lunes, 12 de noviembre de 2012

Como el niño


Como el niño que no sabe dormirse
sin cogerse a la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre tus manos, al caer la tarde.

...
Como el niño que sabe que alguien vela
su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura
sabiendo que eres tú quien nos aguarda.

Tú endulzarás mi última amargura,
tú aliviarás el último cansancio,
tú cuidarás los sueños de la noche,
tú borrarás las huellas de mi llanto.

Tú nos darás mañana nuevamente
la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
tú me darás una mañana viva. Amén.

-Himno de las Completas, Liturgia de las Horas


Esta tarde, cuando el día ya va de caída y la noche se siente cercana... abramos nuestro corazón al Amor y la Paz que solamente el Señor nos puede dar... y que mejor manera de acercarnos a Él que de la mano de su Santísima Madre...
De "Tengo sed de Ti"

La viuda pobre del Evangelio es un modelo de fe


Durante el tradicional rezo del Ángelus en la Plaza de San Pedro, el papa Benedicto XVI centró su reflexión en los pasajes de las dos viudas pobres que presenta la Liturgia de la Palabra de hoy, presentándolas como “modelo de fe” para el creyente. 

Y esto lo explicó haciendo ver que ambas viudas --la que encontró Elías en el Primer Libro de los Reyes (17,10-16), y la que dejó su ofrenda en el templo de Jerusalén (Marcos 12, 41-44)--, eran mujeres muy pobres, que desde su misma condición demostraron una gran fe en Dios. 

Refiriéndose a la primera de ellas, recordó cómo en Sidón, hasta donde había llegado el profeta por orden de Dios, la viuda fue interpelada por Elías quien le pidió compartir el agua y la harina que era su único sustento. En un acto de confianza –y de misericordia--, le dio de comer confiando en la promesa de que si compartía, en su mesa no faltarían los alimentos. 

Luego el papa pasó a explicar la acción de la viuda de la ofrenda en el templo, quien nunca imaginó que su gesto oculto fuese visto por el propio Hijo de Dios, y usado como enseñanza in situ para la formación progresiva que le daba a sus discípulos. Bastó una palabra del Maestro para que se entendiera a cabalidad lo hecho por la viuda pobre frente a los demás, que depositaban muchas monedas: "esta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba, todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir" (Mc. 12,44). 

Ante el ejemplo de estas dos gigantes de la escritura, el papa comparó sus vidas con la actitud de quien “basa su vida en Dios, en su Palabra, y confía plenamente en Él”. Recordó que la viudez, así como la orfandad son presentados en la Biblia como objeto de la protección de Dios. Sin embargo, esta situación no es suficiente –ni menos justificación--, para no responderle a Dios, quien “siempre exige nuestra libre aceptación de la fe, que se expresa en el amor a Él y al prójimo”, ya que --añadió, “nadie es tan pobre que no pueda donar algo”. 

Finalmente, enseñó que las viudas de los dos relatos no solo dieron prueba de su fe, sino que cumplieron con un acto de caridad; fueron creyentes que dieron testimonio de la “unidad inseparable de la fe y de la caridad, y entre el amor a Dios y el amor al prójimo”. 

Y no quiso despedirse sin presentar nuevamente a la Virgen María como “el ejemplo perfecto de alguien que se entrega por completo confiando en Dios”, y le encomendó los esfuerzos que cada creyente hará en este Año de la fe, por reforzar la confianza en Dios y en su Palabra. 
Benedicto XVI