martes, 21 de octubre de 2014

¡PREDICAR A CRISTO HASTA LOS CONFINES DE LA TIERRA! HOMILÍA DEL PAPA PABLO VI EN MANILA


¡Ay de mi si no anuncio el Evangelio!. Para esto me ha enviado el mismo Cristo. Yo soy Apóstol y Testigo. Cuanto más lejana está la meta, cuanto más difícil es el mandato, con tanta mayor vehemencia nos apremia el amor. Debo predicar su nombre: Jesucristo es el Mesías, el Hijo de Dios Vivo; Él es quien nos ha revelado al Dios Invisible, Él es el primogénito de toda criatura, y todo se mantiene en Él. Él es también el Maestro y Redentor de los hombres; Él nació, murió y resucitó por nosotros.

Él es el centro de la historia y del Universo; Él nos conoce y nos ama, compañero y amigo de nuestra vida, hombre de dolor y de esperanza; Él, ciertamente, vendrá de nuevo y será finalmente nuestro Juez y también, como esperamos, nuestra plenitud de vida y nuestra felicidad.

Yo nunca me cansaría de hablar de Él; Él es la Luz, la Verdad, más aún, el Camino, y la Verdad y la Vida; Él el Pan y la fuente de agua viva que satisface nuestra hambre y nuestra sed, nuestro consuelo, nuestro hermano. Él, como nosotros y más que nosotros, fue pequeño, pobre, humillado, sujeto al trabajo, oprimido, paciente. Por nosotros habló, obró milagros, instituyó el Nuevo Reino en el que los pobres son bienaventurados, en el que la paz es el principio de la convivencia, en el que los limpios de corazón y los que lloran son ensalzados y consolados, en el que los que tienen hambre de justicia son saciados, en el que los pecadores pueden alcanzar el perdón, en el que todos son hermanos.

Este es Jesucristo, de quien ya han oído hablar, al cual muchos de ustedes ya pertenecen, por vuestra condición de cristianos. A ustedes, cristianos, les repito su nombre, a todos se lo anuncio: Cristo Jesús es el Principio y el Fin, el Alfa y la Omega, el Rey del mundo, la arcana y suprema Razón de la historia humana y de nuestro destino; Él es el mediador, a manera de puente, entre la tierra y el cielo; Él es el hijo del hombre por antonomasia, porque es el Hijo de Dios, eterno, infinito, y el Hijo de María, bendita entre todas las mujeres, su madre según la carne; nuestra madre por la comunión con el Espíritu del Cuerpo Místico.

¡JESUCRISTO! Recuérdenlo siempre: Él es el objeto perenne de nuestra predicación; nuestro anhelo es que su nombre resuene hasta los confines de la tierra y por los siglos de los siglos.


 HOMILÍA DEL PAPA PABLO VI EN MANILA - 29 de noviembre de 1970

Somos un pueblo unido en Jesús, recuerda Francisco

El cristiano es un hombre o una mujer que sabe esperar a Jesús y por esta razón es un hombre o una mujer de esperanza”. Lo reafirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa de la mañana, celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

El Papa también dijo que con su sacrificio, Cristo nos ha hecho “amigos cercanos, en paz”. Personas que saben esperar y, en la espera, cultivan una sólida esperanza. Éstos son los cristianos, un pueblo unido por Jesús más allá de toda enemistad – explicó Francisco –; servido por Él y dotado de un nombre. El Santo Padre reflexionó inspirándose en el Evangelio de Lucas y en la Carta de san Pablo a los Efesios.
Ante todo, recordó, Cristo habla a sus discípulos comparándose con el patrón que regresa tarde, por la noche, de la fiesta de matrimonio y llama “bienaventurados” a los siervos que lo esperan despiertos y con las lámparas encendidas. En la escena siguiente Jesús se hace siervo de sus servidores, llevándoles la comida a la mesa.
El Papa Bergoglio observó que el primer servicio que el Maestro hace a los cristianos es darles “la identidad”. “Nosotros sin Cristo – dijo – no tenemos identidad”. Mientras destacando las palabras de Pablo a los paganos, el Papa dijo “recuerden que en aquel tempo estaban sin Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel”, y reafirmó que “lo que ha venido a hacer Jesús con nosotros es daros una ciudadanía, la pertenencia, a un pueblo, un nombre, un apellido”. Y así, de “enemigos sin paz”, Cristo “nos ha unido” con “su sangre”, “derribando el muro de separación que divide”:

“Todos nosotros sabemos que cuando no estamos en paz con las personas, hay un muro. Hay un muro que nos divide. Pero Jesús nos ofrece su servicio, el de derribar este muro, para que podamos encontrarnos. Y si estamos divididos, no somos amigos: somos enemigos. Y ha hecho mucho más, para reconciliar a todos en Dios. Nos ha reconciliado con Dios: de enemigos, amigos; de extraños, hijos”.

De “gente de la calle”, de personas que ni siquiera eran “huéspedes”, a “conciudadanos de los Santos y familiares de Dios”, dijo también el Papa recordando a San Pablo, y añadió que esto es lo que ha hecho Jesús con su venida. “Pero, ¿a qué condición?, se preguntó: a condición de “esperarlo”, esperarlo como los siervos con el patrón:
“Esperar a Jesús. Quien no espera a Jesús, cierra la puerta a Jesús, no le deja hacer esta obra de paz, de comunidad, de ciudadanía, es más: de nombre. Nos da un nombre. Nos hace hijos de Dios. Ésta es la actitud para esperar a Jesús, que está dentro de la esperanza cristiana. El cristiano es un hombre o una mujer de esperanza. Sabe que el Señor vendrá. Verdaderamente vendrá, ¡eh! No conocemos la hora, como esos. No conocemos la hora, pero vendrá, vendrá a encontrarnos, pero no para encontrarnos aislados, enemigos, no. A encontrarnos como Él ha hecho con su servicio: amigos cercanos, en paz”.

El Papa Francisco concluyó con otra pregunta que el cristiano podría hacerse: ¿cómo espero a Jesús? Y antes aún: ¿Lo “espero o no lo espero?”:


“¿Yo creo en esta esperanza, que Él vendrá? ¿Tengo el corazón abierto, para oír cuando llama a la puerta, cuando abre la puerta? El cristiano es un hombre o una mujer que sabe esperar a Jesús y por esto es hombre o mujer de esperanza. En cambio el pagano – y tantas veces nosotros los cristianos nos comportamos como paganos – se olvida de Jesús, piensa en sí mismo, en sus cosas, no espera a Jesús. El egoísta pagano hace como si fuera un dios: ‘Yo me las arreglo solo’. Y así termina mal, termina sin nombre, sin cercanía, sin ciudadanía”.
(María Fernanda Bernasconi - RV).