sábado, 26 de agosto de 2017

Mensaje del cardenal Parolin a los católicos rusos



 “No teman –dijo el cardenal Pietro Parolin– sepan que están cerca del Papa y de la Iglesia universal, y traten de dar un gran testimonio de fe y amor en vuestra sociedad”.
Con estas palabras el secretario de Estado de la Santa Sede animó a los católicos rusos en el encuentro que tuvo con los sacerdotes católicos Kirill Gorbunov y Mikhail Fateev, de la archidiócesis católica de Moscú, el 22 de agosto de 2017, durante el viaje de cuatro días en Rusia. En este viaje se reunió con los más altos funcionarios del Estado y del patriarcado ortodoxo e hizo algunas confidencias sobre su sacerdocio. Traducimos del ruso.
“Quiero transmitir algo que puede parecer obvio, pero creo que puede ser significativo –dijo el Cardenal– y es tratar de no tener miedo y nunca desanimarse ante de las dificultades. (…) Si aspiramos a ser fieles al Señor, a amarlo y amarnos los unos a los otros, entonces el Señor estará con nosotros y nos ayudará”.
Y añadió: “Si estamos contentos con nuestra fe, nuestro encuentro con Cristo nos ayudará a dar respuestas a las preguntas de la gente y a los problemas de sus vidas”.
El Cardenal también hizo hincapié en que era importante “desarrollar la capacidad de dar testimonio”. Porque “de hecho cada uno tiene que mostrar a los demás la alegría de haber encontrado a Cristo, como indicó el papa Francisco. Ese encuentro puede realmente transformar toda nuestra vida, darle un significado profundo, a pesar de todos los problemas, de todos los sufrimientos que cada uno de nosotros debe enfrentar en esta vida.
Hay que ser testigos en esta sociedad, que ha heredado del pasado reciente el ateísmo, la indiferencia religiosa. Hay que mostrar a los otros que ser cristiano es bueno, eso es lo que llena la vida de significado”.
El cardenal Parolin respondió también a una pregunta sobre su vida sacerdotal diciendo que lamentaba la falta de tiempo para el trabajo pastoral: “Siempre he tratado de dar un carácter pastoral a la actividad diplomática que realizo. Pero, claramente tengo menos tiempo para esa”.
“Obviamente –continuó el cardenal italiano– como tengo más responsabilidades en la Curia Romana, al servicio del Papa, la oportunidad de consagrar el tiempo directamente a la actividad pastoral disminuye cada vez más. Aunque siempre me he esforzado por ello, porque fundamentalmente soy un sacerdote.
Creo que mi vocación es ser sacerdote. El hecho de que empezara a trabajar en la diplomacia de la Iglesia fue una coincidencia de circunstancias y no una elección consciente, como elegir el sacerdocio, ser siervo del Señor, pastor de la comunidad”.
El Cardenal confió que hacía “un gran esfuerzo para dedicar un cierto tiempo cada semana, cada mes” a las actividades pastorales. “Cuando eso sucede”, dijo, “lo hago con mucho agrado. Por ejemplo, recientemente he pasado diez días de vacaciones en las montañas para descansar y como no había una iglesia cerca, no había cura, por algún tiempo he cubierto con sus funciones. Por lo tanto sí, sucede …”.
Respondiendo a una pregunta sobre algún escritor espiritual o libro espiritual que sea importante para él, el Secretario de Estado dijo: “En cuanto a la espiritualidad, no tengo mucho tiempo para leer. Ahora leo por ejemplo los escritos de San Bernardo, y estos me ayudan en mi ministerio”.
ZENIT

26 de agosto: santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundadora de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados


Los mayores, esos a los que se les ha dado en llamar el colectivo de la Tercera Edad, que ven el ocaso de sus vidas desde el crepúsculo teñido de rojas claridades malva, tienen hoy mucho que agradecer a Dios y bastantes de ellos también a las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque les cuidan, atienden, dan casa y ofrecen el calor de la familia que quizá perdieron o acaso les abandonó porque un día se les ocurrió pensar que de los viejos ya no se podía esperar mucho más, o que eran molestos con sus manías y achaques. Decía que ellos agradecen al buen Dios el testimonio y vida de unas personas, en este caso siempre mujeres, que han hecho de su existencia una ofrenda de caridad efectiva.
Logran hacer de sus casas un lugar agradable, tranquilo, limpio y ventilado; allí se reza, se come alimento sano, se proporcionan las medicinas pertinentes y, sobre todo, se derrocha cariño de las dos clases: humano y sobrenatural. Son un grupo de mujeres tocadas que están alegres, animosas, activas y optimistas porque es mucho lo que tienen que levantar; se les ve por las calles llamando a las puertas de las casas, en pareja, pidiendo mucho de lo que sobra o algo de lo que se usa; llevan con ellas a todos el recuerdo de la caridad. ¡Claro que son piadosas! Muy rezadoras… de la Virgen y del Sagrario sacan la entereza, la fuerza, el afecto o cariño, comprensión y paciencia que de continuo han de derrochar a raudales cuando charlan, limpian, lavan, planchan, cocinan para los ancianos o cuando tienen que animar a tanta juventud acumulada.
Teresa de Jesús, la catalana de Lérida, tuvo en lo humano muchas coincidencias con su homónima de Castilla; delicada de salud en el cuerpo y alma grande, espontánea y andariega, con gracejo agradable. En lo divino tuvieron de común el olvido de sí y, por amor a Dios, saber darse.
Nació en Aytona en 1843 en familia de payeses cristianos. Creció en un clima doméstico de trabajo honrado. Estudia en Lérida para maestra y enseñó en Argensola (Barcelona); allí la veían desplazarse cada semana a Igualada para confesarse.
El Padre Francisco Palau, tío abuelo suyo, está en trance de fundación de algo y la invita para que le ayude en el intento; pero Teresa ha pensado más en la vida religiosa donde podrá vivir en silencio y oración; por eso se hace clarisa entre las del convento de Briviesca, en Burgos, mientras que su hermana Josefa ingresa en Lérida en las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl. Pero la situación política de la segunda mitad del siglo xix es complicada y compleja, no permite el gobierno la emisión de votos. Se hace entonces Terciaria Franciscana y recupera algo de la actividad docente.
Cerca de su patria chica, en Huesca y Barbastro, un grupo de sacerdotes –con D. Saturnino López Novoa a la cabeza– piensa en una institución femenina que se dedicara a la atención de ancianos abandonados. Comprende Teresa que este es su campo y, arrastrando consigo a su hermana María y a otra paisana, comienza en «Pueyo» con una docena de mujeres y desde entonces es la cabeza, permaneciendo veinticinco años en el gobierno.
Desde Barbastro cambia a Valencia donde está la casa-madre de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados porque es la patrona de la ciudad quien da apellido a la Institución. Luego se extenderán por Zaragoza, Cabra y Burgos; llenarán de casas-asilo –que así le gusta a la madre que se llamen para resaltar el clima de familia– la geografía española y pasan las fronteras. Cuando muere Teresa de Jesús en Liria, el año 1897, llegan a 103 y deja tras de sí a más de un millar de Hermanitas para continuar su labor hasta siempre, porque siempre ancianos habrá y algunos de ellos quedarán desamparados.
No quiso ella canonizaciones. Lo dejó dicho y escrito por si hubiera dentro de la Congregación con el paso del tiempo Hermanitas canonizables. Mandó que no se gastara dinero en proponer a nadie la subida a los altares. Ese fue el motivo de que pasaran los años sin el intento de iniciar su proceso de beatificación; y el rapidísimo salto a la canonización se debió a la sensibilidad del pueblo y a las manifestaciones sobrenaturales que tan frecuentemente Dios quiso mandar.
Fue canonizada por el Papa Pablo VI en 1974.
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25 de agosto: san Luis, rey de Francia



«Más prefiero verte muerto, que en desgracia de Dios por el pecado mortal». En esta frase está resumida toda la táctica pedagógica de su madre. Fueron sólidos principios cristianos los que quiso transmitirle como preparación a la labor de rey que había de desempeñar en el futuro para buscar el bien común de su pueblo. Pero esto no quiere decir que se tratara de un pietismo –tan frecuente como inútil– consistente en acumular prácticas religiosas, sin más; ni de falsa religiosidad fundada en sensibilidades y consuelos; más bien fue todo lo contrario. El esmero de la formación consistió en inculcarle firmeza, espíritu de justicia y fortaleza basados en el amor a Dios por encima de todas las cosas y en una sólida piedad disciplinada, no abandonada al gusto del momento, ni a los vaivenes de los sentimientos, y mucho menos a merced de la conveniencia. La consecuencia fue un decidido aborrecimiento del pecado.
Y todo ello era necesario, porque las cosas van por otros derroteros en las cortes del siglo XIII en ellas se inspiran los humos del desorden y se cuecen turbulencias, tropelías, atropellos y traiciones a pesar de vivir en una etapa de grandes heroísmos cristianos.
Nació Luis el día 25 de abril de 1214, en Poissy. Fue rey de Francia a los 12 años, a la muerte de su padre, Luis VIII, aunque quedó bajo la regencia de su madre española Doña Blanca de Castilla, siendo por tanto primo de nuestro, también rey, san Fernando. Se casó Luis IX con Margarita, la hija del conde provenzal Ramón Berenguer, con quien tuvo once hijos.
Su reinado fue de los más completos y ejemplares del mundo occidental en su época. Tomó en serio aquello de que a la función de reinar le corresponde la noción de servicio y supo hacerlo de modo que el trono se obligara a tener más deberes que derechos. Queriendo eficazmente la paz para sus súbditos, pasa con bastante frecuencia por alto los informes que llegan a su mesa por el camino oficial del reino que con harta frecuencia están torcidos, son tendenciosos o llevan la marca de la manipulación y del ocultamiento. Además, llega a intervenir personalmente en la administración de la justicia. No es blando, cuando se trata de sofocar la rebelión de algunos de sus nobles apoyados por los ingleses; pero, en la victoria, supo tener misericordia con Hugo de Lusignan y con Raimundo de Tolosa; con los mismos ingleses vencidos fue igualmente magnánimo en la firma del tratado de París del 1259.
En el campo de las relaciones con la Iglesia quiso ser hijo fiel y lo logró. Medió en el pleito entre el papa y Federico II, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1215-1250) y rey de Sicilia, que estaban enfrentados por la cuestión de las investiduras y las regalías. No dejó de usar mano dura con sus súbditos clérigos, cuando tuvo que corregir los abusos de autoridad en que incurrían con frecuencia. También protegió los templos y hasta facilitó la lucha contra la herejía.
La vida privada del rey mostró usos poco frecuentes por lo llamativo de las obras. Con su familia, fue especialmente cuidadoso en el punto de educar cristianamente a sus hijos de modo personal. Su piedad y devoción personal resultaba altamente llamativa. Construyó la Santa Capilla en su propia residencia y la preparó para depositar en ella, con el fin de venerarlas, reliquias que tuvo por auténticas y verdaderas, como el hierro de la lanza que atravesó el costado de Jesús, la corona de espinas y un trozo de la vera cruz. De la autenticidad tendrán que decidir los expertos; pero, desde luego, el rey pasaba largas horas de oración en su lugar de recogimiento. Quizá de ahí fue de donde sacó los gestos caritativos –los que andaban de boca en boca por su reino– de atender a pobres desarrapados, sentándolos a su propia mesa, lavando a algunos las heridas y a otros impedidos dándoles de comer con su propia mano.
Quizá al hombre de nuestra época le resulte difícil compaginar tales muestras de amor al prójimo con el otro tema que resta por mencionar: Las Cruzadas. No eran un juego de niños, ni un paseo militar. Dos veces movilizó a sus tropas e intervino de modo personal y directo en el intento de recuperar para la Cristiandad los Santos Lugares. Era el proyecto militar de la Edad Media, la oportunidad de manifestar fe y audacia. El paso de los siglos quizá no permita considerar en toda su grandeza aquella gesta que perteneció al espíritu del caballero cristiano, batiéndose con sacrificio por la cruz, pero eso sería anacronismo. La primera vez fue atendiendo al llamamiento que hizo el papa Inocencio IV en el concilio de Lyon, ya que los intentos anteriores habían pasado sin éxito. Luis IX embarcó en Marsella y llegó a Chipre, que se señaló como punto de reunión y partida; con 40.000 hombres conquista Damieta, pero se estrella en las proximidades de El Cairo; cae preso y, liberado, pasa cuatro años fortificando las plazas cristianas y visitando los Santos Lugares con profunda piedad. El papa Clemente IV alienta de nuevo el rescate de Tierra Santa; Luis pasa de Túnez a conquistar Cartago y hasta ese momento todo le va bien; pero ahora el enemigo principal es la peste que arrasa el campamento y hace imposible la prosecución de la lucha y de la gesta de conquista.
Cuidando personalmente a los apestados, se contagia y muere el 25 de agosto de 1270, musitando la palabra «Jerusalén». En esa ocasión, murieron también su hijo Juan Tristán, el Legado Pontificio y la flor y nata de su ejército. Sus restos se trasladaron en un primer momento a Sicilia y, posteriormente, al panteón de San Dionisio, en París.
Lo canonizó el papa Bonifacio VIII y los franceses quisieron asumirlo como Patrón.
¿No es verdad que la figura de un rey tan peculiar parece salida de una colección de bellos relatos que, en realidad, nunca existieron? Pero él y sus obras bien documentadas –narradas por Joinville en Histoire de Saint Louis, entre otros– están a disposición de la historia.
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No hacen lo que dicen

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Lectura del santo Evangelio según san Mateo 23, 1-12
En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:
En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen.
Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar.
Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbi”.
Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbi”, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos.
Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre, el del cielo.
No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.
El primero entre vosotros será vuestro servidor.
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Palabra del Señor.

Parolin: el Papa contento por mi visita a Rusia, nuevo clima con Moscú

Un viaje marcado por la construcción de puentes, en un clima renovado de escucha y diálogo. A su regreso de Rusia, el Cardenal Secretario de Estado de Su Santidad, Pietro Parolin concedió una entrevista exclusiva a los medios de la Secretaría para la Comunicación.
La entrevista la realizó Alessandro Gisotti, que en primer lugar, ante la comprensible gran expectativa sobre este viaje, le preguntó con cuáles sentimientos regresó al Vaticano:
«Creo que el balance de este viaje, es un balance sustancialmente positivo. Por lo que, naturalmente mis sentimientos son sentimientos de gratitud al Señor, por haberme acompañado durante estos días. Pudimos realizar el programa establecido, manteniendo los encuentros previstos. Y tengo que decir que estos encuentros – tanto con las autoridades civiles, con el presidente Putin y con el ministro de exteriores Lavrov, así como con la jerarquía de la Iglesia Ortodoxa, con el Patriarca Kirill y con el Metropolita Hilario – se caracterizaron por un clima de cordialidad, un clima de escucha, un clima de respeto.
Yo diría que han sido encuentros significativos y también encuentros constructivos, me parece que hay que destacar esta definición: han sido encuentros constructivos. Naturalmente también el encuentro con la comunidad católica. Sobre todo gracias a la conversación y al diálogo que tuvimos con los Obispos en la Nunciatura fue posible conocer más de cerca la realidad, la vida, la realidad de la comunidad católica en Rusia.  Cuáles son sus alegrías, sus esperanzas, digamos también los desafíos y las dificultades que tiene que afrontar y estas últimas nos fue posible también presentarlas, exponerlas en parte a las autoridades. Por citar una, cito el tema de la restitución de algunas iglesias, que habían sido confiscadas por el régimen comunista, de las que todavía no se ha procedido a su restitución, ante la necesidad de la comunidad católica de tener lugares de culto adecuados.
Por lo que, diría finalmente, que ha sido un viaje útil, ha sido un viaje interesante y ha sido un viaje constructivo».
El Card. Parolin respondió también a la pregunta de si «ya tuvo la oportunidad de hablar con el Santo Padre y si podía compartir lo que se dijeron»:
«Sí, naturalmente, en cuanto regresé conversé con el Santo Padre y le presenté un informe sintético tanto de los contenidos como de los resultados del viaje. Naturalmente le transmití los saludos que me encomendaron en todos los encuentros. Desde el afecto y la cercanía de la comunidad católica a los deferentes saludos de las autoridades. Recuerdo que el presidente Putin – creo que se grabó también en la parte pública del encuentro – ha subrayado precisamente el recuerdo vivo que guarda de sus encuentros con el Papa Francisco, en 2013 y en 2015.  Y el saludo fraterno también del Patriarca Kirill.
Naturalmente, el Papa está complacido por estas impresiones, por estos resultados positivos que le transmití. El Papa, como sabemos – lo ha repetido también en esta circunstancia – está muy atento, muy atento a todas las ocasiones de diálogo, que pueda haber, está muy atento a valorizar todas las ocasiones de diálogo que hay y está muy contento cuando se dan pasos adelante en esta dirección».
(CdM – RV)