¡Cuántas veces en nuestra vida nos hemos hecho estas preguntas!. ¿Qué debo hacer para complacer a Dios?. ¿Qué es lo que Dios quiere que haga?. ¿Qué quiere Dios de mí?. Dependiendo de la forma de ser de cada uno, estas preguntas pueden ser dolorosas si no encontramos respuestas. Podemos buscar hacer cosas extraordinarias y sin embargo es mucho más fácil. Este artículo del padre Mariano nos puede servir de mucha ayuda.
"La pregunta surge en momentos clave de la propia vida: ¿qué quiere Dios de mí?
"La pregunta surge en momentos clave de la propia vida: ¿qué quiere Dios de mí?
En ocasiones, esa pregunta encierra un error de fondo, pues
uno llega a imaginar a Dios como un rey arbitrario que ordena y dispone según
sus caprichos y sin interesarle el bien de sus "súbditos".
Pero Dios no actúa así: lo que busca es nuestro bien, aquello
que nos permita alcanzar una vida plena, sana, justa, bella.
Si nos situamos en una correcta manera de ver a Dios,
podemos empezar el camino que nos permita descubrir lo que Dios quiere de cada
uno.
El punto de partida correcto es siempre el mismo: reconocer
que Dios me ama. En otras palabras, lo primero que Dios quiere es mi propio
bien, mi propia felicidad, mi propia existencia. Empezar a vivir es ya una
respuesta, la más radical y profunda, a la pregunta sobre lo que Dios desea de
mí. Esa es la primera voluntad de Dios para mí: que exista, que viva.
Desde esa primera respuesta, podemos avanzar en la búsqueda
de algo más concreto: ¿hacia dónde dirigir mis pasos para recorrer el camino
que Dios ha pensado para mí?
Tengo una voluntad libre. Con ella escojo el rumbo de mi
vida. La nave humana avanza según las decisiones que cada uno toma cada día.
Aquí se hace más intensa la búsqueda: ¿qué voy a decidir
hoy? ¿Cómo reconocer aquellos actos que están de acuerdo con lo que Dios espera
de mí? Para responder, contamos con muchas señales. Dos tienen un valor
especial y una visibilidad muy concreta.
La primera señal arranca de la misma historia personal, del
pasado y de lo que ocurre en el presente. La voluntad de Dios para mí se
manifiesta en hechos, en encuentros, en lecturas, en consejos buenos.
Identifico así estrellas que iluminan el camino por el que debo avanzar.
Esas señales a veces son difíciles de entender. ¿Qué quiere
Dios cuando empieza una enfermedad que me incapacita de golpe o poco a poco?
¿Qué me pide si a mi lado sufre un familiar que necesita continuamente ayuda?
¿Qué me ofrece tras una llamada telefónica que abre un interesante horizonte
profesional? ¿Qué me diría ante la propuesta deshonesta de un "amigo"
que me invita a colaborar con él en un negocio sucio?
Lo que ocurre cada día da pistas, pero no siempre son
suficientes. Por eso necesitamos abrirnos a la segunda gran señal de Dios: su
Evangelio. Quien lo toma entre sus manos como un libro vivo, como la enseñanza
y el ejemplo de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, descubrirá todo un mundo
de indicaciones, exigentes y hermosas, que nos permiten avanzar, poco a poco,
hacia la vida verdadera.
¿Es difícil descubrir la voluntad de Dios? Si tenemos un
corazón atento sabremos leer sus mensajes. Si los comprendemos de modo
adecuado, estaremos listos para la siguiente etapa, la que rezamos en el
Padrenuestro: "hágase tu voluntad". Es decir, estaremos dispuestos a
aceptar todo lo que Dios nos pida.
En ocasiones cuesta. Pero si reconocemos que Dios es un
Padre bueno, aquello que nos propone será visto como lo que es: un camino para
avanzar en el amor, una invitación a vivir un poco aquí en la tierra como
viviremos, si actuamos como auténticos discípulos e hijos, eternamente en el
cielo."
P. Mariano de Blas