lunes, 12 de octubre de 2015

Teresa de Jesús y Edith Stein

El próximo jueves es la fiesta de Santa Teresa de Jesús y se cerrará el Año Teresiano, celebrado con motivo del quinto centenario de su nacimiento. De las muchas cosas que se han escrito sobre la santa de Ávila, yo quisiera subrayar la actualidad de su mensaje tal como se ha manifestado en una de las grandes figuras cristianas del siglo XX: Edith Stein.
De jovencita, Edith Stein fue la discípula predilecta de Edmund Husserl, el fundador de la escuela de la fenomenología. Muy pronto, Edith abandonó la religión judía que había recibido de su madre y se profesó no creyente.
Pero la búsqueda de la verdad la condujo a encontrar a Dios en el camino de su vida. Una amiga suya, buena cristiana, perdió a su marido -profesor universitario- en la guerra de 1914. Joven aún, cuando recibió la triste noticia, reaccionó con una actitud de esperanza y de paz. Edith fue testigo de ello. "En ese momento -escribió- mi incredulidad se desplomó y Cristo irradió en su misterio de la cruz". Sin embargo, su conversión al catolicismo aún tardó en llegar.
Una tarde del verano de 1921, Edith comienza, de forma casual, la lectura de la Vida, la autobiografía de santa Teresa de Jesús. La lectura la apasiona tanto que pasa toda la noche leyendo. En la madrugada, al cerrar el libro, exclamó: "¡Esto es la verdad!" Había descubierto que Dios es amor. "El camino de la fe -escribe en una de sus obras- nos lleva más lejos que el conocimiento filosófico: nos lleva al Dios personal y cercano, a Aquel que es todo amor y misericordia, a una certeza que ningún conocimiento natural puede dar."
Como afirmó san Juan Pablo II, que sentía una gran admiración por esta filósofa, "a pesar de su gran aprecio por la ciencia, Edith fue descubriendo cada vez más que el corazón de la existencia cristiana no está en la ciencia sino en el amor".

Su condición de mujer y también de judía le impidieron un merecido lugar en la cátedra universitaria. A los 42 años entró en el monasterio del Carmelo de Colonia. Lo había deseado desde su conversión. Tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. Allí siguió a Jesús pobre, en la pobreza radical de una vida escondida en el claustro. Allí escribió páginas llenas de belleza y profundidad sobre la ciencia de la cruz, inspirándose en santa Teresa de Jesús y en san Juan de la Cruz.
Cuando, desnuda, entró en la cámara de gas de Auschwitz, con su hermana Rosa y otras víctimas judías como ella, ofreció a Dios su vida en sacrificio. Fue la culminación de su ciencia de la cruz, que vivió muy unida al Crucificado.
La vida y el pensamiento de Edith Stein ponen de relieve la profundidad del testimonio de Teresa de Jesús en el dramático siglo XX y también en el siglo actual.
† Lluís Martínez Sistach

Cardenal arzobispo de Barcelona

12 de octubre, clausura del Año Jubilar Pilarista por los 1975 años de la llegada de la Virgen a Zaragoza El Pilar que salva a los que dudan

La tradición que habla de la llegada de la Virgen a Zaragoza hunde sus raíces en la oscuridad de los siglos, y por los siglos se ha mantenido inalterada. Lo que se predicaba en la Cesaraugusta romana allá por el año 130 (de tal fecha son los restos arqueológicos más antiguos encontrados en torno a la actual basílica del Pilar, una de las referencias más antiguas que se conservan de las primeras comunidades cristianas de Hispania), es lo mismo que en 2015 se transmite de padres a hijos. Y el relato es el que sigue.
Tras haber escuchado de labios de Cristo resucitado el mandato de evangelizar hasta los confines del mundo (el mismo mandato que el evangelista Marcos dejaría escrito en torno al año 68), Santiago el Mayor, uno de los más estrechos amigos de Jesús y cuyo carácter impetuoso y bravío le habían valido el apodo de boanerges («hijo del trueno»), se embarcó literalmente hasta el finisterrae, que por entonces se ubicaba en la costa occidental de Hispania. Tras tomar tierra seguramente por el puerto de Cartagonova (hoy, Cartagena), Santiago recorrió las tierras hispanas anunciando el Evangelio, proclamando que el crucificado había resucitado, y anunciando que por su muerte en cruz el Mesías había redimido los pecados de los hombres.
Una de las grandes urbes hispanas
Corría el año 40, justo hace 1975 años. Cartagonova pertenecía a la provincia hispánica de Tarraconova, que junto a la Bética y a la Lusitana formaban la distribución administrativa del Imperio en la Península. Por eso, como harían otros apóstoles en sus viajes y el mismo Pablo de Tarso, Santiago se dirigió a las grandes urbes de la provincia para evangelizar. Y entre estas destacaba Cesaraugusta.
Los conversos, sin embargo, se contaban a cuentagotas, y aunque unos siete hombres y mujeres se bautizaron y decidieron acompañar a Santiago, fueron muchos más los que se reían de él. La testarudez de los hispanos hizo desesperarse a aquel pescador galileo que había cruzado el mundo conocido para anunciar a Cristo. Exhausto y desanimado, Santiago rompió a llorar a orillas del Ebro. Pero, de modo similar a lo que le había ocurrido en Pentecostés, un viento impetuoso sacudió su rostro y tuvo una visión: la Virgen María, en carne mortal –pues seguía viva en Éfeso, con Juan, el hermano de Santiago– descendía sobre una columna de luz y lo animaba en su misión. Tras prometerle el auxilio de su Hijo, María mostró a Santiago un pilar de jaspe para explicarle que la fe de aquellos que entonces le rechazaban sería algún día firme como la roca; que ella misma sería pilar de apoyo para quienes dudasen o sufriesen a causa de la fe, y para pedirle que allí construyese un templo para su Hijo.
Concluida la visión, permaneció el Pilar. Y en torno a él, los bautizados por Santiago hicieron una capilla, tenida por el primer templo mariano del mundo. Atanasio, discípulo de Santiago, permanecería un tiempo en Zaragoza haciendo las veces de obispo.
La posterior división del Imperio romano en reinos godos, la invasión musulmana, la Reconquista, la unificación de las coronas de Castilla y Aragón, el Imperio español, la evangelización de América, las guerras napoleónicas y carlistas, la persecución republicana, la Guerra Civil… Dos mil años de historia se han sucedido ante el Pilar de la Virgen, que nunca ha sido movido de lugar aunque la basílica que lo alberga haya ido cambiando con los siglos. Revestida de bronce y plata para no dañarla, hace 250 años que en torno a la columna se erigió su actual capilla, dentro de una basílica en cuyo techo impactaron tres bombas en 1936…, y ninguna estalló.
Por los 1975 años de la aparición mariana, la archidiócesis de Zaragoza ha celebrado un Año Jubilar Pilarista, que concluye el día 12. Un día en el que, como desde aquel año 40, miles de peregrinos acudirán a la Madre del Pilar en busca de lo que le dio a Santiago: consuelo, ánimo, alegría y fe.
José Antonio Méndez
Alfa y Omega

Monseñor Osoro: El gran reto del Sínodo es que el mundo reconozca la belleza de la familia

«Mostrar la bella de la familia cristiana». Ese es el gran reto del Sínodo de la familia, ha dicho el arzobispo de Madrid, monseñor Carlos Osoro, en una entrevista a Rome Reports.
«Estamos en una época nueva» con nuevos retos y «hay que salir a todos los caminos por donde van los hombres», añade el vicepresidente de la Conferencia Episcopal. La Iglesia está llamada a acercarse hoy a todos esos lugares. Se trata de lograr eso que consiguió Jesús resucitado con los discípulos de Emaús, aunque inicialmente estos no le reconocieran: acercase a los hombres y mujeres de este tiempo para que terminen experimentando la familia como lo más bello, y puedan decir: «familia, quédate con nosotros», afirma el prelado, uno de los tres participantes en representación de la Conferencia Episcopal Española, junto al presidente y arzobispo de Valladolid, el cardenal Ricardo Blázquez, y el obispo de Bilbao y presidente de la subcomisión de Familia y Vida.

El ambiente en el Sínodo, a juicio de Osoro, es de «fraternidad apostólica» y «comunión sincera que quiere buscar para anunciar a todos los hombres la buena noticia de la familia cristiana».

Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen



Lectura del santo evangelio según san Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo:

-«Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»

Pero él repuso:

-«Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»
Palabra del Señor