sábado, 4 de octubre de 2014

La salvación está sólo en Jesús, no en los tantos preceptos hechos por los hombres




Creer en Jesús, portador de un mensaje que salva al humanidad de todos los tiempos, o refugiarse en una salvación fruto de “mandamientos hechos por hombres”. Es el dilema que el Papa Francisco dilucidó en su homilía de la Misa matutina presidida en la capilla de la Casa de Santa Marta.

El único deseo de Dios es salvar a la humanidad, pero el problema es que el hombre frecuentemente quiere dictar las reglas de la salvación. Es la paradoja dramática de tantas páginas de la Biblia que llega a su culmen en la vida terrenal de Cristo. El Papa Francisco lo profundizó partiendo del pasaje del Evangelio en el que Jesús expresa todo su dolor al verse contrastado por su misma gente, por las ciudades que dan vuelta la espalda a su mensaje.

“Si en Tiro y en Sidón se hubieran producido los prodigios que se produjeron entre ustedes” – es su admonición en Corazin y Betsaida – ya desde hace tiempo “se habrían convertido”. En esta severa, pero también amarga comparación, está resumida – observó el Papa – “toda la historia de la salvación”. Así como han rechazado y asesinado a los profetas antes, “porque resultaban incómodos”, ahora hacen los mismo con Jesús. “Es el drama de la resistencia a ser salvados”, desatado por los jefes del pueblo:

Es precisamente la clase dirigente la que cierra las puertas al modo con el cual Dios quiere salvarnos. Y así se comprenden los diálogos fuertes de Jesús con la clase dirigente de su tiempo: pelean, lo ponen a prueba, le tienden trampas para ver si cae, porque está la resistencia a ser salvados. Jesús les dice a ellos: “¡Pero yo no los entiendo! Ustedes son como aquellos niños: les hemos tocado la flauta y no han bailado; les hemos cantado un lamento y no han llorado. ¿Pero qué quieren?”; “¡Queremos hacer la nuestra: queremos hacer la salvación a nuestro modo!”. Es siempre esta cerrazón al modo de Dios.

El Papa Bergoglio distingue la actitud del “pueblo creyente” que comprende y “acepta” la salvación traída por Jesús. Salvación que, al contrario, para los jefes del pueblo, se reduce al cumplimiento de los 613 preceptos creados por “su fiebre intelectual y teológica”:

Ellos no creen en la misericordia ni en el perdón: creen en los sacrificios. Misericordia quiero y no sacrificios. Creen en todo organizado, bien organizado, todo claro. Éste es el drama de la resistencia a la salvación. También nosotros, cada uno de nosotros tiene este drama dentro. Pero nos hará bien preguntarnos: ¿Cómo quiero ser salvado? ¿A modo mío? ¿A modo de una espiritualidad, que es buena, que me hace bien, pero que es fija, tiene todo claro y no hay riesgo? ¿O según el modo divino, es decir por el camino de Jesús, que siempre nos sorprende, que siempre nos abre las puertas a ese misterio de la Omnipotencia de Dios, que es la misericordia y el perdón?

Francisco insistió en que “nos hará bien pensar en este drama que tenemos en nuestro corazón”. Reflexionar si confundimos “libertad con autonomía”, y si elegimos la salvación justa”:

¿Creo que Jesús es el Maestro que nos enseña la salvación, o voy por doquier a alquilar gurúes, que me enseñen otra? ¿Un camino más seguro o me refugio bajo el techo de las prescripciones y de tantos mandamientos hechos por hombres? ¿Y así me siento seguro y – es un poco duro decir esto – con esta seguridad compro mi salvación, que Jesús da gratuitamente con la gratuidad de Dios? Nos hará bien hoy hacernos estas preguntas. Y la última: ¿Yo me resisto a la salvación de Jesús?”.

(María Fernanda Bernasconi - RV).

«DEBEMOS SER SENCILLOS, HUMILDES Y PUROS». SAN FRANCISCO DE ASÍS



Queridos amigos, hoy celebramos la fiesta de San Francisco de Asís. Muchas felicidades a todos los que llevan este nombre en honor al santo. Les ofrecemos a continuación una reflexión espiritual tomada de la carta de san Francisco dirigida a todos los fieles:

"La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno, tan santo y tan glorioso, fue anunciada por el Padre altísimo, por boca de su santo arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza humana, frágil como la nuestra. Él, siendo rico sobre toda ponderación, quiso elegir la pobreza, junto con su santísima madre. [...]

Tengamos caridad y humildad y demos limosna, ya que ésta lava las almas de la inmundicia del pecado. En efecto, los hombres pierden todo lo que dejan en este mundo tan sólo se llevan consigo el premio de su caridad y las limosnas que practicaron, por las cuales recibirán del Señor la recompensa y una digna remuneración.

No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos, humildes y puros. Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al contrario; debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda humana criatura, movidos por el amor de Dios. 

El Espíritu del Señor reposará sobre los que así obren y perseveren hasta el fin, y los convertirá en el lugar de su estancia y su morada, y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras imitan; ellos son los esposos, los hermanos y las madres de nuestro Señor Jesucristo".
De News.Va