viernes, 5 de febrero de 2016

Misa en Santa Marta- Disminuir, disminuir, disminuir


Juan Bautista, «el más grande de los profetas», nos enseña una regla fundamental de la vida cristiana: hacernos pequeños con humildad para que sea el Señor quien crezca. Es este el «estilo de Dios», diverso del «estilo de los hombres», que el Papa propuso durante la misa celebrada el viernes 5 de febrero en la capilla de la Casa Santa Marta.
Marcos, en el pasaje evangélico de hoy (6, 14-29), escribe «que la gente hablaba de Jesús porque “su nombre se había hecho famoso”». En definitiva «todos hablaban» y se preguntaban quién sería él realmente. Y así uno decía: «Es uno de los profetas que ha regresado». Y otro: «Es Juan Bautista que ha resucitado». El hecho es que ante Jesús «la gente se quedaba con curiosidad». Mientras que el rey Herodes, escribe aún Marcos, era «temeroso, angustiado» también porque «era perseguido por el fantasma de Juan» a quien él había mandado matar.
Además, hizo notar Francisco, están «otros personajes que aparecen en este pasaje del Evangelio: una mujer mala, que odiaba y buscaba venganza; una muchacha que no sabía nada y solo le interesaba su vanidad». Tanto que «parece una novela»: es la historia de Herodías y de su hija.
Precisamente en este marco —explicó el Papa— el evangelista narra el fin de Juan Bautista, «el hombre más grande nacido de mujer» como dice la fórmula de canonización». Y nacido de mujer, el santo más grande: así Jesús lo canonizó».
Pero Juan «acaba en la cárcel, decapitado». Y «la única frase» del pasaje evangélico de hoy parece tener además una nota de «resignación»: «los discípulos de Juan, al enterarse del hecho, fueron a recoger el cadáver y lo pusieron en un sepulcro». Es así que «acaba “el hombre más grande nacido de mujer”: un gran profeta, el último de los profetas, el único a quien se le permitió ver la esperanza de Israel». Sí «el gran Juan que ha invitado a la conversión: todo el pueblo lo seguía y le preguntaba “¿qué debemos hacer?”». Lo seguían, añadió el Pontífice, «también los soldados, todos iban detrás de él para hacerse bautizar, para pedir perdón, a tal punto que los doctores de la ley fueron a él para hacerle una pregunta: ¿eres tú aquel que nosotros esperamos?». La respuesta de Juan es clara: «No, no, yo no. Hay otro que viene detrás de mí: ese es. Yo soy solamente la voz que grita en el desierto».
Al respecto, explicó el Papa, «san Agustín nos hace pensar bien cuando dice: “Sí, Juan dice de sí mismo que es la voz, porque detrás de él viene la Palabra”». Y «Cristo es la Palabra de Dios, el verbo de Dios». En verdad «Juan es grande» repropuso Francisco. Grande cuando dice que no es él aquel a quien esperan: precisamente «aquella frase es su destino, su programa de vida: “Aquel, el que viene detrás de mí, debe crecer; yo, en cambio, disminuir”». Precisamente «así fue la vida de Juan: disminuir, disminuir, disminuir y acabar de esta manera tan prosaica, en el anonimato». Y así, Juan fue «alguien grande que no buscó su propia gloria, sino la de Dios».
Y no acaba aquí. El Pontífice quiso destacar el hecho de que Juan «sufrió en la cárcel además —digamos la palabra— la tortura interior de la duda». Hasta preguntarse: «Pero, quizá me he equivocado. Este Mesías no es como imaginaba que debería ser el Mesías». Tanto que «invitó a sus discípulos a preguntar a Jesús: “Di la verdad: ¿eres tú quien debe venir?”».
Evidentemente «esa duda la hacía sufrir» y se preguntaba: «¿Me he equivocado en anunciar uno que no era? ¿He engañado al pueblo?”». Fue grande «el sufrimiento, la soledad interior de este hombre». Y así vuelven, con toda su fuerza, sus palabras: «Yo, en cambio, debo disminuir, pero disminuir así: en el alma y en el cuerpo, todo». A la duda de Juan, «Jesús responde: “Mira lo que sucede”. Y se fía, no dice: «Soy yo». dice: «Id y anunciad a Juan lo que habéis visto». Da también las señales, y lo deja sólo con la duda y la interpretación de los signos».
Así pues, afirmó Francisco, «este es el gran profeta». Pero siempre respecto a Juan «hay una última cosa que nos hace pensar: con esta actitud de «disminuir» para que Cristo pueda «crecer», ha preparado el camino hacia Jesús. Y Jesús murió en angustia, solo, sin discípulos». La «gran gloria» de Juan, por lo tanto, es el haber sido profeta no sólo de palabras, sino con su carne: con su vida preparó el camino hacia Jesús. ¡Es un grande!».
En conclusión, el Papa sugirió —«nos hará bien»— «leer hoy este pasaje del Evangelio de Marcos, capítulo 6». Sí, insistió, «leer ese trozo» para «ver cómo Dios vence: el estilo de Dios no es el estilo del hombre». Y precisamente a la luz del pasaje evangélico, «pedir al Señor la gracia de la humildad que Juan tenía, y no adjudicarnos a nosotros méritos y glorias de otros». Y «sobre todo la gracia de que nuestra vida siempre esté en su lugar para que Jesús crezca y nosotros disminuyamos, hasta el final».


Parlamento Europeo califica de genocidio la persecución del ISIS a los cristianos


Contra cristianos, yazidíes y otras minorías
"Rotunda condena del denominado Daesh y de sus atroces violaciones de los derechos humanos"
El Pleno del Parlamento Europeo ha aprobado este jueves una resolución conjunta en la que por primera vez se asegura que el grupo terrorista Daesh "está perpetrando un genocidio contra cristianos, yazidíes y otras minorías religiosas y étnicas" en Siria e Irak.
El texto expresa su "rotunda condena del denominado Daesh y de sus atroces violaciones de los derechos humanos, que constituyen crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra, con arreglo al Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, y que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas debe tomar medidas para que estos crímenes sean reconocido como genocidio!".
Según afirmó la Fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (AIN) en un comunicado, esta resolución, presentada yapoyada por eurodiputados de todos los grupos del Parlamento Europeo, representa "un importante paso para que la comunidad internacional reaccione contra el genocidio de cristianos y otras minorías religiosas en ciertos países de Oriente Medio y frene lo que ya ha sido calificado como genocidio".
En la resolución se recuerda que los Estados miembros de las Naciones Unidas tienen la obligación legal de prohibir todo tipo de ayuda al Daesh, en particular el suministro de armas y ayuda financiera, incluido el comercio ilegal de petróleo, y les exige que tipifiquen como delito en su Derecho nacional este tipo de ayuda.
Asimismo, los eurodiputados instan a los países que apoyen, colaboren o financien estos crímenes "que cumplan plenamente sus obligaciones legales" y "pongan fin a esta conducta inaceptable que está causando un daño enorme a las sociedades iraquí y siria y está desestabilizando gravemente los países vecinos y la paz y la seguridad internacionales".
Además, piden presionar a la Corte Penal Internacional para que investigue estas violaciones perpetradas por el Daesh a minorías religiosas y étnicas. (RD/Agencias)



Comentario sobre san Juan Bautista por san Juan XXIII

Pero la primera figura de hombre, con cuerpo y alma, que avanza ante nuestra mirada, propuesta a nuestro respeto y veneración, esj San Juan Bautista, flor solitaria y tardía de Zacarías e Isabel, llamados a preparar, por medio de la voz de este inesperado hijo, el mensae celestial y la invitación a la generación universal que los profetas habían prometido, desde hacía siglos.

¡Qué exclamación la que salió de los labios de aquel anciano afortunado y emocionado que había recuperado la palabra! "Et tu, puer, propheta Altissimi vocaberis, praeibis enim ante faciem Domini parare vias eius" (Lc 1, 76). (Tú, hijo, serás llamado Profeta del Altísimo, pues irás delante de Él para prepararle el camino.)

Aquel Benedictus, todo en conjunto, cuyo alegre eco nos ha conservado San Lucas, como exaltación del palpitar religioso de todos los siglos, como invitación para toda alma sacerdotal, que saludando la luz de la mañana, de todas las mañanas, es llamada a encontrar en aquella luz como la aparición del rostro de Cristo, renaciendo siempre para salvar y bendecir al mundo, a lo largo de los siglos.

La primera constatación del honor de preferencia, reservado a San Juan Bautista, aparece en seguida en los relatos evangélicos, es decir, a los comienzos del Magisterio Divino de Cristo Salvador, tanto en las primeras páginas de San Mateo, como de San Marcos, San Lucas y San Juan.

Era natural que esta característica singular fuera consagrada rápidamente por la veneración de los siglos, aún a través de las voces de la liturgia y en los monumentos de piedra, y templos, modestos o grandiosos, y que correspondiese a Roma verdaderamente la primacía en el culto a San Juan Bautista, la primacía de estas manifestaciones artísticas y religiosas.

No tratándose de un simple primer puesto como si se dedicara a un santo singular de carácter casi doméstico y local, sino a un verdadero Precursor del Señor corno él fue en su nacimiento y como permaneció en su muerte; su muerte violenta que precedió a la misma de San Esteban Protomártir. 
Es de San Ambrosio la idea de que el Bautista continúa siempre, aún en la acción que el ejerce desde el cielo sobre las almas que él protege, teniéndolas próximas a sí y a su espíritu, en íntima conformidad con cuanto cantó en el Benedictus su anciano padre, enfocando la luz de la fe sobre nuestras almas, enderezando los caminos tortuosos de la vida, impidiéndonos caer en los abismos del error, y ayudándonos a rellenar nuestros valles con las más bellas virtudes, mortificando todo el orgullo humano para postrarnos ante el Señor y dirigir siempre nuestros pasos por los caminos de la paz. (San Ambrosio in Lucam, 1, 38).

Sobre los monumentos de veneración de toda la Iglesia católica a San Juan Bautista, basta recordar los títulos y altísimos merecimientos de este precursor, los prodigiosos acontecimientos acaecidos en su nacimiento, su dignidad de profeta del Altísimo, cerrando el período del Antiguo Testamento y abriendo las puertas del Nuevo, el primer santo canonizado y, reconozcámoslo, canonizado por Cristo en persona cuando dijo en alta voz: "Entre los nacidos de mujer, no hay ninguno más grande que San Juan Bautista" (Mt 11, 11).

Finalmente su glorioso martirio, su cabeza en la bandeja después de la decapitación; "conticescit et adhuc timetur" (calló, y aún es temido). (Ex Libro S. Ambr. Ep. de Virginibus-Liber 3 post initium). Estaba completamente reservado a la veneración del cielo y de la tierra.

Su culto, pues, a diferencia del de los santos, y aun del de los mártires, de fisonomía siempre esplendorosa, pero puramente local, se presenta con aspecto y características universales.
El emperador Constantino, construyó aquí en Letrán el noble baptisterio con el nombre del primer Juan, que poco después sirvió de título a otros muchos baptisterios del siglo IV. Y a él se le dedicó la primera basílica del Salvador, que después de muchas reconstrucciones a lo largo de los siglos, mereció siempre el nombre singular —y ahora como en el pasado— de Sacrosanta Archibasílica Lateranense, madre y cabeza de todas las Iglesias de Roma y del mundo.
Aquel emperador no cesó de construir, puesto que a él se le atribuyen basílicas dedicadas a San Juan Bautista en Ostia, Albano y Constantinopla; y después de él, en el siglo IV y siguientes, en Roma y en todo el Occidente, el culto de San Juan Bautista tuvo una difusión extraordinaria.

Sólo en Roma se contaban una veintena de iglesias con el título de San Juan, a la par que en la serie de los Pontífices, se contaron y fueron honrados por los fieles veintitrés con este nombre, desde Juan I, Papa y mártir (523-526) hasta Juan XXII (1316-1334), Papa del período de Aviñón, y después de seis siglos (1334-1958), el más reciente Juan XXIII, que os habla, indigno de esta tarea y de esta sucesión, pero confiado en el Señor que todo lo sabe, todo lo ve y todo lo gobierna, sirviéndose de quien se abandona en él, bajo los auspicios, aun lejanos, de su gran misericordia y paz, serena y tranquila.
San Juan XXIII, 24 de junio de 1062

MARTIRIO DE SAN JUAN BAUTISTA

Evangelio según San Marcos 6,14-29.
El rey Herodes oyó hablar de Jesús, porque su fama se había extendido por todas partes. Algunos decían: "Juan el Bautista ha resucitado, y por eso se manifiestan en él poderes milagrosos:

Otros afirmaban: "Es Elías". Y otros: "Es un profeta como los antiguos".


Pero Herodes, al oír todo esto, decía: "Este hombre es Juan, a quien yo mandé decapitar y que ha resucitado".
Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes: "No te es lícito tener a la mujer de tu hermano".
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía,
porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea.
La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven: "Pídeme lo que quieras y te lo daré". Y le aseguró bajo juramento: "Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntar a su madre: "¿Qué debo pedirle?". "La cabeza de Juan el Bautista", respondió ésta.
La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido: "Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista".
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla.
En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.
El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y esta se la dio a su madre.

Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.