El Santo Padre realizó este martes la tarde una visita
privada al Centro Astalli de Roma, sede italiana del Servicio jesuítico para los
refugiados, donde se albergan unas 700 personas desplazadas de diferentes partes
del mundo, entre ellas familias sirias que se vieron obligadas a huir de sus
casas a causa del actual conflicto.
Francisco se encontró con unos 300
refugiados en la Chiesa del Gesú de Roma, donde se encuentra la tumba del padre
Pedro Arrupe SJ, fundador en 1981 del servicio de los jesuitas para los
refugiados y por aquella época superior general de la Compañía de Jesús. Desde
allí se desplazó al comedor del centro, donde lo esperaban otros 400 residentes.
En un claro mensaje hacia los prejuicios y desprecios que se ciernen
sobre los inmigrantes –sean legales o no-, el Papa habló de la “riqueza humana y
religiosa” que cada refugiado porta. “Muchos de ustedes son musulmanes, de otras
religiones; han venido de diferentes países, de situaciones diversas. ¡No
debemos tener miedo de las diferencias! La fraternidad nos hace descubrir que
son un tesoro. ¡Son un regalo para todos! ¡Vivamos la fraternidad!”, clamó.
El obispo de Roma también hizo notar el “trato degradante” que muchas
veces cae sobre estas personas, e insistió en que la Ciudad Eterna “debe ser la
ciudad que le permita encontrar una dimensión humana, para empezar a sonreír”.
Emocionado, el Papa también recordó al padre Arrupe y la obra de los
jesuistas. También evocó el programa de trabajo de la orden religiosa, basad en
el servir, el acompañar y el defender. Francisco también enseñó sobre la
“misericordia verdadera”: señaló que “no basta dar un sándwich si no va
acompañado de la oportunidad de aprender a caminar”, y aseguró que ésta reclama
justicia y pide que el pobre encuentre un camino para dejar de serlo.
Finalmente, Francisco también dejó un mandato a los religiosos: les
pidió que los conventos vacíos sirvan para ayudar a los necesitados: “Queridos
religiosos y religiosas, los conventos vacíos no le sirven a la Iglesia para
transformarlos en albergues y ganar dinero. Los conventos vacíos no son
nuestros, son para la carne de Cristo, que son los refugiados. El Señor nos
llama a vivir con generosidad y valentía la acogida en los conventos vacíos”.