domingo, 5 de junio de 2016

¿Cómo ayudar a alguien que llora?


Me da miedo querer ser yo el pacificador de sus almas, sólo Dios puede hacerlo

Jesús se detiene hoy ante una mujer que llora delante de su hijo muerto. Le da lástima oír su llanto y se conmueve: “Al verla, le dio lástima y le dijo: – No llores”.
Siempre me conmueve cuando Jesús se conmueve. Me emocionan sus lágrimas, su pena, su tristeza honda y auténtica. Sufre por esa mujer viuda que ha perdido lo único que la ataba a la vida. Lo único que la mantenía con vida. ¿Qué será de ella ahora?
Muchas veces yo no me detengo ante la mujer que llora en su angustia. Paso de largo. Veo llorar al que sufre y sigo mi camino. Tal vez ver tanto dolor ha anestesiado mi corazón. Me gustaría detenerme ante el dolor del hombre. Como lo hace Jesús. Detenerme y llorar yo conmovido al ver llorar a alguien.
No quiero permanecer indiferente ante el que sufre a mi lado. Quiero ser como Jesús y no lo logro. Me gustaría poder yo también decirle eso al que llora delante de mí: “No llores”.
No puedo cambiar su vida. Lo sé. Pero no quiero que llore. No tengo el poder para devolverle la salud. Pero que no siga llorando. La realidad seguirá siendo la misma. ¿Cómo se puede entonces dejar de llorar?
A veces me gustaría tener una varita mágica. En ocasiones la vamos buscando. Buscamos una receta que me quite la pena, las lágrimas, el llanto. Una solución a los problemas. Una forma nueva para enfrentar la vida. Una madurez para recomponer el alma rota. Unas herramientas para darle sentido a todo lo que me sucede.
En ocasiones me veo exigido a dar soluciones, herramientas, varitas mágicas. Hay personas que llegan pidiéndome ese milagro. Necesito. Quiero. Espero. Deseo. Y yo caigo en el mismo juego. Tengo. Lee. Busca. Haz.
Y las personas se van convencidas. Tienen su varita mágica, su receta, su libro de autoayuda perfectamente diseñado. Ya nada puede salirles mal. Ante la próxima adversidad sabrán perfectamente cómo reaccionar. Ya no habrá eslabones rotos en la historia de sus vidas.
Ya el mal tendrá un sentido. Y la desgracia y la pérdida. Todo tendrá una lógica humana que lo hará más llevadero. Tendrán la varita para transformar la realidad.
Y buscarán milagros extraordinarios. Oraciones fuera de lo normal. Actos sobrenaturales que refuercen su fe. Descubrirán en su historia una huella más de Dios. Y sentirán que tienen su vida bajo control. Todo dominado. Todo asegurado.
Me da miedo caer en ese juego de buscar recetas. Pretender yo tener esas respuestas que buscan. Ser yo ese mago capaz de cambiar sus vidas y hacerlas diferentes, mejores, más plenas. Lograr que su mirada sea capaz de cambiarlo todo.
Sólo yo con mi sabiduría. Sólo yo con mis palabras llenas de vida. Con mis recetas. Con mis consejos. Me da miedo querer ser yo el pacificador de sus almas. Sólo Dios puede hacerlo. No hay varitas mágicas. Ni recetas.

Sólo la fe y el esfuerzo al caminar por la vida de la mano de Dios. Eso es lo importante. En la rutina de la vida. Sin pretender milagros a cada paso, más que el milagro de mi mirada y de mi corazón enamorado de mi vida.
FUENTE: ALETEIA. CARLOS PADILLA ESTEBAN

11 consejos de Santa Teresa para una vida de oración, Claves sencillas y eficaces para quien quiere crecer en la intimidad con Dios


1. Dirige a Dios cada uno de tus actos; ofréceselos y pídele que sea para Su honra y gloria.
2. Ofrécete a Dios cincuenta veces al día, y que sea con gran fervor y deseo de Dios.
3. En todas las cosas, observa la providencia de Dios y Su sabiduría, en todo, alábale.
4. En tiempos de tristeza y de inquietud, no abandones ni las obras de oración, ni la penitencia a la que estás habituado. Antes, intensifícalas, y verás con qué prontitud el Señor te sustentará.
5. Nunca hables mal de quien quiera que sea, ni jamás lo escuches. A no ser que se trate de ti mismo. Y progresarás mucho, el día en que te alegres de ello.
6. No digas nunca, de ti mismo, algo que merezca admiración, ni sobre tus conocimientos, tus virtudes, tu nacimiento, a no ser para prestar un servicio. Y en este caso, que sea con humildad, y considerando que esos dones vienen de las manos de Dios.
7. No veas en ti sino el siervo de todos, y en todos contempla a Cristo Nuestro Señor; así le respetarás y le venerarás.
8. Respecto a las cosas que no te conciernen, no muestres curiosidad, ni de cerca, ni de lejos, ni con comentarios, ni con preguntas.
9. Muestra tu devoción interior sólo en caso de necesidad urgente. Recuerda lo que decían San Francisco y San Bernardo: “Mi secreto me pertenece a mi”.
10. Cumple con todo como si Él estuviese realmente visible; actuando así, mucho ganará tu alma.
11. Que tu deseo sea ver a Dios. Tu temor, perderle. Tu dolor, no complacerle en su presencia. Tu satisfacción, lo que puede llevarte a Él. Y vivirás en una gran paz.
(Santa Teresa De Ávila)

Fuente:   Aleteia
Tomado del libro: “Oraciones de todos los tiempos de la Iglesia”. Prof. Felipe Aquino (org). Ed. Cléofas.

Gotas de sangre como pétalos arrojados al silencio

"Nuestra tierra se ha convertido en acogida asquerosa de muertes y expulsiones injustas"


Y por recoger un texto "católico" pensando en los inmigrantes de los muchos que deberían acogerse a la necesaria hospitalidad (desde luego bastantes más de los vergonzosos números oficialmente acogidos), escojo el episodio de Abraham narrado en el libro del Genesis, (Gn 18.1-3) que hace fecunda la hospitalidad . En dicho pasaje Abraham acoge junto a su tienda, al mediodía, cuando más calentaba el sol, a los tres misteriosos personajes, que, en premio a la acogida, dejaron para él y su esposa la bendición de la fecundidad. Aludiendo a este hecho, la Carta a los Hebreos recomienda la hospitalidad y añade: "Algunos, sin saberlo, hospedaron a ángeles" (Hb. 13,2)

Convertise en tierra hospitalaria es convertirse en tierra fecunda . Además la hospitalidad es exigencia de humanidad, tanto para quien recibe como para el que es recibido, y por tanto, exige de ambos que sean ante todo humanos y renuncien a su inhumanidad. No conoce límites ni fronteras. Comporta acoger al prójimo cercano, pero también al extraño, al lejano, al desconocido, al extranjero y, en nuestro caso, al inmigrante y/o refugiado con quien tenemos el deber inmediato de, al menos, de saber su nombre y su historia; saber las causas por las que huye (hambre y/o guerra, ¡me da lo mismo!) . Todos ellos entran en mi mundo y se convierten en prójimos-próximos. La hospitalidad moviliza procesos de reconocimiento recíprocos. Siquiera por este motivo es la forma primera y última del respeto a los derechos humanos.

"La hospitalidad de hecho, vive del dar y del recibir". Dice el papa en su mensaje de Migraciones de 2016. Y la "Hospitalidad y Dignidad", unidas ambas, las quiere subrayar también la Comisión Episcopal de Migraciones enredada con Caritas, Confer , Sector Social de la Compañía de Jesus , y Justicia Paz en una estrategia común para reconocer, proteger y defender a los refugiados y emigrantes. Todos con derechos.


Me sumo y firmo esta campaña ( #YoSoyTierraDeAcogida) porque yo mismo también soy tierra de acogida. La semilla liberadora de Jesucristo acompasada, en mi caso, al ritmo y a la respiración de Ignacio de Loyola prendió un día en mi vida y quiere seguir creciendo y multiplicándose - con mis compañeros jesuitas y con la humanidad entera - regada por el Espiritu.
(José Luis Pinilla sj.)

Papa: dos nuevos santos testigos ejemplares del poder de la resurrección de Jesús y ternura de Dios, como María

«La Palabra de Dios que hemos escuchado nos conduce al acontecimiento central de la fe: La victoria de Dios sobre el dolor y la muerte. Es el Evangelio de la esperanza que surge del Misterio Pascual de Cristo, que se irradia desde su rostro, revelador de Dios Padre y consolador de los afligidos. Es una palabra que nos llama a permanecer íntimamente unidos a la pasión de nuestro Señor Jesús, para que se manifieste en nosotros el poder de su resurrección.
En efecto, en la Pasión de Cristo está la respuesta de Dios al grito angustiado y a veces indignado que provoca en nosotros la experiencia del dolor y de la muerte. Se trata de no escapar de la cruz, sino de permanecer ahí, como hizo la Virgen Madre, que sufriendo junto a Jesús recibió la gracia de esperar contra toda esperanza (cf. Rm 4,18).
Ésta ha sido también la experiencia de Estanislao de Jesús María y de María Isabel Hesselblad, que hoy son proclamados santos: han permanecido íntimamente unidos a la pasión de Jesús y en ellos se ha manifestado el poder de su resurrección.
La primera Lectura y el Evangelio de este domingo nos presentan dos signos prodigiosos de resurrección, el primero obrado por el profeta Elías, el segundo por Jesús. En los dos casos, los muertos son hijos muy jóvenes de mujeres viudas que son devueltos vivos a sus madres.
La viuda de Sarepta —una mujer no judía, que sin embargo había acogido en su casa al profeta Elías— está indignada con el profeta y con Dios porque, precisamente cuando Elías era su huésped, su hijo se enfermó y después murió en sus brazos. Entonces Elías dice a esa mujer: «Dame a tu hijo» «Dame a tu hijo» (1 R 17,19). Esta es una palabra clave: manifiesta la actitud de Dios ante nuestra muerte (en todas sus formas); no dice: «tenla contigo, arréglatelas», sino que dice: «Dámela». En efecto, el profeta toma al niño y lo lleva a la habitación de arriba, y allí, él solo, en la oración, «lucha con Dios», presentándole el sinsentido de esa muerte. Y el Señor escuchó la voz de Elías, porque en realidad era él, Dios, quien hablaba y el que obraba en el profeta. Era él que, por boca de Elías, había dicho a la mujer: «Dame a tu hijo». Y ahora era él quien lo restituía vivo a su madre.
La ternura de Dios se revela plenamente en Jesús. Hemos escuchado en el Evangelio (Lc 7,11-17), cómo él experimentó «mucha compasión» (v.13) por esa viuda de Naín, en Galilea, que estaba acompañando a la sepultura a su único hijo, aún adolescente. Pero Jesús se acerca, toca el ataúd, detiene el cortejo fúnebre, y seguramente habrá acariciado el rostro bañado de lágrimas de esa pobre madre. «No llores», le dice (Lc 7,13). Como si le pidiera: «Dame a tu hijo». Jesús pide para sí nuestra muerte, para librarnos de ella y darnos la vida. Y en efecto, ese joven se despertó como de un sueño profundo y comenzó a hablar. Y Jesús «lo devuelve a su madre» (v. 15). No es un mago. Es la ternura de Dios encarnada, en él obra la inmensa compasión del Padre.
Una especie de resurrección es también la del apóstol Pablo, que de enemigo y feroz perseguidor de los cristianos se convierte en testigo y heraldo del Evangelio (cf. Ga 1,13-17). Este cambio radical no fue obra suya, sino don de la misericordia de Dios, que lo «eligió» y lo «llamó con su gracia», y quiso revelar «en él» a su Hijo para que lo anunciase en medio de los gentiles (vv. 15-16). Pablo dice que Dios Padre tuvo a bien manifestar a su Hijo no sólo a él, sino en él, es decir, como imprimiendo en su persona, carne y espíritu, la muerte y la resurrección de Cristo. De este modo, el apóstol no será sólo un mensajero, sino sobre todo un testigo.
Y también con los pecadores, a todos y cada uno, Jesús no cesa de hacer brillar la victoria de la gracia que da vida. Y hoy y todos los días, le dice a la Madre Iglesia: «Dame a tus hijos», que somos todos nosotros. Él toma consigo todos nuestros pecados, los borra y nos devuelve vivos a la misma Iglesia. Y esto sucede de modo especial durante este Año Santo de la Misericordia.
La Iglesia nos muestra hoy a dos hijos suyos que son testigos ejemplares de este misterio de resurrección. Ambos pueden cantar por toda la eternidad con las palabras del salmista: «Cambiaste mi luto en danzas, / Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre» (Sal 30,12). Y todos juntos nos unimos diciendo: «Te ensalzaré, Señor, porque me has librado» (Respuesta al Salmo Responsorial)».
Culminando la celebración con el rezo a la Madre de Dios, saludando a las delegaciones oficiales - polaca y sueca - que, junto con numerosos peregrinos participaron en la canonización, el Obispo de Roma deseó que «por intercesión de los nuevos santos el Señor bendiga a sus naciones».
E introduciendo el rezo mariano del Ángelus, el Papa invitó a pedirle «a la Virgen María que nos guíe siempre en el camino de la santidad y nos sostenga en construir día tras día lajusticia y la paz».
(RC - RV)
Voz del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus:

Presentación en la iglesia de San Antón del libro de versos y fotografías 'Casaldáliga' de +Claret. Mensajeros de la Paz homenajeará el martes que viene al obispo poeta


El próximo martes 7 de junio a las 20 horas tendrá lugar en la madrileña iglesia de San Antón (C/Hortaleza, núm. 63) un acto homenaje al obispo poeta, Pedro Casaldáliga. Con Fernando Prado, director de Publicaciones Claretianas, como moderador, se presentará el libro "Casaldáliga", editado por +Claret y formado por fotografías de Joan Guerrero y versos del propio Casaldáliga. La selección de versos la llevó a cabo Eduardo Lallana, el presidente de la Asociación Tierra Sin Males.

Tierra Sin Males, que trabaja en pos de la erradicación de la pobreza y se identifica con Pedro Casaldáliga, su gente y sus causas, tiene 16 años de recorrido. "Pedro nos abre su alma y nos muestra sus opciones: por los pobres, por la Justicia, la Libertad, la Paz, así como su vivencia espiritual mística", opina Lallana, que en su intervención hablará principalmente de la grabación del documental Casaldáliga poeta. Un corazón lleno de nombres, que se proyectará para cerrar el acto.

En un viaje a esas tierras brasileñas, Guerrero contempló de cerca la "vida en medio del pueblo" del obispo poeta. "Lo que más me impactó de vivir con Pedro fue comprobar que su poética y su fe están entregadas a las mismas luchas", dice el fotógrafo. "Fue como estar ante un Machado y un Che Guevara a la vez. Como trabajar con Luther King".

Mientras Guerrero dará su visión de fotógrafo, Marcel·lí López explicará los logros de la edición de Casaldáliga, una edición de calidad escrita en castellano, brasileño y catalán. "Trabajar desde la imagen, desde una imagen evocadora, llena de vida, ha sido una experiencia única", dice el editor. "Conjugarlas con las palabras de Pedro, que dan voz a la esperanza, ha resultado una experiencia intensa y sobre todo gratificante".

Vinculado a diversas ONG que defienden los valores humanos, Miguel Ángel Mesa hablará de la experiencia de haber conocido al poeta íntimamente. El escritor mantiene desde hace unos 25 años una relación epistolar y de amistad con el obispo, que le llevó a publicar, tras una visita a Sao Félix, el libro de reflexiones Los cinco minutos con Pedro Casaldáliga.

Por último, participará el Padre Ángel, fundador y presidente de la ONG Mensajeros de la Paz. "San Antón es la iglesia de los marginados, abierta las 24 horas del día", declara el sacerdote. "Para nosotros es un privilegio poder homenajear aquí a Pedro, que es el obispo de los pobres y también como poeta defiende a los sin voz y sin vez".

Desde la iglesia de los sintecho, Mensajeros invita a conocer mejor a Pedro Casaldáliga, a través de la imagen evocadora, de su palabra que convoca y de cada uno de sus gestos de muchísimo valor.


(Mensajeros de la Paz)

EN LA EXTREMA DESOLACIÓN

Pocos cuadros más expresivos que los que nos muestran los dos textos de la Liturgia de hoy. En ellos coinciden las escenas de dos mujeres viudas a las que se les muere el hijo.
Sin duda que son textos que inspiran compasión, y al contemplar el final de los relatos, se siente alivio y gratitud, al ver que los dos hijos recobran la vida.
“-«Señor, Dios mío, ¿también a esta viuda que me hospeda la vas a castigar, haciendo morir a su hijo?»

Después se echó tres veces sobre el niño, invocando al Señor: -«Señor, Dios mío, que vuelva al niño la respiración.» El Señor escuchó la súplica de Elías: al niño le volvió la respiración y revivió.”

“Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo: -«No llores.»

Se acercó al ataúd, lo toco (los que lo llevaban se pararon) y dijo: -«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»
El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.”

La muerte del hijo único varón coloca en máxima pobreza a la madre viuda, porque queda sin la cobertura legal del cabeza de familia, y se ve expuesta a la indigencia o a la vejación. El que tanto el profeta como Jesús hayan realizado este prodigio, son ejemplo de la cercanía y de la misericordia de Dios para con los más desvalidos.
Al comparar el texto del libro de los Reyes con el Evangelio, se puede observar la intención del evangelista de argumentar que el nuevo profeta es Jesús. Hace ver, además, que el poder de Jesús es mayor, pues el profeta devuelve la vida a un niño recién muerto, y Jesús interviene cuando ya iban a enterrar al hijo de viuda de Naím.
Si la concordancia de los textos tiene un significado catequético, podemos, sin embargo, sentirnos fuera del relato, por más que lo valoremos. Mas, si traemos la confesión de San Pablo que nos ofrece la Liturgia de la Palabra, en la que se refiere a la entrañas maternas - “Pero, cuando aquel que me escogió desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia se dignó revelar a su Hijo en mi, para que yo lo anunciara a los gentiles…”-, cada uno podemos sentir espiritualmente la invitación de Jesús: “Muchacho, a ti te lo digo, levántate”.
Levantarse es volver a la vida, convertirse, no pactar con la inercia, con la apatía, con el argumento de que se ha caído muchas veces. Hoy puedes sentir la misericordia del Señor.
Ángel Moreno de Buenafuente

El sufrimiento ha de ser tomado en serio


Jesús llega a Naín cuando en la pequeña aldea se está viviendo un hecho muy triste. Jesús viene del camino, acompañado de sus discípulos y de un gran gentío. De la aldea sale un cortejo fúnebre camino del cementerio. Una madre viuda, acompañada por sus vecinos, lleva a enterrar a su único hijo.
En pocas palabras, Lucas nos ha descrito la trágica situación de la mujer. Es una viuda, sin esposo que la cuide y proteja en aquella sociedad controlada por los varones. Le quedaba solo un hijo, pero también este acaba de morir. La mujer no dice nada. Solo llora su dolor. ¿Qué será de ella?
El encuentro ha sido inesperado. Jesús venía a anunciar también en Naín la Buena Noticia de Dios. ¿Cuál será su reacción? Según el relato, «el Señor la miró, se conmovió y le dijo: No llores». Es difícil describir mejor al Profeta de la compasión de Dios.
No conoce a la mujer, pero la mira detenidamente. Capta su dolor y soledad, y se conmueve hasta las entrañas. El abatimiento de aquella mujer le llega hasta dentro. Su reacción es inmediata: «No llores». Jesús no puede ver a nadie llorando. Necesita intervenir.
No lo piensa dos veces. Se acerca al féretro, detiene el entierro y dice al muerto: «Muchacho, a ti te lo digo, levántate». Cuando el joven se reincorpora y comienza a hablar, Jesús «lo entrega a su madre» para que deje de llorar. De nuevo están juntos. La madre ya no estará sola.
Todo parece sencillo. El relato no insiste en el aspecto prodigioso de lo que acaba de hacer Jesús. Invita a sus lectores a que vean en él la revelación de Dios como Misterio de compasión y Fuerza de vida, capaz de salvar incluso de la muerte. Es la compasión de Dios la que hace a Jesús tan sensible al sufrimiento de la gente.
En la Iglesia hemos de recuperar cuanto antes la compasión como el estilo de vida propio de los seguidores de Jesús. La hemos de rescatar de una concepción sentimental y moralizante que la ha desprestigiado. La compasión que exige justicia es el gran mandato de Jesús: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo».
Esta compasión es hoy más necesaria que nunca. Desde los centros de poder, todo se tiene en cuenta antes que el sufrimiento de las víctimas. Se funciona como si no hubiera dolientes ni perdedores. Desde las comunidades de Jesús se tiene que escuchar un grito de indignación absoluta: el sufrimiento de los inocentes ha de ser tomado en serio; no puede ser aceptado socialmente como algo normal pues es inaceptable para Dios. Él no quiere ver a nadie llorando.
José Antonio Pagola

Joven, yo te lo ordeno, levántate



Evangelio según San Lucas 7,11-17. 

Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. 
Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. 
Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores". 
Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate". 
El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. 
Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo". 
El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina. 

“Como una madre amorosa”, Motu proprio del Papa refuerza compromiso en la protección de los menores

La “tarea de protección y de cuidado compete a la Iglesia en su totalidad, pero es especialmente a través de sus Pastores que debe ser ejercitada”.  Lo escribe el Papa Francisco en el Motu Proprio con el que refuerza la protección de los menores, publicado el sábado 4 de junio, subrayando la responsabilidad de los Obispos diocesanos – de los Eparcas  así como de los Superiores Mayores de Institutos Religiosos y de las Sociedades de vida apostólica de derecho pontificio -  a “emplear una particular diligencia en el proteger a aquellos que son los más débiles entre las personas a ellos confiadas”.  El Papa recuerda que el Derecho Canónico prevé ya “la posibilidad de remover del encargo eclesiástico por causas graves”. Con el Motu Proprio, afirma Francisco, “pretendo precisar” que entre tales causas se encuentra también “la negligencia de los Obispos” relativa “a los casos de abusos sexuales cometidos con menores y adultos vulnerables” como previsto por el Motu Proprio de San Juan Pablo II, Sacramentorum Sanctitatis Tutela, actualizado por Benedicto XVI.
Con el documento firmado este sábado por el Papa se establece desde  el primero de los 5 artículos que el obispo diocesano (o el eparca o aquel que tiene una responsabilidad temporal de una Iglesia particular) puede ser “legítimamente removido de su encargo, si haya, por negligencia, realizado u omitido actos que hayan provocado un daño grave a otros”, sean personas o comunidades.  Además se especifica que este daño puede ser “físico, moral, espiritual o patrimonial”.  El obispo (al cual son equiparados los Superiores Mayores), continua el artículo 1, puede ser removido solamente si “haya objetivamente faltado de forma muy grave a la diligencia que le ha sido requerida por su oficio pastoral, también sin grave culpa moral por parte suya”. Sin embargo, en caso de abusos sobre menores, “es suficiente que la falta de diligencia sea grave”.
En el caso de que los indicios sean “serios”, prosigue el artículo 2 del Motu Proprio, la competente Congregación de la Curia Romana puede “iniciar una investigación en mérito”  dando noticia al interesado que tiene “la posibilidad de defenderse” con los “medios previstos por el derecho”. A continuación  a los argumentos presentados por el obispo,  la Congregación puede “decidir una investigación suplementaria”. En los artículos 3, 4 y 5 el Motu Proprio establece por tanto el procedimiento con el que se decide la eventual remoción del encargo. La Congregación que asume tal decisión, en Sesión ordinaria, puede disponer si dar “en el más breve tiempo posible, el decreto de remoción” o exhortar al obispo “a presentar su renuncia en un lapso de 15 días ”, concluido el cual el Dicasterio podrá “emitir el decreto”. En el último artículo se establece que la decisión final deberá ser “sometida a la aprobación especifica del Romano Pontífice” que, “antes de asumir una decisión definitiva se hará asistir por un idóneo Colegio de juristas”.
Nota del Padre Lombardi
Sobre este tema el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Padre Federico Lombardi,  ha subrayado que el procedimiento al que se refiere el Motu Proprio "no encausa a la Congregación para la Doctrina de la Fe, porque no se trata de delitos de abuso, sino de negligencia en el cargo".  Por lo tanto no se trata de "procedimiento penal", puntualiza el padre Lombardi, porque no se trata de un "delito cumplido, sino de casos de negligencia". Tratándose de decisiones importantes sobre los Obispos, continúa Lombardi, "la aprobación específica depende del Santo Padre". Esto no representa una novedad, mientras " sí lo es la constitución de un especial Colegio de juristas que asistirá al Papa antes de que asuma una decisión definitiva". Se puede prever, concluye  el director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, que tal Colegio "esté constituido por cardenales y obispos".
(RC-RV)