Cada uno
de nosotros tiene algún problema que no sabe como resolver… alguna situación
que nos preocupa y nos angustia… o alguna cruz que nos parece muy pesada y
quisiéramos dejar de cargar… problemas en nuestros matrimonios o en nuestras
familias… problemas en nuestros trabajos… problemas de salud… o problemas
financieros… en fin, cargas que nos pesan y nos oprimen hasta el cansancio… la
diferencia es que algunos siguen adelante con la mirada fija en el Señor,
mientras que otros permiten que estas situaciones les roben la paz y la
tranquilidad… y así dan pie a que el problema o la situación tome el control de
sus vidas, tanto física como espiritualmente…
Hay algo
que comprendí hace mucho tiempo: NADA en nuestra vida sucede por casualidad…
aún en medio de las pruebas más grandes y los problemas más difíciles, el Señor
camina a nuestro lado, pendiente de cada paso que damos… la Palabra dice que
«hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados» (Mateo 10, 30)…
pero tenemos que esperar con fe que llegue el “tiempo del Señor”… con
paciencia, confiando en que Él lo sabe y lo puede todo… aunque no entendamos lo
que sucede o porque sucede… San Pablo nos dice que «en todas las cosas
interviene Dios para bien de los que le aman» (Romanos 8,28)… confiemos… y dejémosle
a Dios ser Dios…
Con esto
en mente, quisiera invitarte a leer esta pequeña historia,
Cuentan
que había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera
captar en una pintura el significado de la paz perfecta… llegaron artistas de
todos los rincones del reino, pues todos querían intentarlo…
Al fin
llegó el gran día y se reunieron todos los artistas con sus pinturas en un gran
salón del palacio… el rey se paseaba por el salón, observando con atención y
admirando todas las pinturas… estaba la pintura de una apacible pradera llena
de verdor, donde unas ovejas pastaban tranquilamente… otra de un mar sereno y
cristalino que reflejaba una hermosa luna llena… pero la preferida de todos era
la pintura que estaba en el centro del salón…
El rey se
detuvo ante ella y examinaba cada detalle de aquella pintura… era un lago muy
tranquilo donde se reflejaban unas montañas majestuosas con sus picos cubiertos
de nieve… sobre los picos, un cielo azul se adornaba con unas tenues nubes
blancas… los presentes miraban extasiados y suponían que esta sería la pintura
ganadora…
El rey
siguió su recorrido por el salón y allí, en un apartado rincón, quedaba una
última pintura que todos los presentes habían relegado al último lugar… cuando
el rey la vio, su rostro cambió y mandó inmediatamente a buscar el artista que
la había pintado… la gente estaba sorprendida…
Esta
pintura mostraba un mar embravecido que azotaba fuertemente un acantilado… era
una noche oscura y lluviosa, donde el cielo se iluminaba violentamente por los
relámpagos… y en medio del rugir de la tormenta, un peñasco sobresalía de entre
las olas… allí, en uno de sus lados había un nido, frágil y delicado, donde un
pequeño pajarito alimentaba a sus polluelos…
El rey
comenzó a explicarles que paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin
problemas, sin trabajos o sin dolor… paz significa que, a pesar de estar en
medio de todas estas adversidades, a pesar de estar a la merced de las
presiones y urgencias, nuestro corazón sea capaz de permanecer en calma… ese es
el verdadero significado de la paz…
Fuente: Tengo sed
de Ti