Esta semana quiero fijar la atención en los mayores, en los ancianos. También a ellos quiero decirles unas palabras en este tiempo de vacaciones. Todos debemos pensar en ellos; no son una carga, sino un tesoro. Ya os dije en otras ocasiones que la familia es el tesoro más grande, es el patrimonio de la humanidad más bello y el que mejor garantiza el crecimiento y desarrollo de la persona humana, ya desde antes del nacimiento y por supuesto desde su nacimiento hasta su muerte.
Estamos todos llamados a trabajar para que la familia asuma su ser y su misión. Y en ese ser y misión, no podemos olvidar a los ancianos.En mi vida he experimentado que los abuelos ocupaban un lugar especial y creo que esto pertenece al dinamismo del Evangelio.
¡Cómo no recordar aquel encuentro en el templo del Dios hecho hombre con aquellos dos ancianos: Simeón y la profetisa Ana! Cuando era un Niño recién nacido en Belén, sus padres lo presentan en el templo como era costumbre de los judíos. Él, que es la Vida y se asoma a la historia hecho hombre, se encontró con aquellos ancianos. Por una parte, Dios nos manifiesta así la necesidad de este encuentro con los mayores y, por otra, los ancianos manifiestan y constatan la necesidad del Niño entre los hombres, en la historia.
En esa imagen maravillosa, Dios nos quiere decir algo que pertenece a la esencia de la familia: niños y ancianos construyen el futuro de la humanidad. De ahí el cuidado de ambos y la necesidad de nos separarlos, pues los unos se enriquecen con los otros: unos dan esperanza y futuro; otros dan experiencia y serenidad, contagian confianza dando aquello que después de los años consideran y han visto que es lo más fundamental. Cuando no se da importancia a unos y a otros al mismo tiempo, el futuro está comprometido.
Nuestros mayores mejor que nadie saben tocar, acariciar y curar las heridas de Jesús que encuentran en los que les rodean. Dejemos que estén a nuestro lado, no los retiremos. Urge tener especialistas en tocar, acariciar y curar las heridas profundas del hombre; los mayores son especialistas en esta tarea, pues ellos:
1. Son testigos del pasado.
2. Son maestros de sabiduría para el presente.
3. Son cimientos fuertes del futuro.
4. Nos ayudan a clarificar la escala de valores humanos.
5. Nos hacen ver la continuidad de las generaciones y la interdependencia.
6. Rompen barreras de las generaciones y crean puentes.
7. Regalan cariño, comprensión, amor con sus ojos, palabras y caricias.
2. Son maestros de sabiduría para el presente.
3. Son cimientos fuertes del futuro.
4. Nos ayudan a clarificar la escala de valores humanos.
5. Nos hacen ver la continuidad de las generaciones y la interdependencia.
6. Rompen barreras de las generaciones y crean puentes.
7. Regalan cariño, comprensión, amor con sus ojos, palabras y caricias.
Con gran afecto, os bendice,
+Carlos, arzobispo de Madrid