domingo, 4 de diciembre de 2016

“Comprenderemos plenamente quién es el Espíritu Santo solamente en el paraíso”


El padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, ha realizado esta mañana en el Vaticano la primera predicación de Adviento en la que ha reflexionado sobre lo que quiere decir “Creo en el Espíritu Santo”. Así, ha iniciado explicado que la mayor novedad del post Concilio, en la teología y en la vida de la Iglesia, tiene un nombre precioso: el Espíritu Santo. 
El Espíritu Santo, ha explicado, no es un pariente pobre de la Trinidad. No es un simple “modo de actuar” de Dios, una energía o un fluido que atraviesa el universo como pensaban los estoicos; es una “relación subsistente”, por lo tanto una persona.
Por otro lado, el predicador ha recordado que el año que viene se celebra el 50º aniversario del inicio, en la Iglesia católica, de la Renovación Carismática. “Es uno de los muchos signos –el más evidente por la inmensidad del fenómeno– del despertar del Espíritu y de los carismas en la Iglesia”, ha asegurado. Al respecto ha precisado que el Concilio había allanado el camino a su acogida, hablando en la Lumen gentium, de la dimensión carismática de la Iglesia.
De este modo, Cantalamessa ha señalado que después del Concilio se multiplicaron los tratados sobre el Espíritu Santo. Y en los últimos años –ha observado– estamos asistiendo a un paso decidido hacia delante en esta dirección. En esta línea, el padre Raniero ha proseguido la predicación analizando la “teología del tercer artículo”, que hace referencia al artículo del credo sobre el Espíritu Santo.  Tal corriente –ha explicado– no quiere sustituir a la teología tradicional, sino más bien estar a su lado y vivificarla.
En el credo actual, “se parte de Dios Padre y creador, de Él se pasa al Hijo y a su obra redentora, y finalmente al Espíritu Santo operante en la Iglesia”. En la realidad, ha precisado, “la fe sigue el camino inverso”. Fue la experiencia pentecostal del Espíritu “que llevó a la Iglesia a descubrir quién era verdaderamente Jesús y cuál había sido su enseñanza”.
En otras palabras, “en el orden de la creación y del ser, todo parte del Padre, pasa por el Hijo y llega a nosotros en el Espíritu; en el orden de la redención y del conocimiento, todo comienza con el Espíritu Santo, pasa por el Hijo Jesucristo y vuelve al Padre”.
Esto no significa, ha advertido, que el credo de la Iglesia no sea perfecto o que deba ser reformado. “Es la forma de leerlo que de vez en cuando es útil cambiar, para rehacer el camino con el que se ha formado”, ha aconsejado el predicador.
A continuación, ha anticipado que intentará en las tres meditaciones de Adviento, “proponer reflexiones sobre algunos aspectos de las acciones del Espíritu Santo, partiendo justamente del tercer artículo del credo que se refiere a esto”.
De este modo ha planteado tres preguntas. Primero, ¿qué vida da el Espíritu Santo? Respuesta: da la vida divina, la vida de Cristo. “Una vida sobre-natural, no una super-vida natural”, ha precisado. Segundo, ¿dónde nos da tal vida? Respuesta: en el bautismo, que es presentado de hecho como un “renacer del Espíritu”, en los sacramentos, en la palabra de Dios, en la oración, en la fe, en el sufrimiento aceptado en unión con Cristo. Tercero, ¿cómo nos da la vida, el Espíritu? Respuesta: haciendo morir las obras de la carne.
Prosiguiendo con la reflexión, ha explicado que lo que distingue al Espíritu Santo del Padre y del Hijo. Lo que lo distingue del Padre es que procede de él y lo que lo distingue del Hijo es que procede del Padre no por generación, sino por espiración.
El Espíritu Santo –ha explicado– quedará siempre el Dios escondido, también si logramos conocer los efectos. Él es como el viento: no se sabe de dónde viene y adonde va, pero se ven los efectos cuando pasa. Es como la luz que ilumina todo lo que está delante, quedando esa escondida. Por esto, ha observado el padre Raniero, es la persona menos conocida y amada de los Tres, a pesar de que sea el Amor en persona. “Nos resulta más fácil pensar en el Padre y en el Hijo como “personas”, pero es más difícil para el Espíritu”, ha advertido.  Por esta razón, ha asegurado que “comprenderemos plenamente quién es el Espíritu Santo solamente en el paraíso”.

¿De dónde viene el calendario de Adviento?


«Mamá, papá, ¿es ya Navidad?». La espera no es fácil… En respuesta a esta pregunta y para ayudar a los hijos a ser pacientes y a preparar su corazón para la venida de Jesús, las familias cristianas alemanas rivalizaron en imaginación a partir de finales del siglo XIX: en ciertos hogares, se practicaban 24 muescas en una vela y dejaban que la vela consumiera una muesca por día, o bien pedían a los niños que depositaran cada día en la cuna vacía del portal una brizna de paja… y el día de Navidad, depositaban al niño Jesús. En otras casas se trazaban con tiza 24 líneas sobre el marco de una puerta y, cada día, los niños borraban una.
Los padres tuvieron la idea de mostrar en su casa, o distribuir entre los niños, una imagen piadosa por día hasta la Navidad. Pero es a un hombre llamado Georg Lang (1881-1974), hijo de un pastor protestante, a quien se le atribuye la invención del primer calendario de cartón, el Adventskalender.
Cuando era niño, su madre tuvo la maravillosa idea de sujetar a un cartón rígido 24 galletitas en forma de cacahuete, llamadas Wibele, que se disfrutaban día a día durante el Adviento hasta la Navidad.
Ya de adulto, su hijo, inspirado por esta costumbre, recreó la idea en una imprenta que dirigía usando dos láminas de cartón rígidas. Una de ellas constaba de 24 ventanas, y la otra de 24 imágenes que se correspondían con las ventanas.
Así nacía el calendario de Adviento moderno. A principios del siglo XX, el calendario impreso empieza a extenderse poco a poco por toda Alemania y luego a Europa.
Un siglo más tarde, continúa atrayendo a niños y adultos, en formas cada vez más variadas e inesperadas, más o menos espirituales o comerciales.
La palabra Adviento viene del latín adventus, que significa ‘llegada, advenimiento’. El periodo de Adviento comienza el cuarto domingo anterior a Navidad. El inicio del Adviento marca también la entrada en un nuevo año litúrgico.
Aleteia

Cartas desde Alepo: «En catequesis nos enseñan a perdonar»


Myriam y Catia tienen 12 años y están sufriendo la guerra en Alepo. «Cuando dejamos nuestra casa por la guerra, los maristas nos acogieron», cuenta la primera
Para Myriam, de 12 años, el centro de los maristas en Alepo «es como mi segundo hogar». Va desde los 3 años, y conoce a todos los hermanos, animadores y catequistas. «Ahora formo parte de su grupo scout, el Champagnat, y también participo en un programa educativo para adolescentes». Además, estudia 1º de Secundaria en un colegio. «Muchos años he sido la primera de la clase. Sueño con ser una cantante mundialmente famosa».
Antes, esta niña y su familia vivían en un barrio de Alepo que se llama Jabal al Saydeh, que significa «el monte de Nuestra Señora» –en honor a la Virgen María–. «Íbamos los domingos a la parroquia», y su madre y ella participaban en el coro. Pero, en 2011, empezó la guerra. «El Sábado Santo de 2013 los terroristas entraron en nuestro barrio y nosotros dejamos nuestra casa. Los maristas nos acogieron en la suya, junto con otras 30 familias». Eso hizo que, a pesar de todo, «sintiéramos mucha seguridad».
También está segura con sus padres: «Cuando empiezan los bombardeos, me agarro a ellos porque siento que nos van a proteger. Tres primos míos murieron en los combates. No quiero que nadie más de mi familia sufra daños. Le pido a Jesús que proteja a mi familia; y aprender bien las lecciones» en el colegio.
Catia, otra niña de su edad que también participa en las actividades del centro de los maristas, también teme por su familia. «Tengo dos hermanos que están en el servicio militar en las zonas de combate». Al hacerse mayores han tenido que entrar en el Ejército. «Pienso en ellos todo el rato», dice ella. Sin embargo, «siento que Dios me quiere mucho, que está cerca de mí y protege a mi familia».
«La paz es posible»
Myriam y su familia ya no viven en el centro de los maristas. Sus padres trabajan, y por eso ella y su hermana, Joelle, ayudan en casa, «sobre todo cuando hay que subir el agua. Gracias a Dios, los maristas nos dan cada semana 500 litros de agua». Es un bien muy escaso desde que los bombardeos acabaron con las estaciones de bombeo. «Vivimos en un 5º piso y hay que llevar bidones de diez o 15 litros para llenar el depósito que tenemos».
A Myriam le da miedo que, «cuando termine esta guerra, empiece otra nueva». Por eso, pide a todos los niños de España: «Rezad a Dios para que esta guerra se acabe» para siempre. Y añade: «Quiero dejaros un hueco en mi vida y en mi corazón».
Catia es más optimista. Piensa que «la paz es posible», y tiene la esperanza de que llegue pronto. ¡Basta de sufrimiento y de muerte!», dice. Y nos cuenta que, cuando va a catequesis a su parroquia, «nos hablan de la misericordia. Nos enseñan que tenemos que perdonar y no hacer daño a los demás». Por eso, en vez de pedir a los lectores del Pequealfaalgo para sí misma, lo que espera de vosotros es que «os améis como Jesús nos amó».
María Martínez López
Alfa Y Omega

EL TOCÓN

Quizá la razón del adorno de un abeto o de un pino con luces y espumillón, que poco a poco se impone en el tiempo de Adviento y Navidad, sea el deseo de producir un clima festivo y hogareño, cálido, sin un sentido explícito religioso. Algunos enfrentan esta costumbre con la del belén, representación del portal o del pesebre, que también se llama “nacimiento.”
Si la tradición más moderna del árbol de Navidad puede parecernos que obedece a un motivo social y cultural un tanto ajeno al acontecimiento cristiano de la Navidad, sin embargo, el árbol en la Biblia está estrechamente relacionado con la venida del Hijo de Dios al mundo.

Desde el árbol del Paraíso, y las distintas alusiones a cuanto se hace con la madera – el arca de Noé, el arca de la Alianza, la vara de Moisés - hasta la cita explícita de los árboles – la encina de Mambré, el tronco de Jesé -, todo apunta al árbol genealógico del que nació Jesús, y al árbol de la Cruz en el que murió.

Desde la resonancias bíblicas, el árbol florecido e iluminado trae a la memoria el vástago de Jesé, el tocón del que nace la estirpe del Mesías, el fruto bendito de la Mujer bendita, que al comerlo, a diferencia del que ofreció Eva, nos da vida.
Acércate al árbol del que nos viene la salvación.
Ángel Moreno de Buenafuente

RECORRER CAMINOS NUEVOS

Por los años 27 o 28 apareció en el desierto en torno al Jordán un profeta original e independiente que provocó un fuerte impacto en el pueblo judío: las primeras generaciones cristianas lo vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús.
Todo su mensaje se puede concentrar en un grito: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos». Después de veinte siglos, el papa Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos: abrid caminos a Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio.
Su propósito es claro: «Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos». No será fácil. Hemos vivido estos últimos años paralizados por el miedo. El papa no se sorprende: «La novedad nos da siempre un poco de miedo porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida». Y nos hace una pregunta a la que hemos de responder: «¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas que han perdido capacidad de respuesta?».
Algunos sectores de la Iglesia piden al papa que acometa cuanto antes diferentes reformas que consideran urgentes. Sin embargo, Francisco ha manifestado su postura de manera clara: «Algunos esperan y me piden reformas en la Iglesia, y debe haberlas. Pero antes es necesario un cambio de actitudes».
Me parece admirable la clarividencia evangélica del papa. Lo primero no es firmar decretos reformistas. Antes es necesario poner a las comunidades cristianas en estado de conversión y recuperar en el interior de la Iglesia las actitudes evangélicas más básicas. Solo en ese clima será posible acometer de manera eficaz y con espíritu evangélico las reformas que necesita urgentemente la Iglesia.
El mismo Francisco nos está indicando todos los días los cambios de actitudes que necesitamos. Señalaré algunos de gran importancia.
Poner a Jesús en el centro de la Iglesia: «Una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta».
No vivir en una Iglesia cerrada y autorreferencial: «Una Iglesia que se encierra en el pasado traiciona su propia identidad».
Actuar siempre movidos por la misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar «un cristianismo restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y no halla nada».
Buscar una Iglesia pobre y de los pobres. Anclar nuestra vida en la esperanza, no «en nuestras reglas, nuestros comportamientos eclesiásticos, nuestros clericalismos».
José Antonio Pagola

COMENTARIO AL EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO (3,1-12) POR BENEDICTO XVI:


«Queridos hermanos y hermanas:
El Evangelio de este segundo domingo de Adviento nos presenta la figura de san Juan Bautista, el cual, según una célebre profecía de Isaías (cf. 40, 3), se retiró al desierto de Judea y, con su predicación, llamó al pueblo a convertirse para estar preparado para la inminente venida del Mesías. 

San Gregorio Magno comenta que el Bautista «predica la recta fe y las obras buenas... para que la fuerza de la gracia penetre, la luz de la verdad resplandezca, los caminos hacia Dios se enderecen y nazcan en el corazón pensamientos honestos tras la escucha de la Palabra que guía hacia el bien» (Hom. in Evangelia, XX, 3: CCL 141, 155). 

El precursor de Jesús, situado entre la Antigua y la Nueva Alianza, es como una estrella que precede la salida del Sol, de Cristo, es decir, de Aquel sobre el cual —según otra profecía de Isaías— «reposará el espíritu del Señor: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y temor del Señor» (Is 11, 2).

En el tiempo de Adviento, también nosotros estamos llamados a escuchar la voz de Dios, que resuena en el desierto del mundo a través de las Sagradas Escrituras, especialmente cuando se predican con la fuerza del Espíritu Santo. 

De hecho, la fe se fortalece cuanto más se deja iluminar por la Palabra divina, por «todo cuanto —como nos recuerda el apóstol san Pablo— fue escrito en el pasado... para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza» (Rm 15, 4).

El modelo de la escucha es la Virgen María: «Contemplando en la Madre de Dios una existencia totalmente modelada por la Palabra, también nosotros nos sentimos llamados a entrar en el misterio de la fe, con la que Cristo viene a habitar en nuestra vida. San Ambrosio nos recuerda que todo cristiano que cree, concibe en cierto sentido y engendra al Verbo de Dios en sí mismo» (Verbum Domini, 28).

Queridos amigos, «nuestra salvación se basa en una venida», escribió Romano Guardini (La santa notte. Dall'Avvento all'Epifania, Brescia 1994, p. 13). «El Salvador vino por la libertad de Dios... Así la decisión de la fe consiste... en acoger a Aquel que se acerca» (ib., p. 14). «El Redentor —añade— viene a cada hombre: en sus alegrías y penas, en sus conocimientos claros, en sus dudas y tentaciones, en todo lo que constituye su naturaleza y su vida» (ib., p. 15).

A la Virgen María, en cuyo seno habitó el Hijo del Altísimo, y que el miércoles próximo, 8 de diciembre, celebraremos en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, pedimos que nos sostenga en este camino espiritual, para acoger con fe y con amor la venida del Salvador».
(Benedicto XVI, Ángelus del 5-12-2010)

PREPARAD EL CAMINO DEL SEÑOR




Lectura del santo evangelio según san Mateo (3,1-12):

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»

Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."»

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizará, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. 

Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»

Palabra del Señor