viernes, 24 de abril de 2015

Recordar siempre nuestro primer encuentro con Jesús, alentó el Papa

Recordar la primera vez que sentimos a Jesús a nuestro lado y ver en los Evangelios cómo Jesús encuentra a la gente. Reiterando que Jesús nunca olvida el día en que nos encontró por primera vez, alentó a pedir a Dios ‘la gracia de la memoria’ para recordar siempre, precisamente, nuestro encuentro con Jesús, que es único para cada uno, es el primer amor.
En su homilía de la Misa matutina en la Capilla de la Casa de Santa Marta, el Santo Padre hizo hincapié en que Jesús elige un encuentro, como forma de cambiar la vida de los demás. Juan y Andrés, que pasan con el Maestro toda la velada. Simón que se vuelve la ‘piedra’ de la nueva comunidad. La Samaritana, el leproso, que regresa para agradecer por haber sido sanado, la mujer que queda sanada al tocar la túnica de Cristo.
El primer encuentro
Evocando, con la liturgia del día, el encuentro, cerca de Damasco, de Jesús con Saulo, que de persecutor anticristiano se vuelve Apóstol, el Papa se refirió a los encuentros con el Señor. Encuentros decisivos que deben llevar al cristiano a no olvidar nunca el primer momento en que percibimos la cercanía de Jesús a nuestro lado:
«Él nunca olvida, pero nosotros olvidamos nuestro encuentro con Jesús. Y ésta sería una bella tarea para hacer en casa: pensar en cuándo sentí al Señor cerca de mí, de verdad. ¿Cuándo sentí que debía cambiar de vida, o ser mejor, o perdonar a una persona? ¿Cuándo sentí al Señor que me pedía algo? ¿Cuándo encontré al Señor? Porque nuestra fe es un encuentro con Jesús. Éste es el fundamento de nuestra fe: he encontrado a Jesús como Saulo hoy».
La memoria de cada día
Preguntémonos sinceramente, aconsejó una vez más el Obispo de Roma: ¿cuándo Señor me dijiste algo que cambió mi vida o me invitaste a dar ese paso en mi vida?:
«Ésta es una bella oración y les recomiendo que la recen cada día. Y cuando te acuerdas, te alegras con eso, con ese recuerdo que es un recuerdo de amor. Otra bella tarea es la de leer los Evangelios y ver tantas historias. Ver cómo Jesús encuentra a la gente, cómo elige a los apóstoles, cómo hay tantos encuentros con Jesús allí. Quizá alguno se parezca al mío. Cada uno tiene el suyo».
No olvidemos nunca el primer amor
Para Cristo su relación con nosotros es de predilección, es una relación de amor, una relación de ‘tú y yo’, volvió a subrayar el Papa:
«Rezar para pedir la gracia de la memoria: Señor ¿cuándo fue ese primer encuentro, ese primer amor? Para no escuchar ese reproche que dirige el Señor, en el Apocalipsis: debo reprocharte que hayas olvidado el primer amor»

(CdM – RV)

ALMA MÍA, RECOBRA LA CALMA PORQUE EL SEÑOR ES BUENO CONTIGO


Del salmo 116:
 

El Señor escucha el clamor de mi súplica

Amo al Señor, porque Él escucha
el clamor de mi súplica,
porque inclina su oído hacia mí,
cuando yo lo invoco.


El Señor escucha el clamor de mi súplica

Los lazos de la muerte me envolvieron,
me alcanzaron las redes del Abismo,
caí en la angustia y la tristeza;
entonces invoqué al Señor:
«¡Por favor, sálvame la vida!».


El Señor escucha el clamor de mi súplica

El Señor es justo y bondadoso,
nuestro Dios es compasivo;
el Señor protege a los sencillos:
yo estaba en la miseria y me salvó.


El Señor escucha el clamor de mi súplica

Alma mía, recobra la calma,
porque el Señor ha sido bueno contigo.


El Señor escucha el clamor de mi súplica

EL QUE COMA DE ESTE PAN VIVIRÁ ETERNAMENTE


Evangelio según San Juan 6,52-59.

Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?".

Jesús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes.

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él.

Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí.

Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.