid.
Al fijarse en su mirada, se observa a la Virgen de la Paloma «en profundo recogimiento; mira hacia abajo, mira a los hombres tal y como le había pedido su Hijo, mira a todos y contempla los caminos por donde vamos». «Con tu mirada a todos sin excepción, enséñanos a cuidar los unos de los otros, sin poner cortapisas a nadie. […] Aparta la discordia de nuestro corazón, que nos impide vivir como hermanos, sácala, arráncala de nuestro corazón, también la envidia y la violencia», ha pedido.
«La falta de escucha es un signo evidente de querer dominar al otro»
El rostro, por su parte, «manifiesta paz», la de aquella que escuchó a Dios. «Que María nos enseñe a escuchar, de la misma manera que Ella escuchó a Dios y al prójimo. ¿Sabéis la de problemas que nos ahorraríamos en la vida escuchando al otro? Escuchar al otro es detenerme en su vida, entrar en su corazón y no pasar de largo. […] Cuando no escucho, impongo a los demás lo que yo siento, lo que creo y lo que quiero yo. La falta de escucha es un signo evidente de querer dominar al otro o prescindir de él», ha advertido el arzobispo.
Por último, las manos «entrelazadas» hablan de «la solidaridad, el encuentro, la ayuda mutua, la fraternidad por encima de todo» y muestran a una mujer que se dejó «sorprender por Dios». «Dejarse sorprender es no cerrarse a las seguridades que tenemos o nos hacemos. Dios sorprende siempre y nos cura. Lo hace en la pobreza, en la debilidad, en la humildad. Ante el anuncio del ángel, María no ocultó su asombro y marchó aprisa, saliendo al camino de los hombres, para dar a conocer la sorpresa de Dios manifestada en Ella y para todos los hombres: Dios con nosotros», ha aseverado el cardenal Osoro; quien poco después ha concluido su homilía reiterando su deseo de que «seamos una Iglesia que no teme nunca estar en medio del mundo para anunciar, mostrar y regalar con su vida el rostro de Cristo».
Infomadrid / R. Pinedo